LA SALUD ARGENTINA: Un homenaje a Guillermo Rawson

El 15 de septiembre de 1865 se fundó la ciudad de Rawson, actual capital de la provincia de Chubut. Fue así nombrada por los colonos galeses en honor al Dr. Guillermo Colesbery Rawson Rojo (1821-1890), médico sanjuanino de padre norteamericano. En esa época, no existía el cargo de Ministro de Salud Pública (recién se creó en 1947 con el nombramiento del Dr. Ramón Carrillo). A pesar de esto, Rawson promovió la salud pública desde el Ministerio del Interior, donde se desempeñaba como funcionario del gobierno del general Mitre. Por tal razón, se lo considera el primer sanitarista argentino.

El hecho viene a colación porque no hay muchas ciudades en el país que honren a un médico (por ejemplo, la localidad de Wilde es por el tío del Dr. Eduardo Wilde, quien también fue Ministro de Educación y Justicia de Roca, autor de la ley de educación laica, libre y gratuita que no tiene ni un retrato en ningún colegio de Argentina).

Mire que hemos tenido médicos de nivel en Argentina, pero solo Rawson y Mazza gozaron del privilegio de ser recordados con una localidad …y el primero lo fue por su condición de político y no de profesional de la salud.

Como decíamos, Guillermo Colesbery Rawson fue el gran  sanitarista argentino y co-creador de la Cruz Roja junto a Toribio Ayerza en 1880.

Su padre había llegado a San Juan desde Estados Unidos, invitado a permanecer en el país por el doctor Colesbery, uno de los médicos que atendieron a San Martín.

La relación entre ambos compatriotas fue tan estrecha que el primogénito, nacido en 1821, tenía como segundo nombre el del colega de su padre.

Rawson conoció a Sarmiento en su adolescencia y estudió italiano junto a Domingo para leer la obra del Dante en su versión original (más o menos en la misma época Bartolomé Mitre aprendía la misma lengua, pero con Garibaldi, y con el tiempo traduciría la primera versión al español de la “Divina Comedia”).

Rawson formó parte de la generación del ’37, junto con Mitre, Cané, Tejedor, Alberdi y Gutiérrez, que influyó en la política y cultura argentina, primero como opositores  al régimen de Rosas y luego en el proceso de reorganización nacional.

Rawson recibió una esmerada educación que supo aprovechar gracias a su notable inteligencia e inventiva. Incluso, a los 19 años se había anticipado a la creación de un código Morse para facilitar las comunicaciones.

Mientras estudiaba medicina en la Universidad de Buenos Aires, se ganó el respeto de profesores y compañeros por sus sólidos conocimientos que excedían lo estrictamente profesional. Tal era su desempeño que el rector de la universidad, Paulino Gari, le concedió el título de médico sin necesidad de presentar la tesis correspondiente.

El Dr. Claudio Mamerto Cuenca, médico y poeta trágicamente asesinado durante la batalla de Caseros, le dedicó una sentida página al Dr. Rawson, auspiciando un futuro brillante para él. No se equivocó el Dr. Cuenca.

Así y todo, aunque estaba exceptuado de entregar una tesis, Rawson la presentó y publicó su trabajo sobre enfermedades hereditarias en 1845, cincuenta años antes que se presentaran las Leyes de Mendel.

Vuelto a su provincia natal, pronto fue el médico de las familias encumbradas de San Juan, donde también se involucró en política a punto de ser elegido como miembro de la Legislatura, sin descuidar su trabajo asistencial. Cuando Rosas reclamó el apoyo de San Juan para enfrentar a Urquiza, Rawson fue el único legislador que alzó su voz en disenso. Cuando Urquiza se impuso en Caseros, el doctor pronunció un ferviente discurso en su apoyo, pero se opuso al gobernador Benavídez y estuvo preso por 15 días.

En 1866, fue elegido diputado por San Juan para asistir al Congreso de Paraná. A pesar de una reticencia inicial, decidió participar y, a los pocos días era nombrado vicepresidente de la Cámara. Su intensa labor en pro de la unión nacional (recordemos que Buenos Aires se había separado de la Confederación) y su ahínco por dotar a la nación de leyes progresistas y liberales lo ungió como uno de los políticos más destacados de la reorganización nacional. Lo llamaban “el cerebro y corazón de la República”.

Por sus antecedentes e idoneidad, Mitre no dudó en nombrarlo Ministro del Interior, y junto a luminarias como Rufino de Elizalde en Relaciones Exteriores y Dalmacio Vélez Sarsfield en Hacienda. Desde este puesto, Rawson promovió la colonización, la expansión del ferrocarril y la implementación del telégrafo, ya que Morse había dado cuerpo a la fantasía adolescente de Rawson.

Su gestión fue ardua, llena de escollos, con intervenciones de las provincias, descalabros políticos y hasta la tan debatida guerra con el Paraguay.

Su nombre surgió como el natural sucesor de Mitre para la  presidencia, pero en los comicios de 1868 fue derrotado por su conterráneo.

