El mitin del Frontón, la previa a la revolución del Parque

La llamada Unión Cívica como tal, tuvo su “bautismo” en el famoso mitin del entonces Frontón de Buenos Aires, en la Avenida Córdoba al 1100. El evento, que entre quienes pudieron ingresar y los que se encontraban en las calles, se calcula que reunió alrededor de 30 mil personas, contó con la presencia de destacados opositores al entonces gobierno del Partido Autonomista Nacional (PAN), y a su presidente Miguel Juárez Celman en particular.

La convocatoria se puede considerar como una continuidad del mitin organizado por la entonces Unión Cívica de la Juventud en el Jardín Florida del centro porteño, realizada en septiembre del año anterior. Para esta ocasión, el encuentro fue dado a conocer el 8 de abril, pero aquel domingo 13 de abril de 1890 sería el gran día del mitin. Entre las personalidades destacadas se encontraban representantes del mitrismo, del viejo autonomismo, y grupos dirigentes católicos, con quienes-por ejemplo-, habían debatido por las famosas leyes laicas la década anterior.

El discurso de apertura fue nada más y nada menos que del expresidente Bartolomé Mitre. Si bien destacó que no se trataba de una reunión de partido ni de una organización política, sino de un reclamo masivo, habló ante una sociedad a la que decía representar en dicho mitin.

“Falseado el registro cívico y cerrados por el fraude los comicios electorales, lo que da por resultado la complotación de los poderes oficiales contra la soberanía popular, el pueblo, divorciado de su gobierno, está excluido de la vida pública, expulsado del terreno de la Constitución. Sólo le ha quedado el derecho de reunión y a su ejercicio apela para hacer acto de presencia y de conciencia”.

La misión encomendada por Mitre, que se había quitado su ya clásico chambergo, era de lucha y de labor. Se trataba de “moralizar la vida pública, encaminando al país por las vías constitucionales, para conciliar el hecho con el derecho y fundar el gobierno de todos para todos”. El veterano general cerró así su discurso: “Con esta bandera constitucional y estos patrióticos propósitos, afirmemos una vez más nuestra decidida actitud de resistencia y de protesta”.

Por su parte, el más entrañable del grupo católico, José Manuel Estrada, al referirse a los hombres que manejaban el gobierno, manifestó: “Veo bandas rapaces, movidas de codicia, la más vil de todas las pasiones, enseñoreadas del país, dilapidar sus fuerzas, pervertir su administración, chupar su substancia, pavonearse insistentemente en las más cínicas ostentaciones del fausto, comprarlo y venderlo todo hasta comprarse y venderse unos a otros a la luz del día”.

Aristóbulo del Valle, uno de los antiguos autonomistas, sostuvo sobre la crisis económica imperante: “El comercio en bancarrota, los títulos de crédito sin colocación; los propietarios territoriales con su fortuna reducida a la mitad; los agricultores obligados a vender sus granos al precio que le imponen unos cuantos explotadores y millones de familias honradas y laboriosas sin medio de atender a las necesidades de la vida, cuando hasta hace poco el dinero abundaba aún para los gastos de lujo y de placer. Y en frente de nosotros a nuestros gobernantes en cómoda opulencia, sin dificultad, sin compromisos, sin zozobra para lo por venir, como si fueran extraños que hubieran venido de tránsito con el secreto de hacerse millonarios sin trabajo y sin oficio, y a quienes no los abate la tempestad que abate la cabeza de todos”.

Sin embargo, ninguno produjo el efecto en el público como el futuro fundador de la UCR, Leandro N. Alem: “Una vibración profunda conmueve todas mis fibras patrióticas al contemplar la resurrección del espíritu cívico en la heroica ciudad de Buenos Aires”.

“La vida política de un pueblo marca la condición en que se encuentra; marca su nivel moral, marca el temple y la energía de su carácter. El pueblo donde no hay vida política, es un pueblo corrompido y en decadencia, o es víctima de una brutal opresión. La vida política forma esas grandes agrupaciones, que llámeseles como ésta, populares, o llámeseles partidos políticos, son las que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de la solidaridad en los destinos comunes”.

Continuó Alem: “La vida política no puede hacerse sino donde hay libertad y donde impera una Constitución. Cuando el ciudadano participa de las impresiones de la vida política, se identifica con la patria: la ama profundamente, se glorifica con su gloria, llora con sus desastres y se siente obligado a defenderla porque en ella cifra las más nobles aspiraciones. Pero, ¿se entiende entre nosotros así, desde algún tiempo a esta parte?”.

