Aunque sus padres se habían casado por el rito judío, nunca trataron de inculcar en sus hijos un sentido religioso de la vida; de hecho, Stanley Kubrick profesaría durante toda su vida una visión atea del mundo. Partidario del capitalismo como sistema económico, para él la democracia no pasaba de ser “un noble y fracasado experimento en nuestro camino evolutivo, lamentablemente devaluado por los bajos instintos, el dinero, el egoísmo y la estupidez de los seres humanos”.
Se inicia en el arte cinematográfico con dos valiosos cortometrajes: “Day of the Fight” (1949), en 16 mm, sobre un boxeador en los momentos previos a la pelea y “Flying Padre” (1951), sobre un sacerdote aviador que hacía acrobacias aéreas.
Estos cortometrajes tuvieron buena repercusión, y luego de ellos llegaría su primer largometraje (aunque su duración apenas pasaba de una hora), “Fear and Desire” (1953), una historia sobre cuatro soldados perdidos en tierra de nadie, en la que Kubrick invirtió los ahorros de su familia (50.000 dólares). Ese film no fue exitoso y Kubrick perdió su dinero, pero un grupo de amigos reunió el dinero para su siguiente film, “Killer’s Kiss” (1955), una especie de film noir que gustó al público pero no trascendió demasiado.
Un productor de televisión a quien conoce durante el servicio militar aporta capital para producir su siguiente film, “The Killing” (“Atraco perfecto”) (1956), un relato policial discreto que la maestría de Kubrick enriquece con su manera de relatar la historia. La película resulta un éxito comercial y a Kubrick comienzan a lloverle ofertas para producirlo. Pero Kubrick desatiende la mayoría de proposiciones comerciales para rodar una película sobre uno de sus temas favoritos: la estupidez de la guerra. Así nace “Paths of Glory” (“La patrulla infernal”) (1959), cuyo rodaje se realiza en Alemania. Durante ese rodaje, los encargados de la fotografía se mostraron molestos con Kubrick porque el director invadía esa área técnica, así como la de los operadores de cámara.
Kirk Douglas, protagonista en esa película, se compromete como productor y protagonista en “Espartaco” (1960), la primera película de alto presupuesto encarada por Kubrick: doce millones de dólares y seis meses de rodaje. Como Kubrick no participa en el guión de la película, no considera a “Espartaco” como una obra genuinamente suya, y si decide aceptar el guión se debe en buena parte a que pertenece a otro “rebelde”, Dalton Trumbo, una de las víctimas del inefable McCarthy.
La película resulta un gran éxito, y Kubrick remarca en ella los relatos del hombre postergado que se transforma en un héroe, de la solidaridad entre los gladiadores, del bandido que roba al rico para dar al pobre y de la clase patricia opresora. Esta manera de encarar una temática social dentro de una trama épica demuestra tanto su inteligencia como realizador como su posición política y su incumbencia en los temas sociales.
“Lolita” (1962) es su siguiente film, en el que un atribulado profesor (James Mason) es seducido por una niña-adolescente (Sue Lyon) de madurez prematura y perversidad “inocente”. La fuerza de este film queda acreditada simplemente por el hecho que “lolita” ha pasado a ser la forma genérica de denominar a estas niñas depredadoras.
Luego llega “Dr. Strangelove o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba” (1963), en la que satiriza hasta el extremo el belicismo, acentuando el grotesco y el absurdo, con una actuación brillante de Peter Sellers haciéndose cargo de tres personajes. A esta altura Kubrick parece haber llegado a una madurez artística, a pesar que solo tiene 35 años.
Kubrick pasa cinco años preparando su siguiente obra, en un género nuevo para él. Así llega “2001, Odisea del espacio” (1968), obra mayor, para la cual consultó con la NASA, General Electric e IBM, en la cual anticipa los 30 años que faltaban para el cambio de siglo. Kubrick hizo el guión sobre una obra de Arthur Clarke. Lo más original en esta película es relacionar el futuro del hombre con su pasado, aceptando de alguna manera el sentido oculto del “mito del eterno retorno”. Los abundantes comentarios generados por este film han dado lugar a las más variadas interpretaciones sobre el argumento, lo que muestra la capacidad de sugerir hechos e ideas por parte de Kubrick en una película que tiene escasísimo diálogo. Las incomparables imágenes sobre los antropoides que enseñan el origen de la humanidad culminan con un encadenado genial: el hueso lanzado por el antropoide se convierte en la nave Discovery, que en el año 2001 va a la conquista de Júpiter. Su vuelo, dirigido por Hal, una computadora que habla, queda perturbado por la presencia del monolito, testigo del advenimiento de la razón a los antropoides. La película fue calificada como genial y ya es uno de los hitos de la historia cinematogáfica.
Su siguiente película, “La naranja mecánica” (“A clockwork orange”) (1971), produce una conmoción social sin precedentes. Kubrick hizo el guión sobre una novela de Anthony Burgess. Este es un durísimo film sobre la juventud, la violencia y los sistemas autoritarios (enraizados con las corrientes conductistas de Skinner y Watson y los reflejos condicionados de Pavlov). Kubrick diría al respecto: “A pesar del mayor o menor grado de hipocresía que existe con respecto a este tema, todos nos sentimos fascinados por la violencia. Después de todo, el hombre es el asesino con menos remordimientos sobre la Tierra.”
