El Mariscal de Campo de los Ejércitos Reales Don Joseph Joaquín de Viana y Sáenz de Villaverde (19 de marzo de 1718-14 de diciembre de 1773) el primer Gobernador español de Montevideo, fue una de las figuras más destacadas del pequeño pueblo de Lagrán, en la Montaña Alavesa, provincia de Álava, País Vasco. El Mariscal Viana se había destacado en las guerras por la sucesión austríaca en el norte de Italia, razón por la cual había sido designado como el primer Gobernador de Montevideo en 1749, función que cumplió por mas de 16 años. En medio de las vicisitudes de las guerras guaraníticas, en las que tuvo un papel protagónico, el 4 de noviembre de 1755, cuatro años después de haber asumido su cargo, en Gobernador Viana se casaba con Dna. María Francisca de Alzaibar y Ealo, que había arribado a Montevideo el 19 de septiembre de ese año. También de origen vasco, nacida en Lemona, Viscaya, era sobrina de D. Francisco de Alzaybar, poderoso armador y marino vasco que fue quien por encargo del Rey llevó los colonos canarios y gallegos que serían los primeros habitantes de Montevideo. Empresario de considerable fortuna fue propietario de centenas de miles de hectáreas de tierras y de cabezas de ganado en la provincia Oriental, que tras su muerte heredaron los Viana.
Parafraseando un conocido film, Viana tenía no solo ocho apellidos vascos, sino diez y seis y más.
Con solo diez años de edad, Francisco Xavier fue enviado por su madre a la academia naval de Cádiz, de donde egresó como guardiamarina a los 14 años. Inició así una carrera muy destacada como oficial de la marina española. Tras combatir en la reconquista de Menorca, en 1782 Viana está a bordo de la fragata Rosario, la que da protección a un convoy de tropas destinado al Gran Sitio de Gibraltar. Fue protagonista en el lugar de la jornada del 13 de septiembre de 1782 una vivencia muy impresionante: a las 10:25 las baterías de tierra, las explanadas de obuses emplazadas en el istmo, las lanchas cañoneras y las 10 baterías flotantes comenzaron al mismo tiempo a abrir fuego contra Gibraltar a un ritmo terrorífico. A Viana le dan la responsabilidad de comandar una lancha cañonera, la número 90, en la bahía de Algeciras, frente a Gibraltar.
En 1784 llega a Montevideo en el bergantín Ardilla y retorna en el “Paquibot San Cristóbal”. En 1786 con la fragata Astrea comandada por Malaspina, Viana dio la vuelta al mundo, tras 20 meses y medio de navegación del total de 26 previstos, en un tiempo récord, siendo los decimoterceros navegantes en completarla. En el año de la Revolución Francesa -el 14 de julio de 1789- a los 23 años, ya con el grado de Teniente de Navío Viana fue elegido, para formar parte de la expedición del gran marino italiano al servicio de España: Alessandro Malaspina.
Zarpan en dos corbetas de Cádiz el 30 de julio de 1789 y navegan cinco años y medio por los océanos Atlántico y Pacífico. Cumplen con creces todas las expectativas científicas previstas. Se dibujaron modernas cartas de navegación y nuevos mapas geográficos, se recogieron magníficas colecciones minerales y botánicas con especies hasta entonces desconocidas y se aportó una gran documentación gráfica y precisos informes sobre el estado social, político y militar de las colonias. Viana regresa a Montevideo en 1796 al mando de la corbeta Descubierta.
Viana es designado entonces Comandante Marítimo -equivalente a Gobernador de las Islas Malvinas en dos períodos, de 1798 a 1799 y de 1800 a 1801. El clima inhóspito e imprevisible de las islas Malvinas, un territorio virgen, inexplorado, semi desértico, muy frío y barrido por fuertes vientos, que se producen en forma repentina, con grandes dificultades para cultivar vegetales que aportaran vitamina C (ácido ascórbico) a la alimentación, con el consecuente riesgo de contraer escorbuto, hacían de este destino una tortura. La población de las islas estaba compuesta por 160 personas, de los cuales 130 eran oficiales, soldados y 26 eran presidiarios.
