Malos vecinos

El sustento histórico de estas disputas vecinales es inagotable, por lo que se hace imposible hacer una reseña más o menos adecuada en un espacio reducido como el de estas líneas. Así que habrá que poner algunas pautas que nos permitan enfocarnos en las cuestiones más a la vista de todos, pero sabiendo que las situaciones son muchas más que las que se describan aquí.

Para empezar a ordenar el tema, dejemos de lado las agresiones de los imperios. Puestos a revisar, podrían contarse a lo largo de la historia conocida unos 150 imperios, reinos, califatos, sultanatos, kanatos, dinastías y otras yerbas expansionistas similares. Todos ellos concurren en el factor común de extender sus dominios invadiendo y agrediendo no sólo a los vecinos cercanos sino a los lejanos, ultramar incluido. De paso (aunque no es el tema) ahí van los diez imperios más grandes de la historia, teniendo en cuenta la extensión de los territorios anexados: a la cabeza, el británico (35 millomes de km2), seguido por el mongol, el ruso, el español (20 millones de km2), la dinastía Qing de China, el califato Omeya, el imperio francés, el califato abasí, la dinastía Yuan de China y el imperio portugués. De ahí para abajo hay más de ciento y pico de estructuras expansionistas que han hecho lío a lo largo de la historia. Pero no nos referiremos a ellos, sería interminable.

Tampoco nos referiremos a la “época antigua”. No entran en esta breve reseña los egipcios, acadios, persas, macedonios, asirios, romanos, otomanos, hititas, carolingios, hunos, incas, etc,etc, y tantas civilizaciones  con espíritu de megapandillas a las que les encantaba pelearse con el que fuera. En épocas antiguas ni siquiera se esgrimían razones para pelearse o invadir: “somos más, la tenemos más grande, ahora lo tuyo es nuestro, ahora mandamos nosotros”. Así que la cantidad de conflictos entre regiones cercanas es imposible de contar.

En la actualidad también es así, pero se disimula un poco más; ahora por lo menos las fronteras están ya mejor delineadas, hay organismos internacionales (ONU, OTAN, UE, OEA, etc) que monitorean (con no mucho éxito, es cierto) los apetitos belicosos, hay tratados, pactos y convenios; en fin, es un poco más difícil pelearse.

Pero igual lo logran. Pelearse.

Así que, para dar una idea, este pequeño esbozo de cuestiones vecinales abarcará, apenas, episodios de los últimos dos siglos y entre países o territorios con fronteras comunes; con medianeras, digamos. Desde esta perspectiva, las peleas limítrofes también son interminables: es como que nadie se puede quedar tranquilo en su casa; hay que echarle una mirada al vecino y… que quiero esa parte del patio, que ese jardín es mío, que yo llegué primero, en fin. A nadie le alcanza con lo que tiene. La cuestión es pelearse con el vecino por un pedazo-pedacito-pedazote de tierra. Eso ha sido y es así en todos lados.

En esta parte del mundo, en 1825 las por entonces Provincias Unidas del Río de la Plata se pelean con Brasil; se modifican las extensiones territoriales, esto ahora es mío pero firmemos la paz por las dudas, a mí no me gusta –dicen del otro lado– así que me voy; conflicto con final abierto. En 1828, Colombia (por entonces, Gran Colombia) se pelea con Perú. En 1846 Estados Unidos comienza a avanzar sobre México; en 1848, cuando terminaron, ya se habían quedado con los territorios mexicanos de Alta California, Nuevo México y Texas; hoy, todo ese territorio forma parte de los estados de California, Arizona, Nevada, Nuevo México, Utah, Colorado, Texas, parte de Wyoming. Una ganga por dos añitos de pelea. Los mismos estadounidenses también se pelearon entre sí: la guerra de Secesión (1861-1865), el norte contra el sur, yanquis contra confederados, abolicionistas contra esclavistas, cuatro años peleando. En 1864, la guerra de la Triple Alianza entre Paraguay y Uruguay-Brasil-Argentina hizo que Paraguay perdiera lo que hoy es Misiones, Formosa y el Mato Groso do Sul; ni hablemos de las desastrosas consecuencias humanas de la masacre. En 1879, la guerra del Pacífico enfrentó a Chile con Bolivia y Perú: al final de esa guerra de vecinos (que duró 5 años) Bolivia había perdido el desierto de Atacama y la salida al mar, y Perú se quedó sin Arica. En 1932 se pelearon los vecinos Colombia y Perú; en 1941, Perú y Ecuador se pelearon por territorios limítrofes; las escaramuzas violentas nunca se interrumpieron del todo, aún hoy se la pasan discutiendo por eso. Honduras y El Salvador se peleaban por todo, hasta por el fútbol; acá la causa principal no era territorial; los insatisfechos vecinos discutían por arriba de la medianera y terminaron agarrándose a las piñas (o sea, a los tiros). Hasta los serenos canadienses se pelearon puertas adentro: colonialistas y nacionalistas se pelearon en casa durante casi diez años (1941-1950), y a eso hay que agregarle las continuas disputas (aunque sin muertos en cantidad) entre los francófonos y los angloparlantes.

