El mundo del cine soviético mudo puede ser lo suficientemente desalentador sin el peso adicional de la exaltada reputación de Eisenstein como el “padre del montaje”. Sus ideas sobre cómo las técnicas de edición de películas podrían usarse para transmitir mucho más que la narrativa ayudaron a dar forma al futuro del medio. Uno de sus ensayos más famosos giraba en torno a los cinco ‘métodos de montaje’, que describían las diferentes formas en que se podían compilar las tomas para lograr varios resultados (‘métrico’, ‘rítmico’, ‘tonal’, ‘armonico’, ‘intelectual’). El efecto de estas ideas se puede ver en el corte rápido de secuencias de acción modernas o en las ediciones rítmicas de videos musicales.
El período en el que Sergei Eisenstein estuvo activo puede ser otra barrera potencial, tanto en términos de familiarizarse con el cine primitivo como en lo que se refiere a la naturaleza abiertamente propagandista de su trabajo, dado que, a pesar de la aclamación internacional, produjo sus películas dentro del sistema estatal de la Unión Soviética.
¿Por dónde empezar?
Acorazado Potemkin puede ser la elección obvia, pero eso tiene una razón. Es una de las películas más reconocidas en la historia del medio. Apareció en el top 10 de las mejores películas de Sight & Sound de cada década hasta 2012, cuando llegó al número 11. Contiene una de las secuencias más ampliamente reconocidas y analizadas con esmero de todos los tiempos. El mejor lugar, entonces, para comenzar con Sergei Eisenstein es Acorazado Potemkin de 1925. Originalmente prohibida en el Reino Unido debido al poder percibido de su mensaje, el segundo largometraje de Eisenstein es una épica revolucionaria en más de un sentido. Siguiendo una dramática estructura teatral en cinco actos, su historia sigue el motín de los marineros del barco del mismo nombre en 1905 y la posterior y brutal respuesta de los soldados zaristas. Esa secuencia, la masacre de civiles en los pasos de Odessa, es un logro histórico de la película, que combina muchas de las técnicas innovadoras de edición del director para crear un conjunto cinético, tenso, violento y profundamente alegórico. Para Eisenstein, y muchos de sus contemporáneos, el poder de la edición permitió que las tomas se recortaran para crear un nuevo significado que no estaba presente en las tomas originales. Entre los ejemplos más famosos de esto se encuentran tres tomas sucesivas de estatuas de leones en diferentes estados de reposo que parecen sugerir que el león se despierta de su letargo y, simbólicamente, el despertar del pueblo soviético a su opresión. A diferencia de las películas de Hollywood, de ese entonces y también el actual, Eisenstein evita centrarse en un protagonista único y central a favor de crear un sentido de una población más amplia y cohesionada. El uso de nuevas herramientas e ideas, aún en su infancia, hace que Acorazado Potemkin sea un tema emocionante como texto histórico, especialmente porque permite el tipo de análisis detallado que Eisenstein mismo estaba realizando sobre el cine occidental de la época. Sin embargo, no es solo la mecánica del método lo que hace que sea una película tan maravillosa para volver a visitarla, sino también su efecto. Tanto el cineasta como los actores políticos que apoyaron la financiación de su trabajo esperaban inspirar una reacción visceral y emocional en su audiencia, y como resultado, el acorazado Potemkin sigue siendo tan excitante y febril como lo fue hace 100 años.
¿Qué deberíamos ver a continuación? Si la rebelión fue lo que despertó su interés mientras veía Potemkin, le recomendamos que busque las películas que hizo antes y después, que constituyen una especie de trilogía suelta que rodea las mitologías de la revolución de 1917. Strike (1925) es un retrato audazmente experimental de las huelgas de 1903 en Rostov-on-the-Don y fue concebido como parte de una serie de siete películas nunca terminada titulada Hacia la dictadura del proletariado. Al igual que en Potemkin, Strike emplea de manera agresiva el montaje de significados: el más famoso es la comparación de los huelguistas asesinados con el ganado sacrificado a través de una yuxtaposición de imágenes.
Después de Potemkin, llega la película de Eisenstein sobre la revolución misma, Octubre: Diez días que sacudieron al mundo (1928), un torbellino de simbolismo febril producido por Stalin. Eisenstein habló sobre cómo la revolución lo llevó al arte desde su formación en ingeniería, y cómo el arte, por el contrario, lo llevó a la revolución. Estas son las dos películas, junto con Potemkin, que confirman esa relación. Después de un período de barbecho que lo vio pasar una década sin completar un proyecto, la primera película sonora de Eisenstein fue el drama histórico Alexander Nevsky (1938). Esta se realizó en el estilo realista socialista exigido por el estado, con excepciones (en forma de camaradas vigilantes) establecidas para evitar que Eisenstein se desvíe hacia el formalismo. El resultado fue una narración directa sobre el héroe que lideró una fuerza para repeler a los caballeros teutónicos invasores, y que culmina en una impresionante batalla sobre un lago congelado. A pesar del estilo menos inventivo, Nevsky todavía permitió que Eisenstein teorizara y experimentara. Sergei Prokofiev, se encargó de la musica, y mientras que parte de ella estaba compuesta para las imágenes de la película, algunas secciones fueron editadas para la música preescrita, lo que la convierte en una colaboración innovadora de dos vías. La música también le dio a Eisenstein la base para una nueva teoría sobre cómo el sonido y la composición de las imágenes individuales podrían guiar la mirada del espectador. Planificó varias secciones de la película en torno a esta teoría, dibujando diagramas de dónde debería estar el enfoque de la audiencia durante cada toma. Tanto Alexander Nevsky, como su última epopeya en dos partes, Iván el Terrible (1944/58), son dos obras visualmente magníficas.
Podría decirse que Eisenstein es uno de los directores más grandes y consistentes de todos los tiempos, y en ese sentido no hay ningún lugar en el que sea desastroso comenzar con su filmografía, pero The General Line (también conocido como Lo viejo y lo nuevo) (1929) es probablemente uno de sus mejores ¨tapados¨. Un bello e hipnótico giro en las películas soviéticas de trama “laboral”, es un documento de las políticas agrícolas de la época, inundadas de una trama subterránea llena de homoerotismo y sadomasoquismo.