David Bowie: Rock camaleón

Llamar a David Bowie una figura transicional en la historia del rock es menos un juicio que una descripción del trabajo que lo caracterizó. Todos los nichos que encontró a lo largo de su carrera tuvieron una cúspide, y no hizo de ninguno de ellos su hogar fijo. Ciertamente no se conformó en el suburbio sin dinero de Londres, donde su infancia fue tan sórdida como deslumbrante sería su vida adulta. Si bien su pose favorita fue la de un Gran Artista asolado por las posibilidades del rock como vehículo, en realidad Bowie fue más un rockero al que la astucia artística le funcionó mejor que cualquiera de las poses que probó (no es que no fuera ecléctico; admiró a Anthony Newley y Jacques Brel y estudió mimo con Lindsay Kemp).

Durante la era mod de la década de 1960, lideró varias bandas de cuya sombra, él, que se había rebautizado para evitar confusiones con el cantante de los Monkees, surgió como cantautor en plan solista. “Space Oddity”, single de ciencia ficción que marca el verdadero comienzo de su carrera, llegó al top 10 en Gran Bretaña en 1969, pero no se convirtió en hit radial en el mercado estadounidense hasta algunos años después, a pesar de que Bowie había pensado su lanzamiento original para que coincida con la misión a la luna del Apolo 11. Su primer álbum notable, The Man Who Sold the World (1970), un híbrido de folk, art rock y heavy metal, tampoco lo convirtió en un nombre familiar. No fue hasta Hunky Dory (1971) que se dio cuenta de la atractiva idea postmoderna de presentar su camaleonismo como una identidad en si misma, en lugar de la falta de una. Frívola y portentosa al mismo tiempo, esta propuesta parece haber sido hecha a medida de lo que terminó siendo la década de 1970. Tras el fracaso de la contracultura en alcanzar la utopía o incluso un modus vivendi viable, Bowie inventó una serie de pastiches inspirados y grandiosos que le dieron a esa utopía una nueva dimensión, comenzando con la emblemática fantasía de la estrella-mártir de rock, The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars (1972). En el proceso, se mantuvo impasible luego del zeitgeist que supuso los pesares acumulados de Diamond Dogs (1974) y el romanticismo de Young Americans (1975) publicados con menos de un año de diferencia. Bowie también se convirtió en la primera estrella de rock en realizar una confesión de su propia bisexualidad en un astuto movimiento publicitario (y también la primera, algunos años después, en sospechar que los tiempos habían cambiado lo suficiente como para retractarse).

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Para 1977, Bowie había desaparecido, transmutando su idiosincrásica versión del mainstream por la vanguardia austera de Low, un disco en colaboración desde Berlín con Brian Eno, el más audaz de sus compañeros musicales, de los que Bowie siempre supo sacar provecho, incluyendo los guitarristas Mick Ronson y Carlos Alomar y el productor estrella del nouveau-funk Nile Rodgers para “Let’s Dance” (1983), cuando estuvo necesitado de hits.

Musicalmente, Low y sus secuelas, “Heroes” (1977) y Lodger (1979), demostrarían ser las más influyentes y duraderas de la carrera de Bowie, sirviendo como modelo para una generación posterior de músicos dedicados al techno-rock. A corto plazo, marcaron el final de su importante impacto en la audiencia masiva, aunque no de sus ventas, principalmente gracias a la pericia de Rodgers. En la década de 1980, a pesar de la impresionante resolución artística de Scary Monsters (1980) y el igualmente impresionante Lets Dance (1983), que logró incluir tres canciones en el top ten del mercado estadounidense, el trabajo de Bowie se volvió cada vez más trivial. En paralelo a una carrera de actor que, desde su debut en The Man Who Fell to Earth (1976), de Nicolas Roeg, no logró enjugar, sus algo vagos álbumes posteriores oscilaron entre posibles movimientos comerciales sin corazón (Never Let Me Down [1987]) y la pretensión de statements artísticas en las que parecía haber perdido su perspicacia (Outside [1995]).

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David Bowie.
David Bowie.

 

A fines de la década de 1990, su parecía una fuerza agotada, y tal vez la mayor innovación de Bowie en esta era fue la creación de Bowie Bonds, valores financieros respaldados por las regalías generadas por su obra anterior a 1990. La emisión de los bonos en 1997 le valió a Bowie $ 55 millones, y los derechos de su catálogo anterior le fueron devueltos cuando el plazo de los bonos expiró en 2007.

Su trabajo en la década de 1970 incluye, además de su propia producción, el servicio como productor en álbumes emblemáticos de artistas como Mott the Hoople, Lou Reed y Iggy and the Stooges que lograron discos de larga duración en términos de vigencia. Bowie fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 1996. Bowie continuó grabando en el siglo XXI, aunque un período de barbecho luego del lanzamiento de Reality (2003) llevó a la especulación de que se había retirado. Una década después resurgió inesperadamente con The Next Day (2013), una colección de canciones de rock seguras y sencillas. Blackstar (2016), inspirado en el jazz, fue lanzado dos días antes de su muerte por cáncer. En los últimos años de vida, Bowie también escribió el musical Lazarus (estrenado en 2015), inspirado en The man who fell to earth, y fue el tema de una exitosa exposición de arte, David Bowie Is (inaugurada en 2013).

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Bowie.
Bowie.

 

 

 

 

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