Tiziano Vecellio ha sido descrito en ocasiones como uno de los pintores más afortunados de la historia. Tuvo todo cuanto un artista podría desear: trabajo constante, fama eterna, una riqueza envidiable, una vida familiar bastante afortunada para la época (aunque truncada por la temprana muerte de su mujer), viajó por gran parte de Europa y se codeó con los hombres más poderosos de su tiempo, que se disputaban sus servicios. No hay duda de que su trabajo lo valía, pero tampoco de que tuvo más suerte que otros muchos. Vivió en el periodo de mayor esplendor de la República de Venecia y, aunque suene a tópico, era la persona adecuada en el momento adecuado.
Talento precoz
Tiziano nació en la localidad de Pieve di Cadore, en el Véneto, a finales del siglo XV. Su fecha de nacimiento es muy discutida y las propuestas van desde 1477 a 1490, porque documentos escritos por el propio pintor en los que menciona su edad dan como resultado fechas distintas, por lo que en varios de ellos -o tal vez en todos- mintió. Según una historia de infancia, empezó a manifestar su talento muy joven dibujando imágenes de la Virgen en los muros de la casa paterna, usando como pintura el jugo exprimido de hierbas y flores.
Anécdotas como estas abundan en los relatos de la infancia de grandes pintores, pero ciertamente algún talento debió demostrar aquel niño para que su padre lo enviara a casa de su tío Antonio, en Venecia, quien se encargó de que entrara en el taller de Gentile Bellini, importantísimo artista que ostentaba el cargo de Pintor Oficial de la Serenísima. En sus años de formación conoció a otros aprendices que se convertirían en pintores reconocidos de la escuela véneta, entre ellos Giorgio da Castelfranco, llamado Giorgione, que fue además un buen amigo hasta que la peste se lo llevó en 1510.
Ya desde su época de aprendiz, Tiziano demostró un interés y un talento especial para los retratos. La Serenísima vivía en aquel momento el apogeo de su esplendor y muchos nobles destinaban importantes sumas a encargar retratos que reflejaran su importancia. También cobraba una gran importancia el retrato femenino, generalmente de las hijas casaderas, para enviar a los posibles pretendientes: es en este tipo de retratos done el pintor de Cadore demostraba mejor su talento, logrando un gran realismo en detalles como el cabello rizado o la comisura de los labios. Los personajes de Tiziano no son meros bustos, sino personas que casi miran y respiran.