Los Godos

Si bien suelen ser denominados como “un pueblo germánico”, hay pocas evidencias de los godos antes de su contacto con los romanos; por lo tanto, el origen exacto de los antiguos godos se desconoce. Como pueblo nómade, no resulta tan fácil seguirle los pasos hacia atrás. De hecho, el primer relato sobre la historia temprana de los godos fue escrito en 551 d.C., y para entonces los godos ya habían hecho caer al Imperio romano de Occidente.

La historia de los godos es un periplo desde una tribu en Escandinavia hasta la fundación de reinos en Hispania e Italia. Por el camino tuvieron victorias y derrotas, pobreza y riqueza. Los godos fueron uno de los pueblos más importantes de algo que fue llamado “las invasiones bárbaras” por los romanos y “la época de las grandes migraciones” por los pueblos germánicos. Así, tuvieron un destacado papel en la formación de la Europa posterior a la desaparición del Imperio romano de Occidente. Eso sí: debido a la prolongada duración de su contacto con Roma, fueron el pueblo germánico más romanizado de todos.

La mayoría de historiadores están de acuerdo en que los primeros godos provienen de Götaland (o Gotia), una región en el sur de Suecia. Desde allí emigraron a la región que hoy es Polonia y desde allí pusieron rumbo a la estepa póntica, una región de Europa oriental de casi un millón de kilómetros cuadrados que se extiende desde el norte del mar Negro y del Cáucaso, incluyendo partes de las actuales Bulgaria, Rumania, Moldavia, Ucrania, Rusia y Kazajstán.

Sin embargo, hay otras teorías sobre el origen real de los godos. Una de ellas (basada en investigaciones lingüísticas) dice que los godos son de origen báltico y están relacionados con los prusianos y los letones. Otra teoría dice que los godos derivan de los escitas, pueblos indoeuropeos nómades de las estepas de Europa oriental que ocuparon un extensísimo territorio desde las alturas de Altai hasta el mar Negro (es cierto que se amalgamaron con los escitas, pero eso parece haber ocurrido más adelante en la historia). Sea cual fuere la más cercana a la verdad o aún siendo todas parcialmente ciertas, los godos formaron un conglomerado de diversas etnias con una cultura uniforme que fue ampliándose y diversificándose.

Como quedó señalado, el primer paso migratorio fue asentarse en Polonia, hacia el siglo I; estos asentamientos a orillas del Báltico se llamaron Gothiscandza. Durante más o menos un siglo se expandieron por todo el curso del río Vístula, llegando a dominar una gran extensión territorial entre el mar Báltico, el mar Negro, el río Rhin y el Río Don. En esa región se enfrentaron con los rugios, otro pueblo germánico que había llegado antes. Los expulsaron hacia occidente y prosiguieron sus batallas con los nuevos vecinos, los vándalos (un pueblo germánico de Europa central con el que volverían a encontrarse siglos más tarde en Hispania).

Ya instalados en la estepa póntica, se fraguaron (aparentemente por razones geográficas) dos pueblos del mismo origen pero diferentes: los ostrogodos y los visigodos. Los ostrogodos gobernaron en Dacia (hoy Rumania y Moldavia) y más tarde formaron el reino ostrogodo de la península itálica. Los visigodos llegaron a la península ibérica y la gobernaron desde la actual Toledo. Con el tiempo, ostrogodos y visigodos volvieron a ser un solo pueblo bajo el el reinado de Teodorico el Grande.

Pero veamos con un poco más de detalle cómo se fueron dando las cosas…

Debido al aumento de su población, cosa que ocurría debido a la mezcla con las tribus eslavas y bálticas con las que fueron tomando contacto, el rey Filimer, en la segunda mitad del siglo II, decidió ir hacia el sur. Cuando llegaron a las tierras de Escitia, al sur de Ucrania, los godos adoptaron la forma de vida de esos pueblos nómades que venían de las estepas de Asia y Europa. Llamaron a su nueva tierra Reidgotaland.

