La gesta de la ballena asesina

Herman Melville nació en una familia acomodada de Nueva York, aunque su padre vivía por arriba de sus posibilidades económicas, gastando a cuenta de su herencia. Herman recibió una esmerada pero corta educación, ya que su padre falleció cuando tenía doce años. Según algunas versiones, al verse en la bancarrota, su padre se habría suicidado, pero la familia, de profundas creencias religiosas, encubrió la causa de defunción. Después de haber trabajado como administrativo en un banco y como docente, optó por embarcarse en un ballenero, el Acushnet, que le prometía una buena paga y la posibilidad e conocer el mundo.

Su formación clásica y sus inclinaciones literarias le dieron una perspectiva diferente de esta experiencia, un viaje de casi cuatro años alrededor del mundo viviendo en las atiborradas cabinas del ballenero, donde conoció las inclemencias del tiempo, islas exóticas, parajes paradisíacos y hasta caníbales con los que convivió. Las condiciones de vida en los balleneros eran casi infrahumanas, expuestos a temporales, al calor agobiante del trópico, los fríos árticos y el espíritu de insubordinación que se vivía a cada momento. Incluso le costó unos días en una prisión de una isla perdida en el Pacífico Sur de la que huyó sin muchas dificultades.

Sin embargo, la saga de historias sobre sus días en el mar no solo estaba inspirada en las experiencias vividas, sino también en sus lecturas, especialmente en el texto de Jeremiah N. Reynolds, editado en 1839, sobre la captura de una ballena blanca llamada Mocha Dick. Reynolds había hallado al cachalote en las inmediaciones de la isla Mocha en Chile. “Era un macho de enormes proporciones, de una fuerza descomunal… y blanco como la nieve”. Mocha Dick fue casado por la nave de Reynolds en 1838. Fueron necesarios 20 arpones para que el cetáceo se diese por vencido.

Melville se hizo a la mar en diciembre de 1840. Antes de embarcarse asistió a un servicio religioso en la Iglesia llamada “El Belén de los Marinos” (“Seamen’s Bethel”) en Massachusetts, lugar de donde partían la mayor parte de los buques balleneros. Esta iglesia era conocida por los cenotafios de mármol blanco que recordaban a los marinos muertos por el mundo que no habían podido volver a su hogar. Melville inmortalizó esta capilla en su célebre novela como “la iglesia de los balleneros”. Por un año vivió en un espacio reducido, sucio, carente de intimidad. Melville colgaba su hamaca con otros 20 marinos. A cada uno de la tripulación le tocaba un porcentaje de las ventas, que en el caso de Melville era 1/175 de lo recaudado.

Esto podía ascender a una buena suma, ya que un ballenero en un año capturaba 40 cetáceos, lo que implicaba unos 1600 barriles de aceite más varios kilos de ámbar gris, el esperma de ballena utilizado en la industria del perfume. La primera pieza capturada la cobraron en las Bahamas. Una vez muerta la ballena, se la subía a cubierta donde comenzaba la desagradable tarea de trozar al animal y hervirlo, lo que demandaba el accionar de toda la tripulación a lo largo de tres días, aunque ese olor a grasa era muy difícil de quitar y los acompañaba por el tiempo que durará el viaje. Después de atracar en Río de Janeiro, la nave siguió directo al Cabo de Hornos. En el Pacifico sur, pasó cerca de la isla Selkirk, nombre del náufrago que dio lugar a la historia de Robinson Crusoe.

Por primera vez en meses de navegación se detuvieron en Santa Harbor, en Perú, donde el capitán Pease –al mando del Acushnet– dio tiempo de esparcimiento a la tripulación. Allí Melville conoció a Owen Chase, hijo de uno de los sobrevivientes del ballenero Essex. Esta nave estaba bajo el comando del capitán George Pollard cuando fue atacada y hundida por un cachalote en 1820. Así nació la gesta de la ballena asesina que Melville convierte en la ballena blanca, Moby Dick. El naufragio del Essex ocurrió a 3700 km de la costa de Sudamérica. Veintiún sobrevivientes llegaron en tres botes a las islas Pitcairn. Tres de ellos decidieron quedarse en la isla, pero los demás continuaron el viaje hacia la costa americana. Después de 95 días de navegación, debieron recurrir a beber su orina y a la antropofagia para sobrevivir.

Solo ocho hombres, incluidos el capitán Pollard y el oficial Chase, fueron rescatados por un barco mercante y conducidos a Valparaíso, y de allí a sus hogares. Chase escribió un texto sobre las desgracias sufridas que inspiró a Edgard Allan Poe para
su novela “La narración de Arthur Gordon Pym”, además de servir a Melville para su gesta de la ballena asesina. Melville visitó las islas Galápagos y continuó su viaje hasta las islas Marquesas, donde decidió escapar del Acushnet. Herido en una pierna cayó en manos de una tribu de caníbales (los Taipi) que lo vendieron a otro ballenero americano, el Lucy Ann.

Un mes y medio más tarde, la nave llegó a Tahití donde Melville fue apresado junto al resto de la tripulación, acusados de amotinamiento. Se escapó y vagó por las Islas de la Sociedad durante unos meses, hasta que se volvió a conchabar en el ballenero Charles and Henry. En Maui, la antigua capital de Hawái, se enroló como marino en la nave de guerra norteamericana llamada United States, que lo condujo a Boston, a donde llegó casi cuatro años después de su partida. El éxito del relato de sus aventuras lo indujo a escribirlas. El primer libro de esta saga fue la historia de su deserción del Acushnet y la permanencia con una tribu caníbal.
A este le sucedieron libros como “Taipi” y su secuela “Omoo”, que narran el tiempo que vivió en Moorea.

Su experiencia en el mar creó en el autor cierta aversión al autoritarismo y un resentimiento hacia la sociedad de la que se sentía víctima. Haber convivido con tribus primitivas le otorgó una perspectiva vital distinta a la de la cultura occidental. Melville conservó algunas extrañas costumbres adquiridas en esos años, como la de jamás prender fuego en su oficina de trabajo. El éxito de sus primeros libros le trajo cierto bienestar económico que le permitió contraer enlace con la joven Elizabeth Shaw. Lizzy, como la llamaba cariñosamente, fue un ejemplo de lealtad e inteligencia que creó el medio propicio para que Melville pudiera dedicarse a
la escritura.

Su obra literaria tiene elementos del romanticismo, la picaresca, el drama gótico, aventuras náuticas y se ha convertido en la pintura del comportamiento de individuos que conviven en condiciones extremas. “Moby Dick” es el más claro ejemplo de las conductas desenfrenadas del hombre. Las desventuras del autor no concluyeron con su años en alta mar; en poco tiempo murieron sus hermanos, uno de sus hijos se suicidó y el otro murió de tuberculosis después de una larga agonía en San Francisco. El éxito de sus libros, especialmente la gesta de la ballena blanca, le permitió vivir con cierto desahogo. Su prestigio como escritor se fue diluyendo con los años, y a su muerte, solo el New York Times publicó un breve obituario de quién sería uno de los más grandes
escritores del siglo XIX.

Su obra póstuma, “Billy Budd”, tardó varios años en publicarse. “Existen algunos momentos y ocasiones extrañas en que este complejo y difícil asunto que llamamos vida, en que el hombre toma al universo entero por una broma pesada”. Muchas veces pensamos que la vida es una broma de mal gusto contada por un idiota, mientras que otras veces requiere el genio y figura de un escritor como Melville.

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