Alice Babette Toklas nació en San Francisco, el 30 de abril de 1877, en el seno de una familia judía de clase media. Recibió una esmerada educación institucional privada, asistió a la escuela primaria y al colegio secundario en su ciudad natal, mientras paralelamente tomaba clases de piano y de francés, y luego estudió música en la Universidad de Washington (hasta la muerte de su madre en 1897, cuando se sintió obligada a volver al hogar familiar para cuidar de su padre, abandonando así su anhelada carrera como concertista). En 1906, en una reunión organizada para la recaudación de fondos a fin de asistir a los más desamparados tras la catástrofe del seísmo de San Francisco (sucedido el 18 de abril de ese año), Alice conoció a Michael Stein y a su esposa Sarah, quienes habían regresado de París recientemente y traído consigo tres pequeños cuadros de Matisse (las primeras obras de arte moderno europeo que cruzaron el Atlántico). La contemplación de aquellas pinturas despertó en Alice el deseo de viajar a esa ciudad transoceánica, cuestión que concretó al año siguiente cuando decidió seguir a los cónyuges en su vuelta a la capital francesa. El mismo día que arribó a Paris conoció a quien sería su gran compañera de vida: Gertrude Stein. Llegó junto a Michael y Sarah al departamento del número 27 de la rue Fleurus, donde Gertrude vivía con el mayor de los hermanos Stein, Leo (y atesoraban una colección de obras de artistas plásticos que les eran contemporáneos, la cual exhibían a un público determinado -por ellos, sumado al azar asistido por los invitados de turno- durante los encuentros tertuliares que ofrecían a lumbreras de la época regularmente), y ni bien se vieron la flecha sáfica de Cupido las atravesó vehementemente. Después de frecuentes encuentros y caminatas por ambos lados del río Sena, visitas sempiternas y pernoctes consecutivos, Alice se mudó decisivamente al piso de la rue Fleurus el 9 de septiembre de 1910; y Leo “decidió ir a vivir a Florencia” (citando a Gertrude en su autobiografía, arguyendo el hecho de que su hermano no soportaba la convivencia con Alice), llevándose consigo la mitad de la colección de arte que habían estado ensamblando durante los años de convivencia fraternal parisina (Gertrude se quedó con los Cézanne y los Picasso, y Leo con los de Matisse y Renoir, con la sola excepción del titulado “Femme au Chapeau” ).
“Los cuadros eran tan raros que, al principio, una miraba cualquier cosa antes que los cuadros”, escribió Gertrude en su novela autobiográfica titulada “Autobiografía de Alice B. Toklas” (1932), desde un yo narrador enmascarado tras el nombre propio de su compañera afectiva-intelectual substancial (con el que alcanzó el reconocimiento del público por fuera del pequeño -y endogámico- circuito de entendidos, convirtiéndose en “best seller” y conquistando un renombre internacional). Stein comenzó a publicar gracias a Toklas y a Hemingway (con quien mantuvo una relación intelectual y de amistad intensa -como era de esperarse por parte de dos seres inmanentemente aspaventeros-, que, además de a patibularios pugilatos -existió entre ellos una fuerte tensión sexual jamás encausada-, llevó a Ernest a nombrar a Gertrude madrina de su primogénito, Jack Hemingway, a quien su destinada comadre adoró y apodó “Bumby”; y a inmortalizarla en el epígrafe de su novela “Fiesta” [1926] con la frase: “Todos ustedes son una generación perdida”), y fue específicamente gracias a Alice que Stein siguió escribiendo, aunque no la leyera nadie (como atestiguan los poemas recopilados en su libro “Tender Buttons”, y especialmente en su poema erótico “Lifting Belly”, publicados post mortem), hasta que ese imperioso deseo suyo de gloria la abrazara y expeliera la angustia existencial del horror vacui que supo carcomerla durante tantos años de escritura y existencia. Para Stein la perennidad dentro de la historia de la cultura occidental era un gran anhelo, su afanoso desvelo -puede que, en parte, se haya debido a su competencia patriarcal con su hermano Leo-, y el haberlo agenciado significó para ella una suerte de panacea exonerante que hizo de sus últimos años de vida una ambrosía categórica, la cual reverberó alborozadamente en Alice y construyó un cúmulo de postrimeros recuerdos que la acompañaron durante los 21 años posteriores a la muerte de su gran amor (junto a Basket, el poodle que ambas habían adoptado, y a Basket II, el que Alice adoptó tras el óbito del primero y que la acompañó durante su oprobia última década de vida).
