Mussolini, Hitler y la Iglesia

La Iglesia y el Estado italiano habían permanecido enfrentados desde 1870, cuando el rey Vittorio Emanuele tomó posesión de Roma incluyendo las zonas de dominio papal y las declaró parte del nuevo reino de Italia. El papa Pío XI se había negado a reconocer la existencia de tal reino, se declaró a sí mismo “prisionero en el Vaticano” y se negó a salir de ahí.

Años después, Mussolini, que en los inicios de su carrera política era anticlerical acérrimo, ya en el comienzo de su dictadura se dio cuenta de que le convenía (más aún, le resultaba necesario) una buena relación con la Iglesia. El papa Pío XI, por su parte, también estaba medio harto de la situación; quería terminar con el aislamiento de la Iglesia y de paso tratar de protegerse contra los fascistas más extremos.

El acuerdo firmado en el Palacio de Letrán (que había sido la residencia papal durante la Edad Media) representó, si no una victoria, una solución conveniente para ambas partes. La cuestión central del acuerdo fue el reconocimiento del Estado italiano por parte del papa y el reconocimiento de de la soberanía del papa sobre las 44 hectáreas de la Ciudad del Vaticano. Esta curiosa y conveniente unión entre la Iglesia católica y el Estado italiano se tambaleó bastante durante los años de dominio fascista en Italia, pero a pesar de eso duró hasta 1985, año en que un nuevo acuerdo entre la Santa Sede (representada por el papa Juan Pablo II) y el Estado italiano (representado por Bettino Craxi) entró en vigor, reformando y modificando el “concordato” (acuerdo) de 1929, estableciendo nuevos principios que regularían las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Pero volvamos a los años de Il Duce y el Führer. Hitler había rechazado el catolicismo en su infancia y primera juventud (era devoto de una fe nueva que era una mezcla de mitología nórdica e ideología racista). Pero con una línea de razonamiento similar a la de su colega italiano, Hitler imaginaba que, para darle brillo a su imagen de hombre de Estado pero a su vez tener control y mantener políticamente a raya a la Iglesia, era conveniente llegar a un entendimiento con el Vaticano.

La Iglesia, por su parte, en forma similar a lo ocurrido con los fascistas en Italia, buscaba algún tipo de seguridad bajo un régimen potencialmente (y seguramente) hostil. En honor a eso, en julio de 1933 Hitler firmó un concordato con el cardenal Eugenio Pacelli (quien luego sería Pío XII), enviado del papa en Berlín. En ese concordato el estado alemán garantizaba la libre actividad en las escuelas e instituciones católicas y la continuidad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.

Sin embargo, el gobierno de Hitler, que era experto en no respetar pactos, alianzas y tratados firmados por su propio gobierno, rompió rápidamente su palabra (y lo firmado) y empezó una especie de guerra propagandística contra cualquier fe o religión que no se declarara a favor “de la patria y del Führer”. Como muestra, en 1936 muchos sacerdotes y monjas fueron arrestados.

En un principio, el papa Pío XI y otros miembros de la Iglesia reprimieron su disgusto (mitad por temor, mitad por estrategia a largo plazo), pero en marzo de 1937, una encíclica papal llamada “Mit brennender Sorge” (“Con viva preocupación”, en español) se expresó en forma concreta sobre la situación de la Iglesia en la Alemania nazi. A diferencia de otras encíclicas tituladas por las primeras palabras en latín, esta recibe el nombre de las primeras palabras en alemán, lengua en la que fue originalmente publicada. En la encíclica el papa advertía que “todo aquel que tome la raza, o el pueblo, o el Estado, o una forma determinada del Estado, o los representantes del poder, y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios”, en una crítica hacia los aspectos pseudorreligiosos y las teorías raciales del régimen nazi.

La encíclica fue introducida de contrabando en Alemania; el papa Pío XI acusó a los nazis de colocar a Hitler por encima de Dios y advirtió que “aquel que mora en los cielos se ríe de ellos”, tratando de dejar en claro que Dios era más poderoso.

Los nazis respondieron con más detenciones, en este caso bajo el cargo de traición.

