Un prócer rioplatense desconocido – Parte II

PARTE I

Hasta octubre de 1812, en el Fuerte flameaba la bandera de España. Cuando asume el Segundo Triunvirato aquella enseña fue reemplazada por una celeste y blanca de tres franjas, tal como hoy la conocemos, y esa disposición de colores fue la que tuvo la primera banda presidencial, utilizada en 1814 por el primer director supremo, Gervasio Posadas. Es una evidencia que las ideas de la Logia, digamos de Posadas, Alvear, Viana, Larrea, Herrera, Rodríguez Peña, Azcuénaga, San Martín, Belgrano, habían dejado atrás la “máscara de Fernando VII”.

La Asamblea había establecido que el Gobierno tendría tres ministros denominados Secretarios de Estado, que designados el 1°. de febrero de 1814 fueron el coronel D. Francisco Xavier de Viana, Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina.

Tras la destrucción total del Ejército del Norte al mando del General Belgrano en las perdidosas batallas de Vilcapugio y Ayohuma y el fracaso del sitio de Montevideo, se imponía el Gobierno patrio la designación en el cargo de Ministro de Guerra y Marina del hombre mas confiable, de mayor autoridad y mas capacitado.

Luego para el cargo de Secretario de Estado de Hacienda fue nombrado, D. Juan Larrea, (1782-1847), español, nacido en Cataluña, pero de origen vasco como Viana. Muy capaz e inteligente, comerciante de cueros, vinos y azúcar, había conseguido hacer una considerable fortuna. Participó de la defensa durante las Invasiones Inglesas, cuando impulsó el regimiento de mignones de Cataluña, proveniente de Montevideo. Desde la Revolución de Mayo había estado activo en los sucesivos gobiernos: vocal de la Primera Junta, miembro del Segundo Triunvirato, miembro y Presidente de la Asamblea. Fue posteriormente cónsul argentino en Francia.

Por último, como Secretario de Estado de Gobierno, se nombró a D. Nicolás Gregorio de Herrera Ximénez (1775-1833), también oriental, nacido en Montevideo como Viana. Jurisconsulto formado en Chuquisaca y en España de gran capacidad y experiencia, adhirió desde su inicio a la Revolución de Mayo con el grupo de Moreno y Rivadavia. Fue secretario de Hacienda del Primer Triunvirato y posteriormente a la caída del directorio de Alvear, retornó a Montevideo, donde mas tarde redactó la constitución y fue Senador. Todo el gobierno estaba instalado en el Fuerte de Buenos Aires. Del Poder ejecutivo, solo Posadas había nacido en Buenos Aires, dos ministros eran nativos de la Banda Oriental y el cuarto era español. La mitad del ejecutivo era de origen vasco.

En sus “Memorias” Posadas habla así del nombramiento de sus Ministros: “Nombré tres secretarios de Estado que me ayudaron en todo con la mayor actividad, celo, esmero y asidua contracción al trabajo; debiendo yo, y debiendo la patria a sus luces y talentos el buen éxito de los negocios. Jamás, ni juntos, ni separados me hablaron de cosa alguna que oliese a traición, cohecho, malversación de los fondos del Estado, o desobedeciendo a los decretos de la Asamblea. Se comportaron constantemente como fieles ministros e inmediatos consejeros. Tal justo elogio me merecieron eternamente el doctor don Nicolás Herrera en el departamento de Gobierno y Relaciones Exteriores, don Francisco Xavier de Viana, brigadier general, en el de Guerra y Marina, y don Juan Larrea en el de Hacienda. Estos secretarios recibieron un nuevo carácter y autoridad, y se estableció un nuevo orden y arreglo para el despacho de los negocios, que me parece rige hasta el presente tiempo.”

También se creó un “Consejo de Estado” cuya misión era asesorar al Director Supremo y al cual éste debería consultar indefectiblemente sobre las negociaciones que entablara con las cortes extranjeras sobre paz, guerra y comercio.

