Historias singulares de las canciones patrias

La farolera, al pasar por un cuartel se enamoraba de un coronel y Mambrú se había ido a la guerra y no se sabía cuándo vendría. “Arriba Juan, que pasan los soldados”… “Sí, sí, mamá, ya estoy levantado”, respondía Juan en otra canción.

Hubo una infancia de posguerra en que las épicas militares se enredaban con naturalidad entre las risas y canciones infantiles y todos éramos Juan, ese Juan al que nuestro padre alzaba sobre sus hombros para ver los desfiles del 9 de Julio.

Las canciones patrias, o marchas militares, flotan en el inconsciente colectivo con sentimientos contradictorios, desde el frío recuerdo de los madrugones almidonados hasta la añoranza de nuestra candidez patriótica, del placer infantil por escuchar bandas militares con el tambor mayor, su bastón y sus malabares, al posterior repudio a la prepotencia militar y a todo aquello que la simbolizara: el autoritarismo, los símbolos patrios, el nacionalismo y hasta las mismas marchas militares.

Después de los años de plomo, “autoridad” y “autoritarismo” quizá entrañen una confusión que algunas generaciones nunca podrán desmadejar. Pero las canciones patrias y los actos escolares, con el paso del tiempo, son los primeros en reaparecer como recuerdos amigables. Sólo hace algunos años que podemos decir sin aprensión “…me gustan las marchas militares, me gusta la marcha de San Lorenzo”.

Esa nebulosa de rechazo e ignorancia da paso a la aceptación y a la curiosidad y esta última es beneficiada con una interesante cuota de asombro.

De las más reconocidas de nuestras canciones patrias, algunas fueron escritas por niños; otras, creadas por afrodecendientes, nietos de esclavos, así como también las que nacieron escritas y cantadas en italiano.

¿Será la lunala una fase de la luna? ¿Quizá su resplandor? De niños nunca nos atrevimos a preguntar, hasta que un día, allá por nuestra pubertad, se hizo la luz: “azul-un-ala”.

Febo asomaba en la Marcha de San Lorenzo pero estaba totalmente oculto a nuestro infantil entendimiento. Nunca comprendimos por qué una suela de zapato figuraba en una canción patria. Fue así que aquella ínclita duda fue sublimada en el famoso cantito que circulaba en los recreos a la sombra de las maestras: “Febo asoma, punto y coma, los zapatos de mi abuela son de goma y los míos son de acero, para darle más trabajo al zapatero…”. El remate era escatológico, como para vengar históricas censuras a las canciones patrias: “Avanza el enemigo rascándose el ombligo y a paso redoblado marcha todo cagado…”.

“Ved del trono a la noble igualdad” o “Ved el trono a la noble igualdad” es una estrofa del Himno Nacional que si visitamos internet la encontraremos escrita de cualquiera de las dos maneras. “Ved en trono a la noble igualdad” es el texto correcto y que seguramente ninguno canta igual. Alude a la divisa de la Revolución Francesa “Libertad, igualdad, fraternidad” y nos insta a ver reinar el principio de igualdad ante la ley.

“Loor” es otra palabrita que por varios años guardó su cuota de misterio dentro del Himno a Sarmiento. Pero, niños al fin, la sustituíamos por la conocida “olor” aspirando la primera “o” y sin preguntarnos demasiadas cosas. Años después la descubrimos por casualidad, por su similitud con “loar” y “loas” -elogio, alabanza-.

“Llena de orgullo y bizarría”, dice la marcha Mi Bandera y quizá hoy algún chico se sorprenda al definir la bandera como bizarra, es decir, extravagante, anormal y rayana en la estupidez (cine bizarro). Éste es el significado que hoy se le da a la palabra al asociarla equivocadamente con la voz “bizarre” del inglés y francés. En castellano bizarra es generosa, espléndida.

“Audaz se eleva” es un verso de Aurora y no guarda ningún misterio en sí mismo, salvo que utilicemos la picardía de la doble intención, tal como hizo el dueño de una librería erótica en Palermo Viejo, Buenos Aires.