La película tiene dos partes bien definidas: la primera parte es antológica, original en las escenas, el neolenguaje pandillero y la utilización de la música de Beethoven; la segunda parte es aleccionadora, igualmente violenta y hasta dogmática, en la que Kubrick deja explícitas unas cuantas conclusiones, dirigidas principalmente contra la falsedad de quienes ostentan el poder político.
Su siguiente película, “Barry Lyndon” (1975), es una extensa película sobre una historia de amor en el contexto épico de Irlanda e Inglaterra en el siglo XVIII. Es una película estéticamente brillante y exquisita por su fotografía, su música y su ritmo narrativo, y Kubrick muestra en ella sus calidades de fotógrafo experto, además de su agudeza histórico-social.
“El resplandor” (“The shining”) (1980), su siguiente película, es un film de suspenso y terror basada en la novela de Stephen King, adaptada para la pantalla por el mismo Kubrick. Con Jack Nicholson en un papel hecho a su medida, la película genera un crescendo claustrofóbico con elementos oníricos que encierran una violencia contenida y la inminencia de una tragedia en el Hotel Overlook. La película obtuvo buena respuesta de público y taquilla, pero la crítica volvió a dividirse en torno este trabajo del director estadounidense. Para colmo, a juicio del autor de la novela, Stephen King, el filme no profundiza en el verdadero tema de la novela; por esa razón, la relación entre el director y el escritor se deterioró seriamente, ya que King no avaló el filme como genuino exponente de su obra escrita.
Su última película, “Eyes wide shut’ (“Ojos bien cerrados”) (1999) está basada en la novela “Relato soñado” de Arthur Schnitzler. La historia original está situada en la Viena del siglo XIX, pero Kubrick decidió ubicarla en New York a finales del siglo XX, narrando la vida de una pareja de neoyorquinos de clase alta que viven aparentemente una feliz vida en común, pero cuyos sueños y fantasías sexuales manifestados en un momento de intimidad empiezan a desestabilizar su relación. La película contó con la entonces pareja en la vida real Tom Cruise y Nicole Kidman, con Sydney Pollack en un trascendente papel secundario. La película, como en sus anteriores filmes desde “Lolita”, fue filmada en Inglaterra incluso en las tomas exteriores, con solo algunas tomas generales hechas en Nueva York. El trabajo final es un despliegue del habitual virtuosismo de Kubrick para filmar y componer. La música juega un rol importantísimo en el film, utilizando obras de Gyorgy Ligeti, Chris Isaak, Franz Liszt y Dimitri Shistakóvich. El piano minimalista (una nota insistentemente tecleada en el piano con volumen y frecuencia crecientes) como generador de suspenso y angustia causan gran impacto en el espectador. Otro gran mérito de Kubrick es el hecho de que el espectador se pone desde el principio en el lugar del personaje principal (Tom Cruise) y sufre con él todo lo que le ocurre. Después de casi 12 años Kubrick volvía con una película, generando una fuerte expectación en el público, en parte por los rumores que circularon en la prensa sobre su hábitos de vida, especialmente su misantropía, lo cual fue desmentido por el director (“no es misantropía, es irreverencia”, decía Kubrick). La película nuevamente generó una cierta polémica en torno a la censura que recibió la cinta en la versión para los Estados Unidos, sobre todo en las escenas de la orgía en la mansión (se ha sugerido que la orgía quería mostrar alguna conexión con las fiestas privadas del Club Bilderberg), que son de una tensión agobiante. El film, de gran calidad narrativa, fue recibido con cierta tibieza por parte de un sector de la crítica en un inicio, y con entusiasmo por otros sectores, especialmente la crítica francesa que incluso le dio el premio a la mejor película extranjera del año. El presupuesto del filme ascendió a 65 millones de dólares.
Las relaciones de Kubrick eran, como mínimo, conflictivas. A los guionistas les decía “no quiero que esté bien, quiero que esté mañana”. Con los actores no era mucho mejor: “…era capaz de repetir una toma ¡cincuenta veces…!”, decía Jack Nicholson. Tendía a mostrarse algo hipocondríaco, excéntrico, autócrata, solitario, adusto, paranoico, frío, maniático y arrogante. Como suele ocurrir en estos casos, los críticos cinematográficos no lo retrataban favorablemente en cuanto a sus dotes personales: lo rotulaban como “un estrafalario maníaco lleno de fobias y obsesionado por controlarlo todo”.
Ladran, Sancho…
El 7 de marzo de 1999, cuatro días después de una sesión privada para su familia y actores de su último film, Stanley Kubrick murió de un ataque cardíaco mientras dormía; tenía 70 años. Sydney Pollack se hizo cargo de terminar de atar los cabos finales de “Eyes wide shut” en su honor. Stanley Kubrick fue enterrado en Childwickbury Manor, Hertfordshire (Reino Unido). Cinco días después del fallecimiento se ofició en su residencia el funeral en su memoria, al que asistió un centenar de personas, pertenecientes a su círculo más cercano. Por petición de la familia, los medios de comunicación se mantuvieron a una milla de distancia de la puerta de entrada.