En la medianoche del 14 de agosto de 1947 la colonia británica de la India se transformó en dos países independientes: India y Pakistán. Jawaharlal Nehru, al dirigirse a su gobierno como primer ministro de la India, decía: “ha llegado un momento que rara vez llega en la historia. Finaliza una época, y el alma de una nación reprimida por mucho tiempo finalmente puede manifestarse.”
La partición de la India desencadenó una oleada de violencia sin precedentes. Los musulmanes expulsaban a los hindúes y a los sikhs del Pakistán islámico; los hindúes y los sikhs expulsaban a los musulmanes de la India hindú.
Podría interpretarse que la partición fue una maniobra de los británicos, dividiendo el territorio para crear conflictos y mantener a sus antiguas colonias en un estado de subdesarrollo. Por otra parte, muchos indios culpan a los líderes musulmanes de la época, a quienes acusan de intransigentes por insistir en la necesidad de crear un Estado propio. A su vez, en Pakistán sostienen que los musulmanes de la India eran prácticamente una nación autónoma y que la discriminación que habrían sufrido en un Estado unitario hizo imperativa la separación.
El trazado de nuevas fronteras no solo cambió los mapas; también afectó las vidas de millones de personas y sus descendientes. India desencadenó el mayor movimiento migratorio de la historia de la humanidad; quince millones de personas cruzaron las fronteras para establecerse en forma permanente en alguno de ellos. Cientos de miles murieron en el camino, muchos en ataques violentos y organizados.
La segregación religiosa también obedecía a la política de “dividir para reinar” tan frecuentemente utilizada por los británicos a lo largo de la historia. Fomentaban los enfrentamientos entre las distintas comunidades religiosas para justificar su presencia en la India como árbitros necesarios para garantizar la paz y la convivencia. Discriminaban a favor de los musulmanes en el ejército pero en su contra en la administración, donde el hindi se convirtió en lengua de uso además del inglés. Esto generó recelo y desconfianza entre las comunidades y desató episodios intermitentes de violencia interreligiosa desde fines del siglo XIX hasta la partición.
La principal fuerza electoral era el Congreso Nacional Indio (CNI), única organización con presencia en la mayoría de las regiones; la mayor parte de sus miembros eran hindúes. El CNI alcanzó por primera vez el poder en 1937 y era un factor de presión para la Corona británica, que como respuesta a la misma “concedía” la posibilidad de elecciones. Además estaban los numerosos movimientos de protesta; los más famosos fueron los dirigidos por Mohandas Gandhi (luego llamado por Rabindranah Tagore “Mahatma”, que significa “alma grande”), un abogado hindú que había estudiado en Inglaterra y vivido dos décadas en Sudáfrica. Al regresar a la India, Gandhi lideró sucesivas acciones anticolonialistas por todo el país, caracterizadas por un estilo no violento y por un simbolismo visual (viajaba en vagones de tercera clase e iba ataviado con ropas que él mismo tejía) muy importante en un país con más de un 90% de la población analfabeta. Gandhi ascendió rápidamente en el CNI y lideró tres grandes ciclos de campañas de desobediencia civil: el movimiento de no cooperación (1920), la marcha de la sal (1930) y las protestas para exigir la retirada británica (1942).
Los británicos respondieron a cada uno de estos pulsos encarcelando a los líderes del CNI (que recibían mejor trato que los presos comunes) y otorgando pequeñas concesiones al movimiento nacionalista. En 1942, el CNI en el poder conseguiría de los británicos la promesa de independencia a cambio de su colaboración en la Segunda Guerra Mundial, aunque la mayoría de sus miembros permanecieron en prisión hasta acabar el conflicto.
