En mayo de 1975 Sui Generis hizo una función de trasnoche en el Gran Rex con lleno absoluto, como siempre. Charly García y Nito Mestre no estaban satisfechos: les incomodaba su popularidad, se sentían estancados, su público siempre les pedía los viejos temas, estaban hastiados.
Además, el sonido era otro problema. No era bueno, no había monitores, y les pasaba algo parecido a lo que les ocurría a Los Beatles en sus inicios: la gente cantaba tan fuerte que los músicos casi no se escuchaban. Artísticamente eso no era para nada bueno, y empezó a rondar la idea de separarse.
Nito y Charly se veían muy poco; solo los fines de semana para tocar. No pasaba nada nuevo y entonces surgió la idea de hacer unos shows los domingos de julio, al mediodía, en el Teatro Astral, para que fueran a verlos “los chicos a los que sus padres no dejaban salir de noche”.
A pesar del gran entusiasmo del público, ellos sintieron que la primera función fue espantosa. Es que casi todo salió mal: el sonido estuvo horrible, fue un día de lluvia y no fue tanta gente como esperaban, y para colmo al bajista Rinaldo Rafanelli se le rompieron dos cuerdas, algo que no pasa casi nunca. Ese fue el día en que finalmente Charly y Nito deciden separarse.
Cuando le avisaron a su productor, Jorge Alvarez, este les dijo: “ustedes no pueden separarse así nomás”. De ahí surgió la idea de un concierto con edición posterior de un disco doble en vivo, película, y el adiós final. Todo en el estadio Luna Park. Con este proyecto en la mira, hasta empezaron a llevarse mejor. Tenían ahora dos meses para organizar la gran despedida.
El show, que titularon “Adiós, Sui Generis”, se convirtió por lejos en el de mayor convocatoria de la época. Los conciertos del viernes 5 de septiembre convocaron 25.600 personas. En realidad no esperaban hacer dos funciones, pero las 11.000 entradas para la función original, planeada a las 20.30 hs, se agotaron en agosto. Los organizadores primero sacaron a la venta 3.000 entradas más (a 6.000 pesos de la época), pero se vendieron en un abrir y cerrar de ojos; así fue como decidieron agregar otra función más esa misma noche.
Y llegó el día. Aquel 5 de septiembre de 1975, con entradas agotadas para las dos funciones, había gente instalada en las veredas del Luna Park desde las 7 de la mañana. La fiesta estaba en la gente; la ropa era un marcador divertido: se mezclaban la extravagancia y el pelo largo con el oficinista pulcro que recién salía de la oficina. Los vendedores de café y gaseosas (y de whisky) liquidaron sus stocks, los posters y remeras también se vendían como pan caliente, y sus precios comenzaron el día a un precio claramente inferior al que tenían al caer la tarde. Había clima de histeria en los controles, y hasta la policía parecía intranquila (bueno, esto no era muy extraño en esa época).
Para entonces, Sui Generis ya era una banda de cuatro (Rinaldo Rafanelli en bajo y guitarra eléctrica y Juan Rodríguez en batería completaban el grupo) en el que dos miembros predominaban por completo: Charly García, un escuálido genio compositor en los teclados, y Nito Mestre, un flaco de pelo larguísimo y voz melancólica en guitarra acústica y flauta.
Todo salió fantásticamente. El sonido no fue de lo mejor, pero la comunicación que lograron con la gente esa noche fue única e irrepetible, tanto para el público como para ellos. Paradójicamente, para ese grupo que se despedía, fue como renacer.
Cuenta Nito: “Hicimos dos shows el mismo día. En el primero todo pasó muy rápido, había 15.000 personas escuchándonos y otro tanto afuera esperando la segunda función. Toda la situación era algo inusual. La puesta en escena no tuvo nada fuera de lo normal; las luces las hizo el grupo chileno Los Jaivas y el sonido fue de Teddy Goldman. Yo usé unos pantalones que me había bordado un amiga y la túnica roja que alguien me había traído de la India. Charly se había alquilado el famoso frac blanco y la galera”.
