Paraguay contra todos: La Guerra de la Triple Alianza

En 1863, en Uruguay, el general “colorado” Venancio Flores derrocó al gobierno “blanco” de Bernardo Berro, de tendencia federal y aliado de Paraguay en la región. El levantamiento contra Berro había sido preparado en Buenos Aires con el visto bueno del presidente argentino Bartolomé Mitre y el firme apoyo de la Armada brasileña.

     Berro solicitó ayuda al presidente del Paraguay, Francisco Solano López, quien prometió intervenir para mantener el equilibrio político en la región. Berro, que pertenecía al Partido Blanco, basaba sus premisas de política económica un en un nacionalismo bastante fuerte que trataba de impulsar la producción nacional y evitaba tomar deuda en el extranjero. Estas premisas eran compartidas por Francisco Solano López; de hecho, Paraguay no tenía deudas y también intentaba generar una autonomía económica.

     En el origen de la Guerra de la Triple Alianza deben considerarse además, causas geopolíticas, ya que en ese período histórico en el que las jóvenes naciones latinoamericanas estaban estableciendo sus límites y construyendo sus identidades nacionales, los territorios del Gran Chaco y de Misiones eran pretendidos por Brasil. Otro punto importante era el dominio, la utilización y la influencia sobre el Río de la Plata, ese ancho estuario que conduce al corazón de Sudamérica y que a través de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay conectan el comercio de las cuatro naciones involucradas.

     Como quedó dicho, Brasil apoyó a los Colorados en su golpe de Estado; esto convirtió de alguna manera a Uruguay en una especie de nación afín-satélite de Brasil, poniendo en potencial peligro el acceso de Paraguay al mar. Ante este panorama, Francisco Solano López decidió intervenir en defensa del gobierno depuesto y le declaró la guerra al Brasil, decisión posiblemente fundada en el temor de que la intervención militar brasileña fuese el primer paso para una ocupación definitiva del Uruguay, lo que rompería el equilibrio del Río de la Plata y pondría en peligro la tanto la independencia del Paraguay como su situación geopolítica. Por eso rechazó enérgicamente la intervención brasileña en el Uruguay y decidió atacar al Brasil, por entonces gobernado por el emperador Pedro II.

     En diciembre de 1864 las tropas paraguayas invadieron Mato Grosso, ocuparon las principales ciudades del lugar y se apoderaron de una considerable cantidad de armas. Esta etapa del conflicto, que terminó con una inicial victoria paraguaya, tenía como objetivo proteger la retaguardia del Paraguay, que pensaba enviar tropas al Uruguay para expulsar a los invasores brasileños. Pero para febrero de 1865 los brasileños comenzaron el sitio de Montevideo y controlaban los puntos estratégicos del Uruguay; Solano López decidió entonces atacar Río Grande do Sul (Brasil) y pidió permiso para hacer pasar sus tropas por el territorio de Misiones al presidente argentino, Bartolomé Mitre. Mitre había permitido el paso de la flota de guerra brasileña por el río Paraná, así que (según pensaba Solano López) también debía permitir el paso del ejército paraguayo por Misiones. Sin embargo, Mitre, que había expresado que Argentina era “neutral” en la contienda (pero había estado tras los coordinados del golpe en Uruguay), le negó el permiso. Solano López sospechó entonces la existencia de un acuerdo entre el presidente argentino y el emperador brasileño (qué perspicaz, Francisco) y decidió tomar la iniciativa: en marzo de 1865, Paraguay le declaró la guerra a la Argentina. Ya estamos todos, entonces. Bienvenidos al desquicio.

     En abril de 1865, la marina paraguaya se apoderó de embarcaciones de guerra argentinas ancladas en el puerto de Corrientes y ocupó la ciudad, y el 1 de mayo del mismo año, los representantes de Brasil, Argentina y Uruguay firmaron el tratado de la Triple Alianza en Buenos Aires.

     Con el ataque a Corrientes comenzó una segunda fase de la guerra: una ofensiva paraguaya sobre territorio argentino y brasileño. Una de sus columnas fue derrotada por los aliados en Uruguayana, la otra llegó hasta Goya (Corrientes); mientras tanto, en septiembre de 1865 la flota paraguaya fue destruida por la brasileña en la batalla naval del Riachuelo. En 1865 Brasil había comprado muchos buques acorazados en Europa y EEUU, y se había transformado en una verdadera potencia naval.