Es aquí que finaliza la brillante carrera de oficial naval español de Francisco Javier de Viana y Alzaibar, a los 35 años de edad y luego de 23 años de servicio ininterrumpido, tras haber navegado por todos los mares del mundo en una decena de navíos distintos, bajo el comando de los mas prestigiosos e importantes marinos españoles de todos los tiempos, obligado a pedir su pase al ejército por los problemas de salud que los continuados esfuerzos al límite de la supervivencia le habían causado, particularmente en el “cruel y penoso destino“-como él mismo dice- del establecimiento de la Soledad de Malvinas. En los veinte y tres años de servicios y en las navegaciones emprendidas por Viana, éste cruzó la línea Equinoccial once veces, rebasó el Cabo de Hornos tres, recorrió la costa de América desde Tierra del Fuego hasta Alaska e igualmente las costas asiáticas del océano Pacifico.
Por ello pide su traslado al ejército, donde lo nombran en 1801 Sargento Mayor de la plaza de Montevideo, con el grado de Teniente Coronel. A mas de las razones antedichas puede que inteligentemente hubiera decidido cambiar de vida, casarse, formar familia y haber pensado que ello era incompatible con la profesión de marino.
Tras una larga tramitación para obtener el permiso correspondiente, el 11 de julio de 1802, los 38 años, en Montevideo, se casa con su sobrina, Maria de la Concepción de Estrada, 21 años menor que él, hija de su hermana Teresa y de un oficial del ejército, el sargento mayor Tomás de Estrada, con quien tiene en 1802 a Consolación.
La madre de Viana, Dna. Maria Francisca de Alzaybar, la “Mariscala”, fallece el 5 de febrero de 1803, a los 68 años de edad. En compensación, ese mismo año nace su segundo hijo y mayor de los varones, José Joaquín de Viana Estrada, bautizado con los nombres de su abuelo el Gobernador. En 1804 nace el tercer hijo, Francisco Xavier Ambrosio, en 1807 Tomás Francisco y en 1809 Fernando Agustín.
En materia de trabajo interviene en la Comisión Demarcadora de Límites Luso-Española.
En 1804 Viana es designado Comandante Principal de la Campaña Oriental y de la frontera luso-brasileña, al mando de unos 300 hombres. Quién acompañó a Viana en la campaña a la frontera fue su ex compañero de colegio, José Artigas, quien hasta entonces había vivido en el noroeste oriental y había realizado tareas rurales y comercio ganadero legal e ilegal.
En oportunidad de las Segundas Invasiones Inglesas, las fuerzas hispanas (2.362 hombres) que defendieron Montevideo estaban comandadas por el brigadier Lecocq. En el combate del Cristo o del Cardal, Francisco Xavier de Viana peleó valientemente como segundo jefe del brigadier Bernardo Lecocq y después tuvo la responsabilidad de la defensa de las murallas de Montevideo resistiendo en su Ciudadela, asiento natural del Regimiento Fijo de Montevideo bajo su mando, la última posición en rendirse a los británicos.
El por qué Francisco Xavier de Viana y Alzaibar ha sido casi olvidado en la historia rioplatense, es difícil de establecer. De cualquier manera, es innegable que fue uno de los protagonistas más importantes del primer quinquenio tras la virtual emancipación de las provincias del Rio de la Plata de España, en 1810 y que hizo una fundamental contribución a la libertad sudamericana.
Reincorporarlo a nuestra memoria histórica, recordarlo a los rioplatenses, reconstruir su accionar, interpretar sus ideas y evidenciar sus relaciones políticas me ha parecido importante.
Su protagonismo surge en primer lugar porque provenía de una de las familias mas destacadas del Río de la Plata, pues los Viana no solo eran miembros de una noble familia alavesa, cuyo palacio en Lagrán se conserva aún hoy, sino que portaban los antecedentes de importantes servicios al Reino tanto en el área militar como naval.
Pero además Francisco Xavier de Viana tenía altos méritos propios: poseía la formación superior de la Escuela Naval de Cádiz y apenas salido de la adolescencia pasó a una temprana adultez: tuvo la experiencia de los horrores de la guerra naval en el Mediterráneo. Pocas acciones de guerra se comparan con el increíble y dantesco asalto de Gibraltar que a Viana le tocó vivir.
De allí a dar su primera vuelta al mundo con Malaspina en la fragata Astrea y ser un oficial destacado en el lustro que duró la expedición Malaspina, que incrementó en mucho sus conocimientos en materia naval, marítimos, científicos, geográficos, políticos, sociológicos, económicos. Viana fue entonces el prototipo del humanismo ilustrado, del “iluminismo”.