Comenzó a producirse entonces un efecto dominó: cada tribu que llegaba echaba a otra que a su vez se dirigía hacia el sur y presionaba y echaba a la que estuviera instalada antes ahí, más hacia el sur. Y como los godos no eran muy pacientes, la paz no se mantenía por mucho tiempo con las tribus anteriores ni con las vecinas. El resultado fue que los pueblos que iban siendo desplazados iban llegando a las fronteras del Imperio romano.

El Imperio romano ya no era tan rico por entonces; los emperadores eran una sombra de lo que habían sido medio siglo antes. Sin embargo, en comparación con los demás pueblos fuera del Imperio, Roma seguía siendo un faro. Posiblemente si el Imperio hubiera conservado para entonces su vigor anterior, las invasiones germánicas hubieran sido bien diferentes. Pero la historia es la historia, y este no era el caso.

A consecuencia de estas sucesivas presiones hacia el sur se desarrollaron las guerras marcomanas, en las que los godos no participaron, pero que fueron debilitando las fronteras del Imperio. El momento de chocar con Roma se acercaba, hasta que en el año 238 ocurrió la primera incursión de los godos en el territorio del Imperio romano: el saqueo de Histria (o Istros), una ciudad en la costa occidental del mar Negro. Luego de este episodio, los romanos, que admiraron la capacidad guerrera de los godos, comenzaron a contratarlos como mercenarios. O sea, trataron de manejar la cosa “por las buenas”.

Desde el 251 hasta el 257, los godos comenzaron un período beligerante que los llevó a controlar gran parte de la costa del mar Negro. Unos años más tarde, el emperador Claudio Gótico (este apelativo no es casual) se dirigió hacia los Balcanes para darles un escarmiento; los godos, al enterarse, decidieron atacar Italia por sorpresa, pero les salió mal, ya que Roma los venció bajo las órdenes de Aureliano (que luego sería emperador) en la batalla de Naisso.

Ya como emperador, Aureliano abandonó Dacia. Los godos, entonces, ocuparon enseguida esa región. Y jugaban a dos puntas, porque muchos godos aún prestaban funciones en el cada vez más débil ejército romano, al que respetaban cada vez menos. Para esta época ya se había inventado el alfabeto gótico: el misionero godo arriano Ulfilas fue quien lo creó; lo hizo para traducir la Biblia, y eso llevó a la conversión de muchos godos del paganismo germánico al cristianismo arriano (arrianismo).

La situación se mantuvo con una precaria estabilidad durante varios años, pero hacia el año 370, los hunos llegaron a las estepas de Ucrania (éramos pocos…). Después de un par de batallas y dos reyes muertos, se produce lo que sería la división de los godos: los ostrogodos (podríamos designarlos como “los godos orientales”), cayeron bajo el dominio de los hunos y se sometieron a ellos. Los visigodos (“los godos occidentales”), en cambio, pidieron ayuda a Roma.

Roma aceptó a los visigodos en condición de “foederati” (algo así como “socios”, con compromiso de asistencia mutua) y les entregó las zonas de Moesia y Tracia a cambio de sus servicios. Pero en el año 377 los visigodos se rebelaron; al año siguiente, al mando de Fritigerno, vencieron a los romanos en la decisiva batalla de Adrianópolis, donde murió el emperador Valente, al mando de las tropas romanas. Después de Valente vino Graciano y luego llegó el emperador Teodosio, de origen hispano, que fue nombrado inicialmente emperador de Oriente y que luego terminaría siendo el último emperador de ambos Imperios.