El amor entre ellas fue palmario, palpitante (aunque ninguna de las dos jamás pronunciaba en público la palabra “lesbiana” cuando se refería a su relación, tal como dictaba la costumbre de los tiempos -convalidando con ello el lado conservador de ambas-). La pareja entre Alice y Gertrude era tan heteronormativa que hasta definidos los roles de género tenían: Alice era la “femenina” -doméstica- y Gertrude la “masculina” -social-. Las distintas memorias de quienes frecuentaban a la pareja narran roles muy determinados, en el que Gertrude estaba siempre en el centro de la acción, rodeada de genios, mientras que Alice entretenía a sus esposas, generalmente en otra habitación. Si bien su relación fue criticada por monolítica, la cuestión es que ellas se hallaban juntas, fluían con naturalidad. Su proyecto como pareja incluía rodearse de artistas e intelectuales, consumir buena comida y negarse a hacer cosas que no les gustaran. Bajo esas premisas, pasaron un total de 39 años juntas, sobreviviendo a dos guerras mundiales y generando millones de anécdotas, transitando andurriales y asimilando las contingencias, acompañándose por deseo y nunca por obligación. Su hogar parisino del número 27 de la rue Fleurus se convirtió en un escenario mítico que reunió a una constelación de genios presidida por Stein y organizada por Toklas. En sus soirées de los sábados, Alice creaba diferentes recetas con las que agasajaba a los comensales tertuliantes que Gertrude entretenía y entre los que solían encontrarse: Picasso, Matisse, Braque, el poeta creador del “caligrama” y del término “surrealismo” Apollinaire, personajes del círculo de Bloomsbury (Roger Fry, Clive Bell y su esposa, la pintora Vanessa Bell, hermana de Virginia Woolf), las libreras y escritoras Adrianne Monnier y Silvia Beach, el artista y teórico dadaísta Tristan Tzara, el artista inventor del “rayograma” Man Ray, algunos de los escritores más renombrados de la “Lost Generation” (Ezra Pound, T. S. Eliot, Hemingway, Scott Fitzgerald y Sherwood Anderson) y el historiador Bernard Faÿ, el traductor oficial de Stein y uno de los amigos de la pareja más querido (tal así fue que hasta le financiaron, vendiendo algunos Picassos, su fuga penitenciaria [había sido condenado a pena de muerte, después de haber sido enjuiciado por ejecutor ideológico de los asesinatos -El asesino se asesina…- de varios masones durante sus años de residencia en Vichy, a favor y a servicio propagandístico del régimen nazi regenciado por Pétain] y lo ayudaron a establecerse en Suiza, donde volvió a la docencia y fue profesor emérito de Historia Europea en distintas universidades del alpino -y siempre “neutral”- país), entre otros artistas, pensadores y escritores significativos de la historia cultural del siglo pasado.
A Toklas le gustaba cocinar, ir en búsqueda de cada ingrediente, elegirlos concienzudamente, mezclarlos, amalgamarlos; hacer que la materia obtenida cambiara de estado y deviniera en sabrosas y aromáticas esponjosidades, placenteramente degustables y sublimemente deglutibles. En su libro, “El libro de recetas de Alice B. Toklas” (1954), escrito casi una década después de haberse determinado su viudez, engastó recetas de muchos de los amigos de la pareja (de la pintora Dora Maar, el pintor Francis Picabia, el diseñador Pierre Balmain, el fotógrafo Cecil Beaton y el coreógrafo, pintor y poeta beat Brion Gysin, quien contribuyó con la famosa receta del dulce de hachís, “Fudge de hashish”, por la cual Alice pasó a la historia del arte culinario como la artífice del “brownie loco”), las cuales modificó a su gusto e intuición (y, también, a las posibilidades de la época -vivió las exigüidades de dos guerras mundiales-) y prodigó muchas anécdotas centradas en los gustos y aversiones culinarias de Stein, sus excentricidades y sus aventuras. De manera similar, en su autobiografía titulada “What Is Remembered” (1963) perpetuó en gran medida la imagen pública de su dilecta compañera (a un nivel tal que la narración termina abruptamente con el fallecimiento de la misma). En las últimas décadas de su vida, Toklas fue buscada por periodistas, historiadores, literatos y cholulos variopintos, por sus muchas anécdotas sobre sus (para esos entonces ya famosos) amigos, conocidos y enemigos (incluidos F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Pablo Picasso, Henri Matisse, Thornton Wilder y muchos otros escritores, artistas y músicos), arbitrio al que supo mayormente acceder, fundamentalmente porque le acuciaba reverberar la obra y entidad de su amada escritora vanguardista. En una carta a su entrañable amigo Carl Van Vechten, escribió: “Estamos de acuerdo en que las remembranzas deben estar centradas en Gertrude y en su obra. Estás de acuerdo, ¿no? Yo no soy más que el recuerdo de ella”. A Alice, al contrario de a Gertrude, la notoriedad no le azacanaba, no sentía la necesidad apremiante de que su nombre perpetuase en ese embeleco llamado “historia universal” – ficción subjetivista por antonomasia, un obtuso recorte patriarcal occidental caracterizado por un desmesurado androcentrismo, acompañado de una misógina omisión reiterada de pensadoras y creadoras féminas-, para ella lo primordial era, además de la trascendencia de la obra de Stein, vivir su día a día con substancia poética y fruición epicúrea.