Rawson continuó su tarea como legislador, pero sus conocimientos médicos lo convirtieron en el referente de la salud pública, especialmente después de las epidemias de cólera y fiebre amarilla que azotaron distintas localidades del país. Fue el primer profesor de Higiene del país y se destacó no solo localmente, sino que sus trabajos se publicaron tanto en Francia como en Estados Unidos (en la exposición del centenario en Filadelfia). En 1879, fue aceptado por la American Antiquarian Society y el 10 de junio de ese año, siguiendo el convenio de Ginebra y la obra de Jean Henri Dunant, fundó la Cruz Roja Argentina cuyo primer presidente fue el oftalmólogo Pedro Roberts.

En el campo de la medicina, Rawson publicó estudios sobre la salud en las casas de inquilinato de Buenos Aires, donde no solo existían enfermedades y trastornos, sino que allí se gestaba la desorganización social por las miserias e injusticias de las que sus habitantes eran víctimas.

En sus últimos años, Rawson trabajó en su consultorio y en la cátedra de Higiene, lo que le valió una pensión honoraria del Congreso gracias a los servicios prestados por décadas. Sin embargo, ese  dinero fue destinado para instituir un premio que llevó su nombre dedicado a trabajos epidemiológicos.

Aquejado por un problema oftalmológico, fue a atenderse a Francia donde falleció en 1890. Su cuerpo fue repatriado y un mausoleo construido en el Cementerio de la Recoleta alberga los restos de este médico y estadista.

Hoy, en un país convulsionado que menosprecia a los que se preocuparon por la salud de los argentinos debemos preguntarnos: ¿Qué hacer con la salud en este país construido sobre gigantes como Rawson, Wilde, Ramos Mejía, Muñiz y tantos otros que se hace difícil enumerar a todos para no caer en injusticias?

Hemos llegado al punto más bajo de nuestra historia, no solo en lo ético y en lo político sino también en lo asistencial.

De la salud todos se acuerdan cuando falta y estamos a punto de destruir lo logrado por tantos años de desarrollo sanitario y científico. Este modelo actual ha demostrado ser un rotundo fracaso.

Como país, habíamos logrado una medicina de excelencia y ahora estamos por tirar por la borda este trabajo y el don más preciado de una nación, la salud de su pueblo.

rHomenaje de la Academia Nacional de Medicina a Guillermo Rawson, publicado en el periódico “La Semana Médica” el día 30 de junio de 1921, en el centenario del nacimiento de Rawson.

Urge definir un Programa Médico Obligatorio realista y no una fantasía que no se pueda soportar. El sistema está quebrado y hay que priorizar los medios para lograr una salud pública que apunte al desarrollo de la nación sin caer en demagogia y concesiones efectistas. Pero esta tarea es de instituciones académicas, médicos con equipos y asesores, no de gerenciadores que atienden intereses económicos propios .

La libertad de elección del profesional de la salud es condición sine qua non para que se premie el esfuerzo y la transparencia del sistema. En las famosas “cartillas” no hay una valoración de la capacidad profesional, nadie toma examen para acceder a ellas, por eso es esencial la libertad de elección y también la obligatoriedad de valorar periódicamente esas credenciales en una rama de la ciencia que crece a cada minuto.

Pero estás exigencias deben ser acompañadas de un reconocimiento acorde, no podemos tener una medicina del primer mundo a precios de Zimbabwe. ¿Usted cree que con esta inflación se puede pagar a 90/120 días como lo hacen prepagas, algunas autotituladas “premium”, cuyas consultas raramente superan los cinco dólares?

Y más aún, ¿Usted piensa que podemos tener un país armónico con esta inflación? La inflación mantiene a la sociedad en permanente disputa, todos pensando en la inmediatez y nadie con un proyecto a largo plazo.

En este nuevo esquema de salud se deberá valorar la idoneidad académica y no el amiguismo y la subordinación para integrar las célebres “cartillas”.  Esta es la forma en la que las nuevas generaciones tendrán un estímulo para crecer y perfeccionarse sin pensar que la única salida es Ezeiza. (El 82 %de los jóvenes que rindieron examen de residencia habían valorado irse del país ¿Para eso gastamos fortunas para formar médicos?)

Y, por último, un invento argentino: entregar la salud de 15 millones de argentinos a los sindicatos, una idea  nefasta que no salió de Perón, como vulgarmente se cree, pero que benefició a sindicalistas peronistas. Este engendro no existe en ninguna parte del mundo y solo ha servido para manejos turbios e irresponsable que duplican o triplican (como poco) los gastos de salud, sin control ni asistencial ni administrativo, y solo sirven para enriquecimiento de unos pocos a costa de la salud de muchos. Casos hay demasiados, pero la amnesia colectiva hunde las barbaridades en el olvido.

En honor a Rawson, Cecilia Grierson, Francisco Javier Muñiz, Ramón Carrillo y tantos otros, pensemos en  una nueva salud para los argentinos.

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