El gobierno no hace otra cosa que echar la culpa a la oposición de lo malo que sucede en el país. Y ¿qué hacen estos sabios economistas? Muy sabios en la economía privada, para enriquecerse ellos: en cuanto a las finanzas públicas, ya veis la desastrosa situación a que nos han traído”. Es inútil, como decía en otra ocasión: no nos salvaremos con proyectos, ni con cambios de ministros; y expresándose en una frase vulgar: ¡Esto no tiene vuelta!

Aquí conviene recordar que fue tal el descalabro que produjo en el ambiente político de la época que, previo o posterior al mitin, renunciaron los 5 ministros del presidente, que fueron reemplazados. Francisco Uriburu Patrón pasó a Hacienda (economía), Salustiano J. Zavalía, hijo del legendario constituyente del 53, nuevo ministro del Interior; Roque Sáenz Peña, futuro presidente, quedó como ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Nicolás Levalle regresó a su puesto como ministro de Guerra y Marina, y Amancio Alcorta se hizo cargo del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública (educación).

”No hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Buena política quiere decir, respeto a los derechos; buena política quiere decir, aplicación recta y correcta de las rentas públicas; buena política quiere decir, protección a las industrias útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder; buena política quiere decir, exclusión de favoritos y de emisiones clandestinas. Pero para hacer esta buena política se necesita grandes móviles, se necesita buena fe, honradez, nobles ideales; se necesita, en una palabra, patriotismo”.

Alem cerró su discurso instando a los presentes a continuar lo realizado a partir de dicho mitin: “Tenemos que afrontar la lucha con fe, con decisión. Era una vergüenza, un oprobio lo que pasaba entre nosotros; todas nuestras glorias estaban eclipsadas; nuestras nobles tradiciones, olvidadas; nuestro culto, bastardeado; nuestro templo empezaba a desplomarse, y ya parecía que íbamos resignados a inclinar la cerviz al yugo infame y ruinoso; apenas si algunos nos sonrojábamos de tanto oprobio. Hoy ya todo cambia; éste es un augurio de que vamos a reconquistar nuestras libertades, y vamos a ser dignos hijos de los que fundaron las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

Personalidades destacadas del famoso mitin del Frontón Buenos Aires. NdR: El mitin fue el 13 de abril de 1890, y no el 18.
Foto: http://www.todo-argentina.net

Otros exponentes de este mitin fueron el dirigente católico Pedro Goyena, que fallecería dos años más tarde, Francisco Barroetaveña, dirigente de la Unión Cívica de la Juventud, que pasó a la historia por ser a quien Alem le entregó su testamento político en la trágica noche del suicidio del 1° de julio de 1896; el candidato a presidente de 1886 y gran diplomático Bernardo de Irigoyen, el historiador y político Vicente Fidel López, hijo del autor del himno nacional; y Torcuato de Alvear, padre del futuro presidente radical.

Durante el mitin, se leyeron una serie de resoluciones que adoptó la Unión Cívica. Se conformó un Comité General que tendría una Junta Ejecutiva y una Comisión de Propaganda.

El presidente de dicha junta no fue otro que el mismísimo Alem. “Se me ha nombrado presidente de la Unión Cívica y podéis estar seguros de que no he de omitir ni fatigas ni esfuerzos, ni sacrificios, ni responsabilidades de ningún género para responder a la patriótica misión que se me ha confiado”.

Los restantes miembros de la junta eran: Vicepresidentes: Mariano Demaría y  Bonifacio Lastra (como bien dice Felipe Pigna, Demaría era socio de Aristóbulo del Valle en el estudio jurídico, y Lastra era hombre de estrecha vinculación con Mitre). Tesorero: Manuel A. Ocampo (hijo de quien había sido candidato a presidente de la Nación por los Partidos Unidos en 1886). Vocales: Francisco A. Barroetaveña, José Juan Araujo, Enrique S. Quintana, Diego T. R. Davison, Emilio Gouchón, Jorge Morris, Manuel A. Montes de Oca y Ángel Casares; teniente coronel Joaquín Montaña; Tomás Santa Coloma, Fermín Rodríguez y Agustín Vidal. Secretarios: José S. Arévalo, Joaquín Castellanos, Alberto V. López, Abel Pardo, Narciso Sosa; Rufino de Elizalde, Cornelio Saavedra Zabaleta y Rodolfo Solveyra. A estos miembros hay que agregar que tendrán voz y voto en la Junta Ejecutiva los presidente honorarios de los Clubs Parroquiales, es decir Bartolomé Mitre, Teniente general Juan Andrés Gelly y Obes (exministro de Mitre), los ya citados Bernardo de Irigoyen, Vicente Fidel López, Aristóbulo del Valle; José Benjamín Gorostiaga (expresidente de la Corte Suprema de Justicia y cercano al grupo católico); Luis Sáenz Peña (padre de Roque y futuro presidente en 1892), Pedro Goyena, Miguel Navarro Viola (destacado dirigente católico), Manuel Gorostiaga, Antonio E. Malaver, José Manuel Estrada y Mariano Varela (exministro de Sarmiento).

