Pocos madrileños saben que en el número 4 de la calle de la Ballesta (Principal) estuvo situada la Asociación del Centro Espiritista durante la última parte del siglo XIX y principios del XX. Allí se organizaban charlas, debates y sesiones espiritistas. También en el lugar, estuvo radicada en algún momento (al menos a finales del XIX) la Sociedad Espiritista Española.
El de los espiritistas es uno de los colectivos históricos más ignorados por la historiografía y su imagen ha quedado reducida popularmente a la del entretenimiento esotérico burgués que aparece en las películas de época victoriana. Sin embargo, han quedado borrados de la historia un programa social muy avanzado y su relación con otros colectivos –como librepensadores, republicanos, naturistas, masones, esperantistas o anarquistas– en la movilización social del momento.
Sin duda, es complicado desde nuestra actual sensibilidad comprender estas alianzas, que tenían como punto en común el anticlericalismo, frente una iglesia católica que mediatizaba enormemente la realidad de la época. También se hace hoy complicado entender cómo aquella gente, que se reunía para hablar con los muertos a través de un médium, llevaba a gala ser depositaria del espíritu científico, pero debemos hacer el ejercicio de trasladarnos a una sociedad con gran peso de lo espiritual –lo que no quiere decir que no hubiera ateos–, en la que algunas personas trataron de buscar una comunicación directa con los muertos sin la intermediación de dioses y vicarios, a través de unos fenómenos que consideraban reales y cuyos mecanismos algún día quedarían explicados por la ciencia.
Para el historiador Francesc Tur Balaguer, que ha dedicado un capítulo a los espiritistas en su libro La Historia vaciada. Minorías olvidadas del siglo XX, este desconocimiento se debe “al olvido tradicional de la historiografía de todos aquellos movimientos o personalidades que se enfrentaron al poder y cuya lucha no culminó nunca con la victoria”.
Para hacerse una idea del carácter avanzado de las ideas espiritistas de quienes se reunían en el local de Ballesta, baste explicar que en el centro fue krausoespiritista, es decir, se seguían las doctrinas del espiritismo y de la influyente corriente filosófica de Julián Sanz del Río. La particularidad es muy coherente con el ambiente intelectual que se vivía en la cercana Universidad Central, situada en el entorno de la calle de San Bernardo.
En 1888 se celebró en Barcelona el I Congreso Espiritista Internacional, del que Amalia Domingo Soler (1835-1909), vecina del barrio de la que luego hablaremos, fue una de sus vicepresidentas, y el programa aprobado incluía cuestiones que aún hoy suenan modernas y necesarias:
- Reinvindicación de la igualdad entre géneros y liberación de la mujer.
- Enseñanza laica.
- Reforma penitenciaria para la integración social de los presos.
- Abolición completa de la esclavitud.
- Supresión gradual de las fronteras políticas.
- Desarme gradual de los ejércitos.
- Secularización de cementerios.
- Registro civil de nacimientos único y obligatorio.
- Matrimonio civil.
- Prohibición de la pena de muerte y cadenas perpetuas.
- Interpretación del espiritismo en calidad de religión laica, antiautoritaria, igualitaria y socializadora
Aunque los avances para las libertades de asociación y prensa del Sexenio Democrático (1868-1974) permitieron una expansión del movimiento y sus publicaciones, este fue reprimido antes y después con frecuencia. Tur abunda en el olvido y la persecución que sufrieron los grupos espiritistas:
En el caso del espiritismo en España, al olvido se le ha sumado la caricaturización. Se ha querido presentar a los espiritistas como a unos personajes supersticiosos que se reunían en casas particulares levantando mesas e invocando a espíritus de difuntos cuando la realidad iba mucho más allá. De hecho, la Iglesia se encargó desde el primer momento de perseguir las publicaciones y libros espiritistas organizando incluso autos de fe como el de Barcelona en 1861. Allí se quemaron, por supuesto, libros de Allan Kardec (Lyon, 1804- París, 1869). considerado el sistematizador de la doctrina espiritista, pero también de otros muchos autores. La Iglesia veía en los discípulos de Kardec una amenaza ya que cuestionaban que la pobreza fuera un designio providencial al cual había que resignarse a la vez que se hacía una reivindicación de la libertad.