Y fue de esa manera que Viana adquirió un cosmopolitanismo que ninguno de sus colegas del gobierno del Río de la Plata tenía. Posiblemente no hubo en su tiempo en el Río de la Plata otro marino con iguales calificaciones, que dominaba como pocos las ciencias de la navegación; quien conocía los detalles constructivos y todas y cada una de las partes de un navío, que hubiera participado en acciones de guerra marítima, que conociese casi todos los mares del mundo, que tuviera una formación y una cultura -como se denota de su Diario de Viaje – comparable a la suya. En la década de 1810 era el único dirigente que había escrito un libro, que aún hoy mantiene su interés por sus descripciones geográficas, sociales, políticas, biológicas, meteorológicas, y llega hasta poder esbozar un diccionario de otra lengua (la de Vavao o Tonga).
Aprendiendo a obedecer también aprendió a mandar. Pasó a comandar una de las naves de las cuales había sido oficial. Y retornó al Río de la Plata y a su ciudad natal. Le tocó entonces una experiencia extrema: gobernar por dos años las Islas Malvinas, comprometiendo su salud, pero seguramente incorporando conocimientos sobre la naturaleza humana como sería imposible en otro lugar.
Como si eso fuera poco, tras su vuelta a Montevideo, pasa de la marina al ejército, un cambio sustancial de cultura y ambiente laboral.
Entonces forma y establece su familia: se casa y tiene sus primeros hijos.
Pero su paz duró poco: pronto debió asumir otra misión épica, como fue establecer la autoridad del reino español sobre la frontera con el Brasil portugués, en una región de abrumadores bosques subtropicales vírgenes de características diametralmente opuestas a los desérticos páramos pedregosos y casi carentes de vegetación y fauna de las islas Malvinas, donde debió comandar tropas de soldados compuesta por gauchos primitivos que eran el último descarte de la civilización, que no tenían nada por perder, casi sin oficiales salvo su compañero Artigas.
Su siguiente actividad bélica constituyó la defensa de Montevideo frente a los invasores ingleses. La organización de las fuerzas de 2.360 hombres como segundo del brigadier Bernardo Lecocq contra unos 3.000 británicos en la batalla del Cristo y poco después en la defensa de la ciudadela de Montevideo, el último baluarte en rendirse. Si es cierto que se aprende mas de las derrotas que en los éxitos, este debe haber sido el caso, pues aunque en una acción perdidosa, le tocó a Viana participar de la mayor batalla librada en el territorio del Río de la Plata.
No por nada pocos años después ya en el comienzo del período de la emancipación iniciado el 25 de mayo de 1810, el Primer Triunvirato primero y luego todos los gobiernos que se suceden hasta mediados de abril de 1815, Viana estará a cargo de la organización y supervisión de todas las acciones de guerra de esos gobiernos patrios, salvo el período de 1813 en que actúa como Gobernador de Córdoba del Tucumán pero durante el cual no abandona su vocación de estratego militar, posiblemente el único del Río de la Plata.
Primero desde mediados de noviembre de 1811 cuando el Primer Triunvirato lo designa Jefe del Estado Mayor del Ejército. Mucha confianza, gran respeto por sus cualidades personales y morales, por sus capacidades y conocimientos en materia militar debían tenerle los patriotas de mayo para confiarle el mas alto cargo de la organización castrense de las incipientes Provincias Unidas. Tendrían certeza sobre su fidelidad a las ideas revolucionarias. Luego cuando el primus inter pares del Segundo Triunvirato, Sarratea, lo lleva con él para que lo secunde en la acción absolutamente prioritaria del Gobierno: lograr dominar Montevideo, el foco de resistencia realista mas cercano y peligroso para la Revolución de Mayo. En esa posición está, hasta mediados de febrero de 1813 en que la situación conflictiva con Artigas en el sitio de Montevideo lo lleva a renunciar -inútilmente, pues de nada valió la posición negociadora de los gobiernos de Buenos Aires frente al caudillo oriental- quien siguió sin ceder un ápice en sus demandas y en sus intempestivas posiciones, con escaso sentido de la oportunidad. Cuando españoles y portugueses, por no contar a los ingleses que también nos miraban con voracidad, amenazaban las Provincias Unidas por todos lados, no era el momento para definir la organización nacional.
La designación de Viana en el cargo de Gobernador de la extensa región de la entonces Córdoba de Tucumán, la mas importante del país en ese entonces después de la de Buenos Aires, es otra afirmación de la extrema confianza que las máximas autoridades del país tenían en su persona, en sus cualidades y capacidades, no ya solo como militar sino también como dirigente.
