Ya no hay, ya no están, ya no existen…

Empresas, artículos de lo más diversos, alimentos, comercios de todo tipo y un sinnúmero de etcéteras que impregnaron la vida urbana cotidiana durante décadas fueron extinguiéndose; en algunas casos por su falta de adaptación a los cambios del tiempo y del mercado y el así llamado progreso tecnológico, otras por las modificaciones en los hábitos y las preferencias de sus usuarios y consumidores, otras por decisiones políticas, otras por problemas económicos.

    Es imposible recordar a todas y seguramente haya muchísimas más de los que se mencionarán; más allá de eso puede resultar interesante echar una mirada a varias cosas que, digamos, en los últimos 60 años, dejaron de existir (algunas de ellas aún existen, pero agonizan).

     Empecemos con algunos instrumentos financieros: las dos tarjetas de crédito más utilizadas hace 30 años, Argencard y Diners Club, ya no existen en Argentina; otra tarjeta desaparecida fue Crédito Liniers. También desapareció el muy popular Credibono, y ya casi nadie utiliza los Traveler’s Checks (cheques de viajero), rubro muy utilizado en el cual la empresa Thomas Cook era absolutamente dominante.

     Los supermercados tuvieron un recambio y aumentaron en cantidad y sucursales, pero los primeros que aparecieron… ya no están: recordemos la cadena Minimax (a más de diez de ellos les pusieron simultáneamente bombas en 1969 como protesta por una visita de Nelson Rockefeller), supermercados Gigante, Casa Tía, supermercados Norte y, más cerca en el tiempo, la cadena Ekono.

     Había grandes tiendas más que conocidas y hasta tradicionales que hoy ya no existen: el punto inicial de referencia fue La Gran Tienda San Miguel (hoy, el palacio San Miguel), aunque queda muy lejano ya que cerró antes de la mitad del siglo pasado. Así que vayamos más adelante: Harrods y Gath & Chaves fueron dos enormes tiendas de muchos pisos que tenían de todo; en Navidad, Santa Claus atendía a los niños en Harrods y los Reyes Magos en Gath & Chaves. Y vale mencionar el Shopping Sur, el primer shopping de Argentina (inaugurado en 1986), en la avenida Pavón, en Avellaneda, que cerró en 1997.

    Había sastrerías muy destacadas: la Formidable (en Córdoba y Armenia), Modart, Thompson & Williams (estas dos competían en todo… ¡hasta tenía cada uno su propio programa de música en la radio!), Muñoz, Vega, González; y una famosísima tienda de ropa sport (camisas, vaqueros, ropa interior, remeras, pijamas, etc): Eduardo Sport, con su única tienda, en Pacífico, a pasos del subte y el tren.

     Otras tiendas muy conocidas que ya no están: las tiendas Los Andes, El Emporio de la Loza, las grandes zapaterías Guante y Ohaness, la conocida zapatería para niños Carlitos y casas de deportes importantes como Proveeduría Deportiva, Barbera-Matozzi y Testai.

     En el rubro de las bebidas de todos los días hay muchos ejemplos: la primera y más antigua es la Bidú Cola, primera gasesosa argentina, lanzada en 1940 y que se consumió hasta 1970 (tuvo una segunda etapa más corta y de poco éxito). Pero hubo otras: Spur Cola, Canada Dry, Tab (y su polémica por el ciclamato que contenía), pomelo Neuss, Gini, Teem, Mountain Dew, Quatro pomelo. La leche chocolatada Vascolet, los jugos Pindapoy, el yogur Yoplait, el famoso yogur Yolanka (tan popular que había un luchador de los Titanes en el Ring de Martín Karadagian con ese nombre). La cerveza Bieckert (la primera cervecería argentina, fundada en 1860 y discontinuada recién en 2019), por supuesto. Y los vinos Maravilla (publicitados en la camiseta de Boca en 1983), que desaparecieron en 2000.

     En el rubro de alimentos-golosinas, ya no hay helados Laponia ni helados Noel (se vendían en carritos en las plazas, en las canchas, en todos lados), ya no existen los chocolates-bloquecitos Suchard ni los chocolates Fenoglio. Tampoco hay Tubby 3 ni Tubby 4, postrecitos Sandy, postrecitos Petit, caramelos Mu-Mu, los famosísimos caramelos Chuenga (caramelos artesanales de cancha y de colegio), chupetines Tatín, bocaditos cremacoa, YogurTime (eran furor en Rosario), Chiclefort (chicles redondeados que venían en minipaquetitos individuales), chicles Mentex, los superconocidos Chiclets Adams, y el gofio (una especie de polvo harinoso amarillento, que se compraba en panaderías y kioscos por centavos).