Amalia Domingo Soler: figura mundial del espiritismo
Una de las más importantes representantes del espiritismo del momento en España vivió también en la calle de la Ballesta durante muchos años y, sin duda, perteneció a la Asociación: Amalia Domingo Soler. Para el investigador en la materia Gerard Horta, Domingo Soler fue “la divulgadora mundial más importante en lengua castellana durante el XIX”. Nació en Sevilla en 1835 y, siendo aún bebé, contrajo una afección ocular que a punto estuvo de hacerle perder la vista, lo que la provocó problemas en los ojos de por vida. A pesar de esta dificultad, fue una lectora y escritora precoz –a los 10 años ya escribía poesía–, gracias a las enseñanzas de su madre, que la crió sola.
A la muerte de su madre, Amalia marchó a Madrid para ganarse el pan. Con 25 años tenía que trabajar duramente cosiendo, día y noche, lo que provocó el empeoramiento de su maltrecha vista y le hizo pasar por momentos personalmente críticos. Según la propia Amalia, su madre se le apareció una noche, devolviendo a Domingo Soler una fe que había perdido y haciéndola buscar refugio en las iglesias (protestantes), donde una feligresa le recomendó visitar al médico homeópata Joaquín Hyrsen, que fue su puerta de entrada en el mundo del espiritismo.
Poco a poco, fue escribiendo poemas y artículos en publicaciones espiritistas y siendo conocida en este ambiente. En 1874 leyó un poema en homenaje a Allan Kardec en la Sociedad de Espiritistas Española (en ese momento en la calle Cervantes), durante un acto organizado por el quinto aniversario de su muerte.
En 1876 se trasladó a Barcelona, invitada por el Círculo La Buena Nueva, donde conoció al médium Miguel Vives, a través del cual dice entrar en contacto con su madre. En 1979 sale a la calle La luz del porvenir, periódico dirigido por ella y realizado por mujeres, que tras su primer número es suspendido por las autoridades durante 42 semanas. Vuelve a la carga con la publicación El Eco de la Verdad, que también es suspendido. De todas formas, La luz del porvenir se editará durante un cuarto de siglo. Siguió escribiendo en medios espiritistas de España y Sudamérica hasta su muerte, en 1909, dejando inacabadas unas memorias que, supuestamente, terminó dictándoselas a una médium amiga en 1912.
Domínguez Soler fue una mujer comprometida socialmente, además de una importante figura del espiritismo. Como recuerda la historiadora Dolors Marín, autora del libro Espiritistes i Lliurepensadores. Dones pioneres en la lluita pels drets civils, aunó fuerzas con mujeres de otras sensibilidades, como la anarquista Teresa Claramunt o la dramaturga masona Ángeles López de Ayala, en mítines a favor de la escuela laica para favorecer la educación de las niñas. La importancia de las mujeres en estos movimientos está aún por estudiar y el libro de Marín es un importante ariete contra su olvido, que pone en contexto, y con perspectiva de género, aquel espiritismo decimonónico en el que, al margen de implicaciones extraterrenales, las mujeres podían reunirse fuera del espacio del hogar, tomar la palabra –a veces una palabra dictada por un hombre, lo que infería legitimidad – y participar de un programa político y social.
“Amalia Domingo luchó contra las brutales desigualdades sociales de la época en que le tocó vivir, pero fue también una feminista avant la lettre y luchó como pocas por conseguir una educación racional para los dos sexos”, nos cuenta Francesc Tur, quien ejemplifica su compromiso con una sociedad más igualitaria con las palabras que dejó por escrito en un artículo de La Luz del Porvenir el 6 de agosto de 1885:
Propagar nuestra doctrina en los talleres, en los centros industriales; hasta en las buhardillas de los pobres; mover las masas por medio de la prensa, de conferencias públicas, de reuniones de toda suerte en que nuestra doctrina se exponga y se practique.
Y es que, efectivamente, el espiritismo tuvo una base más popular de lo que su desdibujada imagen actual transmite; la extracción social humilde de la propia Domingo Soler nos habla de ello, y tomó carta de naturaleza sobre todo en Cataluña, donde, según ha investigado Horta, los centros espiritistas florecieron en todas las localidades y barrios de clase trabajadora, siendo no pocas veces centros de formación para los hijos de los obreros con una especial sensibilidad laica y hacia las mujeres.
TEXTO EXTRAÍDO DEL SITIO: https://www.eldiario.es/madrid/somos/malasana/cuando-los-espiritistas-luchaban-por-la-igualdad-de-la-mujer-el-desconocido-programa-social-de-amalia-domingo-soler_1_6412714.html