Luego como Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina con Posadas cuando éste asume el cargo de Director Supremo hasta la caída de Alvear, es Viana el hombre de confianza en la materia de la guerra terrestre y naval de los gobernantes de Buenos Aires.
Fueron entonces sus jefes los triunviros: Juan José Paso, Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan Martín de Pueyrredón, Nicolás Rodríguez Peña, José Julián Pérez, Antonio Álvarez Jonte, Gervasio Posadas y Juan Larrea, junto con los secretarios sin voto: Bernardino Rivadavia y Vicente López y Planes, así como los Directores Supremos Gervasio Antonio de Posadas y Carlos María de Alvear.
Esta pluralidad de figuras icónicas de la Revolución de Mayo le tenían tanta confianza y respeto como para confiarle la responsabilidad mayor de esos gobiernos en tales años, cual era la defensa del ex virreinato, amenazado por todas sus fronteras y del cual todavía los realistas ocupaban las provincias Oriental y la del Alto Perú.
Mucho dice esto sobre el respeto y la consideración en que tenían sus jefes las cualidades humanas, personalidad, experiencia y capacitación de Viana.
Debe destacarse la noción de que se trataba de un trabajo en equipo. Si bien las determinaciones principales se materializaban en documentos, muchos de los cuales nos llegan hasta hoy, es innegable que las todas las decisiones debían estar precedidas por conversaciones, intercambio de ideas, discusiones, discrepancia de criterios, evaluación de riesgos, posicionamiento de cada uno de los participantes, establecimiento de metas y objeticos, de estrategias y tácticas. En esas circunstancias, la voz de Viana era escuchada, sus razones atendidas, su experiencia respetada.
Los hechos concretos son que los pasajeros de la fragata George Canning, San Martín, Alvear, Vera, Arellano, Holmberg, Zapiola, son incorporados a los ejércitos patriotas por gestión de Viana. Está tras de la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, así como de toda la organización de los ejércitos, de su logística en general, de la gestión del personal militar: nombramientos, ascensos, traslados, remuneraciones, bajas, premios. De la provisión del armamento menor y mayor, artillería, munición; de la instalación de fabricas militares tanto de armas como de pólvora. Del transporte y desplazamiento de tropas. De la caballada. De la alimentación de hombres y caballos. De la provisión de uniformes. Y de presupuestar, distribuir y obtener los recursos para todas las operaciones militares. Durante su jefatura del Ejército Belgrano vence en Salta y Tucumán. San Martín lo hace en San Lorenzo. Viana es responsable de los sitios de Montevideo. La victoria del Cerrito se obtiene estando él en el mando in situ. La estrategia sobre el desplazamiento final de los españoles del gobierno de Montevideo por Alvear, para después -con los recursos obtenidos- iniciar la tercera campaña al Alto Perú, se establece cuando Viana es el Secretario de Guerra y Marina. La formación de la primera armada patriota ocurre bajo su responsabilidad. La selección, compra y armado de los navíos, la contratación de los mandos navales y la marinería también. Cuando Viana es ministro, la flota obtiene las victorias de Martín García y de Montevideo y Alvear rinde a esta ciudad.
Viana es el autor de un plan para defender el Río de la Plata cuando sobreviene la amenaza de un poderoso ejército español. Es defensor insospechado de la unidad de las Provincias. En su exilio de Chascomús esboza uno de los primeros planes de ampliar las fronteras sud-occidentales del país. Es quien instruye a Fructuoso Ribera sobre como enfrentar a los invasores portugueses de la provincia Oriental.
Viana fue el jefe de San Martín, Alvear, Belgrano, Artigas, Soler, Dorrego, Rondeau, Viamonte, Guido, Álvarez Thomas, Brown. Y por lo menos bien se merece que a él se lo reconozcan méritos análogos a los atribuidos a Pueyrredón en cuanto fue el primero en apoyar a San Martín en la organización del Ejército de los Andes.
Todos los militares actuantes entre 1812 y 1815 honrados con nombres de calles argentinas y monumentos estuvieron bajo su mando.
¿Hay algún prócer rioplatense contemporáneo de Viana que haya hablado mal de él?
¿Qué lo haya criticado con fundamento o sin el?
Era para sus contemporáneos, jefes y subordinados la personalidad militar, comprendiendo en este concepto tanto lo referido a la guerra terrestre como la marítima, mas respetado por su larga trayectoria, su experiencia, su seriedad, su participación en batallas marítimas y terrestres, su cultura, sus conocimientos científicos, sus manejo de las matemáticas, su capacidad de mando.
