Riffs inolvidables – Parte II: Rock nacional –

Parte I: Riffs inolvidables

Soda Stereo, uno de los grandes grupos de la historia del rock nacional, tiene muchos riffs inolvidables. Seguramente sea injusto dejar algunos sin mencionar, pero es imposible omitir De música ligera, con ese riff de acordes inconfundibles que ya hacen saltar a los fans antes de empezar la canción. O Persiana americana y su riff compuesto por tres grupos de seis notas, preámbulo inconfundible de una historia tan pequeña como magistralmente contada. Prófugos, con un riff inicial electrónico cortado por mazazos de batería. Cuando pase el temblor, con su riff folklórico, estético y sencillo. Juegos de seducción, un gran riff que prepara un tema como quien tiende una mesa para una comida perfecta. Adiós, un riff grave y contundente que acompaña como un sino toda la canción. Un millón de años luz, con un riff “en dos partes” –primero grave, después agudo, bien arriba– que prepara de manera inmejorable esa primera frase de Ceratti (“no vuelvas”) que desata una canción perfecta.

Patricio Rey y los Redonditos de Ricota (o simplemente “Los Redondos”), otro grupo tan legendario como actual, también tiene muchos riffs memorables: Un ángel para tu soledad, con diez notas festivas para levantar a un muerto, preámbulo perfecto para un enorme tema. El riff de Jijiji, una sucesión de golpes juntos de bajo, guitarra y batería como para desperezar a una canción que va subiendo de a poco. El riff de La gran bestia pop, lento y cadencioso. El riff festivo de Un poco de amor francés, que anticipa otro tema típico redondeano. El de Todo un palo, excelente tema críptico adoptado casi como himno por sus fans. El pibe de los astilleros, un riff casi marcial que es comienzo e intermedio entre las estrofas de la historia. Aquella solitaria vaca cubana, un riff de cadencia pausada que impone sobre la canción misma. Vencedores vencidos, un riff que prepara y acompaña a un tema algo monótono pero de letra interesante.

Dejando a estos dos supergrupos que ya no existen pero que seguirán existiendo, veamos en un breve repaso algunos riffs famosos de los inicios del rock nacional, yendo varias décadas atrás.

Hace más de 50 años, Sui Generis (Charly García y Nito Mestre) hacían hermosas canciones pero casi sin riffs. En su tercer disco (Pequeñas Anécdotas Sobre las Instituciones, 1974) aparece un delicioso riff de teclados en Pequeñas delicias de la vida conyugal, un tema genial que mezcla pop y rock suave tanto en letra como en música y, en ese mismo disco, Tema de Natalio tiene un riff extraordinario bien rockero que comienza con sintetizador, se le une la guitarra y finalmente se agrega la batería, disparando un riff-torbellino de altísima calidad musical.

Vox Dei tiene en Genesis (primer tema de La Biblia, la obra conceptual más importante del rock argentino, 1971) un riff muy interesante: sólo cuatro notas, graves, pausadas, casi tenues, que crean una descripción musical perfecta del nacimiento desde la nada. En Las Guerras el riff tiene dos partes: la primera es repetitiva, monocorde, metálica, fatal; la segunda es rock puro, atropellado, agresivo, ideal para el tema.

Pescado Rabioso tiene en Post Crucifixión (1973) quizá el riff más emblemático del rock nacional; es un riff contundente, inapelable. Del mismo año es Bajan, tema spinettiano con un riff lánguido y exótico completamente diferente, y Despiértate nena, con un riff intrigante que se repite durante toda la canción y parece estar al borde de un abismo que nunca se alcanza.

Luis Alberto Spinetta tiene varios riffs que ya son clásicos: Seguir viviendo sin tu amor (1991) es uno de ellos, con seis notas que durante la canción varían un poco y envuelven el tema todo el tiempo; Contra todos los males de este mundo (Spinetta Jade, 1981) con un riff de bajo y guitarra en un tema que mezcla funk, jazz y pop; Cheques (1997), con un riff muy parecido que deriva en un tema rockero pero bien Spinetta, y Rezo por vos (1986), tema de Spinetta pero cuyo riff archiconocido –que no era el original del tema– es de Charly García.

