La larga noche en Villa Diodati

Bastante se ha escrito acerca de la reunión de Villa Deodati que desembarcó a los demonios y los entregó al mundo. Nada de lo ocurrido está totalmente certificado y el relato más conocido es la versión del diario personal de uno de los participantes de aquel encuentro. Las versiones son muchas; aquí hay una que reúne varias fuentes tan disímiles como creíbles. Vale la pena hacer un recorrido para conocer a los protagonistas y para describir resumidamente los hechos de esa larga noche irrepetible.

          Los protagonistas…    

     Lord George Gordon Byron tenía 28 años cuando se produjo el encuentro en Villa Diodati. Por entonces Lord Byron ya era uno de los grandes poetas ingleses, tan famoso por su talento como por sus escándalos. Byron, que tenía una deformación en el pie derecho que le producía una renguera permanente, fue un brillante alumno en Cambridge y viajó por Europa durante las guerras napoleónicas. Se casó en 1812 con Anne Milbanke, una mujer adinerada y adelantada a su época, feminista, antiesclavista y preocupada por las desigualdades. Anne era una mujer de pensamiento abierto, pero tenía sus límites; descubrió que Byron le era infiel no sólo con otras mujeres sino con otros hombres. Una de las infidelidades resultó especialmente escabrosa: Byron había mantenido una relación incestuosa con su hermanastra por parte de padre, Augusta Leigh, y de esa unión habría nacido Elizabeth Medora, la tercera hija de Augusta. A comienzos de 1816, ya harta de la vida dislocada del poeta, Anne abandonó a Byron y demandó la custodia de Ada, la hija de ambos. Byron, en medio del escándalo (a esa altura, público) de su relación incestuosa con Augusta, la hizo corta: abandonó Inglaterra y nunca más volvió.

George Gordon Byron

     Percy Bysshe Shelley tenía casi 24 años en los días de Villa Deodati. Provenía de una acaudalada familia de Sussex y escribía principalmente poesía, sin embargo fue expulsado de Oxford a causa su ensayo “La necesidad del ateísmo”. A los 19 años, Shelley se casó con Harriet Westbrok, de 16 años; se instalaron en Escocia y los primeros problemas comenzaron porque ella no compartía la vocación por el amor libre de Shelley (lo hubieran hablado antes, chicos…). El matrimonio regresó a Londres y Shelley se acercó al filósofo anarquista William Godwin, uno de los precursores del anarquismo. Ya con dos hijos, Shelley se distanció de su esposa Harriet. Pasaba cada vez más tiempo con Godwin y así conoció a su hija, Mary Godwin, que tenía 17 años con cuando se fugaron juntos en 1814. La pareja se fue a Suiza en compañía de Claire, la media hermana de Mary por parte de padre. Volvieron al año y Godwin les negó toda ayuda; a pesar de que el filósofo había defendido y practicado el amor libre, no lo aceptaba si se trataba de sus hijas. Así, la familia de Percy Shelley fue el sostén económico de la pareja. Percy y Mary tuvieron una niña que no sobrevivió, cuya muerte afectó muchísimo a ambos. A mediados de 1816, Shelley, su amante Mary Godwin y la hermanastra de ésta viajaron por segunda vez a Suiza y allí se encontraron con Lord Byron en Villa Diodati.

Percy Bysshe Shelley

   La madre de Mary Godwin, Mary Wollstonecraft, fue una escritora y figura trascendente e influyente del feminismo en el Reino Unido; luchó por el derecho a voto de las mujeres, escribió “Vindicación de los derechos de la mujer”, fue testigo directa de la Revolución Francesa y de la ejecución de Luis XVI. Falleció a causa de una infección a 20 días después de haber dado a luz a su hija Mary; tres años más tarde, Godwin se casaría con Mary Jane Clairmont, unión de la que nació Claire Clairmont. Claire apoyó y encubrió la relación de Mary con Percy, vista con malos ojos por William Godwin y se fue con ellos lejos de su padre en 1814. La joven Claire se interesaba por las ciencias sociales y pese a la insistencia de Percy Shelley no siguió una carrera literaria. Cuando llegaron a Villa Diodati, Claire, que tenía 18 años, ya había tenido una aventura con Byron en Londres, justo antes del nacimiento de la hija Byron y de que él se fuera de Inglaterra con el escándalo del incesto a cuestas. Nunca quedó claro si Shelley tuvo una relación con Claire; se histeriqueaban bastante, eso sí.