Este organismo estaba compuesto por nueve miembros, tres de los cuales eran los Ministros más los siguientes Consejeros de Estado:

  • Presidente: Nicolás Rodríguez Peña.
  • Consejero primero: Doctor José Valentín Gómez.
  • Consejero segundo: Brigadier José Miguel de Azcuénaga.
  • Consejero tercero: Coronel Ángel Monasterio.
  • Consejero cuarto: Doctor Vicente Anastacio de Echavarría.
  • Consejero quinto y Secretario del Consejo:Doctor Manuel José García.

Según afirma Alvear, “Posadas al formar su gabinete, fiel a su modalidad, se rodeó de brillantes ministros“. Y como lo califica Manuel María Oliver: “el coronel Viana, austero, de una fisionomía moral caballeresca y al que el Ministerio de Guerra debe su organización durante la campaña emancipadora. Ninguna ambición los llevó a prestar su esfuerzo al Directorio, sino la de ser útiles a la Patria; preguntar por el premio que obtuvieron, es constatar el desvío de la posteridad: casi todos el destierro o la miseria.”

Era un equipo de altísima calificación intelectual, moral, cultural, “progresista” en su mejor sentido literal, respaldados por la Logia Lautaro y por el grupo “morenista”, portador de las ideas iluministas y de los principios de la Revolución Francesa, absolutamente contrario al absolutismo monárquico personificado en Fernando VII y al grupo conservador “saavedrista”. Como Secretario de Guerra y Marina, Viana organizaba los tres frentes de defensa de las Provincias Unidas del Rio de la Plata: el del ejército del norte, las fuerzas en Cuyo y el avance sobre Montevideo, aún bajo el dominio español, así como el naval en el Río de la Plata. La primera medida adoptada por Viana consistió en disponer el 9 de febrero de 1814 que todos los habitantes de la ciudad se alistasen en los distintos cuerpos del Ejército “precisa e indispensablemente, sin distinción de edad ni condición” y el que pudiera andar a caballo y menor de 40 años se uniformara a su costa e ingresara en la Caballería Ligera. El resto de los ciudadanos formaban en los cuerpos de Guardias Nacionales de Infantería, salvo los que superaran los 50 años de edad.

El 4 de abril de 1814 la Asamblea General decreta que los brigadieres serían generales del Estado, otorgándoseles los honores y prerrogativas de esta dignidad al Coronel Francisco Xavier de Viana quién fue promovido a Brigadier General de los Ejércitos de la Patria, así como también a Azcuénaga, Alvear, Rondeau, San Martín y Balcarce.

Una de las decisiones más importantes de la Asamblea fue entonces enfrentar el dominio español naval en el Rio de la Plata. Estaba visto que era difícil doblegar Montevideo con solo el sitio terrestre -ya se demoraba dos años- por la paridad de las fuerzas terrestres, la utilidad de las murallas y sobre todo porque la ciudad continuaba siendo abastecida por vía fluvial, gracias a la flota con que contaba el gobierno realista. El 28 de febrero de 1814, dos meses después, la escuadra estaba formada. La flota estaba integrada por once navíos y el 8 de marzo de 1814 en la Gazeta Ministerial Posadas y Viana como cabeza del Ministerio de Guerra y Marina daban a conocer el personal de Estado Mayor de la Marina y asignaban el mando al irlandés Guillermo Brown (1769-1842). Brown fue designado Teniente Coronel del Ejército y Comandante de la Marina Nacional. La oficialidad y marinería era principalmente británica: irlandeses, ingleses y escoceses. Menos de un mes después de formada la flamante flota rioplatense -según lo ordenado por Posadas y Viana- tuvo su bautismo de fuego contra la escuadra española en el Combate de la Isla Martín García que ocurrió entre el 10 y el 15 de marzo de 1814 cuando Brown venció a la escuadra realista. Dos meses después de esta victoria, entre el 14 y 17 de mayo la flota comandada por Brown sitió a Montevideo y enfrentó la escuadra realista en el llamado combate naval del Buceo o de Montevideo. Durante los cañoneos Brown fue herido y quebrada su pierna derecha, pero aún en esas tremendas y dolorosas condiciones físicas, continuó dirigiendo la acción desde una angarilla. Reiniciadas las acciones el dia 17, Brown obtuvo una victoria inapelable tras un intenso combate en el que la mayor parte de los navíos realistas fueron capturados o destruidos. Algunos buques realistas huyeron hacia España, y otros pocos menores se encerraron en el puerto. El cerco sobre Montevideo se había completado y la flota realista había sido eliminada. Como dice Oliver (1914, pg. 123): “Asi daba cima Posadas a su gran programa, conquistando el primer tramo de la verdadera independencia, limpiando de enemigos las aguas fluviales”.

