José Larralde (José Teodoro Larralde Saad) escribía sus primeros versos ya a los siete años de edad. Su padre se llamaba José Larralde Iribarren Machicote Berrotagaraicoechea y su abuelo era de Navarra y había venido a la Argentina cuando tenía 14 años. Larralde ha sido trabajador rural, tractorista, albañil, soldador eléctrico, mecánico. Pero él se define como cantor y guitarrero. “Trabajé de todo. En los tractores o de alambrador, cavando zanjas o en el ferrocarril. Muerto de frío, comiendo poco y mal y sin saber si había otra cosa. Pero también sabía que ahí no me iba a morir. La meta mía no era eso. Ya a los 22 años me había hecho mi rancho. Me compré un lote y con mis manos levanté una casa con ladrillos de tercera en mi pueblo. Me sembraba mis verduras y mis cosas y fui haciendo lo que quería: estudiar, aprender a tocar la viola, escribir… porque escribí siempre. No sabía si ésta iba a ser mi carrera, pero era mi vocación.”
Larralde era vecino de José Dip, un hombre amante del folklore y amigo de Jorge Cafrune, a quien Larralde admiraba y a quien deseaba conocer. Dip le promete presentárselo y finalmente lo hace en un asado en la casa de Eduardo Saad, tío de Larralde, en 1966. Larralde le muestra y le canta algunos de sus temas a Cafrune, que queda inmediatamente impresionado, especialmente por dos temas: “Permiso” y “Sin pique”. Cafrune llama al director de grabaciones de la discográfica CBS y le dice que quiere grabar esos temas e incluirlos en su disco, a punto de salir. Eso no resulta posible porque el disco de Cafrune ya estaba listo, pero ambos temas fueron incluidos en el disco siguiente.
Cafrune regresa a Huanguelén para actuar en un lugar cercano y le hace llegar una invitación a José. En esa actuación Cafrune tocó tres temas y presentó a Larralde. El público quedó impactado por el carisma de Larralde y la crudeza de sus canciones. Larralde cantó esa noche más que Cafrune, que estaba contento por sentir que había descubierto a un talento absoluto. Desde entonces, en sus actuaciones, Cafrune nombraba al “chango de Huanguelén” y promocionaba a Larralde, que siempre lo consideró su padre artístico y a quien siempre le mostró su gratitud.
Larralde se presentó ante el gran público en el festival de Cosquín de 1967; la ovación del público fue memorable y la consagración fue inmediata. Sin embargo, con los años Larralde se alejaría de todos los festivales. “Fui a Cosquín dos veces y no quise ir más. Es el padre de todos los festivales, pero también es el padre del manoseo al artista y de la digitación. El artista está ahí para cumplir con un contrato y tiene que gritar lo más fuerte posible porque cantando más fuerte parece que cantara mejor.”
Las canciones de Larralde son críticas, dolorosas, tristes, a veces desoladoras. Describen el durísimo trabajo del gaucho, del hombre de campo de la pampa, del sur de la provincia de Buenos Aires y de la Patagonia. Y las letras llevan verdad; la verdad de quien conoce muy bien los problemas y el sufrimiento del trabajor rural en un ámbito desolado y áspero. Larralde habla de oficios, situaciones y personajes que conoce y que fue incorporando a lo largo de muchos años de vida rural.
Su primer álbum fue publicado en septiembre de 1967: “Canta José Larralde”. Fue un éxito. En 1968 se edita “Permiso”, un disco extraordinario que no deja indiferente a nadie, que incluía “El por qué”, una milonga que fue su primer éxito simple y que sería grabada por muchos artistas. El ambiente musical argentino (no sólo el del folklore) ya se interesaba por aquel cantor serio, de bigotes unidos a las patillas, de voz limpia, sonora y grave y un decir a la vez estridente y sereno, impregnado de tristeza y con una entonación única.
A fines de 1968 presenta “Herencia pa’ un hijo gaucho (parte 1)”, obra de la cual se han vendido millones de copias hasta hoy. A mediados de 1970 se presenta “Herencia pa’ un hijo gaucho (parte 2)”, completando una obra única del folklore argentino, con un texto maravilloso.