Mary Godwin

   Hay versiones que sostienen que Percy y Mary llegaron a Ginebra impulsados por Claire. Había una razón de peso para ello: Claire estaba embarazada de Byron; había quedado embarazada en las semanas previas a la salida de Byron de Inglaterra.

     El otro participante de la reunión en Villa Deodati fue el médico y secretario de Byron, el doctor John William Polidori, por entonces de 21 años. Se había recibido de médico en Edimburgo, pero su verdadera vocación era la literatura. Polidori sentía una gran atracción sexual por Byron pero a la vez era presa de sus fuertes convicciones religiosas familiares, y su diario (publicado de manera póstuma) es la fuente más cercana sobre los pormenores de aquellos días en la villa frente al lago Leman.

John William Polidori

     Los hechos…

     En abril de 1815 comenzó una erupción en el volcán Tambora, en la isla de Sumbawa (archipiélago de Indonesia). El volcán se mantuvo en estado eruptivo durante un año; murieron unas 80.000 personas y a las devastadoras consecuencias para las regiones cercanas se agregaron cambios climatológicos que influyeron en el clima de Asia, África y que llegaron meses después a buena parte de Europa. Se produjo algo que fue denominado “invierno volcánico”, que bajó la temperatura global entre 0,5 y 1 grado centígrado y ensució el cielo con cenizas que atenuaron la llegada de la luz solar; por eso, 1816 fue conocido como “el año sin verano”, técnicamente definido como un “período de baja actividad solar”.

   En el mes de mayo, Lord Byron (que había dejado Inglaterra en medio de los escándalos producidos por su relación incestuosa y su actividad sexual indiscriminada) estaba en Cologny, Suiza, hospedado en el Hotel d’Anglaterre, cerca del Lago Leman (o Lago de Ginebra), junto a su médico personal, John Polidori. Allí llegaron también el poeta Percy Shelley, su amante Mary Godwin y la hermanastra de esta, Claire Clairmont. El propósito de la reunión era convivir, conocerse, enriquecerse generando un ámbito de tertulia poética y de librepensamiento. Lord Byron se enteró de que muy cerca de allí se encontraba la Villa Diodati –una imponente mansión en la que en el pasado se  habían alojado Voltaire, Roussau y John Milton–, que en esos momentos se hallaba deshabitada. Lord Byron convenció a los demás de trasladarse hacia allí para hospedarse; contarían con personal de servicio y cocina, y más libertad y privacidad para el amor libre, actividad que todos compartían.

     La mansión tenía todas las comodidades y lujos: salones imponentes, un suntuoso comedor con una vajilla estupenda, una enorme y confortable biblioteca, chimeneas más que suficientes, habitaciones amplias y camas con dosel, terrazas, sala de billar, pasadizos, altillos y un parque hermoso frente al lago Leman.

Villa Diodati

     El clima era adverso, frío, tormentoso y oscuro, y así lo fue durante muchos días. Lord Byron y Polidori se instalaron primero y luego llegaron los demás. Ya desde el inicio Byron desgranó su personalidad dominante y perversa, no sólo halagando a las damas recién llegadas sino con caricias y acercamientos físicos solapados (y no tanto), dando a entender que él era algo así como el anfitrión, que él ponía las reglas de juego allí y que empezaban unas jornadas de “todo vale”.

     Antes de la cena Byron ofreció a Percy Shelley una copa de láudano (un opiáceo mezclado con alcohol), bebida que se haría habitual durante esos días. Mientras tanto, Mary Godwin recorría la mansión, que encontraba fascinante e hipnótica. Claire Clermont estaba especialmente interesada en Byron; había intimado con él en Inglaterra y había quedado embarazada de él, pero aún no se lo había dicho. Claire estaba (a su manera) enamorada de Byron aunque conocía su personalidad egoísta, manipuladora y perversa.