Serú Girán (1978-1982, con un breve regreso en 1992), el primer super-grupo (y quizá el más trascendente) del rock nacional (Charly-Lebón-Aznar-Moro), creó muchos temas inolvidables pero no tantos riffs clásicos; aún así, algunos de ellos son más que recordados: Cuánto tiempo más llevará, con un hermoso riff –de Lebón, con buenísimos toques de Charly– que hace que lo que venga después te guste sí o sí; Parado en el medio de la vida, con otro riff de guitarra de Lebón que embellece aún más la canción, de por sí muy buena; Encuentro con el diablo, cuyo riff inicial al piano tiene un aire al de “Sweet Home Alabama” pero luego camina solo zigzagueando sobre las mismas frases musicales; Canción de Alicia en el país, un riff suave y delicado que es el marco perfecto para el tono que Charly quiso darle a ese gran tema.     

Otro célebre grupo pionero del rock fue Manal, que en 1970 entregó Jugo de tomate, cuyo riff es un clásico inconfundible. El riff de Canto desde el fondo de las ruinas (1972), muy buen tema de Aquelarre, es algo difícil de digerir pero está muy bueno, se repite a cada rato hasta que termina entrando y se transforma en el alma de la canción. El riff de La muralla verde, de Los Enanitos Verdes, es bastante clásico y muy conocido, con su cuarta nota alargada. Quizá el riff más famoso del grupo de pop-rock (más pop) Virus es el de Wadu Wadu (1981). Por el lado del pop festivo también son archirreconocibles los riffs de Mil horas (1983) , a mitad de la canción, y de No te enamores nunca de aquel marinero bengalí (1982), de Los Abuelos de la Nada, y el riff de El estudiante (1991) de Los Twist.

Sumo, la banda de Luca Prodan (1981-1988), tiene un extraordinario riff gaitero que empalma con la guitarra de manera magistral en Crua Chan; un riff inconfundible y único en Nextweek, y un riff “cantado-silabeado” por Luca en La rubia tarada, originalísimo, irónico y perfecto para el tema.

Charly García, cuya música recorre un espectro variado (no es un rockero clásico) tiene algunos riffs muy conocidos: En Nos siguen pegando abajo (1983), el riff “empuja” la aparición de la melodía; el riff de Cerca de la revolución (1984) es inconfundible, más rockero, algo severo, y podría sonar varios minutos sin aburrir; el riff de Fanky (1987) es otra cosa: original, llamativo, más cercano al pop… y a Charly.

Fito Páez tiene en Ciudad de pobres corazones (1987) un riff grave que anticipa y mantiene un tono angustiante durante toda la canción, escrita desde el desaliento y la bronca; el riff de Tráfico por Katmandú (1992) es bien rockero, con una ráfaga cortante de teclado, hasta que llega la voz de Fito, que de rockera no tiene nada. Andrés Calamaro tiene el riff lento y melancólico de Paloma (1998) y el riff rockero de Alta suciedad (1997).

León Gieco tiene unos buenos riffs “folkloroides” en su primer disco (1973): Seamos todos caballos, María del campo y el archiconocido Hombres de hierro, con guitarra y armónica y muchas reminiscencias Dylanianas. En su segundo disco, su gran tema Si ves a mi padre (1974) tiene un muy buen riff sentido y cadencioso de guitarra y armónica. Años después, el riff chacarereoso de Pensar en Nada (1981). Y por supuesto, el mundialmente famoso riff inicial de guitarra de Sólo le pido a Dios (1978), avasallado enseguida por la inconfundible melodía de sus estrofas.

Imposible no citar los riffs de Pappo. En su época de Pappo’s Blues (1970, inicialmente con David Lebón y Black Amaya y posteriormente con un montón de músicos), con Riff (1980, junto a Michel Peyronel y muchos otros que siguieron) y también como solista, sus temas son de un blues-rock (a veces más blues, a veces más rock) que lo distingue del resto. Sucio y desprolijo (1973) tiene un gran riff, una metralla de notas que apuran, contagian y se mantienen como respaldo durante todo el tema; Ruta 66 es un tema viejísimo, grabado por primera vez por Nat King Cole, al que Pappo le puso su impronta y cuyo riff blusero enmarca toda la canción, transformándola en un “blues rápido” inconfundible. El riff de Blues local (1992) es contundente, ocho notas (las cuatro primeras para arriba, las cuatro siguientes para abajo) dan entrada a una letra pequeña y una excusa para que Pappo muestre su destreza única en la guitarra durante distintos pasajes del tema. Yendo a Riff, pueden destacarse Que sea rock, con un riff simple que tiene velocidad de rock y olor a blues; No obstante lo cual, un riff rockero con aroma a AC/DC que se repite durante todo el tema, que resulta ser bastante blusero; Macadam 3210, riff rockero atronador, y Sube a mi voiture, un riff blusero que deriva en un tema en el que Pappo se maneja a sus anchas.