Entre nazis y Buckingham

Quien primero escuchó los acordes de la Marcha de San Lorenzo fue una beba a la que su padre arrullaba interpretando en el violín los acordes que estaba componiendo. Cayetano Alberto Silva, negro y uruguayo, era nieto de esclavos y había llegado a Venado Tuerto, donde trabajaba como director de la banda municipal desde 1898.

En abril de 1901 consideró que la marcha estaba terminada y, como era conocido del coronel Pablo Richieri, le envió la partitura. El militar, entusiasmado con la obra, ordenó ejecutarla en un acto patriótico realizado el 28 de octubre de 1902 en San Lorenzo, oportunidad en que el maestro Silva dirigió dos bandas militares. Ésta fue la primera audición en público de su obra, con la presencia del presidente Roca.

Algunos años después, en abril de 1907, Silva le hizo escuchar la música de la marcha a su amigo Carlos Javier Benielli, un maestro mendocino que entonces tenía 29 años. Éste tomó algunos apuntes y al día siguiente le entregó a su amigo la letra encargada.

La increíble consonancia entre letra y música hace pensar que ésta fue creada sobre la poesía y no al revés, como realmente sucedió.

Esta marcha recorrió el mundo y fue ejecutada el 22 de junio de 1911 durante la coronación del rey Jorge V y en la asunción de la reina Isabel, actual soberana inglesa. Además, se ejecutó en los cambios de guardia del palacio de Buckingham, modalidad que fue suspendida en el tiempo que duró la Guerra de las Malvinas.

En los períodos germanófilos de nuestros gobiernos la marcha fue donada por el Ejército Argentino al alemán y éste, a su vez, nos obsequió la marcha Alten Kameraden (viejos camaradas).

Los nazis entonaron la marcha cuando ocuparon París en 1940 y también la utilizó el general Eisenhower para levantar la moral de las tropas después del desembarco de Normandía y cuando liberó París, en 1945.

Con el tiempo Silva partió hacia Rosario, ejerció su profesión y terminó siendo policía. Al morir -en 1920- esa institución le negó sepultura en el Panteón Policial por ser de raza negra, por lo que fue sepultado sin nombre.

En 1997 sus restos fueron trasladados al Cementerio Municipal de Venado Tuerto y su casa, donde durante mucho tiempo funcionó una vinería, hoy es un museo.

En 1992 su nieto Horacio Cayetano, utilizando dinero de su escasa jubilación municipal, hizo fotocopias de la partitura de la Marcha de San Lorenzo para regalarlas como un sencillo homenaje a su abuelo, que había muerto sin honores.

san lorenzo marcha
 

Canzone della nostra bandiera

Aurora es la hija de un jefe realista en Córdoba que se enamora perdidamente de Mariano, un novicio jesuita y patriota que conspira contra los españoles. Ambos viven su amor prohibido entre los fuegos de las luchas por la independencia argentina.

Ésta es la historia de la ópera Aurora, cuyo guión fue creado por Luigi Illica, autor de otras tales como Tosca, La Boheme y Madame Butterfly. A pesar de ser una “ópera nacional”, como era tradición, estaba íntegramente escrita en italiano.

Aurora se estrenó el 5 de setiembre de 1908, año en que se inauguró el actual edificio del Teatro Colón. Fue un encargo del gobierno nacional para “exaltar los valores patrios de una joven y pujante nación” que cumpliría 100 años.

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La responsabilidad de crear la partitura recayó sobre el músico italoargentino Héctor Panizza, quien basó el argumento sobre un libreto creado por Illica y contó con la colaboración de Héctor Cipriano Quesada.

Siguiendo una tradición en el mundo operístico, la pieza tomó el nombre de su protagonista femenina que, como suele ser común, moría sobre el final de la historia. En la noche del estreno el público quedó tan emocionado con “La canción a la bandera” que obligó al tenor Amadeo Bassi a repetir el aria, un hecho pocas veces visto. “Aurora” se convirtió en la más popular de las óperas argentinas. Sin embargo, el hecho de que estuviera en italiano inhibía la posibilidad de que “La canción a la bandera” fuera conocida por un público masivo.

