PRIMERA PARTE: El luctuoso año 1820 – Primera Parte
Aunque Francisco Ramírez había regresado a Entre Ríos, Estanislao López seguía acampado en Santos Lugares y allí fueron comisionados de Dorrego, con anuencia del Cabildo, a hacerle las siguientes proposiciones. Se realizaría un Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata en la ciudad que eligiera la mayoría. Pero Buenos Aires exigía la devolución de todos los prisioneros, armas y demás pertrechos que perdiera en Cañada de la Cruz y Luján y la expulsión del país de Alvear y Carrera a quienes se calificaba de “antropófagos”.
Estas exigencias de los vencidos no podían ser aceptadas por López a pesar que esta ya estaba decepcionado de sus asociados. Las negociaciones fracasaron.
Como el presunto apoyo popular con que decía contar Alvear se había demostrado falso, y tampoco contaba con el apoyo de Ramírez, el 12 de julio López inició una lenta retirada hacia Luján y Pilar. El 17 de ese mes, Dorrego dirigió una circular a los gobernadores de las otras provincias acusando a Estanislao López de haber invadido Buenos Aires por sugerencia de sus “socios antropófagos”, “el criminal José Miguel Carrera” y el “proscripto Carlos Alvear”. El 18 de julio, Dorrego dejó al general Marcos Balcarce como gobernador interino y luego de ser reforzado en Luján por los efectivos de Martín Rodríguez y las milicias gauchas de Juan Manuel de Rosas, se puso en campaña contra López. Mediante una maniobra sorpresiva rescató en Pergamino a numerosos prisioneros porteños. El 2 de agosto tomó San Nicolás y se apoderó del parque de artillería de Carrera y de la oficialidad de Alvear aprovechando que ambos jefes habían ido a acampar con López.
El 5 de agosto se entrevistaron Dorrego y López sin llegar a un acuerdo, pero establecieron luego un armisticio para ver si sus representantes obtenían mejores resultados. Martín Rodríguez, como representante de Dorrego, se trasladó al campamento de López en compañía de Rosas para entrevistarse con Cosme Maciel, delegado santafecino. Las tratativas no tuvieron éxito por lo cual el 12 de agosto los 1.500 hombres de Dorrego atacaron a los 500 jinetes de López en Pavón y los batieron persiguiéndolos hasta el Carcarañá. Según Adolfo Saldías (citado por Lily Sosa de Newton) Rosas y López habrían conversado y llegado a un acuerdo secreto entre ellos mientras se desarrollaban las prolongadas e inútiles conversaciones entre Rodríguez y Maciel: López no atacaría nuevamente a Buenos Aires y Rosas procuraría que se nombrara un nuevo gobernador porteño dispuesto a apoyar a Santa Fe contra las crecientes exigencias del futuro “Supremo Entrerriano” Francisco Ramírez. Esto resulta verosímil porque tanto Rosas como Rodríguez se retiraron cuando Dorrego decidió continuar su campaña contra López, dejándolo así en inferioridad de condiciones1.
López continuó su retirada astutamente, llevando así a Dorrego hasta Gamonal, donde lo derrotó completamente el 2 de septiembre, luego de haberlo dejado sin caballada porque los porteños, sin saberlo, habían permitido a sus animales comer el pasto venenoso que allí crecía (el Mío mío). La matanza de los porteños fue tanta, más de 300, que López tuvo que ponerle fin diciendo a sus tropas: “¡Basta de sangre!”.
Luego de esta victoria López escribió al Cabildo porteño ofreciéndole la paz y pidiendo la deposición de Dorrego. Como los diarios de Buenos Aires habían aclamado a Dorrego como “un nuevo Temístocles que salvaría a la ciudad de los bárbaros”, López comentaba socarronamente en su nota al Cabildo: “Aunque los Temístocles se sucedan verá V.E. repetirse los días de luto. La provincia de Santa Fe ya no tiene qué perder. Nos han privado de nuestras casas porque las han quemado, de nuestras propiedades porque las han robado, de nuestras familias porque las han muerto… Estoy casi seguro de que mis tropas serán siempre triunfantes, pero advierto el estado de la Nación, conozco los peligros que nos rodean y sé que la guerra civil nos sepultará muy pronto. Amo a mi patria y aspiro a su dicha. Si V.E. esta animado de iguales sentimientos, su quiere que cese la guerra depóngase toda pretensión injusta…” En una alusión aplicable a los portugueses, a los ingleses o al mismo Carrera, de quien pronto se distanciaría, López agregaba: “no se sacrifiquen más vidas al capricho de los intrusos y conseguiremos la paz propia de hermanos, digna de americanos”.
Lamentablemente, los sacrificios continuaron por muchos, muchos años.
1- Rosas, además, apoyó a Rodríguez luego, cuando este reemplazó a Dorrego como gobernador avalando así el retorno de los logistas al poder y López apartó de su lado a Carrera y a Alvear.
CONTINIA en El luctuoso año 1820 – Tercera Parte