     En el rubro gastronómico la cantidad de ejemplos de casas de comidas, restaurantes y bares que en su momento fueron muy famosos y ya no están es innumerable, así que sólo se nombrarán algunos realmente hiper-conocidos y hasta icónicos. Empezando por la primera cadena de hamburgueserías de Buenos Aires, Pumper Nic (la del hipopótamo) y Chéburguer, los casos emblemáticos son muchos: la confitería El Águila (Callao y Santa Fe), Los Dos Chinos, la Richmond, Pericles, la exquisita confitería-casa de repostería alemana Steinhauser, La Perla del Once, la Cervecería Munich (había varias sucursales), la cadena de pizzerías Albor, El Ceibal (varios locales, comida criolla y empanadas salteñas), restaurantes muy concurridos como Lo Prete, El Tropezón, Pedemonte, La Cantina de David (Córdoba y Jorge Newbery), el gran Bodegón El Trapiche (Paraguay y Humboldt), ese restaurante diferente a todos que era La Mosca Blanca (enclavado entre las estaciones terminales  de trenes de Retiro, en el que una milanesa era para cuatro personas y las frutillas tenían el tamaño de una manzana). Y un conocido bar-trampa: Cristóbal Colón (en avenida Las Heras)

     Productos y artículos de uso cotidiano de todo tipo siguieron también su camino de extinción: el fijador Glostora, el champú Clinic, los tampones Modess, los cosméticos Miss Ylang, la mostaza Supra, el limpiador Puloil, el Flit (matamosquitos), los productos de La Martona, el jabón Cadum (el de la publicidad de Susana Giménez haciendo “¡shock!” en la década del ’60), los productos Rexina (ahora son Rexona por una insólita razón). Muchas marcas de cigarrillos como Saratoga, 43/70, Imparciales, Colorado, Particulares, Derby, Le Mans, Viceroy.

  Los magazines (reproductores de música para el automóvil) y los reproductores Betamax ya no existen, tampoco los casetes de audio (los más usados eran los TDK) ni los walkman; el mismo camino siguen, agonizantes, los discman, los reproductores VHS (las “videocaseteras”) y sus videocasetes.

     El mimeógrafo, las pilas Hitachi, las diapositivas (esas con marco de plástico o de cartón), los visores de diapositivas, los proyectores de diapositivas (de carro recto o circular), los cospeles (para teléfonos públicos, para el subte, etc), el papel secante, el sacapuntas-guillotina, el Segelín, las tablas de logaritmos, el Simulcop, el papel Stencil, las cámaras Kodak Fiesta, cuadradas y con un rollo de 12 fotos que evitábamos desperdiciar para sacar buenas fotos.    

      Los artículos de vestir también entran en este repaso: estaban los buenísimos y muy publicitados pilotos Aguamar (el jingle publicitario se escuchaba todos los domingos en los altoparlantes de las canchas de fútbol), las galochas, los botines Sacachispas (los más populares), Ocelote y Conti (menos) o Fulvence (alguno aún se consigue), los vaqueros Far West (los más usados) o los Robert Lewis, las camisas Maximiliano, los guardapolvos Palomita Blanca, los pantalones campana o pata de elefante, y ni hablar de los imponentes tapados de visón, astracán o zorro, que eran objeto de deseo (y de distinción) para muchas damas y que hoy son considerados casi artículos despreciables como casi todos los artículos confeccionados con cuero o piel animal.

     Las máquinas de escribir, preciosos aparatos hoy casi anacrónicos: quién no recuerda las Smith Corona, las Remington, las Olivetti; después aparecieron las máquinas de escribir eléctricas, entre las cuales la Brother era la destacada, la que daba un salto de calidad.

     El tocadiscos Wincofon, los televisores Stromberg-Carlson, Zenith (la marca más buscada en los ’60 y los ’70), después los Aurora-Grundig y los Telefunken (audio y video).

    Las gloriosas y fieles radios a transistores: la Spica (con su inconfundible dial redondo con el centro rojo y su funda de cuero), la Noblex Carina (cuyo respaldo de cuero le daba un sonido especial) y las extraordinarias Tonomac Platino y Noblex Siete Mares.

     Tecnológicamente algo más cerca en el tiempo, el fax, los Blackberry, las Palm, los MP3, los iPod (discontinuados en 2022) y por supuesto los primeros teléfonos móviles: los “ladrillos” de Movicom y su competencia, el Miniphone (ninguna de las dos empresas existe ya).

  Ya no existen Napster (música), Tower Records (música), Blockbuster (videoclubes), Gativideo, VCC ni Multicanal, empresas relacionadas con el entretenimiento audiovisual en sus diversos formatos. Tampoco están más empresas de combustible como Esso, Isaura, Eg3, y aerolíneas que operaban muchísimo en Argentina como Pan American, Varig, Lan Chile, AeroPerú y VIASA.

