La historia de Alcohólicos Anónimos

¿Cuál es la peor de la adicciones? Algunos dirán las drogas como la cocaína o ahora que se puso de moda, el fentanilo, otros pensarán en el tabaquismo, algunos hablaran de los opiáceos (que hacen estragos en los EEUU) , drogas sintéticas, cannabinoides, etc., etc., etc.

Pues no, la peor adicción es el abuso de alcohol, la sustancia de inicio para sustancias psicotrópicas, causa de no menos de 200 enfermedades y trastornos mentales que ocasionan 3.5 millones de muerte al año, especialmente en el grupo etario entre los 20 y los 40 años. El alcohol es el tóxico de más consecuencias sociales, el responsable de más de la mitad de los accidentes automovilísticos, el mayor responsable de violencia familiar y descomposición moral.

El consumo mundial de alcohol se estima en 6.1 litros por personas, pero en países del este europeo como Moldavia, Checoslovaquia, Rusia y Ucrania los valores rondan los 16 libros anuales. Mientras en Argentina es de 9.3 libros (en Chile sube a 9.6 y en El Salvador es solo de 3.2).

El problema social relacionado con el alcohol es inmenso, pero mayor aún es el dinero que mueve, calculado en un billón de dólares anuales. De este dinero, una fracción importante está destinada a la publicidad que se encarga de mostrar a personas felices compartiendo una copa y darle aires de refinamiento y exclusividad a su consumo. Si este es moderado, la presencia de taninos tiene cierto efecto beneficioso sobre el sistema cardiovascular, pero ese límite es fácil de burlar gracias a la sensación de bienestar e hilaridad que produce (la llamada “etapa del mono”).

Si uno de los progenitores es alcohólico, del 25 al 50% de sus hijos tienen riesgo de desarrollar esta enfermedad (llamémosla así de una vez) crónica y mortal.

Los propensos a la dipsomanía tienen niveles más altos de acetaldehídos en sangre, sustancias responsables de los efectos placenteros del alcohol.

Para colmo de males, si una mujer embarazada ingiere alcohol durante la gestación existe la posibilidad de que su hijo sufra un síndrome alcohólico fetal, responsable de afecciones orgánicas en el niño.

¿Cómo combatir ese flagelo cuando la adicción es placentera, la droga es de fácil acceso, no hay un fuerte castigo social y la publicidad y los medios estimulan su uso? Pues es difícil, muy difícil …

Si bien en algunos países musulmanes está prohibido, el único intento de suprimir su ingesta en Occidente fue  la llamada Ley Seca en Estados Unidos, en 1930, pero fue un fracaso. Nunca como en los años que estuvo vigente esta prohibición hubo tantos casos de encefalopatías alcohólicas, la más grave complicación del alcoholismo después de la cirrosis.

Como pasa con todos los vicios, entrar es fácil (y en este caso, muy fácil), pero salir es el problema.

Desde mediados del siglo XIX existen movimientos organizados que, reconociendo el daño que produce el alcoholismo en la sociedad, promueven la abstención.

El grupo más difundido en su momento fue el llamado Grupo Oxford, una sociedad compuesta en su mayor parte por no alcohólicos que aplicaban valores espirituales universales a la vida diaria de aquellos que los seguían. Si bien este grupo originalmente era oriundo de Inglaterra y estaba conectado con el monseñor Newman de la Iglesia anglicana, evolucionó hacia otras formas de cristianismo.

A principios del siglo XX, Sam Shoemaker (1893-1963), un predicador de la Iglesia episcopal estaba a cargo de los grupos de Oxford en Estados Unidos. Sin embargo tuvo serios desacuerdos con uno de los  fundadores del grupo, Frank Buchman (1878-1961) cuando éste reorientó al grupo en una nueva dirección política que promovía una revolución espiritual, aunque promovía, en 1914, una activa participación de los EEUU en la contienda que se avecinaba.

Shoemaker era el rector de la Calvary Church donde asistía a la recuperación de alcohólicos con consejos y charlas de apoyo. En el grupo Oxford de Akron, Ohio, también conducido por Shoemaker coincidieron Bill Wilson (1895-1971), un agente de la bolsa, y el Dr. Robert “Bob” Smith (1879-1950) un cirujano. Éste último buscó ayuda en el grupo Oxford gracias a la buena experiencia de su amigo Ebby Tacher (1896-1966).

Cuentan que el Dr. Smith ya se había internado en un hospital de Nueva York para tratar su etilismo. Esta era su tercera recaída. Estaba sometido a una cura de sueño cuando su amigo Ebby lo visitó y le habló de su cura gracias al apoyo del grupo de Shoemaker, que lo instaba a seguir a Jesús.

Ese mismo día, Bill Wilson tuvo una experiencia sobrenatural (estaba en tratamiento con sustancias psicotrópicas como la belladona). Esta experiencia fue tan impactante que de allí en más se convirtió en abstemio.

Entonces Bob Smith lo conoció a Bill Wilson, nieto de un alcohólico y excombatiente de la Primera Guerra que comenzó su adicción durante la contienda y empeoró durante la Crisis del 29. Después de varios intentos, conoció al Dr. Smith y su experiencia sanadora. El 10 de junio de 1935 ambos dieron comienzo a su tarea de permanecer sobrios gozando del mutuo apoyo. Todo era válido para mantener su sobriedad y recurrieron a la ayuda espiritual, a la prensa y a la formación de grupos de  personas unidas con la intención de no recaer en el alcoholismo. Ese fue el comienzo de Alcohólicos Anónimos (AA). Este grupo, a través de libros, folletos y charlas insta a seguir los Doce Pasos hacia la curación cuyo duodécimo es, justamente, llevar el mensaje a todo el mundo. “AA es una sociedad de alcohólicos en acción”. Y ese es, según ellos, parte del éxito para no recaer.  

Como todo grupo humano, no carece de problemas ni detractores, tampoco garantiza la curación ni evita  las recaídas, y menos aún cuenta con un aval científico (no hay estadísticas ni estudios a doble ciego), pero la idea de tener un grupo de pertenencia para la contención y con quien compartir experiencias sigue siendo un método valido que se ha extendido a otras adicciones. Obviamente es  un modelo perfectible pero la voluntad de ayudar y ayudarse resulta un recurso encomiable. El tema no es la perfección, sino el progreso, día a día, paso a paso, con voluntad. Como decía Carl Jung, la gente podría aprender de sus errores si no estuviera tan ocupada negándolos.

Actualmente existen 170.000 células de AA distribuidas en 175 países que asisten a casi un millón de personas en el mundo, para salir del flagelo de las dependencias.

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