“El arte es una misión sublime que obliga al fanatismo”

“El arte es una misión sublime que obliga al fanatismo”.

Adolf Hitler

El fin de la Primera Guerra Mundial y los desórdenes sociales y económicos que le sucedieron (hiperinflación, proliferación del anarcocomunismo, quiebre de empresas, el Pacto de Versalles, etc.) fueron un golpe terrible para el orgullo alemán.

Una parte de la sociedad buscó la respuesta en pautas más liberales de conducta, mientras que otra creyó hallar una solución a sus problemas en la rigidez de un orden militarizado.

Los excesos del anarcocomunismo que frecuentemente caían en un activismo violento (huelgas, tomas de fábricas, atentados, magnicidios, etc.), llevaron a los gobiernos a adoptar políticas represivas. Estos excesos no se podían tolerar; era necesario imponer el orden a toda costa. Había llegado el tiempo que Leopoldo Lugones[1] llamó La hora de la espada. Después de 1925, surgieron en todo el mundo gobiernos fuertes que pretendieron imponer sus pautas en todos los aspectos de la vida, aun en los artísticos. Todo en el Estado, nada contra el Estadoera la consigna de Mussolini [2]. El corporativismo estatal, el dirigismo económico y un fuerte nacionalismo se expresaba en mayor o menor medida, bajo distintas formas políticas (el nazismo, el fascismo y el totalitarismo soviético convergen en este punto). El arte no se mantuvo ajeno a estos cambios.

Mientras la sociedad se debatía entre los gobiernos de izquierda y de derecha, un grupo de pintores europeos denunciaba los horrores de la Primera Guerra Mundial.

Los británicos, a pesar de la victoria, veían sus ciudades despobladas después de haber perdido un millón de hombres y contar con un número mayor de inválidos físicos y mentales deambulando por sus calles.

John Singer Sargent [3], hasta entonces un brillante retratista, fue enviado al frente por el British War Memorial Commitee para plasmar en el lienzo el drama que se vivió en las trincheras. Su obra Gaseados, de 1918, muestra esta trágica procesión que el artista pudo presenciar en agosto de ese año, cerca de Arras, después de un ataque con gas mostaza. Esta larga hilera de inválidos tenía connotaciones religiosas y estaba inspirada en La parábola de los ciego[4], de Pieter Brueghel, el Viejo.

Gaseados • John Singer Sargent • 1918 Imperial War Museum, Londres, Inglaterra.
La parábola de los ciegos • Pieter Brueghel • 1568 • Museo de Capodimonte, Nápoles, Italia

¿Acaso existe un metamensaje en la pintura de Sargent? En el pasaje bíblico, un ciego conduce a otros ciegos al desastre (¿era este el mensaje del artis ta?). Si la intención del artista fue criticar a los con ductores de la guerra, fue una intención elíptica que pasó inadvertida porque la pintura continúa siendo la figura central del Imperial War Museum de Londres.

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“Hablo como artista entre artistas pues la política trabaja sobre todo el más difícil y el más duro de los materiales, el hombre”.

Benito Mussolini

Los franceses también pintaron el horror de la guerra, pero curiosamente fue un artista con graves problemas visuales (adquiridos durante la contienda) quien mejor reflejó el ánimo combativo del soldado francés. Quizás Jean-Julien Lemordant[5] hubiese caído en el olvido o solo hubiese sido recordado por algunos estudiosos de la historia del arte, si no fuera por la ceguera que lo convirtió en una celebridad.

Corría el año 1914 y la muerte del príncipe heredero del Imperio austrohúngaro, a manos de un separatista serbio, rompió el débil equilibrio que mantenía la paz en Europa. En poco tiempo, millones de hombres fueron movilizados hacia un frente que, como una pesada oruga, solo se desplazaba pocos metros en muchos años. La ignominiosa guerra de trincheras, las cargas de inútil heroísmo, los gases tóxicos, el tifus, las gangrenas, los espantosos e interminables bombardeos fueron recogidos por los artistas que conocieron de cerca este conflicto.

Jean-Julien Lemordant fue incorporado al ejército al comienzo de la Primera Guerra en Francia. Dada su condición de artista, le tocó un trabajo administrativo, pero él se ofreció como voluntario para el frente, ascendido a sargento de infantería. Varias veces fue herido en combate durante los meses de agosto y septiembre de 1914. El 4 de octubre fue dado por muerto después de sufrir una herida en la cara durante un combate en La Marne. Los alemanes (los bosch para los franceses) lo encontraron aún vivo cinco días después. Trasladado al hospital comprobaron que Lemordant estaba ciego por una bala que había perforado la arcada infraciliar derecha. Con valeciente, fue enviado a un campo de prisioneros.

Dibujos de guerra • Jean-Julien Lemordant

Allí Lemordant comenzó a dictarles clases de historia del arte a sus camaradas cautivos y, como si esto fuera poco, trató de evadirse en dos oportunidades. Sea por las clases, sea por sus ansias evasivas o porque nuevamente se quejaba de no ver, los alemanes devolvieron a Lemordant dieciocho meses más tarde, durante un intercambio de prisioneros. Para cuando Lemordant volvió a Francia, ya estaba completamente ciego.

Se abre, entonces, una nueva fase de su existencia. Lemordant se convirtió en un símbolo para Francia, era el artista heroico, voluntario para el frente, que terminó ciego por su indómito coraje y que aun en la adversidad continuó su guerra privada. El 23 de noviembre de 1916, fue condecorado en Les Invalides por el general Cousin.

Lemordant participó en la propaganda bélica y recorrió el país dando conferencias sobre arte francés. Viajó a los Estados Unidos donde continuó sus exposiciones y charlas. Fue operado en dos oportunidades, que no le trajeron mejora alguna a su condición visual.

El 7 de febrero de 1935, Lemordant sufrió un accidente de tránsito, en el que sólo resultó ligeramente lastimado. Sometido a una nueva intervención y para el asombro de los cirujanos, poco a poco comenzó a recobrar la visión. Lemordant dejaba de estar ciego después de 20 años. En 1937, presentó una retrospectiva donde se destacaron, especialmente, los dibujos de guerra, quizás como un mensaje contra los desastres que se avecinaban.

Nadie pudo confirmar si realmente estuvo ciego o fue solo un simulador. ¿Acaso sufrió una ceguera histérica, como en su momento la tuvo un cabo alemán llamado Adolf Hitler?

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[1] Leopoldo Lugones (1874-1938), poeta, ensayista, periodista y político argentino. En 1915, asumió como director de la Biblioteca Nacional de Maestros, cargo en el que se desempeñó hasta su muerte. En 1920 tomó un giro hacia las ideas nacionalistas con la publicación de un libro de doctrina política, Mi beligerancia. En 1926, recibió el Premio Nacional de Literatura y, en 1928, presidió la Sociedad Argentina de Escritores. Ya en esa época era un ferviente impulsor de las tendencias fascistas que caracterizaban a parte de los militares argentinos. Lugones fue un importante propagandista del golpe militar protagonizado por José Félix Uriburu. En 1938, se quitó la vida en el Tigre, ingiriendo una mezcla fatal de whisky y cianuro.

[2] Benito Mussolini (1883-1945), militar, político y dictador italiano.

[3] John Singer Sargent (1856-1925), pintor estadounidense.

[4] Esta pintura de Pieter Brueghel, el Viejo, se basa en un dicho de Jesucristo que aparece en el Evangelio de Mateo 15, versículo 14, “Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo”.

[5] Jean-Julien Lemordant (1882-1968).

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TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO “LA MAREA DE LOS TIEMPOS” (Olmo Ediciones)

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