Así fue que en 1945 Josué Quesada se encargó de transcribir al castellano lo que su padre había hecho en lengua italiana. Junto con Ángel Petitta tradujeron el libreto e inmortalizaron esos versos.

Esta versión remozada de la ópera se estrenó en la función oficial del 9 de julio de 1945, con la presencia de todas las autoridades nacionales, encabezadas por el presidente general Edelmiro J. Farrell y el coronel Juan Domingo Perón. Tal y como sucedió en el estreno de la versión italiana, el público ovacionó el aria dedicada al pabellón nacional. Fue en ese mismo año que, por decreto del Poder Ejecutivo, fue incluida dentro del conjunto de canciones patrias. Y a partir de ese momento “La canción a la bandera” o simplemente Aurora es entonada en actos escolares al izar y arriar la enseña patria, convertida ya en el emblema de uno de nuestros símbolos nacionales.

aurora
 

Composición tema…

Juan Chassaing fue una figura de su generación tan comprometida como efímera: falleció a los 27 años. El autor de los versos de la canción patria “A mi bandera” fue periodista de vocación y se recibió de abogado en 1862. Participó en las batallas de Cepeda y Pavón y con 25 años fundó el diario “El Pueblo”, para morir dos años después.

Su obra, que perduró en el tiempo, la compuso muchos años antes de recibirse de abogado e incluso años antes de graduarse de bachiller. Tenía apenas 13 años cuando escribió la poesía “A mi bandera”, con la que ganó un concurso realizado en su escuela. Con el tiempo se convirtió en la elegida para cada acto escolar y en una de las canciones patrias más hermosas.

La musicalizó décadas después Juan Imbroisi, maestro de la banda del Regimiento 7 de Infantería -donde era maestro de música Cayetano Silva, creador de la Marcha de San Lorenzo-. Su letra fue modificada parcialmente en 1900 -al igual que el Himno Nacional- cuando, para no ofender el espíritu español, se cambió el verso “…con España sus vínculos rompió” por “…con valor sus vínculos rompió…”.

La cuarta es la vencida

Nuestro himno no fue la primera ni única opción que tuvimos: tres canciones patrias habían fracasado en el intento de convertirse en himno nacional.

La primera de ellas en 1810, una marcha patriótica con letra de Esteban de Lucas, y otra en 1812, de Saturnino de la Rosa, ambas con música de Blas Parera. Ningunadespertó el entusiasmo del Cabildo, por lo que en el mismo año se encargó una tercera a fray Cayetano Rodríguez. Este himno fue interpretado por algún tiempo pero resultaba tedioso y los estudiantes lo cantaban sólo una vez por mes. Algunas versiones señalan el escaso vuelo lírico del autor y otras, que lo incruento de la Revolución de Mayo y los escasos triunfos épicos no fueron suficientes para inflamar la prosa patriótica del franciscano.

De pronto, en 1813 y por primera vez, fue contenido un ejército realista. Belgrano venció en Piedras, Salta y Tucumán. Rondeau triunfó en Cerrito y San Martín, en San Lorenzo. Ante todo esto el texto de fray Cayetano Rodríguez había envejecido sólo un año y era necesaria otra canción que reflejara esa efervescencia triunfalista.

El 6 de marzo de 1813 la Asamblea General Constituyente convocó por cuarta vez a la creación de un himno y los asambleístas fray Cayetano Rodríguez y Vicente López y Planes prepararon, cada uno por su lado, un nuevo texto. Durante la sesión del 11 de mayo, López y Planes obtuvo la aprobación unánime de la asamblea.

A juzgar por su múltiple participación en todos estos proyectos, Blas Parera era uno de los pocos músicos dotados en la ciudad o al menos el mejor relacionado. Esto último no era difícil, ya que era el maestro preferido para enseñar música a las niñas de las familias patricias.

De allí en más el himno nacional tuvo varias modificaciones, suavizando acordes, suprimiendo estrofas que ofendían a la madre patria y reduciendo su extensión a sólo la primera y última cuartetas más el coro. Este corte abrupto explica la repetición de la palabra “trono” al final de la primera cuarteta y el principio de la siguiente.

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