Y es el juicio de los contemporáneos lo que cuenta, pues eran ellos -tanto sus superiores como sus subordinados- quienes lo conocían personalmente, que hablaban con él, que discutían e intercambiaban opiniones y lo escuchaban razonar, llegar a determinaciones, resolver problemas de altísima complejidad, con enormes limitaciones de recursos presupuestarios y de recursos humanos.
Los gobiernos con los que a Viana le tocó actuar estaban virtualmente en quiebra, carecían de los mínimos recursos financieros. El ejército del Norte había sido destruido, habían perdido todo su armamento y liquidado su organización.
El ejército auxiliar de la Banda Oriental, había consumido en el prolongado sitio a Montevideo enorme cantidad de recursos monetarios, logísticos y humanos. No había como alimentar, vestir y armar soldados y caballos.
Era en esas condiciones de pobreza extrema del gobierno que a Viana le tocaba actuar, por más que Larrea hiciera milagros para obtener los fondos necesarios para financiar los gastos públicos, que eran fundamentalmente los gastos militares.
De hecho el ridículo juicio de residencia -de responsabilidad, podríamos llamarlo- al que es sometido en mayo de 1815, cuyos causales se desconocen, lo condena si pero a una pena relativa. ¿Deportado a Chascomús? Y en realidad al poco tiempo se la levantan y le permiten -culposos y vergonzantes de la injusta condena en particular y en general de la traición cometida y del cruel maltrato personal- retornar a Montevideo con su familia.
Como se ha dicho: “la lima del tiempo, que todo lo borra” ha desdibujado el rol fundamental que tuvo Viana en la afirmación y defensa de la emancipación rioplatense.
En el Rio de la Plata del lustro 1810-1815 que nos ocupa, es esencial entender que subsistía una parte importante de la población que seguía sosteniendo su apoyo a la monarquía española, que tuvo como uno de sus hombres mas sobresalientes a Martín de Álzaga. Evidentemente no eran mayoría, pero no dejaban de ser un grupo importante.
Pero aún dentro de los independentistas, o sea los partidarios de la emancipación, existían sustanciales diferencias entre dos grupos que -sin desconocer que entre las posiciones personales mas extremas existiria un gradualismo y que cada protagonista en particular podía tener eventuales cambios de opinión – se han clasificado en las dos “facciones” principales: los “saavedristas” y los “morenistas”.
Los primeros tenían ideas de mas moderadas a conservadoras, dominaron el Cabildo de Buenos Aires y el Primer Triunvirato, tenían inspiración cristiana, “Suarista”. Los han acusado -tal vez injustamente- de sostener con mezquindad sus propios intereses económicos comerciales. Hoy podrían calificarse de populistas y gatopardistas. En su mayoría eran monárquicos constitucionalistas, si bien compartían con sus opositores las ideas de establecer el gobierno independiente. Fueron responsables del “sacudimiento volcánico” o revolución del 5 y 6 de Abril de 1811 y del Motín de Fontezuelas en 1815. Ciertamente eran anti Alvear y su grupo.
Por su lado los “morenistas” o “partido de Vieytes” tenían ideas más radicales, racionalistas, laicistas e iluministas. Eran abiertamente anticolonialistas, fueron los creadores de la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro. Adoptaron rápidamente la insignia blanca y celeste, fueron responsables del movimiento del 8 de octubre de 1812, constituyeron el Segundo Triunvirato, la Asamblea del año XIII, tanto el 1ero. como el 2do. Directorio. Eran pre-unitarios y muchos fueron republicanos. Sus opositores los definían como “Jacobinos”, “Fanáticos”, “Extremistas”, decían de ellos que “quebraban los límites de la moderación” y que “Provocaban los excesos mas desenfrenados”. También los llamaban el “Club”. Los admirables logros establecidos por la Asamblea del año XIII caracterizaron su ideología, de un modernismo admirable para la época.
Francisco Xavier de Viana ciertamente formaba parte de este segundo grupo.
Las ambiciones personales, despecho, envidias, celos, falta de inteligencia, cortedad de miras, del primer grupo llevaron al desplazamiento del grupo “Morenista”, con la caída de Alvear el 15 de abril de 1815.
Hdemos intentado una clasificación de los protagonistas de los sucesos posteriores a la Revolución de Mayo según esos dos grupos de afinidad ideológica y política. Sin descartar errores propios de una clasificación aproximada, surge que ambos grupos eran similares en número, con una pequeña posible predominancia del primero de ellos, según nuestro cómputo.
