El principio del fin: la renuncia de Santiago Derqui a la presidencia de la Confederación Argentina

Luego del triunfo de Urquiza sobre Mitre en la batalla de Cepeda, el pacto de San José de Flores, llamado de “unión nacional” (aunque esta toponimia duró poco y nada en términos prácticos), y de las reformas propuestas por la Convención porteña a la Constitución de 1853, se definía al presidente que iba a suceder al entrerriano al frente de la Confederación Argentina.

Se barajaron diversas posibilidades: ante las disputas políticas internas y la falta de un referente neto que salvaguardara la integridad nacional, algunos propusieron la reelección de Urquiza. El vencedor de Caseros se negó porque iba en contra del principio constitucional, por lo que la puja se dividió en dos grandes grupos: quienes apoyaban al ministro del Interior Santiago Derqui, más cercano a los gobiernos provinciales, y quienes sostenían la candidatura del también cordobés Mariano Fragueiro, exministro de Hacienda (economía) de Urquiza, y por entonces gobernador de su provincia.

El pleito se definió por la retirada obligada del todavía vicepresidente Salvador M. del Carril, quien ante los conflictos político-militares en su San Juan natal, que habían iniciado con el asesinato del gobernador federal Nazario Benavídez en 1858, fue responsabilizado por algunos opositores como uno de sus principales impulsores; y-por supuesto-, la influencia tácita de Urquiza, quien apoyó a su ministro en detrimento de la candidatura de Fragueiro, que contaba con la venia de quienes respondían a la política de Buenos Aires.

Finalmente, a Derqui le alcanzó para ganar la elección y el 5/3/1860 asumió como presidente de la Confederación, mientras Fragueiro se hacía con la gobernación de Córdoba. Meses más tarde, se reunió en Santa Fe la Convención Nacional que reformó la Constitución, por lo que Buenos Aires quedaba así formalmente incorporada a la Confederación.

Sin embargo, los conflictos continuaron porque los federales respondían a Urquiza, quien tenía el poder real (sobre todo, económico y militar), más allá de que Derqui quiso imponer lo suyo y respetó su investidura presidencial. Pese a las buenas relaciones entre Mitre, gobernador porteño, y los dos hombres “fuertes” de la Confederación (prueba de esto fue la invitación a Buenos Aires para los festejos del 9 de julio, y luego, Urquiza devolvió gentilezas en el palacio San José, al cumplirse el primer aniversario del pacto celebrado el 11/11 en Flores, que por entonces era un partido limítrofe a la ciudad de Buenos Aires), ni Derqui tenía la situación controlada en el interior, ni Mitre tenía el total apoyo porteño, dado que estaban latentes los vestigios de la secesión, y también algunos filofederales como Nicolás Calvo.

Pero otra vez San Juan fue el detonante, ya que estalló una revolución liberal que depuso al entonces coronel José A. Virasoro (correntino y hombre de Urquiza). En el tomo II del libro “La presidencia del doctor Santiago Derqui y la batalla de Pavón”, de Martín Ruiz Moreno, se detallan algunas de las cartas entre Mitre y Urquiza, en las que el propio entrerriano le había aconsejado a Virasoro-primero él y luego junto al por entonces gobernador porteño-, que se apartara de la política del pueblo sanjuanino que no lo aceptaba. Pero el correntino no aceptó las sugerencias, y terminó siendo asesinado el 16/11/1860.

Derqui reaccionó en consecuencia: mandó una comisión con el gobernador puntano Juan Saá como jefe militar e interventor. Mientras gobernaba Antonino Aberastain, amigo de Sarmiento y afín a los porteños, su resistencia ante Saá y los suyos fue estéril y terminó siendo fusilado. Ahora, quienes pusieron el grito en el cielo fueron los representantes de Buenos Aires, que antes habían justificado el asesinato a Virasoro pero que igualmente llamaron “bárbaros” a los que apoyaron la revuelta contra Aberastain.

Así las cosas, las relaciones entre porteños y confederados, pese a la unión jurídica, se desvanecieron. Derqui, ante la debilidad por quedar entre la espada y pared, se había acercado a Mitre para alejarse de la influencia de Urquiza, con quien para esa altura no tenía la mejor relación. Si se tiene en cuenta que en febrero de 1861 renunció Norberto de la Riestra, pilar del unitarismo y en ese momento hombre de Mitre, como ministro de hacienda de la Confederación, sumado a lo anterior, la relación entre el gobierno de Paraná y el de Buenos Aires parecía rota. Las agitaciones políticas con enviados de uno y otro en pos de influir en favor de los intereses de cada lado continuaron, y la situación se profundizó por la reunión del Congreso Nacional, que debía efectuarse tras la elección de sus respectivos diputados.

El conflicto sumó un área más: la disputa legislativa. Los adictos al presidente y al federalismo denunciaron que Buenos Aires había elegido sus representantes con la ley provincial, y no como expresaba la Constitución Nacional, mientras que los porteños se quejaron de que los confederados no respetaban lo acordado en la Convención de Santa Fe, sobre la residencia mínima de 2 años en un distrito para ejercer cualquier cargo representativo de dicha provincia. Despectivamente, eran llamados los “alquilones” de la Confederación.