Las decisiones de la Asamblea y de Posadas y su gobierno, con Viana en particular, sobre el armado de la flota patriota, incluyendo la nominación de su personal, se mostraron correctas.

En lo que respecta al sitio terrestre de Montevideo, el 17 de mayo de 1814, el mismo día de la victoria de Brown, tal vez sin saber aún de ésta, pues esta decisión seguramente había sido discutida y adoptada con anterioridad, el gobierno de la Provincias Unidas dispuso reemplazar en el mando del ejército sitiador a Rondeau por el general Carlos de Alvear. A pesar de su juventud, éste sumaba “capacidad, cordura y aptitud para mandar, a más de sólidos conocimientos en el arte de la guerra”. El 22 de junio Alvear resolvió avanzar y las fuerzas realistas rindieron la Fortaleza del Cerro a tropas del Regimiento N.° 2 y el día siguiente los realistas entregaron las llaves de Montevideo. La victoria del gobierno de Posadas, con Viana en Guerra y Marina y Alvear al frente del Ejército, fue el fin del gobierno español de Montevideo que durante cuatro años había sido la mayor amenaza al gobierno patriota de la Provincias Unidas. Y tal como se había previsto proveyó abundantemente a los ejércitos rioplatenses de tropas, armamento, vestuarios y municiones: fueron tomados 7.000 prisioneros, 1.200 cañones, 8.245 fusiles, 6.000 bayonetas y 99 embarcaciones, que resultaban imprescindibles -en el caso de las embarcaciones el producto de su venta- para continuar la lucha en el Alto Perú.

Superada la amenaza española en Montevideo y aparentemente dominada la rebelión de Artigas en la provincia Oriental, Viana decide mandar su mejor general: Alvear, al frente del Alto Perú, donde revistaba durante los últimos seis meses el Gral. Rondeau, sobre cuyas capacidades evidentemente no tenía el mejor concepto.

También creía que combatir a Artigas era un esfuerzo inútil pues no representaba un real peligro y que no convenía distraer fuerzas en la provincia Oriental, contra la opinión del Consejo de Estado, tal vez influenciado por Herrera. Se delegó entonces el mando del ejército en la provincia Oriental en el General Soler, quien no solo fracasó en su misión de contener a Artigas, sino que pocos meses después se volcaría a su lado.

La decisión de nombrar a Rondeau en ese cargo no podría haber sido peor, como se vería pocos meses después. Es posible que Posadas y Viana no tuvieran demasiadas opciones, pero ya conocían perfectamente las falencias de Rondeau y su escasa capacidad de mando como se había comprobado durante su mando del ejército sitiador de Montevideo, su insubordinación a Sarratea y Viana y su fallida componenda con Artigas. Cómo pudieron designarlo en tal cargo es un misterio. Tal vez pensaron que era un destino provisorio y subestimaron su capacidad de dañarlos.

Así es que se le confió la organización de la tercera campaña al Alto Perú, para lo cual Viana le envió como refuerzo las tropas que habían participado en el sitio de Montevideo, tanto patriotas como prisioneros que habían servido a los realistas, así como el importante armamento allí capturado.

El 25 de mayo de 1814 se había librado la batalla de Florida o La Florida en la plaza del pueblo de ese nombre, cercano al río Piraí, en la zona del chaco boliviano. Los coroneles Ignacio Warnes y Juan Antonio Álvarez de Arenales comandaron en conjunto 800 a 900 hombres, que con 4 piezas de artillería derrotaron a las fuerzas realistas del coronel español Manuel José Joaquín Blanco -muerto poco después por Warnes en un duelo- compuestas por 800 a 1200 hombres con 2 piezas de artillería. Las bajas patriotas fueron 4 muertos y 20 heridos, contra 270 muertos y 90 heridos de las fuerzas españolas que además tuvieron 200 prisioneros.

