En la madrugada del 3 de julio de 1943, veintiún presentadores radiales se reunieron en una oficina de Corrientes 830, sede de la revista Antena, y crearon la Sociedad Argentina de Locutores. Aunque fue visto como un triunfo en el medio, el evento en sí pasó bastante desapercibido para el público en general, pero siete años después, durante un Congreso Nacional de Locutores en 1950, el hecho adquirió mayor trascendencia al decidirse que el 3 de julio sería declarado como Día del Locutor.
En un día así, pues, es interesante detenerse en uno de los miembros más salientes de este grupo fundador, el famosísimo presentador Roberto Galán. Si bien él llegaría a ser reconocido años después por su desempeño televisivo al frente de programas de altísimo rating como Si lo sabe, cante o Yo me quiero casar ¿y usted?, él ocupó un rol tan importante en esta institución ya que sus primeros grandes pasos fueron dados en la radio.
Típico personaje porteño canchero y con mucha calle, había nacido en el barrio de Palermo en 1917 y, según expresó en una entrevista realizada con Luis Salerno poco antes de su muerte en el año 2000, llegó a la radio por “una cosa circunstancial o casual”. Ya dice haberse enamorado del medio cuando, a los 17 años, visitó el edificio de Belgrano 1841 – sede de Radio Belgrano, del Pueblo y Mitre -, pero su momento de entrada a ese mundo se produjo cuando su tío y un colega inauguraron el programa La hora ferroviaria en Radio Porteña y lo pusieron a armar los informativos.
Por los pasillos de la radio conoció a un locutor llamado Carlos Sol, que era el encargado de leer avisos de la Tienda Albion House. Cuando este ignoto personaje fue nombrado Locutor Oficial del lugar, aparentemente por intermedio suyo, Galán comenzó a trabajar para la tienda leyendo avisos y le iba muy bien, pero rápidamente llegarían nuevas ofertas. Según él lo cuenta, tras ser escuchado por el director artístico de Radio Belgrano, Raúl Rosales, él quedó tan impresionado que lo nombró Locutor Oficial de esa casa. Allí, Galán realizó una importantísima carrera presentando a todas las grandes figuras del momento y, además, participó regularmente en otras radios como El Mundo y Splendid.
En este contexto, antes de partir a Europa a iniciar sus aventuras como cantante, vendedor de películas argentinas y como amigo de Juan Domingo Perón en el exilio venezolano, Galán – en representación de Radio Belgrano – fue convocado en el Regimiento 1 de Patricios a inicios de julio de 1943. Allí debía reunirse con los locutores de las otras dos grandes radios, Pedro del Olmo (Radio Splendid) y Jorge Homar del Río (Radio El Mundo), para coordinar la conducción de la transmisión del tradicional desfile militar del 9 de julio. Pero lejos de ser una mera reunión laboral, a pesar de que, según Galán, “estábamos distanciados y competíamos entre nosotros”, en ese momento del Río tuvo la idea formar algún tipo de entidad que agrupara a los locutores. La propuesta, parece ser, tuvo buena repercusión y las cosas empezaron a ponerse en movimiento. Galán consiguió que Julio Korn, dueño de la editorial ubicada en Corrientes 830 que publicaba Antena, les permitiera usar el espacio y allí comenzaron a llamar a las emisoras convocando a los locutores. Esa primera noche, de acuerdo con Galán, acudieron representantes de casi todas las radios y, comprometiéndose a convocar a una asamblea general, eligieron a Pedro del Olmo y al mismo Galán como presidente y secretario provisionales, respectivamente, de la flamante Sociedad Argentina de Locutores. Más tarde, en la elección oficial, el locutor de los bigotes oscuros fue ratificado en su rol de secretario y Juan Carlos Thorry fue seleccionado como el primer presidente de la entidad.
De ahí en más, aunque mantendría un rol activo dentro de la Sociedad hasta 1955 – momento en que ésta fue intervenida por la Libertadora – Galán sólo tendría una única nueva experiencia en la radio, como locutor de Libertad en 1962. Ya en la década del sesenta terminaría diversificando sus actividades y – además de hacer cosas raras como ser dueño de un supermercado venezolano o de una discoteca brasilera – se volcaría al redituable mundo de la televisión, dónde alcanzó su fama definitiva. Allí experimentaría sus más grandes glorias y sus peores sinsabores durante el resto de su carrera, pero siempre recordaría a la radio como el lugar que le dio sus primeras alegrías en el mundo del espectáculo.