San Francisco se estremece

En una región en la que ocurrían unos quince temblores al año, la madera era el material de construcción más utilizado por su flexibilidad. Sin embargo el nuevo ayuntamiento había sido construido de piedra y tejas, y se derrumbó como un castillo de naipes gigante. Después de la primera sacudida, toda la ciudad se estremeció. Las chimeneas cayeron, las paredes se derrumbaron y las tuberías de gas se rompieron. El asfalto que cubría las calles se doblaba y se amontonaba mientras el suelo parecía moverse en ola. En muchos lugares el suelo se abrió literalmente, con grietas de hasta 9 metros de ancho. Los hoteles construidos en lomas o colinas “resbalaron” por las laderas. La caída de la cúpula del Hotel California destrozó por completo el tejado del cuartel de bomberos, aplastando al jefe de bomberos de la ciudad, que dormía plácidamente allí.

El terremoto rompió un total de 470 kilómetros de superficie a lo largo de la Falla de San Andrés. Aunque la mayor parte del daño se concentró en San Francisco (en gran parte debido a los incendios), el terremoto se sintió en todo el camino desde Oregon hasta Los Ángeles. Todo fue tan repentino y la devastación tan severa que muchas personas ni siquiera tuvieron tiempo de levantarse de la cama antes de morir por la caída de escombros o el derrumbe de edificios.

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Expulsados hacia las calles llenas de escombros, los sobrevivientes miraron a su alrededor y sólo vieron devastación. Edificio tras edificio había sido derribado. En las horas siguientes, los sobrevivientes comenzaron a buscar y a ayudar a vecinos, amigos, familiares y extraños que permanecían atrapados; intentaron recuperar sus pertenencias personales de los escombros y buscar comida y agua.

Y entonces llegaron los incendios.

Y cuando esto sucedió, la madera se convirtió en el principal aliado del fuego.

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Casi inmediatamente después del terremoto, se produjeron incendios en toda la ciudad debido a la rotura de las líneas de gas y las estufas que se habían caído durante el temblor. Las llamas se extendieron sin impedimento alguno a lo largo y a lo ancho de 1.360 hectáreas y San Francisco ardió durante cuatro días. Desafortunadamente, la mayoría de las tuberías de agua también se habían roto durante el terremoto y el jefe de bomberos había sido una de las primeras víctimas fatales de la caída de escombros. Sin agua y sin liderazgo, parecía casi imposible apagar los furiosos incendios.

Los fuegos más pequeños eventualmente se combinaron en fuegos más grandes, y todo empeoró. En algunos lugares el fuego fue frenado por botes de bomberos que podían bombear agua salada. Sin embargo, sin agua en las bocas hidrantes, el fuego se extendió rápidamente. En otros, los bomberos intentaron usar dinamita buscando crear cortafuegos para detener el fuego.

Con los incendios fuera de control, los edificios que habían sobrevivido al terremoto pronto se vieron envueltos en llamas. Hoteles, negocios, mansiones… todos fueron consumidos.

Los sobrevivientes tuvieron que alejarse lejos de sus hogares destruidos y de los incendios; muchos encontraron refugio en los parques de la ciudad, de los que también iban siendo evacuados a medida que el fuego se propagaba.

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La ciudad siguió ardiendo durante cuatro días. Y quedó devastada. Más de 28.000 edificios quedaron destruidos. La mitad de los 450.000 habitantes de San Francisco perdió sus hogares. Murieron casi 3.000 personas.

San Francisco era por entonces una ciudad fronteriza, señalada como obscena, llena de bares, burdeles y cabarets, y hasta hubo quienes no tardaron en interpretar ese desastre como una especie de castigo (sí, como se lee). En Michigan, incluso, un grupo de fundamentalistas (de los que no faltaban ni faltarán, en el tiempo que sea)… organizó un desfile.

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Un habitante de San Francisco, al darse cuenta de que una destilería se había salvado de la catástrofe, respondió con esta poética composición:

“Si, como algunos dicen, Dios azotó a la ciudad por ser demasiado descarada, ¿por qué quemó las iglesias pero salvó el whisky de Hotaling?”

San Francisco comenzó a reconstruirse en 1909. En 1915 no quedaban rastros de la catástrofe.

SAN FRANCISCO

 

 

 

 

 

 

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