Una muerte científica

Cuando contaba con 65 años de edad, Francis Bacon decidió investigar en Londres los efectos del frío en la descomposición de los alimentos. Era marzo de 1626, y aprovechó las condiciones meteorológicas para salir por nieve con la que rellenar un pollo. Demasiado enfermo para volver a casa, paró en casa del conde Arundel, no presente en esos momentos. Se le puso en una cama que, pese a ser calentada con una sartén, era húmeda, razón por la cual no había sido usada durante un año. Tras esto desarrolló una neumonía, y murió el 9 de abril. Dejó la siguiente nota para lord Arundel:

Mi muy buen Señor, me hubiera gustado haber tenido la fortuna de Cayo Plinio el viejo, que perdió su vida intentando un experimento sobre el ardor del monte Vesubio. Así, yo estaba también deseoso de intentar una experimencia o dos, relativas a la conservación de los cuerpos. Respecto al experimento en sí, resultó excelentemente; pero en el viaje entre Londres y Highgate sentí una gran incomodidad, no sé si debido a la piedra, o algún exceso, o al frío, o incluso a una combinación de los tres. Cuando llegué a la casa de su señorío, no era capaz de volver, y por tanto me fue forzado establecer alojamiento aquí, donde su amo de llaves está siendo muy cuidadoso y diligente conmigo, lo que me convence de que su Señoría no sólo lo indultará, sino que le dará lo mejor. Es más, me ha sido feliz la estancia en la casa de su Señoría, beso sus nobles manos por la bienvenida que estoy seguro me daría. Me parece inadecuado escribir con una mano que no sea la mía, pero a mi pesar mis dedos están tan desarticulados por la enfermedad que no puedo a renglón seguido sostener una pluma.

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