Esta importante victoria patriota, sostuvo a Santa Cruz de la Sierra en manos patriotas de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Viana mandó distinguir a todos los participantes.

El general Alvear fue nombrado comandante en jefe del Ejército Auxiliar del Perú -entonces asentado en Jujuy- en noviembre de 1814. En este Ejército había oficiales adictos a Alvear, pero también varios desafectos, comenzando por su jefe, Rondeau. El 8 de diciembre estos últimos habían conseguido desplazar al coronel Vázquez, partidario de Alvear, reemplazándolo por el coronel Carlos Forest, francés establecido en Buenos Aires desde 1807. Vázquez y otros oficiales de la confianza de Alvear habían sido presos y deportados fuera del campo militar de Jujuy.

El complot de Rondeau estaba constituido por el coronel Martín Rodríguez, el jefe del regimiento N° 9, coronel Manuel V. Pagola, los comandantes Carlos Forest, Rudecindo Alvarado, Diego B. Balcarce, Juan José Quesada, Pedro Luna, Domingo Soriano Arévalo y Martínez, así como el teniente coronel Fernández, segundo jefe del N° 2, aunque en actitud ambigua.

Uno se pregunta hoy, ¿cómo Posadas, Alvear, Viana, que conocían bien a Rondeau, pudieron cometer nuevamente el error de confiarle el Ejército del Norte? ¿No conocían bien sus debilidades, su psicología, su tortuosa personalidad?

Cierto es también que similar debilidad se había dado en el caso de Artigas, a quién una y otra vez se había tratado de incorporar infructuosamente a los ejércitos de las Provincias Unidas, declarándolo un par de veces “traidor a la patria” y perdonándolo después, dotándolo de poder, cargos y medios militares, para que de nuevo el oriental volviera a las andadas poco después.

Es posible que el número de altos oficiales disponibles y confiables fuera muy escaso.

Puede ser que la altísima carga de trabajo para el escaso número de dirigentes disponible les dejara al Director Supremo, sus Secretarios de Estado, a los miembros del Consejo de Estado y a los asambleístas escaso tiempo para divulgar sus ideas y sus acciones, para hacer “propaganda”. Tal vez no tendrían ni ocasiones ni los medios de llegar a suficiente número de ciudadanos de la Capital y del interior para neutralizar los avances negativos de los grupos saavedristas y artiguistas. Lo que no quita que la visión retrospectiva de las acciones de los gobiernos de la Asamblea, de Posadas y de Alvear en cuanto a sus errores al lidiar con Rondeau, Artigas, Álvarez Thomas, nos sea penosa al vislumbrar las oportunidades perdidas por la patria en aquellos tiempos.

Alvear viajaba hacia allá a tomar el mando y el 10 de diciembre se encontraba a unas 30 leguas al Norte de Córdoba, cuando supo de la insubordinación de los mandos de aquel ejército. Al saber la situación inmediatamente regresó a Buenos Aires, y designó interinamente al mando de sus tropas al general Martín Rodríguez, o bien a Forest, lo que evidencia que lo estimaba. Sin embargo, éste fue uno de los firmantes del Acta de Humahuaca, el 31 de enero de 1815, desconociendo la autoridad del nuevo Director.

Otras actuaciones de Viana

El ejército a fines de 1813 contaba con 12.642 soldados mal armados, poca instrucción y sin recursos. Por diciembre de 1814 el número de efectivos había aumentado a 21.742 hombres, prolijamente reclutados entre los vecindarios, aptos y sanos, uniformados y organizados en cuerpos, con sus unidades tácticas casi perfectas y con armas flamantes y eficaces. Había fabricado en los talleres del Estado 24.322 piezas de guerra (fusiles, cañones, sables, correajes, carros de transporte, etc.). No se podía pedir mayor éxito a la gestión de ese gobierno que todo lo había previsto, desde el mas grave detalle hasta el más simple, concediéndole toda su atención y dándole base segura para sus futuros triunfos.

 

PARTE III

 

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