     El duelo intelectual entre Byron y Percy no se hizo esperar: en la cena ya intercambiaban elogios y se hacían zancadillas semánticas. Percy le tenía cierto respeto a Byron, Byron no respetaba a nadie. Byron había escrito “Darkness” (un poema apocalíptico), a Percy le había gustado y charlando sobre el mismo llegaron al tema del fin del mundo, lo que derivó en el tema de la muerte y el fin de la vida, tema sobre el que cada uno de los comensales se había interesado especialmente. Así fue como salieron a la luz comentarios sobre los experimentos del físico italiano Luigi Galvani, que sostenía que la corriente eléctrica era impulsora de vida en los organismos, y sobre los trabajos del británico Andrew Crosse en relación a la electricidad como posible generadora de vida. Mary, muy traumada desde la muerte de su hijita el año anterior (nació sietemesina y no sobrevivió), estaba interesada en los trabajos de Johann Conrad Dippel, teólogo, filósofo y alquimista alemán (nacido en el castillo de Frankenstein, un pequeño pueblo al sur de Darmstadt, en Alemania), de quien se rumoreaba que llevaba a cabo experimentos con cadáveres dentro del castillo en los que buscaba transferir el alma de un cadáver a otro.

    Luego de la cena, tomando una copa en la terraza, una tormenta eléctrica se desató y un rayo incendió un árbol frente a la casa. Percy (con varias copas de láudano y de vaya a saber qué más encima), se desnudó y subió al tejado para “enfrentar el poder de la naturaleza”, gritando “¡el rayo es la vida!”

     Al rato y ya en el salón, las charlas se orientaron más hacia lo literario. Se habló de la literatura gótica y fue especialmente elogiada la novela “El monje”, de Matthew Lewis (de quien alguna versión dice que llegó de visita a la Villa durante unas horas). Polidori habló sobre la interpretación de los sueños y habló acerca de su interés personal por el vampirismo.

    Llegó el momento del plano físico, y en pocos minutos Byron con Claire y Percy con Mary se entregaron a sus devaneos sexuales en pleno salón, con alguna participación múltiple (en lenguaje directo, una orgía) que satisfacía a todos, mientras Polidori miraba, sintiéndose algo inquieto. Polidori, hijo de un inmigrante italiano, era católico, y si bien era partidario del amor libre (preferentemente con hombres), sentía una culpa religiosa permanente que lo atormentaba. Se retiró a su habitación, rezó ante el crucifijo sobre la cama y luego se autoflageló las manos con el clavo del cual colgaba un crucifijo.

     Luego de un respiro de la sesión de sexo grupal, Polidori se reincorporó al grupo después de vendarse sus manos sangrantes. Entonces Byron propuso leer para todos algunos pasajes del libro “Fantasmagoriana”, una antología de historias de apariciones, espectros, espíritus y fantasmas, escritas por diferentes autores alemanes. Así lo hizo, dándole a la lectura una impronta lúgubre y severa. Luego de un rato de lectura cerró el libro y mirando a todos dijo “¿por qué no escribimos nosotros nuestras propias historias sobre la muerte y el contacto con los muertos?”

     Tres de ellos aceptaron la propuesta de Byron. Percy tenía una obsesión con la narcolepsia: tenía pánico a caer en un estado cataléptico o narcótico y ser enterrado vivo; Mary no podía superar la angustia de su hijita muerta y decía todo el tiempo que daría lo que fuese por volverla a la vida y Polidori se sentía atraído por los mitos relacionados con el vampirismo y la condena a vivir sufriendo y a costa de matar para ello. Claire, en cambio, no estaba interesada; buscaba el momento de estar a solas con Byron para contarle sobre su embarazo.