     Entre tanto, a principios de 1866, Brasil terminó rechazando al ejército paraguayo que había invadido Mato Grosso. A partir de entonces Solano López adoptaría una estrategia defensiva, y en la siguiente fase de la guerra las operaciones se desarrollarían mayormente en territorio paraguayo.

     Esta fue la parte más larga de la guerra (de enero 1866 a agosto 1868). Los ejércitos aliados y las lanchas cañoneras remontaron el río Paraná hacia la ciudad de Humaitá (que está a algo menos de 200 km al norte de la ciudad de Resistencia). Tres años y más de 100.000 vidas después, los Aliados lograron avanzar no sin tropiezos los siguientes 50 km, atacando las trincheras paraguayas una tras otra. Mes a mes, Solano López recorría el país en busca de reclutas para engrosar las filas de su ejército. Ejecutaba a todo aquel que consideraba que no cumplía con su deber y designaba espías en el ejército para tener buchones a su orden, hasta que finalmente la fortaleza de Humaitá cayó en poder de los aliados, que terminaron derrotando a un ejército paraguayo que por entonces estaba formado por adolescentes demacrados, adultos mayores y lisiados.

   Malhumorado y sediento de sangre, Solano López descargaba su ira contra conspiradores (reales y supuestos) y encarceló a ciudadanos comunes, ministros, obispos, jueces y hasta a hermanos y cuñados; ejecutó a más de 200 extranjeros incluyendo a diplomáticos, mandó a azotar a su propia madre y la condenó a muerte.

     Hasta 1868 el teatro de las operaciones de guerra en territorio paraguayo había sido la región de Ñeembucú (un triángulo entre Formosa y Corrientes); en el resto del país no se habían visto acciones militares de importancia, aunque en todo el Paraguay se sentían los efectos de la guerra. Para 1867 los cultivos habían disminuido un 70% y el hambre y las enfermedades graves habían diezmado a la población civil.

     La siguiente etapa de la guerra fue breve: duró hasta fines de diciembre de 1868 y terminó con la destrucción del ejército paraguayo en la batalla de Lomas Valentinas. Luego del triunfo los aliados entraron en Asunción, la saquearon (un clásico) e instalaron su propio gobierno. Luis Alves de Lima y Silva, duque de Caxias, que era el jefe de las tropas aliadas, disgustado por la mala conducta de sus tropas, a las que no podía controlar, dio por terminada la guerra y viajó a Rio de Janeiro; le sucedió como comandante el conde D’Eu, yerno del emperador Pedro II.

    Solano López permaneció oculto en la selva, reclutando gente  para seguir combatiendo. Así se llegó a la parte final, que duró desde enero de 1869 hasta marzo de 1870. No fue una campaña militar en sentido estricto, sino un enfrentamiento entre un ejército bien armado (el aliado) y las fuerzas irregulares que quedaban de la resistencia paraguaya. Solano López consiguió formar un “nuevo ejército” de unos 12.000 efectivos, en su mayoría ancianos y hasta niños provistos de barbas falsas y armados con palos. Empezó una especie de guerra de guerrillas, y su locura aumentó. Finalmente, derrotado y con sólo 200 hombres, Francisco Solano López fue alcanzado por la lanza de un granadero brasileño, muriendo mientras huía por el río en la batalla de Cerro Corá, en la cual murió. Su amante, Eliza Lynch, una extravagante ex-cortesana parisina, permaneció junto a él hasta el final, y sus captores brasileños la forzaron a punta de pistola a cavar su propia tumba.

     Paraguay quedó arrasado. Su población, estimada en 525.000 habitantes al comenzar el conflicto, había quedado reducida a 221.000, quedando solamente 28.000 hombres vivos; la poligamia informal se convirtió entonces en algo habitual entre los paraguayos sobrevivientes. La agricultura y la ganadería habían desaparecido. El ganado vacuno, estimado originalmente en más de 2.000.000 de cabezas, no llegaba a 15.000. El país debía importar artículos básicos pero no tenía dinero para pagar las importaciones; se destruyeron muchas obras de infraestructura, el ferrocarrtil y los sistemas de comunicación.

     Las tropas brasileñas ocuparon el país hasta 1876 y las tropas argentinas hasta 1879. Para entonces, Paraguay había cedido a la Argentina el territorio comprendido entre los ríos Pilcomayo y Bermejo y el territorio misionero situado al sur del río Paraná. Y Brasil se quedó con los territorios al norte del río Apa, hoy parte del estado Mato Grosso do Sul.

    En la Guerra de la Triple Alianza murieron alrededor de 480.000 personas.

     Otro clásico.

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