Cambiando de línea, La Renga tiene El final es en donde partí, un tema clásico y emblema en el que el riff arranca muy grave y lento hasta que pone quinta directamente y le agrega vientos transformándolo en un auto a velocidad; el riff de Negra mi alma, negro mi corazón es un riff festivo y contagiante, el de La balada del diablo y la muerte es en realidad una intro que se transforma en riff más adelante en la canción; Cuándo vendrán es un riff rockero clásico, como lo es el de Hablando de la libertad.

Divididos tiene, entre otros, el riff-intro inconfundible de Ala Delta, el breve y altisonante riff de Hombre en U, y el cortante y demoledor riff inicial de Paisano de Hurlingham, perfectamente complementado por el vozarrón de Ricardo Mollo.

En el heavy metal, Hermética tiene muy buenos riffs: el de Viento de poder es aplastante, con batería, guitarra y voz. El de Atravesando todo límite es intenso; en el de Otro día para ser hay belleza y pena, y es enorme la tristeza que transmite el riff de Olvídalo y volverá por más, en consistencia con el solo de guitarra en mitad de la canción. V8 entrega el recontrametalero Ideando la fuga. Almafuerte tiene un sencillo y perfecto riff inicial que se repite una y otra vez en ese hermoso tema que es Sé vos, un riff melodioso y empático en A vos amigo y dos breves y contundentes riffs, uno al inicio y otro a mitad de la canción de nombre homónimo: Almafuerte.

     Hay un montón más de riffs recordables por todos lados, de los que se mencionarán algunos…

Ratones Paranoicos y su rock & roll tienen riffs clásicos stoneanos en Sigue girando y en Cowboy, y el sugestivo riff de Isabel.

Rata blanca asombra con su riff inicial mágico y atrapante de metal sinfónico en La leyenda del hada y el mago, y Los Violadores  y su punk-rock tienen el riff de 1,2, Ultraviolento, que empieza con el Himno a la Alegría de la 9na sinfonía Beethoven.     

Catupecu Machu tiene algunos riffs recordados: Magia veneno es seguramente el más conocido y original, y queda perfecto con la voz de F. Ruiz Díaz; Y lo que quiero es que pises sin el suelo, riff metalero y distorsionado que, la verdad, no pega mucho con la canción. Es interesante el riff con algún aire country de Deléctrico, de Babasónicos; el tema después va para otro lado, pero eso es otra cosa.  Es inconfundible el riff eléctrico de Yo tomo, de la Bersuit Vergarabat, que enseguida se transfoma en una especie de cumbia, y es imposible no mencionar el riff inicial de La argentinidad al palo, una especie de chacarera-rock única. El riff tajante y breve de Campanas en la noche, de Los Tipitos, o el riff simple y agradable de Arde la ciudad, de Mancha de Rolando.

Los Piojos tienen el riff estilo comparsa en Como Alí y el raro “betembó” como insignia de Babilonia. Ciro y Los Persas tienen un buen riff en Antes y después: la canción empieza con una cuidada vocalización, el riff ataca recién pasado el primer minuto y es muy bueno. Recontra conocido es el riff inicial de Reyes de la noche, de Guasones, más pop que rock. Es muy bueno el riff de Una nueva noche fría, de Callejeros. Y es impactante es el riff inicial, con guitarra, vientos y batería, de Malherido, un gran tema de La Berisso que hipnotiza desde principio a fin.

En el rock nacional suelen ser las buenas canciones las que hacen famosos a los riffs, pero sin duda estos se transforman en los carnets de identidad de las mismas. Hay muchos más y seguramente cada uno recordará especialmente alguno en particular; sin embargo, los que se han expuesto merecen largamente ser mencionados.

     Y vendrán muchos más, seguro.

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