William Hunter, el médico más famoso de Londres en el siglo XVIII, hábil cirujano y ávido coleccionista de curiosidades anatómicas (legadas a la medicina en un museo que lleva su nombre), tenía la idea de que la sífilis y la gonorrea (entonces no se conocía la diferencia entre ambas enfermedades), eran transmitidas durante el acto sexual. Hasta allí demostraría tener razón, pero el método para evidenciarlo resultó ser el equivocado (y por lo tanto las conclusiones a las que arribó, también lo fueron).
Ante todo, es menester aclararle que lo que está usted pensando es equivocado. Al casto Dr. Hunter no se le hubiese ocurrido mantener relaciones sexuales promiscuas para demostrar su punto de vista, ¡No señor! Optó por un método más virtuoso (bueno, es una forma de decir). Tomó material purulento de un paciente con gonorrea (al que llamaba toxina generes) y lo puso en contacto con su miembro viril, sin que mediase acto sexual… a los pocos días padeció una uretritis purulenta, signo que confirmaba sus sospechas. La experiencia no resultó ser tan simple ya que días más tarde apareció con un chancro sifilítico. Esta eventualidad empujó al Dr. Hunter a afirmar que ambas enfermedades eran la misma. Y como esto lo decía el Dr. Hunter, era palabra santa …
Sin embargo, con esta falsa conclusión falaz lograda en el sufrido campo de la autoexperimentacion, atrasó en varios años las investigaciones en enfermedades venéreas, porque lo que no sabía el Dr. Hunter es que el paciente del que tomó la pústula, era un pecador que padecía tanto sífilis como gonorrea, enfermedades que el Dr. Hunter contrajo al mismo tiempo gracias a su enorme curiosidad científica.
Su ejemplo no sirvió para escarmentar a otros colegas y poco después el Dr. Stubbins Ffirth de Filadelfia se prestaba a demostrar que la fiebre amarilla no era una enfermedad transmisible por contacto directo. A tal fin se inoculó, instiló e inyectó material proveniente de enfermos que la padecían, y al no contaminarse demostró que no era una enfermedad transmisible por contacto directo o por “mismas ” como se decía entonces …
En realidad, la fiebre amarilla fue un tema excluyente de las enfermedades infecciosas, cuyo origen se debatió por mucho tiempo. El Dr. Carlos Finlay expuso su teoría sobre la necesidad de un vector para su transmisión. Pero, ¿cuál? Un grupo de médicos militares norteamericanos se ofrecieron como voluntarios para ser picados por un mosquito (Anopheles aegypti). Fue así como los doctores James Carroll, Arístides Agramonte y Jesse Lazear, bajo las órdenes del coronel Walter Reed fueron inoculados y pudieron demostrar cual era el vector de la enfermedad, aunque dos de ellos dejaron su vida en el intento.
August Bier demostró los beneficios de la anestesia raquidea en sí mismo y en su ayudante August Hildebrandt. No solo eso, sino que demostraron cual era la dosis necesaria (usaron cocaína entonces) y donde debían hacerse las inyecciones para anestesiar distintas partes del organismo.