Los Sármatas

Dentro del “universo sármata” se encuentran distintos pueblos o tribus: saurómatas, yácigos, aorsos, siraces, roxolanos. El origen de la palabra sármata ofrece muchas interpretaciones, según se considere a la palabra como de origen griego, hebreo, indo-ario u otros. Unos dicen que “sauro”  hace referencia a “lagarto” (en alusión a las escamas de las armaduras de los guerreros sármatas) y “maeotis” refiere al nombre del mar Aral, cuyas costas llegaron a habitar. Otros la relacionan con “karr”, carro, y “matae”, morar; o sea, moradores de carros. Algunos interpretan esas mismas raíces como “la gente de los carromatos”, ya que eran nómades y se trasladaban constantemente. Para otros, la palabra deriva de “sar-mat” (“sar”, mandar, y “mat”, mujer), algo así como “pueblo comandado por mujeres”.

   En relación a esta última acepción, excavaciones arqueológicas han evidenciado que la sociedad sármata daba a las mujeres un papel muy activo en las operaciones militares y sociales. Esto lo evidencia el hecho de que en alrededor de la cuarta parte de los entierros “militares” fueron hallados cuerpos de mujeres, enterradas con sus artefactos de guerra.

    Las mujeres sármatas se hacían cargo de la defensa de sus familias, su ganado y sus pastizales, cuando los hombres estaban fuera cazando o luchando durante períodos muy extensos (los sármatas eran frecuentemente contratados como guerreros mercenarios por los romanos y llegaban a ausentarse durante años).

     Durante este lapso tan largo las mujeres no sólo necesitaron defenderse y sobrevivir, sino también reproducirse, y por ello y para ello emigraban a tribus vecinas. Esta circunstancia ha sido relatada por Heródoto (historiador y geógrafo griego, por muchos considerado como “el padre de la historia de occidente”), quien escribió detalladamente sobre la migración de las mujeres sármatas para dichos propósitos. Es más, muchos creen que las mujeres guerreras sármatas, transformadas en una verdadera casta, fueron la inspiración del mito de las “amazonas”, que luego originaron tantas historias míticas en manos de los griegos.

     Ese gran generador de historias y relatos que fue Heródoto describió a los saurómatas (“sauromatae”, como se denominaba a los primeros sármatas) como la descendencia a partir de padres escitas y madres amazonas. Si bien no resulta tan sencillo distinguir entre leyenda y realidad y ambas se superponen en algunos puntos, la escenografía inicial muestra que los sármatas habitaban las llanuras entre el mar Negro y el mar Caspio y el norte y centro del Cáucaso, y el río Don los separaba originalmente de los escitas, sus imponentes vecinos, que vivían al oeste del Don, en lo que sería la actual Ucrania, habitando la parte “europea” de la llanura.

     Según el relato de Heródoto, cuando las amazonas saurómatas atacaban saqueando poblaciones pequeñas de los escitas, estos quedaban extrañados ante el comportamiento y el aspecto de sus agresoras. Las amazonas combatían en igualdad con los hombres y tenían gran destreza en el manejo del arco y la flecha, a tal punto que los escitas las confundieron con varones adolescentes, ya que no tenían barba; recién se dieron cuenta de que eran mujeres cuando lucharon contra ellas.

     Ante tal situación, parece ser que los escitas optaron por una estrategia: enviar a sus soldados más jóvenes cerca del campamento de las amazonas con el objeto de seducirlas y engendrar hijos con ellas (para que las mujeres sármatas dejaran de apabullarlos en batalla y, ya que estamos, obtener buenos guerreros de esas uniones). Ambas comunidades, que tenían un número similar de miembros, se “coquetearon” y “relojearon” durante un tiempo, hasta que un día un escita se acercó en plan de seducción a una amazona que se encontraba sola y ésta no lo rechazó. La mujer le indicó con gestos (no hablaban el mismo idioma) que acudiese al día siguiente al mismo lugar y que llevara a un compañero, dándole a entender que ella traería a otra amazona.

