Cerro Corá: Morir antes de rendirse

Después de abandonar Asunción, el mariscal Francisco Solano López arrastró lo que quedaba de antiguos esplendores y miserias, hacia el interior del Paraguay, internándose en lugares casi inexplorados. Arrastraba con su ejército que se desvanecía, a su madre y hermanos prisioneros, acusados de conspirar contra el Mariscal. Lo acompañaba su amante, Madame Lynch, la hermosa irlandesa que había unido su destino a este hombre señalado para conducir los destinos de una nación pujante, ahora luchando para sobrevivir al acoso del ejército brasileño, conducido por el Mariscal Cámara. Eran quinientos paraguayos enfermos, inválidos, debilitados por las enfermedades, pero dispuestos a luchar por su presidente, contra 1.500 “Cambá”, como le decían a los soldados de color que peleaban para el Imperio.

El 28 de febrero de 1870, los indígenas Caygús le advirtieron a López, que los brasileños estaban cerca, y le ofrecieron llevarlo al fondo de los bosques, por donde no podrían encontrarlo. López rechazó el ofrecimiento. Ya había tomado una decisión. Iba a defender a su país hasta el final, porque él era Paraguay.

Vistiendo un uniforme de gala y montando su caballo de batalla, se pasea ante las tropas mientras el coronel Víctor Silvero (uno de los pocos argentinos que peleó a sus órdenes) vivaba al mariscal López, generalísimo de los ejércitos de la República… que entonces se reducía a estos escasos soldados a los que dirige la palabra, afirmando que está dispuesto a sucumbir junto a ellos en el campo de batalla. A Silvero le pide que escriba lo que ha visto y ha oído en esos seis años, y lo que habrá de vivir en este embate final en Cerro Corá.

López desplegó a sus hombres a orilla del Aquedaban, dispuesto a vender cara su vida. Sable en mano, se bate contra el enemigo. Los Cambá se ensañan con López. Han puesto precio a su cabeza; 100 libras prometió Cámara a quién lo ultime. No es fácil la tarea, López resiste. Chico Diabo (José Francisco Laucerada), un soldado brasileño, le abre el vientre con su lanza. López se desangra y desfallece, pero logra reponerse. Unos oficiales lo rescatan y logran arrastrarlo treinta metros, pero lo alcanzan los brasileños y los arrinconaron a orillas del arroyo. Su cuerpo cae al agua, su sangre tiñe al torrente. Casi inconsciente exclama, “Muero con mi patria”, y arrastra consigo un retazo de bandera… era casi todo lo que le quedaba del Paraguay.

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Chico Diabo.
Chico Diabo.

 

El general Cámara fue testigo de esta tenaz resistencia, y ante Rodolfo Alarralde (el único argentino que acompañaba a los brasileños), ordena que disparen al moribundo. El soldado João Soares ejecuta la orden y López muere peleando, como había jurado.

A pocos metros muere su hijo Panchito, coronel de los ejércitos del Paraguay de solo 17 años. Muere defendiendo su familia. “Un coronel paraguayo no se rinde” exclama antes de caer. A Madame Lynch la arrinconan, la acechan como lo hicieron con todas las mujeres paraguayas, intentan vejarla, pero ella exclama, “No me toquen, soy inglesa”. Inmediatamente la sueltan…

Junto a López y su hijo murieron el vicepresidente Francisco Sánchez, los generales Aguiar y Riva, los coroneles Ávalos, Caminos, Estigarribia, Lirios y otros valientes que habían sobrevivido a esta guerra dispar. El cuerpo de López no fue respetado, se robaron su ropa y hasta le cortaron una oreja, como macabro recuerdo. Chico Diabo se lleva el facón de López que llevaba las mismas iniciales que su matador. Los soldados brasileños, matan a bayonetazos o degüellan a los oficiales que ofrecieron resistencia. Solo hubo 280 sobrevivientes, entre ellos, Madame Lynch y los cuatro hijos del Mariscal, que fueron puestos bajo la protección de los imperiales. Pocos días después abandonaban Asunción con rumbo a Buenos Aires a bordo del “Jaurú”.

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Muerte de López en Río Aquidabán.
Muerte de López en Río Aquidabán.

 

 

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Última foto del mariscal Francisco Solano López, tomada semanas antes de su muerte.
Última foto del mariscal Francisco Solano López, tomada semanas antes de su muerte.

 

 

El Triunvirato que había sido nombrado para gobernar al Paraguay después de la derrota, declara a López traidor.

La figura del mariscal después del repudio inicial, fue lentamente consagrándose en la memoria popular. Su paranoia, sus crueldades (que llevaron a recluir a su familia), su empecinamiento por llevar la guerra hasta las últimas consecuencias, fue cediendo ante su exacerbada defensa de la patria, que culminaron con su inmolación. En 1936, su cuerpo fue depositado en el Panteón Nacional, consagrándolo como el héroe del Paraguay.

¿Fue necesario tanto derramamiento de sangre, tanto despliegue de coraje para defender una pasión imposible? Cada cual tendrá una respuesta a esta historia que se repite, de una forma u otra, desde los albores de la humanidad.

Mariscal López asesinado por un paraguayo

 

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