Hijo de inmigrantes italianos, Pedro Figari Solari cumplió el sueño de M’hijo el dotor, como lo describió su coterráneo Florencio Sánchez. Doctor en jurisprudencia, fue defensor de pobres en lo Civil y Criminal, y uno de los promotores de la abolición de la pena de muerte. Tuvo una actuación muy comentada en el llamado caso Almeida, cuando demostró la inocencia de un joven alférez acusado de un crimen que no había cometido. Después de 4 años obtuvo la absolución por falta de pruebas. Fue tan notable el caso que lo llevó a publicar un libro: El crimen de la calle Chaná. También tuvo participación de gobiernos del partido colorado como diputado en una época signada por la figura de Batlle y Ordóñez.
Sin embargo, siempre permaneció latente su lado artístico. En el caso Almeida, tomó dibujos de los partícipes, que se conservan entre los apuntes sobre el caso. Probablemente haya sido una forma de pasar el tiempo durante esas largas declaratorias, dando vuelo a su lado artístico.
En 1910 propuso la reforma de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, casa de la que fue nombrado director, imprimiendo un espíritu innovador al integrar el arte y las artesanías.
En 1886 emprendió un viaje por Europa junto a su esposa María de Castro Cavaria, con quien tuvo nueve hijos.
Fue Consejero de Estado, diputado por Rocha y abogado del Banco República. Fue periodista escritor y en su casa se reunían artistas e intelectuales uruguayos. En 1904 a raíz del levantamiento de los partidarios de Aparicio Saravia, Figari es nombrado Presidente de la Junta Central de Auxilios a instancia de Batlle y Ordóñez, organizando la atención médica de los heridos.
Debido al rechazo a las modificaciones que él y su hijo Juan Carlos hicieron al estatuto de la Escuela Nacional de Arte y Oficios, de la noche a la mañana decidió renunciar a las funciones administrativas y dedicarle más tiempo a la pintura. Conociendo el reducido ambiente montevideano en esta nueva actividad, en la que imprimió un aire de inocencia y más imprecisión en las imágenes, prefirió el anonimato que le ofrecía Buenos Aires y se mudó hacia allí donde su dedicación al arte fue exclusiva. A lo largo de esos cuatro años logró amplio reconocimiento, especialmente entre los artistas que colaboran con las revistas Martín Fierro y Proa.
En 1927 el Ministerio de Relaciones Exteriores lo nombró miembro de la misión especial ante el Rey Jorge V de Inglaterra, con el rango de Ministro Plenipotenciario. En esta función recibió la Orden del Imperio Británico en el mismísimo Palacio de Buckingham.
“Todo es vida en la realidad. Todo lo que ha existido existe, y no puede dejar de existir, de una manera u otra, por cuanto no puede haber creación ni destrucción de substancia, ni tampoco creación o destrucción de energía. Dos elementos inseparables -substancia, energía-, son la vida y esta es eternamente inmutable en cuanto a su esencia, lo único que puede ocurrir, es que se transformen dentro de su propia aspiración insaciable, desbordante, perpetua.”
La obra de Pedro Figari, esa versión lírica del mundo, es única… pero imitable. De todos los pintores rioplatenses ha sido el más falsificado… una transformación dentro de su propia aspiración.