Claire Clairmont

     Antes de retirarse a sus habitaciones, Byron propuso una sesión de espiritismo. La misma se llevó a cabo sin buscar ningún espíritu en particular; una calavera sirvió como objeto de contacto y la cosa no terminó bien. Claire entró en trance, convulsionó y cayó desmayada. Byron no le dio ninguna importancia al percance y pidió a Polidori que la llevara a su habitación y se ocupara de ella. Mary, en cambio, quedó especialmente afectada, más aún al notar el gran interés que mostraba Percy por cuidar a Claire. Mary practicaba el amor libre, pero no era tan “libre” en eso como Percy y sentía celos de Claire. Encaró a Percy, quien le reafirmó su amor, y la cosa no pasó a mayores, pero la realidad es que se fue a dormir con mucha angustia y turbación.

     Luego dejar a Claire en su cama al cuidado de Percy, que hojeaba un libro pornográfico que le había prestado Byron, Polidori bajó al salón, donde Byron tocaba el clavicordio, para informarle que Claire estaba descansando y seguramente se pondría bien. Repentinamente, Byron besó efusivamente en la boca a Polidori, quien reribuyó de manera más prolongada aquel acercamiento que terminó repentinamente con una risotada del cínico Byron, que estaba jugando con él como solía hacer con las personas, sin medir consecuencia alguna. Alejado Polidori, Byron se fue a su habitación no sin antes llamar a Justine, una criada, con quien copuló divertidamente por un rato (hay versiones que dicen que Justine quedó embarazada en ese encuentro).

     En su cama y sin Percy a su lado, Mary apenas podía dormir. La tormenta estalló en truenos y relámpagos y uno de ellos sobresaltó especialmente a Mary, que vio una silueta en la ventana de su habitación. Gritó aterrada mientras la deformada figura se alejaba por la terraza y Mary, con el terror en sus ojos, la veía subir al tejado al tiempo que Percy acudía a su lado. Mary estaba en pánico; Percy, inicialmente descreído, salió a la terraza; en el tejado no había nadie, pero Mary le aseguró que el ente (“el diablo”, lo definió) había huido hacia un desvencijado galpón de madera que estaba detrás de la casa. Percy se dirigió entonces con una lámpara hacia el galpón y, entre telarañas y humedades, vio moverse algo. El susto de Percy lo hizo desistir de su búsqueda y volvió aterrado a la casa.

    Desde ese momento la noche (ya avanzada madrugada) no fue la misma. Percy y Mary no durmieron; recorrieron los pasadizos de la mansión en una desenfrenada búsqueda de algo que quizá fuera sólo una pesadilla de Mary. Sin embargo, ambos estaban convencidos de que un espíritu maligno había invadido la casa atraído por la sesión espiritista. Mientras tanto, Polidori, solo en su habitación, se maldecía y rezaba ante el crucifijo, convencido también de que habían atraído al demonio.

     Finalmente Mary, Percy, Polidori y Byron se reunieron en el sótano, donde una vetusta bodega entre telarañas y algunas calaveras esparcidas enmarcaban un ambiente siniestro. Byron, más para entretenerse que por empatizar con el resto, propuso hacer otra sesión espiritista para alejar el espíritu maligno que tanto los aterrorizaba. Claire llegó al sótano desnuda, en actitud casi sonámbula, diciendo incoherencias. Percy y Polidori sostenían que todos ellos estaban malditos por haber tentado al demonio en la sesión anterior; la nueva sesión se inició y entre ratas, restos óseos y un hedor insoportable, Mary rompe la calavera arrojándole una piedra.

     Ya recuperada luego del abrupto final de la sesión, Claire encaró a Byron; le dijo que estaba embarazada de él y le pidió que reconociera al bebé. Byron no quiso saber nada; es más, sugirió que el doctor Polidori le hiciera un aborto ahí mismo, en la Villa Diodati, a lo que Claire se negó, desconsolada.      