Por otro lado, la Comisión de Propaganda se dividía en nacional y local. La Comisión Nacional estaría compuesta por 56 personas, encabezadas por los presidentes honorarios ya citados de los clubes parroquiales y algunos miembros de la junta ejecutiva. Además se contaban, entre otros, los señores Miguel Estévez Seguí, Luis Lagos García, Juan José Montes de Oca, Juan Carballido, Francisco Ramos Mejía, Isaac P. Areco, Emilio Castro, Manuel Láinez, Ambrosio Olmos (ex gobernador de Córdoba), Pastor y Felipe Senillosa, José María Rosa, Marco Avellaneda (hermano del ex presidente Nicolás), Belisario Roldán, Juan José Romero, Manuel Obarrio, el sacerdote Emilio Lamarca (siempre involucrado en política, esta vez no fue la excepción); Leonardo Pereyra, Miguel Goyena (hermano de Pedro y exministro de Avellaneda), Francisco B. Madero (vicepresidente del primer gobierno de Roca), coronel Julio Campos, y Adolfo Saldías.

La Comisión local estaba integrada por 428 personas, algunas de ellas componentes de los organismos anteriormente mencionados. Entre los destacados podemos mencionar a Joaquín M. Cullen, Alejandro de Nevares, Federico Tobal, Enrique García Merou, Abel Ayerza, Emilio Mitre y Vedia, Juan Carlos Belgrano, Julio Pueyrredón, Damián Torini, Enrique S. Pérez, Antonio Lanusse, Eduardo Compmartín, Miguel Arturo de Gainza, José M. Drago, Juan B. Justo (fundador del Partido Socialista), Federico Ibarguren (h), Enrique Finochieto, Eduardo Oliver, Marcelo T. de Alvear, Santiago O’Farrell, Ángel Ferreyra Cortés, José Matías Zapiola, Ángel Moldes, Guillermo Udaondo (futuro gobernador de Buenos Aires), Modesto Sánchez Viamonte, Ángel Gallardo (futuro ministro de Marcelo T. de Alvear); Martín M. Torino, Mariano Saavedra Zavaleta (hijo de Mariano, ex gobernador de Buenos Aires, y nieto de Cornelio, el presidente de la Primera Junta); Manuel F. Escobar, Tomás Le Bretón, Juan Carlos Milberg, Carlos F. Videla, Julio Moreno, Remigio Lupo, Rodolfo Bunge, Demetrio Sagastume, Claudio N. Stegman (había apoyado la revolución mitrista en 1874), Augusto Belín Sarmiento(nieto del ex presidente Domingo Faustino); Julio Arraga, Delfor del Valle, Carlos M. Urien, Miguel Béccar Varela, Oscar Liliedal, Manuel J. Guerrico, Leandro Pereyra Iraola, Vicente Casares, Jorge Brown Arnold y José M. Mendía.

Por supuesto que estas nóminas fueron aceptadas por aclamación por los miles de presentes, y nótese un dato curioso: entre este grupo de algo más de 500 personas en total, no figura el futuro presidente radical Hipólito Yrigoyen, como sí estaba el ya mencionado Marcelo T. de Alvear. Yrigoyen apoyó el mitin, pero no fue hasta la revolución radical de 1893 que tendría una participación política importante en la vida pública.

Además de la renovación cuasi-obligada de los ministros, este mitin fue la excusa para organizar secretamente, la llamada Revolución del Parque, movimiento cívico-militar que si bien fue derrotado, terminó provocando la renuncia de Juárez Celman meses más tarde.

Frontón Buenos Aires. Esta mítica cancha de pelota al aire libre fue inaugurada en 1887, y tenía tribuna para unas 2500 personas sentadas.
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