“Después tengo la vaga noción de haber empezado a probar sonido. Llegó el abogado del productor de la película y nos dijo algo como: “Acá esta el contrato con el 7 por ciento para ustedes”. Nosotros lo rechazamos. A la media hora volvió con algo como un 12 o 14 por ciento. Nos pareció bien y firmamos. Nos guardamos cada uno una copia del contrato en el bolsillo y al rato ambos la habíamos perdido. Teníamos la cabeza en otra cosa”.
La gente del primer show sencillamente no quería irse. Pedía bises y coreaba las canciones con ganas de más. Al final, Charly tuvo que decirles que tocaban dos temas finales y basta, ya no habría más. Tenían que entrar los que ya estaban esperando afuera para entrar al segundo show. Así fue como el personal de seguridad y control del Luna Park se las vio más que difíciles para sacar a la gente; muchos trataban de esconderse en recovecos o en los baños para asistir también al segundo show, que como era de esperar empezó bastante más tarde de lo programado.
Recuerda Nito: “Viví los dos shows como uno muy largo. Tocamos los mismos temas, excepto que agregamos Botas Locas en el segundo; por cantar ese tema habíamos ido presos en Uruguay un mes antes y nos dijimos: “Si nos viene a buscar la cana, que no sea en el primero, y si viene en el segundo y nos llevan, al menos terminamos las funciones”. Hubiese sido una noticia extra terminar el Adiós Sui Generis presos”.
“Después de los shows, dejamos pasar un buen rato para que la gente se fuera. Creo que Charly se fue con su mujer, María Rosa Yorio, caminando por Corrientes a comer a alguno de los lugares adonde íbamos habitualmente después de las actuaciones. Yo necesitaba estar solo. Tomé un taxi y me fui para Núñez. En Cabildo, casi General Paz, encontré una pizzería que estaba abierta y con poca gente, y terminé la noche comiendo pizza y leyendo Crónica. No estaba triste. Me sentía relajado, sensibilizado por tanta emoción.”
Pero la verdad suele ser diferente del relato: en realidad, Sui Generis no terminó en el Luna Park. Tan así es, que Charly, impredecible como siempre, propuso: “¿Y si seguimos?” Sui Generis había empezado a grabar otro disco (el que sería el cuarto), un trabajo eminentemente instrumental con aires de psicodelia titulado “Ha sido”, que nunca llegó a concretarse. La banda agendó varios shows en el interior del país, comenzando por el sur. Tocaron en Comodoro Rivadavia y después en Caleta Olivia.
Pero el destino estaba escrito. Recuerda Nito: “yendo para el aeropuerto, la camioneta con nuestros equipos tuvo un accidente y se hicieron bolsa un montón de equipos, sobre todo de Charly. Encima en el mismo aeropuerto a Charly le robaron el Mini Moog. Fue una señal contundente. Teníamos más shows vendidos pero ya estábamos sin equipos y mal predispuestos. Así que se acabó”.
Ya separados musicalmente, Nito y Chalrly viven juntos un tiempo, hasta que se vence el contrato de alquiler del departamento de Charly. Deciden alquilar algo juntos: buscan una casa que tenga dos entradas, una para cada uno. No encuentran nada que les guste. Deciden irse a vivir al Hotel Impala (Libertad y Arenales), alquilan dos habitaciones y se quedan ahí hasta… marzo de 1976, gastándose casi todo el dinero que ganaron en los inolvidables conciertos.
Charly armó “La máquina de hacer pájaros” y Nito “Los desconocidos de siempre”. En el año 2000 volvieron (pero no volvieron, ya eran otros) con el disco “Sinfonía para adolescentes” y shows masivos en la cancha de Boca y el Parque Sarmiento.
Pero la verdad, más allá de los recuerdos, es que el último concierto del inolvidable Sui Generis no fue aquel glorioso del Luna Park; el último estertor fue en Caleta Olivia, Santa Cruz, en un gimnasio; un show muy frío, tirando a feo, en el que habría solo unas 300 personas.