   Como puede suponerse, al final todos terminaron emparejados. Así, a lo largo de décadas, sus pueblos se acercaron y se unieron, y los saurómatas incorporaron terminaron hablando la lengua de los escitas. Los escitas tenían por entonces una civilización más asentada; los saurómatas, nómades, no tenían propiedades estables, se dedicaban a la caza, a la batalla y al pillaje ocasional. Ante la propuesta de los escitas, las mujeres saurómatas, fieles a su naturaleza antisocial, respondieron que ellas eran incapaces de convivir con las mujeres escitas, puesto que no tenían las mismas costumbres, como ya había quedado bien claro. Las saurómatas eran mujeres de armas tomar (y llevar), y mientras que las mujeres escitas realizaban las tareas consideradas por entonces propias de mujeres. Así que la cosa no funcionó; más aún, empezó a ocurrir lo inverso: las mujeres saurómatas empezaron a convencer a los jóvenes escitas para que fueran a sus casas, tomaran la parte de sus bienes que les correspondía y regresaran junto a ellas para vivir por su cuenta. Muchísimos jóvenes varones escitas las obedecieron y fueron instalándose al este del río Tanais (hoy, río Don) dando origen a la etnia saurómata, que hablaba la lengua escítica con algunas particularidades locales.

    El relato de Heródoto menciona también otras cosas: por ejemplo, que las mujeres saurómatas, para contraer matrimonio, tenían que matar previamente a un enemigo; incluso para dar a entender la veracidad de esta costumbre, señaló que algunas mujeres fallecían ancianas y solteras por no haber podido cumplir esta norma. Un relato de Hipócrates dice: “sus mujeres, mientras son vírgenes, montan, disparan el arco, lanzan la jabalina mientras cabalgan y luchan con sus enemigos. No entregan su virginidad hasta que han matado a tres de sus enemigos, y no se casan antes de haber realizado los tradicionales ritos sagrados. Una mujer que toma esposo no monta nunca más, salvo que deba hacerlo por una gran expedición”.

     Las mujeres saurómatas eran enterradas con espadas de hierro, dagas, puntas de flecha de bronce y piedras de afilar. Algunos estudiosos han argumentado que las armas encontradas en los enterramientos femeninos  se debían a un propósito ritual, pero puntas de flecha encontradas en cadáveres demuestran que muchas mujeres habían muerto en batalla, y los huesos de las piernas de los cadáveres, frecuentemente arqueados, parecen atestiguar que eran mujeres “de a caballo”.

  A partir del siglo IV a.C., ssiempre egún fuentes griegas, el término “saurómatas” va cambiando hacia el término “sármatas”. Esa misma época coincide con su migración progresiva hacia las costas del mar Negro.

     Los sármatas y los escitas coexistieron pacíficamente durante un tiempo. En definitiva, podría considerarse que ambos eran “pueblos bárbaros de origen persa”. Pero a partir del siglo III a.C. se produjo un desequilibro de poder en el que los sármatas comenzaron a predominar, ya que los escitas habían comenzado su decadencia y los sármatas eran cada vez más fuertes y numerosos. Finalmente, según las mismas fuentes griegas, los sármatas “devastaron una parte considerable de Escitia”. Los sármatas se fueron extendiendo, ocupando las regiones del mar Negro hacia el oeste y, hacia el este, las llanuras cercanas al mar Aral. Durante los siglos siguientes los sármatas siguieron moviéndose gradualmente hacia el oeste, ocupando el territorio que los escitas habían habitado originalmente.

    Las costumbres de los sármatas no diferían mucho de las de otros pueblos esteparios. Vivían de sus rebaños, del que se abastecían de pieles, leche, hueso y cuerno, y su dieta era a base de leche y carne. Usaban pelo largo y barba, aunque muchos jóvenes se afeitaban incluso la cabeza y preferían el bigote a la barba. Su prenda de vestir típica era la “kurta”, una especie de chaleco sin botones de piel de ciervo o de lana. Los pantalones (“saravara”) eran holgados y usaban botas (“xshumaka”) con cordones de piel alrededor del tobillo y la suela. Vivían en carromatos a los que les adosaban unas tiendas de tela y piel, siempre junto a los rebaños que les procuraban su sustento. Castraban a sus caballos (indomables como ellos), cazaban ciervos y jabalíes en los pantanos, y onagros (burros) y corzos (venados) en las estepas. Usaban espadas de hierro, arcos y puntas de flecha también de hierro y eran expertos en el uso del lazo.

   Aunque la historia los define como bandidos y buscavidas, las referencias históricas relatadas por los griegos los muestra como “más guerreros que bandidos”. “Ceden sus tierras a cualquiera que desee cultivarlas y se contentan con percibir a cambio un moderado tributo. Pero cuando los arrendatarios no pagan, les declaran la guerra”.  

    La sociedad sármata era jerárquica. Tenían una aristocracia militar de guerreros de élite (los argaragantes) y una clase obrera mezcla de sirvientes y esclavos (los limigantes). Eso sí: las mujeres y los hombres hacían las mismas tareas: cabalgaban, disparaban con arco, utilizaban el lazo. Las mujeres vestían, montaban a caballo y combatían igual que los hombres.

