Gregorio Funes, el profeta de la Revolución de Mayo

El deán Gregorio Funes murió el 10 de enero de 1829 mientras paseaba con Santiago Wilde por “el jardín argentino”, cerca del lugar que hoy ocupan los Tribunales. La muerte de su amigo Manuel Dorrego lo había afectado profundamente. El coronel no merecía esta muerte ignominiosa y el corazón del deán, hombre entrado en años, no resistió la impresión.

Con el abrupto final de Gregorio Funes, concluía una “vida larga y colmada” –como la definió Domingo Sarmiento–, el desenlace existencial de uno de los más ardientes conductores de la independencia y la organización institucional del país (que no pudo ver concluida). Un hombre que desde la fe y la ética había asistido a liberar a una nación del yugo colonial.

No solo fue una de las mentes preclaras que trabajó en la organización política del país, fue también el primer cronista de los acontecimientos patrios, plenamente consciente de la importancia de la historia como valor fundacional de la nacionalidad.

La historia del deán Gregorio Funes

Descendiente de una familia tradicional cordobesa, curiosamente nació un 25 de mayo pero de 1749. Educado en el tradicional colegio de Monserrat, se doctoró en la universidad local y completó su educación como jurisprudente en España.

Su primer texto trascendente fue “Oración fúnebre y panegírica en las Exequias de nuestro Rey Carlos lII”. Por los conceptos vertidos, se lo señala como un texto precursor de las ideas revolucionarias de mayo. Allí proclamaba que el “hombre ha nacido independiente, soberano, arbitro y juez de sus acciones”, y renunciaba a dicha igualdad por medio de un “pacto social” como al que aludía Rousseau. Esta “Oración […]” escrita en 1789 sería recordaba en 1810 como una justificación profética, transformando a Funes en un “revolucionario sin revolución”.

Una de las obras del deán Gregorio Funes.

En enero de 1804, fue nombrado “deán” (secretario del obispado), título con el que pasaría a la historia. Poco después fue nombrado rector de la universidad de Córdoba por unanimidad de sufragios.

Precedido por estos títulos académicos y su célebre “Oración […]”, viajó a Buenos Aires donde tomó contacto con los hombres más radicalizados entre los criollos y compartió con Belgrano, Castelli y Rodríguez Peña la idea de consagrar como reina del Plata a la princesa Carlota. Este sería el primer paso hacia la escisión de la metrópolis, por entonces en manos de los franceses.

Funes no abandonó su pasión docente y fue un ferviente propulsor de la educación pública. En 1808, creó de su propio peculio la cátedra de geometría, álgebra y trigonometría dentro de la universidad.

Gregorio Funes fue un entusiasta de la revolución de Mayo a cuyos principios dio forma y difundió con entusiasmo en su ciudad natal. Sin embargo, Córdoba fue sede del primer conato de contrarrevolución españolista que contó con el apoyo del obispo Orellana y del exvirrey Santiago de Liniers. Funes fue la voz de la revolución porteña y por pedido de la Primera Junta instó a resistir la sublevación realista. Cuando esta fue vencida, Funes imploró que fuera respetada la vida de los participantes y que fuesen remitidos a Buenos Aires, pero en Cabeza de Tigre todos los cabecillas fueron fusilados, aunque se respetó la vida del obispo Orellana.

Este primer sinsabor no fue obstáculo para que el deán se sumase a la Junta Grande como representante de Córdoba. Gracias a sus conocimientos jurídicos, redactó el reglamento de la Junta que podría considerarse como el primer instrumento constitucional de la patria naciente. En ese texto se estableció la división de los poderes públicos (hoy tan comentados).

El deán Gregorio Funes y la declaración de la independencia

Su fervor patriótico le creó enemigos que lo apresaron y mantuvieron cautivo en el Fuerte por varios meses, reducido a una celda pequeña y siempre a la vista de un centinela. No sería la última vez que su posicionamiento político le traería este tipo de retaliación.

Funes se incorporó a la Asamblea de 1813 donde, una vez más, le encomendaron la redacción de un reglamento provisorio.

Los restos del deán Gregorio Funes (Wikimedia Commons)

En 1816 marchó hacia Tucumán para el Congreso reunido en esa ciudad. Curiosamente lo hizo como diputado de Tucumán y no de su Córdoba natal que había quedado bajo el dominio del Protectorado artiguista. De esa época, data la primera crónica del acontecer político en los primeros años de gobierno patrio. El tal “Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Ayres y Tucumán” fue el primer esbozo de nuestro relato fundacional.

El gobierno de Buenos Aires lo envió de misión diplomática a algunas provincias. Mientras, el deán continuaba redactando textos y artículos periodísticos, además de traducir escritos como el de Dantou donde defiende la libertad de culto y las garantías individuales.

En 1819, se encuentra en Buenos Aires donde actuó como coautor de la fallida constitución de ese año y tiempo después fue elegido senador, pero los disturbios de 1820 le impidieron asumir al puesto y una vez más el deán Funes fue a parar a la cárcel… pero 4 paredes no eran suficientes para frenar la vorágine de ideas del profeta de mayo, quien desde la tribuna periodística defendió sus ideas. Su prestigio fue tal que mantuvo correspondencia con Bolívar y Sucre, quienes le ofrecieron el decanato de la catedral de la Paz.

En 1826 volvió a participar del Congreso Constituyente representando a Córdoba pero, una vez más, sus esfuerzos para dar una ley suprema al país fracasaron. La muerte de su amigo Manuel Dorrego fue un duro golpe que no pudo tolerar y a los 79, en medio del respeto de sus conciudadanos, entregó su alma al Señor.

Gregorio Funes fue un verdadero patriota

Funes fue defensor de la soberanía de los pueblos hispanoamericanos, uno de los muchos religiosos (quizás el más destacado) que puso su inteligencia y conocimientos al servicio de la patria naciente, un clérigo comprometido con la Ilustración en un país bárbaro, un provinciano que defendía el predominio porteño. Quizás la figura de un religioso que propugnaba las teorías de Rousseau en el marco de la ilustración para una revolución libertaria pueda sonarle a muchos contradictorio, aunque sea más adecuado considerarla como la capacidad adaptativa de una mente educada ante los tiempos convulsionados que le tocaron vivir.

Gregorio Funes, el deán cordobés, el profeta de la revolución, el sacerdote ilustrado que leía a Rousseau, que deseaba organizar un país bárbaro y darle un orden al caos.

Funes sufrió persecuciones y estuvo preso, proscripto, marginado y también respetado como un personaje singular de nuestra historia que debe ser analizado bajo la luz distinta que dan los tiempos y cuya riqueza intelectual no ha perdido vigencia.

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Esta nota también fue publicada en TN

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