Ha compuesto más de seiscientas canciones, aunque ha grabado la mitad de ellas; milongas, recitados, aires pampeanos, triunfos, loncomeos, todos cantados en forma conmovedora. Sus versos son impresionantes, sus rimas son tan naturales que no parecen rimas, su decir es inigualable y su voz extraordinaria. Su canto ha llegado a Chile, Paraguay, Uruguay, Venezuela, Colombia, Brasil, México, Australia, Alemania y España, país en el que ha llegado a vender tantos discos como en Argentina. Tiene editados 27 discos y 19 compilaciones. “Yo fui cantor desde que nací. De chico comencé a escribir muchísimo, rompí y quemé cosas a montones. Nunca pensé que alguien iba a pagar una entrada para verme o que iba a grabar un disco.”
Con el correr de los años Larralde se fue alejando de los circuitos comerciales y de los festivales, y entre 1986 y 1995 no grabó un solo disco. Larralde decidió “salirse del sistema” industrial y masivo en el que se ven envueltos los artistas; ha preferido quedarse solo con su guitarra y sus canciones. Desde entonces ha prescindido de todo medio promocional; sus conciertos son publicitados localmente, en el barrio, con afiches, con el “boca a boca” local. A pesar de eso, cada actuación suya es lleno completo; casi sin promoción llena los lugares donde actúa. Sus presentaciones son ceremonias, no vuela una mosca, el silencio es respetuoso, casi religioso. El clima se va rompiendo solo… o no se rompe. “Lo mío no es un show, ni un concierto, ni un espectáculo, es una guitarreada. Con mi guitarra abro un abanico y a medida que la gente se va entusiasmando extiendo la propuesta. Si veo que el público no me da mucha pelota canto los temas que tengo que cantar y basta. Yo en realidad no le canto a la gente. No le canto a nadie. Canto lo que viví y lo que veo. Canto para mí. No represento a nadie. Soy un solitario que cuenta sus vivencias.”
“José no es un cantor al que tenemos privilegio los folkloristas, sino que José les gusta a todos. En sus conciertos hay personas de mucho dinero, gente de ciudad, gente de campo, personas de clase media, personas humildes, rockeros; es muy emociuonante.” (Yamila Cafrune, folklorista, hija de Jorge Cafrune).
Larralde nunca ha ocultado su desprecio por la maquinaria comercial de la industria de la música. No acepta cantar en teatros céntricos; siempre ha preferido lugares periféricos pequeños en barrios, en el conurbano, en el interior de la provincia de BsAs y en el interior del país. Absolutamente reacio a figurar en los medios de prensa, a dar entrevistas y a recibir distinciones, ha rechazado sistemáticamente a lo largo de su carrera todo tipo de premios, negándose a que se incluyera su nombre en el Diccionario de la Real Academia Española.
“José Larralde, además de dueño de muchísimas verdades, es el protagonista de una realidad que llamamos folklore. Su palabra es seguida con unción por muchísimos seguidores que son fieles como a un sacramento a lo que dice. Y es además un gran conocedor del trabajo del campo y de la mentalidad del hombre que habita sobretodo la llanura bonaerense, y eso no es poco. Gloria a Larralde, tan mal llevado y tan extraordinario protagonista de nuestra realidad.” (Marcelo Simón, periodista).
Larralde también es respetado y admirado entre el público del tango y del rock. “Mi público, por una cuestión de años, se ha ido renovando. Ahora hay jóvenes que llegaron a conocerme a través del rock pesado. Ricardo Iorio fue el culpable; él me grabó algunos temas. Yo los escucho y no los entiendo, pero los pibes han querido conocer al autor de esas canciones y después se enganchan con lo que yo hago y me siguen a todos lados.”
Finalmente, en 1995 presenta un álbum después de estar alejado de los estudios de grabación por diez años. El disco, “Como quien mira una espera”, se convierte en disco de oro. Ese mismo año le otorgan el Premio Konex por mejor cantante folklórico de la década (de esa década en la que cantó por los barrios y los pueblos sin soporte promocional alguno) y el premio ACE.
José Larralde es el último rebelde (y el único) de la música folklórica de la llanura pampeana, y es respetado y admirado por un público que excede al del folklore.