Pocos minutos después de bombardear las bases aéreas egipcias, el ejército israelí comenzó el ataque por tierra, encontrando a su paso a un enemigo completamente desorganizado y sin ningún tipo de estrategia.
En cuestión numérica, los tanques egipcios superaban tres a uno a los tanques israelíes, pero tecnológicamente eran inferiores. Esta inferioridad técnica sumada a la falta de coordinación, pronosticaba la próxima derrota.
Pese a la devastadora derrota inicial, el gobierno egipcio envió por la radio comunicados de victoria. Estas noticias emocionaron al pueblo árabe. Egipcios, sirios y jordanos salieron a festejar un triunfo totalmente falso. Mientras tanto, Moshé Dayán ordenaba guardar el secreto de la victoria, pues para él, la guerra apenas comenzaba.
El gobierno israelí envió al Rey Hussein de Jordania un mensaje para que no interviniera en la guerra, pero engañado por las falsas noticias difundidas por la radio egipcia, Jordania se negó y bombardeó el oeste de Jerusalén. Cientos de personas buscaron refugio fuera de la ciudad Santa.
Con la entrada de Jordania a la guerra, el ejército israelí se vio obligado a movilizarse hacia el noreste para defender un nuevo frente. Con poco tiempo para poder defenderse, Moshé Dayán envió a los paracaidistas hacia Jerusalén. Una sangrienta batalla se llevó a cabo en las calles de la ciudad Santa, hasta que finalmente, el ejército jordano retrocedió. En su contraataque Israel conquistó las ciudades de Jericó, Nablus, Judea, Ramallah, Hebrón. Asegurada la retaguardia, el ejército israelí puso su mirada en Jerusalén y sus paracaidistas entraron en la ciudad vieja por la “Puerta de León”. No se trataba de ganar un pedazo de tierra, sino de volver a poseer la ciudad santa, la ciudad de David y Salomón, la de las Sagradas Escrituras. Era la ciudad del Muro de los Lamentos…
Los judíos habían sido expulsados de Jerusalén en el año 135, después de la rebelión de Bar Kojba. Pasaron 1800 años, y el pueblo de Israel volvía a su capital ancestral. Aquel muro, no era una simple pared, era el testigo fiel de la milenaria presencia judía en la tierra prometida. Al llegar al Muro de los Lamentos los soldados israelitas, al mando del general “Mota” Gur rezaron, cantaron, festejaron. Estaban viviendo el momento más importante de la guerra.
Sin embargo, no había tiempo que perder, las colonias israelíes de Galilea estaban siendo bombardeadas desde Siria, la nueva amenaza. La tierra disputada entre israelíes y sirios tenía nombre: los Altos del Golán, una meseta que los israelíes necesitaban tener bajo su poder, pues los sirios la habían utilizados como plataforma para lanzar misiles a las ciudades del norte de Israel. Era un sitio que representaba una amenaza constante y que el ejército israelí necesitaba tomarla sí o sí.
El 8 de junio, la ONU propuso un cese al fuego que fue aceptado por Egipto. Sin embargo, Siria la rechazó, e intentó pasar sus tanques a través de los puentes que atravesaban el río Jordán… pero las débiles estructuras no soportaron el peso y los tanques sirios se hundieron en el río, provocando enormes pérdidas. Finalmente, la noche del 9 de junio, el ejército sirio comenzó su retirada, e Israel logró apoderarse de los Altos del Golán. Las ciudades del norte de Israel tenían garantizada su seguridad.
Los soldados del Estado judío avanzaron, y penetraron en territorio sirio hasta llegar a Quneitra. No había interés de llegar más allá. La comunidad internacional presionó insistentemente, e Israel frenó su avance.
En seis días Israel incrementó su territorio: los Altos del Golán, Judea y Samaria. Jerusalén Este, la Franja de Gaza y la península del Sinaí.
Abatido por la derrota, el Rey Hussein de Jordania expresó: “Han librado la batalla desde el aire, casi exclusivamente desde el aire, con una fuerza abrumadora. Acertados y continuos. Sostenidos ataques aéreos. Sobre cada particular unidad, sobre cada una de las divisiones, de nuestras fuerzas armadas, día y noche, hasta ayer por la noche”.
Al terminar la guerra, 20.000 soldados egipcios estaban bajo custodia israelí, que decidió dejarlos en libertad. Era mejor que volviesen a casa, para que explicaran a vecinos, familiares, y amigos, que al noreste de Egipto había un pequeño Estado judío que definitivamente sabía defenderse. Israel solo perdió 776 soldados. La coalición árabe, más de 23.000.
Inmediatamente después de la guerra de 1967, Israel ofreció a través de la resolución 242, alguno de los territorios obtenidos en la guerra, a cambio de paz, pero dicha resolución fue rechazada por los países árabes en una respuesta que fue conocida como “Los tres nos”: “No a la Paz”, “No al reconocimiento”, y “No a la negociación”. Y la guerra continuó.