Y menos mal que está la cordillera de los Andes, porque si no, entre Argentina y Chile las disputas territoriales serían más frecuentes y graves que las escaramuzas actuales. Como muestra basta un botón: donde ya no hay cordillera a la vista, en el mar, la pelea es por dónde pasa el talweg y de quién son las islas (y la plataforma marítima consecuente): que Picton, Nueva y Lenox son mías, que no, que son mías, que el talweg pasa por acá, que pasa por allá. En 1978 ya se enviaban los cajones al sur para los cadáveres del conflicto que se avecinaba y que por suerte no explotó gracias a las gestiones del cardenal Samoré.

A veces la pelea ni siquiera es un problema estrictamente territorial. Si no me gusta lo que hace el vecino o me parece que sus amigos me van a complicar la vida… y, algo hago, mejor. La crisis de los misiles en Cuba de 1962 es la mejor muestra de esa manera de ver las cosas. Ojo que los rusos me pusieron los misiles cerca, eso no me gusta nada. Los bloqueamos, los embargamos. Acá no había un límite terrestre compartido (medianera, digamos) sino una calle: el mar, ni más ni menos. Cruzar la “calle” no es tan difícil, después de todo: así que por las dudas pongamos en orden a los vecinos, qué es eso de poner la música fuerte, quiero dormir tranquilo: así se explican las intervenciones en Granada, Panamá, Guatemala, Haití, Nicaragua, y no me hinchen, eh.

En Europa los vecinos también se pelean. Dinamarca cedió Noruega a Suecia, pero Noruega no quería ser moneda de cambio, se negó, Suecia atacó a Noruega (1814), tu tierra me pertenece. Sí, hasta los civilizados escandinavos se peleaban por terruño. Rusia y Turquía (o los otomanos, según la época) han vivido peleándose desde 1806; Rusia siempre quiso un lugarcito para acceder al Mediterráneo, y desde la guerra de Crimea en adelante (hasta hoy; ahora la cosa es con Ucrania, no hace falta más que escuchar las noticias) ahí siempre hay lío entre vecinos.

Con el pretexto de que necesitaba más espacio para los ciudadanos alemanes, Hitler avisó que necesitaba el territorio polaco (antes, Austria). Y lo ocupó. Y arrancó la guerra. Ahí no nos metemos, porque ya la cosa se transforma en un dominó mundial y no en una pelea de vecinos. Pero así empezó.

En los Balcanes viven peleándose desde 1912. Y no paran. La federación yugoslava explotó en 1991. Se separaron Macedonia y Eslovenia. Después, croatas y serbios. Pero en Serbia seguía habiendo lío: ahora se peleaban serbios y bosnios. Y serbios y montenegrinos. Y al final, Kosovo, los albaneses, en fin. Hasta 1999, todos esos países-regiones-territorios vecinos no hacían más que matarse. Y los que no se mataron, se violaron, se dañaron, se hirieron. Y los que quedan, se odian. Una bomba de tiempo, sin tiempo.

Ingleses y escoceses viven peleándose desde toda la vida, pero no los consideraremos aquí porque desde hace un buen tiempo que están calmados, con esa característica flema británica que oculta pasiones; aunque los escoceses siguen con ganas de cortarse solos, cuando llega la hora de votar no lo hacen. Ingleses e irlandeses también, pero ya prescribió (Cromwell, póngame un poco de orden ahí, eh). Los irlandeses del norte se matan con sus vecinos del sur, empezaron hace más de un siglo; católicos y protestantes, celtas o anglosajones, euros o libras, un domingo sangriento en 1920, otro en 1972 y varios más que no conocemos. Ni siquiera ellos la tienen clara: sus países se unen en el seleccionado de rugby, pero juegan separados en los seleccionados de fútbol.

Rusia y Finlandia se pelearon en 1939, en la guerra de la nieve. Griegos y turcos se pelearon porque los dos querían Chipre (1974). Checos y eslovacos se pelearon y dejaron de existir como un país único el día de año nuevo de 1993.

