Un prócer rioplatense desconocido – Parte III

Renuncia de Posadas y nombramiento de Alvear

La insurrección de Rondeau y sus oficiales del ejército del Norte oponiéndose a su sustitución por Alvear, aparentemente llevó a Posadas a renunciar al cargo de Director Supremo, el 9 de enero de 1815.

En verdad, al leer su declaración en el Juicio de Residencia al que se le sometió meses después, cabe pensar que Posadas se sentía ya viejo -57 años- o enfermo o agotado, o con falta de motivación para continuar su muy difícil gestión y que aprovechó la insubordinación de Rondeau para justificar su renuncia. Pero también debe haber motivado su renuncia el disgusto que le provocó la falsa, gravísima, maliciosa, injuriosa e injusta acusación que lanzó el grupo saavedrista acusando al Gobierno de la infidencia de “querer entregar el país a Fernando VII”.

En definitiva la Asamblea aceptó su renuncia y designó a Alvear para reemplazarlo, quien asumió el 10 de enero de 1815.

Su primera disposición fue confirmar en sus cargos a los tres ministros de Posadas: Francisco Xavier de Viana, Juan Larrea y Nicolás de Herrera, con la consecuente continuidad en el gobierno.

Se negoció con Artigas su salida de Entre Ríos y Corrientes, contra la eventual independencia de la Banda Oriental, que este, agrandado, no aceptó.

En Santa Fe, el gobernador Eustaquio Díaz Vélez era resistido por la población, posiblemente por ser porteño, por haber sido designado por el gobierno de Buenos Aires y por haber establecido impuestos y contribuciones forzosas que los habitantes rechazaban. El 14 de marzo de 1815 estalló una revuelta alentada por Artigas y Hereñú quienes ese día llegaron allí. Díaz Vélez renunció el 24 de marzo e inmediatamente Artigas determinó que la provincia de Santa Fé entrara en la Liga Federal, por él creada. Dos días después asumía la gobernación Francisco Candioti, cercano a Artigas.

Al saber de esto, Alvear decidió entonces enfrentar a Artigas y dispuso que los ejércitos de la capital y el estacionado en Olivos liberarían Entre Ríos y Santa Fe y luego la Banda Oriental. A fines de marzo envió contra los federales autonomistas de Santa Fe un ejército de unos 3.000 hombres al mando de Viana, quien después eventualmente pasaría a la Banda Oriental y a Córdoba.

El 3 de abril de 1815 salieron de Buenos Aires las fuerzas destinadas a reunirse con las de Alvarez Thomás, destacadas días antes, y eventualmente con las de Díaz Vélez, para formar, a las órdenes de Viana, una división “capaz de contener a los orientales” y reconquistar Santa Fe.

En esa misma fecha en que el Ministro Viana emprendió la partida, Alvarez Thomás, acampado en Fontezuelas se amotinó, desconoció al gobierno de Buenos Aires y fue copando las fuerzas que iban llegando allí. Ese día dirigió un oficio a Artigas declarando que había cesado toda lucha entre los ejércitos por ellos comandados siendo sus deseos mantener estrecha fraternidad y alianza con todos los pueblos libres de las provincias. Al llegar a Fontezuelas o Fontezuela localidad cercana (11,3 km) a Pergamino, Francisco Xavier de Viana fue hecho prisionero.

Álvarez Thomas había sido secretario de Viana cuando éste era Jefe del Estado Mayor en noviembre de 1811. De nuevo nos preguntamos, ¿cómo Viana no lo conocía? ¿cómo no había reconocido sus características de falsedad e hipocresía? Tal vez Viana era tan apegado al respeto de la autoridad que no podía imaginar la traición de un subordinado. ¿No tenía otra opción al designarlo? El hecho concreto es que haber confiado en Álvarez Thomas no solo provocó el terrible disgusto de la caída del gobierno de Alvear, sino inumerables situaciones negativas al país y posiblemente su atraso por varias décadas.

En respetuosos términos, Ignacio Alvarez desde el Cuartel General del Ejército Libertador en marcha, en abril 14 de 1815 intima al General D. Carlos de Alvear a renunciar.

