La venganza en el cine

En ese contexto, la venganza puede ser muchas cosas: dolorosa, atrayente, emotiva, épica, honorable, insuficiente, excesiva, heroica… y varios adjetivos más. Es la aproximación más cercana al equilibrio y, muchas veces, a la justicia.

     El cine ha tratado el tema de la venganza en innumerable cantidad de películas. Aquí va un muestreo breve sobre algunas películas más bien recientes, muchas de ellas taquilleras, todas ellas más que interesantes.

    ¡Ah! Puede haber spoilers, no muy decisivos, pero bueno… casi todas las que servirán de muestra son películas recontra-conocidas.

     Veamos algunas, sólo algunas…

     Cabo de miedo (Cape Fear) (Martin Scorsese, 1991). Max Cady (en esta versión, Robert De Niro) sale de prisión luego de muchos años y está empecinado en vengarse de quien fue su abogado defensor, que en la opinión de Cady no puso mucho empeño en su momento para defenderlo y salvarlo de la condena. Pero en vez de ir y liquidarlo de un saque se acerca a la esposa y a la hija, las amenaza, las acosa, les hace difícil la vida cotidiana, disfrutando más de ver la angustia y el sufrimiento de sus víctimas antes de la estocada final. “Que sufra primero, después vemos…” sería el paradigma.    

     Kill Bill I y II (Quentin Tarantino, 2003 y 2004). Genial obra sobre la venganza pura y dura, Ella (Uma Thurman) se venga de la manera más bizarra de cada uno de sus antiguos colegas criminales de la cofradía del malvado Bill (David Carradine), a quien finalmente encuentra para ponerle punto final a su sed de venganza, cuya frutilla del postre es la recuperación de su pequeña hija.

     El Conde de Montecristo (Kevin Reynolds, 2002), un clásico de la literatura (novela de Alexandre Dumas) llevado al cine varias veces. Edmund Dantés (en esta versión, Jim Caviezel), marino mercante a punto de ser ascendido a capitán, es detenido injustamente el mismo día de su casamiento bajo cargos absolutamente falsos y fraguados. Es condenado y encarcelado en la isla de If, de la que logra escapar, y gracias a un dato que le confía un viejo recluso descubre un enorme tesoro que le permite regresar a la sociedad transformado en un “conde” millonario. Así, tras la fachada de un noble adinerado a quien todos ahora respetan, su plan es vengarse de quienes lo encarcelaron, de quienes lo traicionaron y de quienes hicieron la vista gorda en su momento por intereses personales (Danglars, Montego, Villefort y siguen los nombres). Imposible no empatizar con Dantés, y si se hiciera una encuesta, la mayoría diría que “se quedó corto” con la venganza… (no es spoiler, ¿quién no conoce la historia?).

     Escupiré sobre tu tumba (Steven Monroe, 2010). Basada en la conocida novela de Boris Vian (pero con muchas diferencias), Jennifer (Sarah Butler) es una escritora que en un pueblo apartado y tranquilo un buen lugar para escribir. Pero tranquilidad es justo lo que no logra obtener, ya que es golpeada y violada casi hasta morir por cinco energúmenos, sheriff local incluido. Pero sobrevive a la horda de orcos y se dedica en forma tan metódica como sangrienta a vengarse uno por uno de sus agresores.

     Nada es lo que parece (Louis Leterrier, 2013). En este filme, cuatro ilusionistas extravagantes son reunidos por alguien que no se da a conocer para que, por medio de sus destrezas “mágicas” públicamente aclamadas, hagan travesuras mayores (en entre ellas, robar un banco) y pongan en jaque a la policía y a los agentes federales, uno de los cuales (Mark Ruffalo) tiene especial interés en el caso. Pero la trama no es tan lineal, ya que a todo esto subyace una precisa y sutil venganza que utiliza un engranaje de recursos en forma brillante para lograr su objetivo.

      Perversa luna de hiel (Bitter Moon) (Roman Polanski, 1992). Historia de amor y odio entre una joven sexy pero ingenua (Emmanuelle Seigner) que es seducida, humillada y abandonada de la peor manera por un cínico bon vivant (Peter Coyote). La tortilla se da vuelta en todo sentido: la joven sexy se transforma en una mujer decidida e impiadosa y el bon vivant en un lisiado que queda a su cuidado (al de ella). Imaginen lo que sigue: bueno, es peor que eso. Genial película, con la crueldad humana reflejada magistralmente, relatada en flashbacks y con excelentes actuaciones.      

      Oldboy (Chan-wook Park, 2003) es una extraordinaria película coreana; en ella, Dae-Su (Choy Min-sik), luego de ser secuestrado y encerrado durante 15 años en una claustrofóbica habitación de una especie de cárcel privada, ha perdido todo (hasta a su hija, que ha sido dada en adopción) y tiene que empezar una nueva vida. En un corto período de tiempo tiene que encontrar al responsable de su encierro, ya que si no lo logra, la joven que ahora lo ayuda, le da casa y comida y con quien ha comenzado un vínculo afectivo será asesinada por el mismo que lo mandó encerrar a él. Comienza entonces una trama retorcida y perversa, con saltos en el tiempo, en el que la venganza originada por una situación dolorosa es el eje central; casi podría decirse que hay venganza y contra-venganza, y resulta inevitable que todos salgan dañados.