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1 COMENTARIO

  1. Y todo llevo de quemar libros a, quemar humanidad como vieja data de cristianos, solo que fue por millones e, industrialmente. En cada lugar donde confiese y de comunión un sacerdote, hay un colaborador del Pontífice. En vida Pio XI, supo de los crímenes de la política guerrerista alemana y, a motu propio dicto encíclica rechazando estos crímenes, pero esta fue debidamente escondida por Pio XII. Es una impresión con poco asidero o, tendencia a dejar marginado otro de los principales actores de la llegada al poder de uno las ideologías políticas más extremas de los años treinta y cuarenta de Europa, marejadas cristianas de fieles obedientes alemanes, he ahí donde el cubrimiento de los medios de comunicación, no muestran el óleo general de la actividad humana nacionalista dirigida por un mercader de ilusiones, mago, quien fue entronizado por las clases sociales del poder, la cultura, no solo la familia Wagner o los industriales del acero y laboratorios, fue en culto subterráneo de cada alemán proclive a mitos de poder, que según todas la creencias están en la sangre de cada bebé, el derrotero de la masa pueblo por la política nacional fascista-nazi, se dio porque las iglesias estuvieron desde un principio susurrando en nombre de Dios, con su presencia la humanidad y moralidad de la política nazi, con la fatua pertenecía que al llegar el poder Adolfo Hitler Hitler sería un articulado, cuyo hilos estarían en manos de infalibles y santos pastores, esa es la fractura ética que nos permití apreciar en un todo, el abisal encuadre para la foto de grupos de sociedad, pueblos de himnarios y doblar de campanas, desenlace de errores que llevaron a la guerra. En las primeras de cambio, la rebatiña por ser la alfombra al poder, no fue de pocos sobresaltos, uno de esos se dio el 23 de marzo de 1.933 cuando Paul von Hindenburg prestigioso militar y hombre público de la política teutona, invistió a Hitler como Canciller de Alemania, en la Guarnición o, Granisonkirche parroquia evangélica “Para muchos alemanes “iglesia símbolo del mal” con reflexivos sermones, mientras los órganos y coros infantiles pregonaban la grandeza de Alemania y el fervor el, ser favorecidos por tal liderazgo, ya se insinuaban los 1.000 años de poder; en el Vaticano esto fue causa de malestar por la preferencia que se dio a los evangélicos, la puja por acercar, acolitar apoyos a esa política, sermones constantes entre altares e himnarios, allí mismo los fieles protestantes vislumbraron las primeras campanas con la cruz gamada en sus bronces. Toda esta parafernalia eran noticias en periódicos y noticieros a cada hogar alemán es su día a día, y de tas-tas carambola a las rotativas comunicación europeos, en sus editoriales: “el cristianismo católico, luterano, calvinista en nombre del altísimo se había confraternizado como samaritanos, con el régimen de la cruz gamada, ejemplo a las iglesias de toda Europa” Jozef Tiso sacerdote 1939-1945, presidente de la República Eslovaca Independiente, aliada de la Alemania nazi. El amor a uno mismo es un mandato de Dios, y este amor a mí mismo me ordena eliminar … todo lo que me daña o amenaza mi vida. Petar Brzica (1917-2010), alias “Pero”, fue un croata fascista franciscano criminal de guerra.” Luego llegarían de Alemania ecos de lo que sería el futuro mediato, “La eutanasia” a personas con limitantes físicos a cargo del estado y, la matanza de niños por desnutrición al restarle vitaminas y nutrientes a su alimentación, en lugares que eran regidos por las iglesias que pactaron la vista gorda ante tales crímenes de lesa niñez, allí en estos sacrificaderos hicieron sus practica los futuros operadores de las duchas de gas muerte y las chimeneas al cielo con sus cirros de humos cenizas inocentes. A los hogares llegaban notas de fallecimientos de los niños con la impronta del águila imperial y firmas de doctores y sacerdotes encargados de cada parvulario, en escuelas colegios, la primera labor de docentes era tomar juramento de fidelidad a Adolfo Hitler, comenzaron a desaparecer imágenes de devoción de estos centros de enseñanza, pero que hacer cuando lo cristiano, cual masilla moldeada era cómplice para consternación de Pontífices y pastores, pues la promesa del manipulable canciller había sido un espejismo en el cual se reflejaron, mancomunidad marchando hombro a hombro en desfiles a paso de oca. Todo esto se inició en laboratorio en la Italia del “Duce” Benito Mussolini y sus camisas oscuras de partidarios del fascismo en nombre de Dios, Pio XI creo y empujó a su Golem “el Duce es un enviado de la Providencia” según el coro de cardenales del Vaticano bajo la batuta Pio XI, con su banca economia surtida por millones de dólares entregados en mano a Bernardino de Nogara economista italiano de ascendencia judía, “el segundo hombre más importante después de Cristo para la iglesia”, lo destino evangelicamente al Publo italiano obediente que le dio sus votos. Estas maniobras diplomáticas fueron todo un calco que se aplicó en Alemania política, obsequiando al mismo Hitler alborozos por el logro diplomático-político-imagen