Por primera vez tambaleó la continuidad del Imperio romano; ya no defendía sus fronteras, defendía su existencia. Con el Imperio romano dividido en dos, Alarico, el nuevo rey visigodo, atacó Constantinopla y Grecia. Teodosio, partidario de incorporar germanos al Imperio, nombró a Alarico gobernador de Iliria para intentar calmar al rey bárbaro. Esta jugada diplomática-política y la cohesión de Constantinopla, considerada una ciudad inexpugnable, hicieron que Alarico cambiara la dirección de sus ataques: los visigodos conquistaron Grecia en 397, y de ahí a Italia, un paso: al mando de Alarico atravesaron la frontera y penetraron en el norte de Italia, en 401 sitiaron Milán y, a pesar de que fueron rechazados después, los visigodos volvieron a entrar en Italia en 408. Y pasó lo que tenía que pasar, por decantación: en el año 410, Roma fue saqueada por Alarico. Durante tres días la ciudad fue asolada. Ningún ejército extranjero había entrado en Roma desde la invasión gala del año 387 a.C., ocho siglos antes. Sin embargo, Alarico sabía que aunque se apropiase por la fuerza de un territorio dentro Italia, tarde o temprano el Imperio recuperaría su estabilidad y su fuerza militar y volvería para derrotarlos. Así que tenía claro que sólo un acuerdo con los romanos les daría a los visigodos cierta tranquilidad. Y así fue como se quedó con las riquezas de Roma y siguió siendo rey de los visigodos… pero sin reino. Los visigodos se retiraron hacia el sur con un gran botín y con Gala Placidia (hermana de Honorio e hija de Teodosio) como rehén. Alarico murió en 410 y su sucesor, su cuñado Ataúlfo, abandonó Italia, invadió el sur de las Galias e Hispania, y de paso se casó con Gala Placidia.

Desde entonces, los visigodos, ya extendidos en territorio, mantuvieron la paz en el sur de las Galias e Hispania, habiéndose ocupado previamente de someter a suevos, vándalos, alanos y burgundios, todas tribus bárbaras que habían invadido antes las Galias e Hispania. Aunque los visigodos en teoría eran vasallos de los romanos (a esta altura eran como una franquicia), en la práctica los reyes visigodos gobernaron en forma independiente. Ataúlfo murió asesinado, Gala Placidia volvió a Italia, los años pasaron, y con los demás pueblos bárbaros mencionados ya sometidos bajo su mando y en alianza con los romanos liderados por Aecio (último gran general romano), los visigodos, bajo el mando de Teodorico el Grande, derrotaron a Atila y sus hunos, el último escollo, en la batalla de los campos Cataláunicos (hoy región de Champagne, Francia).

Para el año 500, tras la caída final de Roma, los visigodos ocupaban la mitad sur de Francia y casi toda Hispania, hasta que fueron expulsados del norte de los Pirineos por los francos en el 507. Su reino de Hispania, el reino de Toledo, duraría hasta el 711, cuando los musulmanes conquistaron un Estado sumido en el caos, el desorden y las luchas internas. El remanente de la Hispania visigoda quedó en el reino de León, que se consideró su heredero.

Los ostrogodos tuvieron su propia historia y siguieron otro periplo. Establecidos al este del río Dniéster (en la región que hoy es Ucrania y Bielorrusia), se interconectaron con los pueblos originarios de aquellas estepas. Fueron, como vimos, sometidos inicialmente por los hunos en la década del 370.

En el siglo IV formaron un inmenso reino que iba desde el mar Báltico al mar Negro. Derrotaron a los hunos en Nedao en 454 y en Bassianae en 468 (se tomaron doble revancha), recuperaron su independencia y pasaron a ser también un pueblo “foederati” de Roma. Teodorico, que había vuelto de sus campañas por la Galia, fue elegido rey unificado de los godos en 474. Se inició entonces un período de “guerra-paz-guerra de nuevo-paz de nuevo” entre los ostrogodos y los ejércitos de Zenón (emperador bizantino que antes había sido emperador de Occidente). En el año 488 Zenón se dio por vencido y Teodorico invadió Italia (según los ostrogodos); según los romanos, Zenón “instó” a Teodorico a instalarse allí. No parece tan cierta esta última versión, ya que Teodorico no entró en Italia de manera del todo pacífica. Teodorico murió en 526, la violencia se hizo permanente en la región y en 535 el emperador bizantino Justiniano I envió a su general más importante, Belisario, a luchar contra los ostrogodos instalados en Italia. La victoria del ejército bizantino fue categórica. Años después, Italia pasó a formar parte del Imperio Romano de Oriente de Justiniano. Los ostrogodos, derrotados, fueron asimilándose gradualmente con otras tribus germánicas como los vándalos y los francos, antiguos enemigos.

Como resumen, los godos se pasearon por todo el Imperio romano, sacudieron sus cimientos y hasta saquearon Roma, siendo uno de los responsables de la caída del Imperio romano de Occidente. En Oriente, en cambio, surgió el Imperio bizantino, que sobrevivió casi mil años más.

 

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