Cuando el Gobierno del CNI dimitió en 1942, los británicos buscaron nuevos apoyos en la Liga Musulmana, movimiento dirigido por Muhammad Ali Jinnah (también conocido como Baba-e-Qaum). Este partido sería clave en las negociaciones que llevaron a la independencia y partición de la India. Jinnah y la Liga defendían la idea de la creación de Pakistán (que significa “la tierra de los puros”), o en su defecto crear estados federados dominados por los musulmanes en las provincias donde fueran mayoritarios. Temían que el carácter predominantemente hindú del CNI derivara en una India independiente donde las minorías musulmanas estuvieran permanentemente subordinadas.
Jinnah fue el interlocutor de los musulmanes en las negociaciones por la independencia. Las otras partes fueron el Gobierno británico (primero Archibald Wavell, luego Louis Mountbatten, quien fue el último virrey) y el CNI, representado por Jawaharlal Nehru. La prioridad de los británicos, en situación económica delicada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, era organizar la independencia de forma rápida, sin perder mucho tiempo en negociaciones. Jinnah insistía en que los musulmanes debían ser una nación autónoma que debía tener un estatus de igualdad con respecto a la nación hindú. Nehru, que aspiraba a implantar en la India un modelo centralista, no estaba dispuesto a aceptar un modelo federal. La falta de entendimiento entre ambos líderes se trasladó a las calles: 4.000 personas murieron en Calcuta en agosto de 1946 y los disturbios y enfrentamientos se trasladaron a otras regiones del país.
Cuando Mountbatten asumió el virreinato en febrero de 1947, la posibilidad de una India independiente y unida era bastante lejana; la “partición” era percibida por todos los negociadores como la mejor solución. Temiendo el estallido de una guerra civil, el CNI, la Liga y los dirigentes sikhs deciden en junio de 1947 apoyar el plan formulado por Mountbatten. En el convenio final se creó Pakistán, al noroeste de la India, con las regiones de Punjab y Sind y las provincias de Beluchistán (Pakistán, que quedó dividido en una parte occidental y otra oriental separadas por la India y con culturas e idiomas distintos, experimentaría a su vez una traumática guerra civil en 1971 que culminaría con la independencia de Bangladesh). Muhammad Ali Jinnhad gobernaría Pakistán, y a pesar de las intenciones y esperanzas de Mountbatten, la transición y la partición fue de todo menos pacífica.
El plan inicial de partición consistió en ofrecer a las distintas provincias la posibilidad de unirse a India o a Pakistán. Aquellas provincias donde los musulmanes eran mayoría pasarían a ser parte de Pakistán y el resto permanecería en India. Los principados, por otra parte, podrían escoger a cuál de los dos Estados unirse. Los derechos de las minorías serían salvaguardados, porque habría musulmanes en territorios hindúes y viceversa.
Los sikhs (que quedaron sin Estado propio, atrapados entre dos territorios ajenos) sufrieron la mayor cantidad de víctimas; en ellos fue en quienes el rencor se hizo más profundo: “los musulmanes tienen su Pakistán, los hindúes tienen su Indostán… ¿qué tenemos nosotros los sikhs?” La improvisación a la hora de establecer las fronteras y la transferencia de poder acelerada causaron el caos institucional y burocrático y facilitaron el trágico desenlace de la partición, con violencia comunal por todas partes.
Cuando Nehru proclamó oficialmente la independencia de la India, la incertidumbre y el miedo causados por las nuevas fronteras empujaron a migrar a unos 15 millones de indios (más del 3% de la población) que deseaban vivir en el Estado correspondiente a su comunidad religiosa. Millones de familias abandonaron sus hogares y dejaron atrás sus viviendas y sus pertenencias.
Los nuevos Estados de India y Pakistán lograron hacerse con el control de la administración y las fuerzas de seguridad en relativamente poco tiempo. A finales de 1947 las acciones violentas habían disminuido mucho. No obstante, ambos países entraron en guerra por el control de Jammu y Cachemira, un principado que no se decidió inicialmente por integrarse en ninguno de los dos Estados, aunque más tarde optaría por la India. La tensión permanente por esa región dura desde entonces.
El balance final de la partición fue espeluznante: más de tres millones y medio de personas murieron, alrededor del 15% de todos los que migraron.