Italia declara la guerra

     Mussolini sabía que el pueblo italiano prefería la paz; además, su ejército no estaba suficientemente entrenado. Mussolini estaba disgustado por el pacto Hitler-Stalin (me dejaron afuera, eh) y por la crueldad mostrada por Hitler ante los polacos. También le preocupaba que Alemania no lograra la victoria (a ver si apuesto por el caballo que más me gusta pero resulta perdedor…). Pero poco a poco, sus ganas de entrar en acción y la presión del Führer prevalecieron sobre sus dudas y sus reservas.

     En marzo de 1940, los dos líderes se reunieron en Brenner para formalizar su alianza. Mussolini prometió enviar a la batalla a sus tropas cuando se llevara a cabo el ataque de Alemania a Francia. Y el 10 de junio, mientras los franceses se debilitaban bajo el fuego nazi, Italia declaró la guerra a los aliados. Finalmente, en septiembre de 1940, Alemania, Italia y Japón firmaron el Pacto Tripartito, conocido como la alianza del Eje, dando conformación definitiva al Eje Roma-Berlín-Tokio.

     A pesar de sus propias dudas internas, Mussolini había convencido a Hitler de la fuerza de las tropas italianas. Pero la realidad salió a la luz al poco tiempo. En el primer ataque de Italia en el sur de Francia, apenas ganó un territorio muy pequeño. En agosto, 40.000 soldados italianos invadieron una parte de la Somalía británica con éxito pero sin gloria: eran cuatro veces más en número que sus adversarios pero perdieron 2.000 hombres, mientras que Gran Bretaña apenas tuvo 260 bajas, en una batalla que se prolongó durante dos semanas.

     En septiembre, 80.000 soldados italianos salieron de Libia hacia Egipto, rumbo al canal de Suez; no sólo fueron expulsados por un ejército británico de 30.000 hombres sino que además perdieron parte del este de Libia.

     En octubre, sin el consentimiento de Hitler (que acababa de ocupar la zona petrolífera de Rumania sin haber consultado a Mussolini, lo cual le molestó mucho) el Duce envió 155.000 hombres a Grecia desde Albania. No sólo no logró conquistarla, sino que un tercio de Albania cayó en manos griegas, mientras los británicos tomaban la estratégica isla de Creta. Hitler se agarraba la cabeza.

     En teoría, Italia debía librar una “guerra paralela” en el Mediterráneo, mientras Alemania se concentraba en el norte. Pero en 1941 los italianos sufrían una derrota tras otra en África. Los británicos se unieron con dos batallones etíopes y uno sudanés, tomaron la Somalía italiana y Eritrea y en mayo, el emperador etíope Haile Selassie volvió a Addis Adeba, a la que entró junto con las tropas británicas luego de cinco años de dominio italiano. Los italianos ofrecieron poca resistencia.

   Mientras Mussolini no lograba imponer condiciones en la parte que le tocaba, Hitler miraba de reojo los estropicios de su socio. De hecho, las tropas alemanas estuvieron durante todo el año siguiente (1941) recomponiendo los desaguisados de las tropas de Mussolini. Así, el general Erwin Rommel (que había dirigido la temible 7ma división blindada en la invasión a Francia) desembarcó en Libia en febrero con dos divisiones y, a pesar de contar con menos hombres que los británicos, lanzó una ofensiva exitosa: a fines de marzo, 50 blindados de Rommel habían hecho retroceder 160 km a los británicos. Rommel insistió: respaldado por dos divisiones italianas, reanudó su ataque, y a mediados de abril ya había recuperado casi todo Libia, excepto Tobruk.

     En esa etapa de la guerra, Alemania imponía condiciones y arreglaba las situaciones que Italia no podía manejar como se esperaba…

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