En Medio Oriente, ni hablar: Israel y todos sus vecinos árabes mantienen fronteras de fuego desde 1948. Que me atacaste por sorpresa, que me quedo con el Sinaí, que te lo devuelvo. Que la crisis del canal de Suez (1954), que por acá no pasan porque es mi canal, que entonces vas a ver, me peleo, y ya que está aprovechamos y nos metemos nosotros también en la pelea. Que Los Seis Días (1967), que el Yom Kipur (1973), que no me gusta lo que se está armando en Líbano (1982), que Gaza, Cisjordania o el Golan son de unos pero viven (mal) otros, que Palestina no tiene lugar, que Jerusalén es tuyo, que es mío, que no es de nadie. Una locura de nunca acabar entre vecinos. Y ni hablar de las otras peleas: Irán se pelea con Irak, Irak invade Kuwait. Todos vecinos con problemas permanentes.     

Un poco más lejos, URSS invadió a su vecino pequeño, Afganistán (1979). La cosa le costó cara y la URSS terminó desapareciendo, pero eso no hizo que terminaran los desencuentros vecinales: los chechenos, rusos, bah, un montón de repúblicas ex-soviéticas de la zona se pelearon con Georgia en (1992).

India y Pakistán se pelearon por Cachemira (1965), otro conflicto vecinal qiue nunca se acaba. Mientras tanto se formaron dos Pakistanes, vecinos pero no tanto, y por supuesto se pelearon: nació (en forma sangrienta) Bangladesh (1971), que tiene un vecino (Birmania) que es experto en peleas de vecinos, ya que viven peleándose dentro de su propio territorio, en el que hablan más de cien lenguas diferentes, desde 1948.

Cerca de ahí, los vecinos China, Rusia y Japón (el vecino de la vereda de enfrente, mar por medio) no paraban de pelearse e invadirse. Rusia se pelea con Japón en 1904 (y se llevó flor de chasco), China se pelea con Rusia por Manchuria en 1929, Japón invade Manchuria en 1931 y obviamente termina a los tiros con China (1937). Se forma Manchuko, un estado satélite que desencadena una sucesión de hechos que terminan (sí, sí, todo tiene que ver con todo…) en el ataque Pearl Harbor. Pero no nos metamos en la WWII de nuevo. China invadió a su vecino Tibet (1950) y ya no se fue de allí.

Y un poco más al sur también se cuecen habas: coreanos del norte y del sur, vietnamitas del norte y del sur (otro dominó), camboyanos, también se pelean entre ellos. En este caso todos vecinos íntimos, que generan tanto la formación de nuevos países como sangrientas peleas internas.

En África, la disputa territorial es una de las muchas causas de los conflictos entre vecinos. Simplemente se pelean por todo lo que uno se imagine, y se pelean no sólo entre vecinos sino también puertas para adentro, por miles de razones. Sudáfrica se peleó con Namibia durante más de 20 años, desde 1966: llamaron al conflicto la guerra del Arbusto. Biafra y Nigeria en 1967, con hambruna y masacre. Burundi con Ruanda, con avión de presidentes explotado y todo. Yanyauid y negros en Darfur, dunkas y nuer en Sudán del sur, hutus y tutsis en Ruanda, los países del cuerno de África en permanente ebullición, la guerra del coltan, guerras civiles interminables y en etapas en Etiopía, Somalía, Congo, Nigeria, Kenya, Angola, Uganda, Liberia, Sudán. La lista es interminable. No hace falta pelearse con el país vecino, se pelean dentro de su propia casa (país), con el que vive en el barrio de al lado.

Veamos donde veamos, es lo mismo: nadie se banca a su vecino. No pueden vivir en paz. El asunto del territorio es en ocasiones el pretexto inicial y veces es el único argumento para matarse, pero detrás de él vienen los demás: las etnias, los orígenes, quién llegó primero a ese pedazo de tierra, la religión, el petróleo, la ideología, los rencores históricos, las antiguas escisiones, las facturas por cobrar, la plataforma submarina, la política, la chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos. La cuestión es pelearse. Todo produce un escozor que parece ser ingobernable para quien sea que esté a cargo.

La invasión de Rusia a Ucrania, el último (al menos hasta hoy) episodio de agresión, es la muestra de que se trate del lugar, de las razones y del siglo que se trate, los métodos son los mismos. Rusia negó durante meses que fuera a invadir Ucrania; no parece creíble que lo hayan decidido a último momento. Las razones argumentadas para tanto desastre y muerte son también poco creíbles. Lo cierto es que, como siempre, el final será incierto y dejará las cosas mucho peor que antes.

No hay caso, no tenemos arreglo.

Como vecinos, incorregibles.

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