Álvarez Thomas tras haber arrestado a su jefe Viana, volvió a Buenos Aires, sometiendo a las fuerzas militares leales a Alvear acampadas en Olivos, apoyado por el general Soler y aliándose con el Cabildo porteño. Este estaba dirigido por su Regidor y Alcalde de primer voto, Francisco Antonio de Escalada, hermano del suegro de José de San Martín, Antonio José de Escalada. El Cabildo además organizó movimientos populares similares a los del 5 y 6 de abril de 1811, para respaldar su acción. El Consejo de Estado le aconsejó a Alvear de renunciar al cargo de Director y al percibir éste su debilidad presentó su renuncia ante la Asamblea, la que le fue aceptada el 17 de abril de 1815.

Acabó entonces por un tiempo -hasta la designación de Pueyrredón por el Congreso de Tucumán- el federalismo impuesto por la Asamblea del XIII, ya que el Cabildo de la Capital extinguió la Asamblea y sustituyó al Director Supremo designado por aquella.

Luego de haber logrado la renuncia de Alvear, el Cabildo tomó el gobierno y disolvió la Asamblea y el 20 de abril, designó inexplicablemente como Director Supremo al General José Rondeau, a sabiendas que se encontraba en el Norte al mando del Ejército y de las características de su débil personalidad. El gobierno de la Unión continuaría siendo dominado por el Cabildo de Buenos Aires, con mucho menor participación de los “pueblos” que cuando intervenía la Asamblea

En definitiva se designó al traidor coronel Ignacio Álvarez Thomás como Director, aunque quitaron su designación de “Supremo”.

Procesos de residencia del año 1815

Al nuevo Gobierno de Álvarez Thomas, sus adláteres y propiciadores del Cabildo y del partido saavedrista les pareció que el juicio de civiles y militares afines al grupo de Posadas y Alvear les permitiría justificar su revolución, si demostraban que el gobierno que habían derrocado había cometido infinidad de delitos y abusos. Pero según habremos de ver, el tiro les salió por la culata ya que nada de ello consiguió probarse, e incluso las penas a las que condenaron a los morenistas al poco tiempo debieron ser revertidas y los condenados fueron liberados y se permitió el retorno a los exilados. Fueron juzgados los civiles Antonio Alvarez Jonte, Bernardo Monteagudo, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Nicolás Herrera, Valentín Gómez, Gervasio Posadas, Juan Larrea. Los presos civiles fueron confinados en la cárcel de la guardia de la Casa-Cuna, en el cuartel del regimiento no. 2 y en la casa de la Asamblea, en condiciones penosas. Fueron maltratados y vejados, sin miramientos por su edad, estado de salud y méritos patrióticos, por quienes eran en la mayoría de los casos, parientes, amigos, vecinos y por lo menos, bien conocidos.

El interrogatorio era tendencioso, preconceptuoso y capcioso, cuando no pueril o absurdo y trataba de influir y orientar las respuestas para lograr culpar a los dos gobiernos Directoriales anteriores:

Entre otros militares, fue juzgado y condenado Francisco Xavier de Viana: “Está condenado y condena á don Francisco Xavier de Viana, brigadier, que se le recoja sus despachos y se le confine á Chascomús por cuatro años, donde debe estar á los cargos que el Gobierno le hiciese sobre el desempeño de los empleos que ha obtenido.”

Siete de los militares fueron enviados a Artigas con la cruel intención de que los fusilase, a lo que no accedió.

Tras pocos meses, posiblemente a fines de 1815 o comienzo de 1816, de alguna manera Viana fue libertado de su confinamiento en Chascomús y se le permitió viajar a Montevideo a residir con su familia.

Allí le tocó vivir la triste situación de la invasión portuguesa y la instalación en el Gobierno de Montevideo y de la provincia Oriental, el 20 de enero de 1817, del General Carlos Federico Lecor, Visconde de Laguna, ocupación que se extendió hasta 1825.

Viana no vivió para verlo pues falleció el 5 de marzo de 1820. Tenía 55 años de edad, la misma a la que había fallecido su padre el Gobernador. En efecto, Francisco Xavier había nacido en Montevideo el 2 de diciembre de 1764, el año de la expulsión de los Jesuitas. Era hijo del Mariscal de Campo de los Ejércitos Reales Don Joseph Joaquín de Viana y Sáenz de Villaverde (19 de marzo de 1718-14 de diciembre de 1773) el primer Gobernador español de Montevideo.

CONTINUA EN PARTE IV

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