    Tenían como costumbre vendar la cabeza de los niños durante años, pretendiendo así obtener una especie de “alargamiento del cráneo”. La costumbre se originó  entre los primeros sármatas, pero se hizo mucho más frecuente entre los siglos III y IV, probablemente bajo la influencia de los hunos; entre los alanos del Volga inferior, hasta el 70 % de los cráneos descubiertos en excavaciones de tumbas están deformados. Otra costumbre eran los tatuajes: tanto los hombres como las mujeres se tatuaban en todo el cuerpo; incluso tatuaban a los niños pequeños.

     Enterraban a sus muertos en tumbas (“kurganes”) junto con sus objetos más preciados, como adornos de oro, figuras del mismo metal, arcos, armaduras, utensilios para tatuar, espejos y armas.

     Cada pueblo sármata tenía su propio “rey” (y eran muchos pueblos). Los aristócratas mandaban sobre sus propias tropas y cada grupo tenía su propia táctica. La “casta guerrera” en algunas tribus sármatas desarrollaba grandes lazos y juramentos de amistad y lealtad personal, lo que se hacía bebiendo una copa de vino mezclado con gotas de sangre de los implicados. Cada líder llevaba consigo una serie de jinetes o soldados de infantería, y el tamaño de sus ejércitos variaba desde miles a cientos de miles de jinetes, según la tribu sármata de la que se tratase y de las circunstancias, ya que en ocasiones llegaron a armar a todo sármata capaz de empuñar un arma.

     La imagen clásica del sármata es la del lancero a caballo. El grueso de la caballería sármata llevaba una armadura de cuero con escamas óseas hechas con cuerno y pezuñas de sus animales. Este tipo de armadura era más ligera y permitía buena maniobrabilidad. Este tipo de armadura de escamas córneas parecen haberla copiado de los hunos. Usaban también lanzas largas (“contus”) y su insignia era el Draco, una especie de palo con un extremo de bronce que simulaba la boca de un dragón.

     Los sármatas peleaban con todos, por las razones que fueran. Como se mencionó, doblegaron a los escitas, y tambieen vencieron a los armenios y a los partos (que no eran moco de pavo; si no, pregúntenle a Marco Antonio). Eran el terror de los ejércitos organizados de los grandes imperios, ya que su excelente destreza como jinetes les daba una movilidad y una ventaja que supieron aprovechar en todos sus enfrentamientos, aún contra ejércitos superiores en número y más organizados.

    Los sármatas eran “contratados” como fuerza de batalla y de choque, como mercenarios al mejor postor. No resultaba muy costoso contratarlos, por lo que formaron parte de los ejércitos bósforos, godos, hunos, pero sobre todo de los ejércitos romanos, con quienes tuvieron varios enfrentamientos con diversos resultados. Hacia el siglo II d.C., luego de las guerras marcomanas (romanos contra germanos y sármatas, guerra que terminó con victoria de los romanos), los romanos empezaron a “contratarlos” para expediciones y batallas. Los romanos respetaban la fiereza de los guerreros sármatas pero los consideraban indisciplinados y saqueadores; de hecho, los sármatas resultaban “baratos” porque buscaban siempre aprovechar para saquear y robar lo que pudieran en su propio beneficio. Hacían su ganancia por otro lado, digamos.

     Hacia el siglo IV d.C. el imperio romano era dominante en toda la región en la que habitaban los sármatas, región a la que los romanos denominaban “Sarmacia”. Por entonces, algunas tribus sármatas tenían algo así como un acuerdo con los romanos: sus jóvenes sármatas eran reclutados por los romanos y debían prestar servicio para ellos durante muchos años; a cambio de ello, sus familias recibían protección. Al regresar los jóvenes a su familia años después, serían considerados libres y respetables ciudadanos romanos.

     La historia de los escitas y los sármatas ha perdurado a través del tiempo a pesar de que ninguno de los dos pueblos tenía un registro histórico propio; sin embargo, su presencia fue registrada por muchos historiadores clásicos, sobre todo griegos, como se ha mencionado.

   Lo que sí es seguro es que los sármatas nunca constituyeron un Estado unificado, siempre se mantuvieron divididos en varias tribus. Algunas de ellas persistieron en el tiempo, formando parte del origen de los eslavos y los rus.

     Medio olvidados y con menos prensa que otros pueblos euroasiáticos, de los sármatas hay más leyendas que certezas; a su alrededor existe esa épica ficcionada que hace que con el tiempo las historias sean más atractivas.

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