a la firma del concordato iglesia-política nazi (En el siglo XVI en Wittenberg se hace referencia a los escritos antijudíos de Martin Lutero, esta igleisia se denomina la “iglesia madre de la reforma” apoya decididamente las políticas alemanas” la providencia según dirigentes políticos y cultos cristianos estaba del lado alemán, ¡es más: era alemán! entre brindis por la firma del concordato con el poder nazi en ciernes, titulares de toda la prensa en cada hogar en Alemania, este espaldarazo iglesia nazismo, corrió por toda Europa como ejemplo a seguir, de conveniencia entre propios, en objetivos afines de un cristianismo evangélico-católico compitiendo entre sí por mostrase en devoción y obsequiosos, brazo en alto de saludo: ¡Hitler Hitler Adolfo! el líder predestinado en nombre del altísimo ¡votad por él católicos! millones de volantes en el cielo de obedientes personas. Solo es esculcar albúmenes con sus fotos de esos tiempos, afanados por ir a la sima del error, presupuestando que la guerra era la única trocha para acabar con las ideas comunes soviéticas, su enemigo común y, se podrán identificar los susurros de confesiones y, caldos suculentos en reuniones donde la bendición infalible de Pio XI en manos de su Jefe de la diplomacia y, con Von Papen como útil obrero de la política segundona, se prodigaba como pan a cada fiel. Luego sería bocado freno para mantener la complicidad de Pio XII, en aquello del que “calla otorga”. Luego la guerra mediante, la táctica de blitzkrieg, Alemania derrotó a Polonia (septiembre de 1939), Dinamarca, Noruega, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo, Francia, y Grecia (abril de 1941). Todos en el vaticano eran de campanas al aire, parabienes pues se sentian dechados de bendiciones por haber sido partícipes de la política victoriosa nazi de Hitler, “ Kristallnacht”, documental sobre los tiempos del oscurantismo de la iglesia con su Pontífice comprometido con el nazismo , los cardenales, el Vaticano recibían los informes de sus sacerdotes pormenores de la muerte de judíos , gitanos y otras minorías, prisioneros, mientras la iglesia inmovile no fue denuncia de nada, con su Pontifice que como hombre hizo de la cobardia su silencio. En honor a eso, en julio de 1933 Hitler firmó un concordato con el cardenal Eugenio Pacelli (quien luego sería Pío XII), enviado del papa en Berlín. En ese concordato el estado alemán garantizaba la libre actividad en las escuelas e instituciones católicas y la continuidad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Se hace necesario para nuestros tiempos poner en primera plana de relatos historia, como el cristianismo coadyuvo al segundo crimen holocausto humano, púes el primero se dio en el mismo momento de ¡tierra a la vistaaa…! 1.492, con el beneplácito del cristianismo también, calendas de mala hora para otra humanidad con su historia de 90 millones de habitantes en América aborigen que en doscientos años de conquistas a truenos de arcabuces y la cruz en la empuñaduras de espadas, fueron masacrado con enfermedades, viruela, sarampión, blenorragias traídas de Europa, desplazados de sus cultivos de maíz, ajíes, cacao como moneda de cambio, destruidos 30 millones de personas, luego signados de no tener alma, fue tal el holodomor que el clima mundial cambió y Europa lo vivió; En unas prácticas que no han dejado de ser catequesis, se dejan asoma en las 387 páginas de los diarios de “Pica” educador sacerdote jesuita en Bolivia, destruyendo niñez indígena, o en “Las Casitas de Dios” donde los abusos de bebés sordomudos, son el mayor crimen social de niños, otros muchos fenecidos por desnutrición al restársele nutrientes a sus alimentos: los deseados en los padre nuestro que estás en los cielos cotidianos, física hambre, violentados y dañados en Canadá indígena, estas catequesis son la otras procesiones por dentro de un cristianismo que no ha cejado de ser uno de los mayores engranajes del poder que llevo a la guerra y, los campos de destrucción nazi en Europa y, la mengua por abusos en América aborigen, anaconda cordillera de los Andes. Todo un desenlace iglesia en las palabras de Marcial Maciel Degollado “ejemplo de juventudes”, por un tris no santo, en textuales sermones: “Si me paro a reflexionar quedo anonado, todo esto se debe a la acción del Espíritu Santo, de Dios, y a la forma que él ha permitido que yo me preste para ir realizando sus obras. Todo esto se resume en la confabulación de la “Ruta de las ratas” donde Roma presto sus seminarios como lugar de escondites mientras se gestionaban las huidas de los asesinos seriales, operarios de campos de concentración, no porque la iglesia practicara su humanidad de samaritana, sino con las precauciónes de mantener lacradas las complicidades con las máquinas de moler vidas en el mayor crimen industrial en la humanidad, evitar a como de maquinación, se sacara a relucir a unas iglesias con nombres propios como operarios según sus perversiones de cada lugar de inquisición moderna holocausto. Toda una pléyade de Pontífices fueron la herramienta para el mayor crimen de lesa humanidad.

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