Las despiadados enfrentamientos entre ambas facciones llevaron a que la región del Rio de la Plata desembocara en la anarquía y una postergación del establecimiento de instituciones sólidas y provocaron el surgimiento de grupos políticos, el renacer de los enfrentamientos de los “pueblos” contra Buenos Aires que habían desaparecido desde 1810, se despertaron envidias y rencores, se alentaron revanchas, se despertaron regionalismos extremos que llevaron a consolidar la separación definitiva del Paraguay, el Alto Perú y la provincia Oriental.
Si bien se había coincidido en emanciparse del gobierno español, no existía aún la convicción unánime de la conveniencia de declarar la independencia, que solo se afirmaría llegando a 1816.
Es posible que Posadas, Viana, Alvear, no supieron ni pudieron prevenir ni neutralizar y contrarrestar las reacciones defensivas de algunos hombres mediocres que les eran cercanos, principalmente Rondeau, Álvarez Thomas, Soler, los cabildantes de Buenos Aires, Artigas. También no deben haber podido transmitir suficientemente sus hechos de gobierno y su visión sobre la estrategia a seguir para proteger la revolución y extenderla al Perú. Aparte de gobernar bien hay que comunicar muy bien y esto parece que no ocurrió durante el mandato de los dos primeros Directores Supremos de las Provincias Unidas.
Tal vez demasiado “argentino” para los uruguayos y demasiado “uruguayo” para los argentinos, Viana era en verdad RIOPLATENSE. Tal vez por eso los historiadores argentinos y uruguayos no lo hayan tenido suficientemente en cuenta. En el caso de los uruguayos sin duda debe haber influido mucho las discrepancias de Artigas con quien fue su superior durante varios años.
Su rol fue determinante en el gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata entre 1811 y 1815. Muy reconocido sobre todo por sus contemporáneos, lo que le califica y le dá una envergadura superior a la que podría atribuírsele varias décadas después de los acontecimientos en los que participó. Respetado por sus colegas como el militar rioplatense más completo de su tiempo. Sus jefes solo tuvieron para con él comentarios positivos: Malaspina y Bustamante y Guerra, conocidos por su exigencia y detallismo, así como Posadas, civil, culto, universitario. Alvear, durante la campaña final sobre Montevideo, no solo respeta sus órdenes sino que lo confirma como Ministro de Guerra y Marina cuando reemplaza a Posadas como Director supremo. El único cosmopolita de nuestros gobernantes primigenios, que conocía casi todo el mundo. El único que podría calificarse de “iluminista” de nuestros próceres.
En el primer lustro de la Revolución de Mayo entre sus protagonistas había una absoluta predominancia de los pro monárquicos. Al momento de la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816 esa era la idea predominante. Muy pocos eran quienes sostenían ideas republicanas, entre los cuales Artigas, quien se iría afirmando en esa convicción paulatinamente al avanzar la década de 1810. Pareciera que la concepción de gobierno monárquico iba asociada casi naturalmente con una organización centralista o unitaria, como contraposición a la federal, alternativa que sólo comenzó a tomar incipiente forma en el período 1815-1820, aunque sin llegar aún a la violenta separación que devendría años mas tarde y solo comenzó a curarse tras Caseros, en la segunda mitad del siglo XIX.
En síntesis, tenemos la convicción que el destacado Brigadier General Don Francisco Xavier de Viana y Alzaibar en sus ideas era pro la emancipación, independentista, pro monárquico, centralista y aspiraba a conservar la unidad de las provincias comprendidas originalmente en el Virreinato del Río de la Plata. En verdad, una concepción del gobierno similar a la de San Martín, de Belgrano, de Bolívar, posiblemente de Alvear.
Por último diremos que Viana fue un notable hombre de estado, de gran influencia en su primer y muy difícil lustro y que en consecuencia su impronta fue fundamental para el devenir de la emancipación rioplatense, que nos llega hasta hoy: en aquel entonces su protagonismo fue de la máxima importancia.
Si como dijo José Manuel Estrada, no hay prédica más eficaz de amor a la patria, que la historia bien estudiada, hemos tratado de profundizar en tal sentido la participación esencial de Viana en nuestra historia en general y en particular la militar y destacar sus méritos, lamentable y misteriosamente olvidados hasta ahora hilando los múltiples documentos existentes que ilustran los acontecimientos esenciales del nacimiento de nuestras naciones.