Murió el 7 de marzo de 1967, a los 89 años, ya casi ciega, penitentemente empobrecida y psicóticamente católica (se convirtió al catolicismo en 1957 y desde ese entonces nunca dejó de rezar por el alma de Stein, quien no había sido bautizada -ambas descendían de familias judías-, y de sublimar su deseo de reencontrase(la) en el paraíso -y el pánico a que el alma de su bienquerida quedase vagando eternamente en el limbo-). Fue enterrada en el cementerio intramuros más grande de París y más célebre del mundo, Père-Lachaise, junto a la tumba de su acompañanta de vida lesboafectiva. Toklas, sin planearlo ni desearlo en lo absoluto, devino en un personaje pro-protagónico del mundillo cultural anglo y franco parlante de la primera mitad del siglo XX, que nos testó tanto con un ciclópeo anecdotario artístico-literario como con exquisitas invenciones gastronómicas y, primordialmente, con la obra retórica de Gertrude Stein, la cual, sin ella y su incondicionalidad y estímulo ubérrimo, puede que no hubiese llegado a existir… Inmensamente más que “la sombra de”, Alice B. Toklas fue, es y será una figura relevante dentro de la historiografía contemporánea y una auréola ineluctable para el revisionismo histórico desde una perspectiva feminista[1].
Links relacionados:
“I Love You, Alice B. Toklas”, película dirigida por Hy Averback: https://www.imdb.com/title/tt0063115/
“My Name is Alice B. Toklas”, película dirigida por Maira Kalman & Alex Kalman: https://www.youtube.com/watch?v=VP8dnCJ_LIA&ab_channel=MairaKalman
“Alice B. Toklas Oral History Excerpt”, entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=vhotMh00Qw0&ab_channel=OralHistoryCenterofTheBancroftLibrary (transcripción de la entrevista: https://digitalassets.lib.berkeley.edu/roho/ucb/text/toklas_alice_b.pdf)
Toklas narrando la receta del “Fudge de Hashish”: https://www.openculture.com/2014/01/alice-b-toklas-talks-about-her-famous-recipe-for-hashish-fudge.html
“Tender Buttons”, poemario de G. Stein inspirado por Alice Toklas: https://www.gutenberg.org/files/15396/15396-h/15396-h.htm
“27”, ópera de Ricky Ian Gordon sobre la historia de G. Stein y A. Toklas y de las soirées del número 27 de la rue Fleurus: https://www.youtube.com/watch?v=Sv1UzLe314c&list=PL3yrlvmdaUwhdwJ7X6zzU22q44SG-jt-Z&index=2&ab_channel=ElizabethFutral-Topic
[1] coyuntura sociopolítica nunca antes experimentada en la historia y plataforma de pensamiento rizomática en constante mutabilidad, creadora de posibilidades y nuevas realidades venideras. -Un bálsamo imperioso después de siglos de civilizaciones patriarcales opresoras, omitentes e invisibilizadoras mecánicas de mujeres portentosas que supieron bien alterar el sobrevenir de su tiempo-.