Ninguno de los dos quiso ceder, pero Urquiza movió sus influencias para que el Congreso, de mayoría federal, no tomara en cuenta la cuestión de los “alquilones”, y en cambio, no aceptó a los diputados porteños recientemente elegidos. Como si esto fuera poco, ante el triunfo aparente en el Congreso, Derqui redobló la apuesta: en mayo, intervino él mismo la provincia de Córdoba, que estaba gobernada por el mitrista Félix de la Peña, siendo el único caso en la historia argentina en la que un presidente se hizo cargo de una intervención federal.

En junio de ese año, la legislatura porteña suspendió el pago de los subsidios aduaneros acordados previamente con el gobierno de Paraná, y como dice Hilda Sábato en su libro “Historia de la Argentina 1852-1890”, la legislatura porteña autorizó al gobernador Mitre a “emplear los medios oportunos” para remover los obstáculos que impedían la incorporación de Buenos Aires a la república. Por su parte, la Confederación convocó a la Guardia Nacional de varias provincias, Urquiza asumió el mando del Ejército del Litoral, y el Congreso ordenó la intervención nacional a Buenos Aires, declarándola en sedición.

Todo estaba encaminado para un nuevo enfrentamiento militar, que se produjo el 17/9 en Pavón. A diferencia de Cepeda, el resultado del enfrentamiento era incierto, aunque la sorpresiva orden de retirada de Urquiza produjo-sin duda-, un antes y un después en la historia argentina. Hay muchas conjeturas al respecto, como por ejemplo la reunión previa a la batalla en el buque inglés Oberon entre Mitre, Urquiza y Derqui. El entonces secretario del entrerriano, Julio Victorica, escribió en su libro “Urquiza y Mitre”, que el primero se confundió de gabán y “encontró” una carta de Derqui en la que contaba su intención de reemplazar a Urquiza al mando de las tropas confederadas, por Juan Saá, uno de los mayores hombres de confianza del entonces presidente. Esto habría enfurecido al jefe político y militar del partido, quien le habría quitado el apoyo al cordobés. También se habló de la influencia de la masonería, que tuvo su parte porque los 3 pertenecían a la misma.

Sin embargo, lo que el historiador James Scobie expuso acerca de las siderales diferencias económicas entre Buenos Aires y la Confederación, que en parte lo utilizó para sus trabajos el mendocino Enrique Díaz Araujo, fue quizás el aspecto clave de la decisión de Urquiza. Fragueiro, como primer ministro de Hacienda de la Confederación, había intentado impulsar el crédito público con la creación de un banco nacional y su respectiva circulación de papel-moneda, pero su proyecto no funcionó por la tan arraigada costumbre argentina de mirar a corto plazo, que provocó la falta de confianza en dicha moneda, y el fin de ambos proyectos, incluida la renuncia del cordobés.

Se continuó usando el escaso metálico como medio de intercambio, mientras Buenos Aires hacía circular su papel moneda en todo el territorio nacional, ya que además sus riquezas aumentaban exponencialmente a partir de la explotación de los recursos que brindaba la campaña. Siguiendo con este punto de vista fundamental, Vélez Sarsfield había aceptado la cesión de los recursos aduaneros, que como ya expusimos más adelante, fueron levemente modificados para la Convención Nacional de Santa Fe; a sabiendas de que el principal recurso económico de Buenos Aires era el exponencial crecimiento productivo de la campaña.  

La Confederación estaba al borde de la quiebra, y Urquiza, que ya había retirado el grueso de sus tropas hacia Entre Ríos, tuvo que hacerse cargo con dinero de su bolsillo para pagar los sueldos y demás erogaciones del gobierno federal. Pero no por mucho tiempo: hizo caso omiso a los pedidos por relanzarse a la lucha, permitió los avances militares que hicieron los liberales en varias provincias del interior, y volvió a escribirse cartas con Mitre, en pos del camino a seguir para alcanzar la tan deseada unificación nacional. Lo que Urquiza no había podido lograr luego de la derrota de Rosas, ni tampoco con su proclama entre Cepeda y el pacto de San José de Flores, lo haría el gobernador porteño y futuro presidente, aunque-claro está-a su manera y con sus propios problemas. Es por esto que el politólogo e investigador histórico Vicente Massot no se equivoca cuando dice que el vencedor de Caseros en realidad fue Mitre.

Con una situación ya insostenible, Derqui le escribió una carta al vicepresidente Pedernera, con fecha del 5/11/1861, que fue tomada como su renuncia. El fragmento más importante decía: “He llegado a convencerme de que mi presencia al frente de la Administración Nacional se toma como un obstáculo para el arreglo de la actual situación de la República, tan dañosa ya al honor y a los intereses de ella. He resuelto, pues, separarme de ella”.

Así se terminaban los 20 meses de gobierno del presidente olvidado, el primero con la república unificada jurídicamente. Así también fue el principio del fin del proyecto federal de la Confederación Argentina, con Derqui habiendo marchado rumbo al exilio en Montevideo. La matanza de Cañada de Gómez del 22/11/1861, o el fin de la presidencia provisional de Pedernera el 12/12, simplemente fueron la gota que rebalsó el vaso; mientras que Derqui falleció años más tarde en Corrientes, la tierra de su esposa Modesta García de Cossio, estando en la pobreza.

Sillón presidencial que usó Derqui – Museo del Bicentenario

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