     En el mundo del esparcimiento eran referencias por supuesto los cines de barrio (hoy todavía hay, aunque la mayoría en formato “multicine”), el formato de “cine continuado” (dos o y tres películas, uno llegaba a la hora que quería y se quedaba hasta la hora que quería por el mismo precio), el Italpark (antes era el Parque Japonés), el parque Interama, el Tiro Federal, el Jardín Zoológico, el Velódromo (ahora es un parque de skate), el club YPF, el KDT (ahora es “Club de Amigos”), la Ciudad Deportiva de Boca, el Gasómetro de San Lorenzo (el de avenida La Plata).   

   Un apartado especial merece el Prode (“pronósticos deportivos”), implementado en 1972, que causó un verdadero furor cada fin de semana de fútbol durante muchos años (entre 1972 y 1998, y en una segunda parte entre 2000 y 2018).

     Hay juguetes añorados como el Busca-Gol (con esos muñequitos-jugadores clavados en la cancha con una sopapita de goma), el Jugando con Papá (una cancha de cartón comprimido con fichas redondas como jugadores), el Costa Azul (la carrera de caballos), el Cerebro Mágico, el yo-yo Russell, el proyector Graf, y más cerca en el tiempo el Gameboy y el Tamagochi.

     Muchas mega-empresas estatales que rodeaban, marcaban y regían la vida cotidiana dejaron de existir, ya sea porque cambiaran de dueños o de administración: la energía eléctrica era proporcionada por Segba y la Ítalo (CIAE, compañía Ítalo-Argentina de Electricidad), estaba AyE (Agua y Energía, energía eléctrica e ingeniería hidráulica), Hidronor (empresa de mayoría estatal relacionada con la energía hidroeléctrica), el gas era de Gas del Estado, las comunicaciones telefónicas eran responsabilidad de Entel, el correo era Encotel, los impuestos los cobraba la DGI, la televisión estatal era ATC, volaban Austral y LAPA (de triste recuerdo), navegaba ELMA (empresa naviera estatal) y existía Ferrocarriles Argentinos (trenes), desarticulada en 1992.

     En la calle ya no hay tranvías y trolebuses, y en el rubro automotor resalta el inolvidable Torino, que dejó de fabricarse en 1981. Si bien las fábricas automotrices permanecen en su gran mayoría, vale recordar algunos modelos que lógicamente ya no están: Renault tenía el Gordini, el 4L (con la palanca de cambios horizontal que salía del tablero), el Renault 12 con un diseño algo futurista para su época, la coupé Fuego. El Siam Di Tella era el modelo rey de los taxis. El jeep IKA era inigualable. Estaban el Daewoo, el Autounión (DKV), el Borgward, el Oldsmobile, los Valiant, de dise˜õs algo extravagantes. Los inolvidables, simples y populares Citroën 2CV y 3CV, y el Ami 8. Peugeot tenía el 403, el 404 y el 504. Fiat tenía el Fiat 600 (el bolita, actualmente rediseñado), el 1100, el 1500, el 125 y el 128 (muy parecidos), el 133, el 147, el Duna, el Regatta. Ford tenía el emblemático Ford Falcon (con la palanca de tres cambios en el volante), el Ford Sierra. Dodge tenía el clásico 1500. Estaban los grandes autos largos: el Fairlane (Ford), el Chevy (Chevrolet), el Polara (Dodge), el Rambler, el Ambassador.

     Haciendo un muy breve repaso por diarios y revistas, resaltan el diario Crítica (cerró en 1962), La Opinión (cerró en 1982), Buenos Aires Herald, La Razón (ambos cerraron en 2017).

     Era enorme la cantidad de revistas de todo tipo; imposible enumerarlas, pero aquí van algunas de las más populares. En revistas de historietas son inolvidables las Andanzas de Patoruzú, Correrías de Patoruzito y Locuras de Isidoro (dejaron de editarse en 1977); D’Artagnan, El Tony, Intervalo, Rico Tipo, la genial revista Hortensia (dejó de editarse en 1989).

     Revistas que mezclaban humor, actualidad y cultura, serias y divertidas a la vez: Caras y Caretas, la gran revista Humor (Humor Registrado, que dejó de editarse en 1999), Tía Vicenta, Satiricón.

     Revistas infantiles como Codelín, Anteojito o Billiken. Revistas de clasificados, como Segundamano, que daban un gran servicio. Revistas deportivas como El Gráfico, Sport, Goles, Sólo Fútbol, Parabrisas Corsa, K.O. Mundial, Try, Rugby XV. Revistas de música como Pelo y Expreso Imaginario. Revistas de espectáculos, farándula y televisión: TV Guía, Canal TV, Antena, Radiolandia, Siete Días. Revistas dedicadas más a la mujer, como Claudia o Anahí. Revistas con artículos literarios, de actualidad y culturales, como El Porteño, Cerdos y Peces, Fierro.

    Revistas políticas de todas las tendencias: Crisis, Cabildo, La Semana, Panorama, Confirmado, Análisis, Extra, Redacción, Línea o Primera Plana.

     La cantidad es interminable, los recuerdos también.

     Que cada uno agregue los suyos…

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