    Colombiana (Olivier Megaton, 2011). Es la historia de Cataleya (Zoe Saldana), cuyos padres y hermano fueron asesinados cuando ella apenas era una niña. Ella logra escapar y queda al cuidado de su tío, un criminal de poca monta; los años pasan y, ya hecha una mujer, Cataleya ha desarrollado las destrezas suficientes (y más) para transformarse en un arma mortal ella misma. Y así emprenderá una meticulosa venganza contra todos los involucrados en el asesinato de su familia. Audaz y original en sus métodos, nada la detiene y la persecución del FBI no le hace ni cosquillas.

     El regalo (Joel Edgerton, 2015). Una película que parece inofensiva, con una pareja americana típica que tiene una buena vida hasta la visita de un antiguo compañero de colegio (Joel Edgerton) del marido (Jason Bateman). La incomodidad sigue a lo largo del resto de la trama, transformándose en una espiral invisible que llega a consumar una de las peores (o mejores, según de qué lado se ponga cada uno) venganzas imaginables.

     Hard Candy (David Slade, 2005). Jeff, un carismático fotógrafo, conoce en un chat de internet a Hayley (Elliot –cuando se filmó la película, Ellen Page), una adolescente encantadora. Luego de unas semanas de franeleo en las redes se citan en un café, coquetean, él (mucho mayor que ella) la invita a su casa y ella acepta. Ni el atractivo fotógrafo ni la inocente jovencita son lo que parecen, hay una historia que los une indirectamente y que debe quedar saldada; Hayley se encarga de eso y con creces, llevando a Jeff a una especie de autodestrucción provocada.

    El sacrificio de un ciervo sagrado (Yorgos Lanthimos, 2017). Enigmática y bizarra venganza con agonía familiar, en la sufren no sólo el causante del daño, Steven (Colin Farrell), sino su familia. El vengador (Barry Keoghan) lleva a cabo su metódico plan en forma pausada, serena, con una naturalidad pasmosa, mientras que sus víctimas sufren y sufren sin parar. Eso sí que son venganzas, señores.

     Carrie (Brian De Palma, 1976). Basada en la archiconocida novela de Stephen King, Carrie (Sissy Spacek) es la típica niña diferente a quien todos en el colegio le hacen bullying. Humillada hasta el extremo en la fiesta de graduación, Carrie descarga su furia, convenientemente apuntalada por una serie de recursos telekinéticos orientados en este caso a dañar a sus habituales agresores. La revancha no queda sólo en eso sino que incluye a su madre, una fanática religiosa insufrible que también la hacía sentirse miserable. Sangre por todos lados, Carrie no termina bien, pero quién le saca el gusto de la venganza.

     El castigador (The punisher) (Jonathan Hensleigh, 2004). Adaptación al cine del comic de Marvel, Frank Castle (Thomas Jane) ha perdido a toda su familia, asesinada cruelmente por orden del mafioso capanga del lugar (John Travolta). Él mismo estuvo a punto de morir pero zafó de esa manera milagrosa en la que zafan los protagonistas, y entonces se transforma en “el castigador”, un outsider que se dedica de lleno primero a complicarle la vida y los negocios al mafioso y después a eliminar a cada uno de sus esbirros (con tanta sutileza como violencia) y familiares antes de dar su golpe final.

        El buen mentiroso (Bill Condon, 2019). En esta notable película, Roy (Ian McKellen) es un veterano estafador profesional que no puede creer su suerte: ha conocido online a Betty (Helen Mirren), una viuda millonaria. Guiso fácil, diría Pedro Navaja. A medida que ella le abre su corazón, Roy se sorprende a sí mismo al darse cuenta de que como que se está enamorando de ella, convirtiendo lo que debería ser una estafa fácil en una situación compleja que le cuesta resolver. Y la verdad es que ni siquiera llega a resolverla, ya que las cosas no son lo que parecen. Acá no hay spoilers porque la película no es tan conocida y vale la pena verla.      

     Un ciudadano ejemplar (Low abiden citizen) (F. Gary Gray, 2009). El asesino de la familia de Clyde (Gerard Butler) es atrapado pero queda libre luego del juicio, un poco porque el fiscal aceptó un trato espurio para mantener invicto su curriculum personal, otro poco por desidia de jueces e investigadores, otro poco porque, bueno, la Justicia tiene esas cosas, ¿vio? Así que Clyde, un hombre con sobrados recursos económicos y sobre todo muy inteligente, decide hacer justicia con su propias manos. Atrapa él mismo al asesino y pone las cosas (sus cosas) en orden con él, pero no se conforma: se deja atrapar para ir contra el fiscal, sus ayudantes y la jueza. No vamos a ir por lo fácil, destruyamos todo, desde los perejiles hasta los capos, total todos hicieron su parte de daño.

