La historia de Bonny y Mary, las temibles piratas del Caribe

No hay oficio en la historia de la humanidad que haya encendido tanto la imaginación del público en general y de los literatos en particular como lo hizo la piratería. Es común pensar que este rudo oficio fue ejercido por curtidos hombres de mar, pero también hubo mujeres que se hicieron célebres como piratas. Las hubo en los siete mares, desde China -con Zheng Shi- hasta el África -con Charlotte de Berry-; también españolas como Malika Fadel ben Salvador, y francesas como Anne Dieu-le-veut, pero sobre todo británicas, entre ellas, las célebres Anne Bonny y Mary Read, las más forajidas que asolaron las aguas del Caribe.

Anne Cormac, más conocida por su nombre de casada Anne Bonny, nació en Cork, Irlanda, el mismo pueblo de donde era oriundo nuestro Almirante Brown. Anne era la hija natural de un abogado, que la crio como un varón. William Cormac, después de pasar por una serie de problemas conyugales, decidió probar suerte en las colonias americanas donde amasó una fortuna. Al poco tiempo de afincarse en Charlestown era un vecino prominente. Su hija, rebelde e impetuosa, desde muy joven tuvo problemas con la Justicia. Se dice que en una discusión apuñaló a una criada que trabajaba en la casa de su padre. Nadie sabe si la historia es real o un mito más en una vida de aventuras.

La mayor parte de las anécdotas que se le atribuyen a Anne fueron escritas por un capitán, Charles Johnson, quien recogió los relatos de piratas célebres del siglo XVIII. Para complicar más las cosas y oscurecer el origen de estos bribones del mar, se dice que este capitán Charles Johnson no era otro que Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe.

Si bien el padre de Anne trató de casarla con un respetable comerciante local, ella prefirió a un marino llamado James Bonny, ansioso por hacerse de la fortuna de su futuro suegro. Como Cormac rechazó al pretendiente de su hija, Bonny se vengó quemando la finca del que se resistía a tenerlo como yerno, llevándose a Anne a Nassau, en Las Bahamas, donde los británicos, devenidos piratas por haber dejado de actuar bajo la Insignia Inglesa, habían constituido la República Pirata.

Desde 1715 existió un estado que se regía por un código de conducta que toleraba el robo y las sustracciones violentas. La Guerra de sucesión española, que había permitido el abordaje de naves hispanas por corsarios ingleses, había llegado a su fin, pero estos hombres que solo conocían el difícil arte de navegar, atrapar barcos indefensos y quedarse con bienes ajenos, prefirieron darle sustento republicano a su forma de vida.

Durante la Guerra de sucesión habían justificado su accionar por bendición de la corona británica, pero ahora era sostenido por derecho propio y en beneficio de esta camaradería que se movía libremente en Nassau bajo la “Jolly Roger”, la célebre insignia de los sables sobre la calavera, que ondeó sobre las naves piratas. Esta bandera fue creada por Jack Rackham, un marino inglés que conoció a Anne Bonny en Nassau donde su marido oficiaba de espía del gobernador británico, tarea que a Anne no le caía en gracia. Conocerla y amarla fue la misma cosa para Jack. Encantado por esta dama de cabellos rojizos, le ofreció una cifra considerable a Cormac para que se divorciara. Pero como no llegó a un acuerdo, Anne y Jack huyeron juntos para iniciar una larga carrera como piratas. Inmediatamente Anne se integró a la tripulación, vestida de hombre durante los abordajes. Por su competencia y fiereza en el combate se ganó el respeto de la tripulación, y pronto las autoridades inglesas pusieron precio a su cabeza.

Durante uno de estos atracos conoció a quien sería su compañera de aventuras: Mary Read. Si la historia de Anne tiene sus oscuridades, la de Mary más aún. Al igual que Bonny, Mary creció vestida de hombre ya que su madre la travestía para recibir el apoyo económico de su abuela. En esta condición ingresó al ejército donde se destacó por su bravura en la batalla. Durante una travesía al Nuevo Mundo, su nave fue capturada por Jack Rackham y Anne Bonny, quien descubrió la verdadera identidad de Mary. Sin embargo, Anne obligó a Mary a mantener en secreto su condición.

Rackham no tardó en sospechar de la cercana relación de Bonny con el nuevo marinero que, intimado por el pirata, terminó por confesar que era mujer. Tras integrarse Mary a la tripulación de la nave, la suerte acompañó a este peculiar trío por un tiempo hasta que en octubre de 1720 el capitán Barnet, de la marina británica, capturó la nave de Jack Rackham frente a las costas de Jamaica. Al parecer la tripulación estaba tan alcoholizada que no ofreció resistencia. Solo Mary y Bonny se defendieron de las tropas inglesas lo que no fue suficiente para impedir que toda la tripulación -incluidas las dos mujeres- fuera condenada a la horca. Ambas apelaron a la ley que impedía la ejecución de una mujer embarazada. Mary murió en la prisión mientras que Anne llegó a dar a luz. Antes de despedirse de Rackham, Bonny le espetó una frase para el recuerdo más cruel: “Si hubieras luchado como un hombre, no deberías ser ahorcado como un perro”.

El rastro de Anne se pierde en la penumbra de los tiempos y la leyenda. Algunos dicen que escapó de la prisión y volvió a hacer lo único que sabía hacer, atracar barcos. Otros sostienen que murió a en la cárcel, ya que no hay documentos que muestren que haya sido liberada. Hay autores que creen que volvió con su padre a Charlestown, se casó, tuvo familia y murió en su lecho de anciana. Y, por último, están incluso los que dicen que abrazó los hábitos y murió siendo monja. En definitiva, el final no modifica su célebre participación en la historia de la piratería.

 

Esta nota también fue publicada en el diario La Nación

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