     Al volver al salón comenzaron a delirar, cada uno con “su tema”: Byron con Augusta, Mary con su niña muerta, Percy con su terror a ser enterrado vivo, Claire con su embarazo, Polidori con la cruz, a la que veía como señal de castigo. Polidori no lo soportó más, se alejó hacia el galpón y trató de ahorcarse, pero no lo logró porque la viga del techo cedió. El resto de la noche es un delirio de visiones separadas, lamentos, absenta, láudano y locura. Finalmente todos quedaron exhaustos, cada uno en su habitación (Percy, Mary y Claire compartían una enorme suite) y el sueño los alcanzó.

     Al despertar no había claridad; la oscuridad del cielo nublado y con añejas y lejanas cenizas casi no mostraban resquicios para la luz. Un día oscuro, una especie de prolongación de la noche. Algo más reposados, los huéspedes de la Villa Diodati se avocaron a sus relatos.     

     Byron comenzó una historia de fantasmas que abandonó enseguida y luego escribió algunos párrafos más de su cuento “El entierro”, que había empezado a escribir en Inglaterra. Percy Shelley quiso escribir una historia sobre un fantasma que crecía a partir de las cenizas de un niño muerto, pero apenas escribió un par de páginas.

    John Polidori tomó el relato inacabado de Byron “El entierro” y lo transformó en una novela sobre vampirismo. Polidori había investigado sobre las leyendas vampíricas del folklore de Europa oriental y centró su historia en Lord Ruthven, un vampiro de alta sociedad, frívolo y excéntrico, que es incapaz de morir y que representa al vampiro romántico, aristocrático y seductor, más parecido al Lestat de Anne Rice que al siniestro y atormentado Drácula de Bram Stoker. Lord Ruthven es el personaje central de “El vampiro”, la famosa novela de Polidori, y está basado (como era de esperar) en la personalidad díscola y amoral de Lord Byron, como expresión del resentimiento de Polidori hacia Byron, lo que terminó distanciándolo de él. Si bien es cierto que Polidori no creó la noción del vampiro lo cierto es que, hasta la obra de Polidori, los vampiros en la literatura no habían desarrollado los matices con los que lo conocemos en la actualidad. Ochenta años después, un personaje histórico real, Vlad Tepes, sería involucrado literariamente con un extraño caso de vampirismo (tema que fue instalado literariamente en Europa por la novela de Polidori) supuestamente acaecido en una aldea llamada Medvejia, en los Balcanes. Esa historia que le resultó muy atrayente a Abraham “Bram” Stoker, quien unió las dos historias en su inmortal novela, “Drácula”.

     Mary Godwin (meses después, Mary Shelley), llena de angustias y pesadillas, comenzó a escribir recordando las conversaciones acerca de los experimentos galvánicos de Galvani y las ideas de Crosse sobre la posibilidad de devolver la vida a la materia inerte a través de la energía eléctrica, temas a los que les incluyó el mito griego de Prometeo, castigado por los dioses. Nacía así la más famosa novela de terror de la historia: “Frankenstein”, que fue publicada en 1818. Novela gótica y terrorífica, aborda el tema de relación entre la ciencia y la moral, la creación y destrucción de vida y la soberbia del ser humano ante Dios, lo que queda expresado en el subtítulo de la obra: “El moderno Prometeo”: el protagonista intenta rivalizar en poder con Dios, como un Prometeo moderno que le roba el “fuego sagrado” de la vida al mismísimo Dios.  Mary hizo muchas modificaciones a su obra, que volvió a publicarse en 1831. En la introducción a dicha publicación, la propia Mary Godwin describió la visión del sueño que la inspiró: “Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que había creado: un horrible fantasma de un hombre extendido que luego, tras la obra de algún motor poderoso, cobraba vida y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural.”

     Así, en una “noche” que duró bastante más que una noche, se gestaron “Frankenstein” y la antecesora lejana de “Drácula”, las dos novelas de terror gótico más trascendentes de a historia.

     Percy y Mary se casaron en Londres, cinco meses después de volver de Suiza, y todos los protagonistas de la larga noche de Villa Diodati tuvieron finales trágicos. Pero eso… es otra historia.

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