     Contratiempo (Oriol Paulo, 2016). Adrián (Mario Casas), un joven y exitoso empresario, despierta en la habitación de un hotel junto al cadáver de su amante. Acusado de asesinato, su abogado le aconseja que contrate inmediatamente los servicios de Virginia (Ana Wagener), la mejor preparadora de testigos del país. En el transcurso de una noche, asesora y cliente trabajarán para encontrar una duda razonable que salve a Adrián de ir a la cárcel, pero en el asunto sobran los trapos sucios y casi nada es lo que parece. La venganza es genial, calmada y retorcida, y no nos damos cuenta de ella hasta el final.

     Lucky number Slevin (Paul McGuigan, 2006). El Rabino (Ben Kingsley) y El Jefe (Morgan Freeman) son dos gangsters rivales que se odian; para colmo, viven atrincherados en edificios vecinos. Para vengar el asesinato de su hijo, El Jefe planea matar al hijo de El Rabino. En esta guerra fría (y no tan fría) entre ambos, aparece Slevin (Josh Hartnett), un joven que llega de California, que ha perdido a su padre, su casa y su novia. Las venganzas en los relatos de mafiosos son la sopa diaria y en esta excelente película hay varias, pero la historia muestra una más acaparadora, sutil e inteligente, que se conoce al final.

    Ángel de venganza (Peppermint) (Pierre Morel, 2018). Unos criminales han asesinado al marido y a la hija de Riley (Jennifer Garner). Ella queda en coma, pero sobrevive (cuándo no). Y resulta que los asesinos quedan libres y andan sueltos por ahí, encima. Sintiéndose inicialmente impotente pero sin perder el grado de astucia que se necesita para cumplir con tareas de exterminio puntual, Riley pasa cinco años entrenándose en varios países en técnicas de combate y manejo de armas pensando en vengar la muerte de su familia, transformándose en una topadora despiadada que se dedica a liquidar a los asesinos. Y vaya si lo hace, ya que ejecuta a los asesinos de su familia, a su abogado, al fiscal, al juez del caso y a los miembros del cartel mexicano de Los Angeles. Parece como mucho, pero Riley se las arregla. Y cómo.

    Pandillas de New York (Martin Scorsese, 2002). En el inicio de la película, un niño de cara angelical observa como Bill El Carnicero (Daniel Day Lewis) mata a su padre en una cruenta batalla por el dominio territorial de Los Cinco Puntos de New York. Años después, aquel niño es ahora Amsterdam Vallon (Leonardo Di Caprio), un joven audaz y ambicioso que se incorpora a las huestes del feroz Carnicero, el jefe criminal temido que hace y deshace a su voluntad sin respetar reglas sino poniéndolas a su conveniencia. En forma paciente y no exenta de pruebas y dolores, Amsterdam se gana la confianza de Bill, se transforma en uno de sus secuaces más cercanos y lleva a cabo una venganza planeada a lo largo de toda su vida de huérfano.

    Hermosa venganza (Promising young woman) (Emerald Fennell, 2020). Cassie (Carey Mulligan) era una estudiante universitaria de medicina hasta que su vida cambia cuando su amiga y compañera de estudios, Nina, es atacada y violada en una fiesta con la complicidad de varios de sus compañeros. Cassie ahora trabaja en una cafetería y se ha transformado en una mujer áspera y dañada que se propone no sólo vengarse/castigar al violador sino a los que no la defendieron, a la decana de la facultad, a las chicas que no la apoyaron ni le creyeron cuando hizo la denuncia, etc, y además se dedica a “castigar” a los hombres (y son muchos) que se le acercan con fines sexuales. El final tiene algo así como tres “secuencias”: la primera bizarra, la segunda dramática, la final-final… y, muy buena, pero acá mejor no spoilear porque es una película no tan conocida que merece verse. En realidad, en este caso no se trata de una venganza “pura” (aunque no deja de ser legítima, digamos) sino de un “castigo/venganza”: es castigo porque no es la víctima dañada quien se venga, pero se admite como venganza porque resulta más que evidente que Cassie también ha quedado dañada por el hecho y porque impone sus propias reglas y hace “su propia justicia”.

   Munich (Steven Spielberg, 2005). Esta filme podría considerarse una excepción, ya que la historia se trata más de un castigo que de una venganza. Esta gran película muestra la cacería que hace un comando del Mossad liderado por Avner (Eric Bana), a quien se le ordena buscar, encontrar y eliminar a los palestinos miembros del grupo terrorista “Septiembre Negro” responsables de asesinar a once miembros del equipo olímpico israelí en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972. La misión es encubierta y Avner tendrá que abandonar a su mujer embarazada y cambiar su identidad para llevarla a cabo. Vale, acá tiene su lugar y se incluye como venganza; después de todo, si bien el castigo lo decide una organización-institución enorme como el Mossad, la misión no era oficial y las reglas las ponían Avner y su gente, así que aplica también como venganza.

      Como se ha expuesto en estos ejemplos, las venganzas son variadas en sus tiempos, en su duración y en su estilo. Podrían exponerse varias definiciones sobre “venganza”, pero quizá una bastante aceptable sería decir que la venganza es como un castigo “políticamente incorrecto”, pero que suele ser justo y al cual el tiempo y las formas le importan tres carajos.

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