Voltairine provenía de una familia de origen francés y debía su nombre al fanatismo por Voltaire que profesaba su progenitor: Héctor de Cleyre. En 1878, cuando Voltairine tenía 12 años, se mudó con él a Port Huron (un pueblo maderero y astillero) quedando su madre, Harriet, y su hermana, Adelaida, en Leslie.
Al año siguiente, Héctor decidió matricular a su hija mayor en una escuela de un convento de alto nivel: el Convento de Nuestra Señora de Port Huron. Héctor parece haberse motivado en parte por un sencillo deseo de dar a su hija intelectualmente dotada la mejor escuela que podía permitirse, pero también porque creía que unos pocos años detrás de los muros del convento curarían a Voltairine de lo que él consideraba la “imprudencia e impertinencia, muy prominentes en ella”.
Voltairine se resistió a la decisión de su padre con toda su energía, pero no tuvo éxito. Intentó escaparse en varias oportunidades del convento, pero recién pudo dejarlo a sus 17 años después de graduarse con honores.
Volvió al centro de Michigan a vivir con su madre y empezó a escribir en una revista semanal librepensadora llamada “The Progressive Age”. Enseguida se unió al equipo editorial y tan pronto como sus ingresos fueron suficientes se mudó sola a Grand Rapids, al oeste de Michigan.
Parece haber tenido un tipo particular de personalidad, el tipo de la devota, la verdadera creyente, la ascética. Por eso, para sus 23, le fue inevitable no elegir llevar una vida de penitente. Fue, en todo caso, una decisión práctica. Si había algo de lo que podía decir que sabía hacer, aparte de escribir y hablar, era penar. Lo había aprendido en Nuestra Señora de Port Huron. Como dijo ella misma en su ensayo “The Making of an Anarchist” (1903): “Por influencias tempranas y educación, yo debería haber sido monja y empleado mi vida en glorificar a la Autoridad en su forma más concentrada, como están haciendo algunas de mis condiscípulas en este momento dentro de las casas de misión de la Orden de los Sagrados Nombres de Jesús y María””.
Voltairine nunca escribió un libro, pero algunos de sus ensayos son realmente clásicos algo olvidados… Su ensayo “Anarchism and American Traditions”, por ejemplo, (el cual apareció originalmente en 1908 y 1909 en las páginas de “Mother Earth”, la revista anarquista de Emma Goldman) es una verdadera perla. En sus páginas, sutil e ingeniosamente, desarrolló: las formas en que está implícito el anarquismo en los escritos de los Fundadores de Estados Unidos; lo absurdo de la educación pública como piedra angular de una sociedad libre, y el problema de la extendida indiferencia por la libertad. Es un tratado muy citable. Es fieramente inteligente y despierta un conmovedor espíritu de desafío.
Como libertaria, la fortaleza de Voltairine no fue su pensamiento original. Destiló y agrupó el pensamiento original de otros. Fue, en el sentido hayekiano del término, una “intelectual”, es decir, una “gestora de segunda mano de ideas” profesional.
A partir de 1890, el año en que nació su hijo con el libre pensador James B. Elliot, Voltairine se verá fuertemente influenciada por Thomas Paine y sobre todo por Mary Wollstonecraft, así como por Henry David Thoreau, Big Bill Haywood, Clarence Darrow, y más tarde por Eugene Debs.
En su ensayo “In Defense of Emma Goldman and the Right of Expropiation”, (1894), se identifica ya con el anarcoindividualismo de la tradición norteamericana. Allí de Cleyre dice: “La señorita Goldman es una comunista; yo soy una individualista. Ella desea destruir el derecho de propiedad, yo deseo hacerlo valer. Yo hago la guerra contra el privilegio y la autoridad, por los que el derecho de propiedad, el derecho real de lo que es propio de la persona, es aniquilado. Ella cree que la cooperación sustituirá completamente la competencia. Sostengo que la competencia de una forma u otra siempre existirá, y que es altamente deseable que lo haga. Pero ya sea ella o yo la que tenga razón, o ambas las que estemos equivocadas, de una cosa estoy segura; el espíritu que anima a Emma Goldman es el único que emancipa al esclavo de su esclavitud, al tirano de su tiranía: el espíritu que está dispuesto a atreverse y sufrir”.
Durante su período individualista, Voltairine de Cleyre no rechazó el trabajo asalariado y en cambio se opuso al “privilegio gubernamental otorgado al capital” que crea una “condición de perpetuo sometimiento al salario” o de ausencia de movilidad social, mientras ella promovía la libre competencia que desde su punto de vista implicaba la oportunidad para “trabajar para sí mismos” o donde se pudieran “capitalizar sus propios productos”. En “Anarchism” escribió en 1901 que: “Mi ideal sería una condición en la cual todos los recursos naturales estén por siempre libres para todos, y el trabajador sea capaz de producir individualmente para sí mismo suficiente para todas sus necesidades vitales, si él así lo decide, así que no será necesario que gobiernen su trabajo ni trabajar las veces y temporadas de sus compañeros. Pienso que ese momento puede venir; pero solo será a través del desarrollo de los modos de producción y el gusto de la gente. Mientras tanto gritaremos con una voz por la libertad para intentar”.
En 1912, en su momento de mayor esplendor como escritora y oradora, enfermó repentinamente, muriendo pocos días después, a los 46 años. Fue enterrada en el cementerio de Waldheim en Chicago, junto a los sepulcros de los anarquistas de Haymarket.
“Ella fue como un breve cometa en el firmamento del anarquismo”, escribió Avrich. “Ella es un planeta en el cielo del feminismo libertario”, escribo yo.