Nacida en Pittsburgh, Pensilvania, el 11 de mayo de 1894, Martha debió vencer muchos obstáculos antes de convertirse en la bailarina y coreógrafa que mejor expresó con su arte el espíritu de la sociedad estadounidense que le fue contemporánea. La primera -y más tenaz-oposición que tuvo que vencer fue la de su progenitor, un severo médico presbiteriano especializado en enfermedades mentales, que no vio con buenos ojos los propósitos de su hija de dedicarse a la danza. En sus “Memorias“, Martha escribió que en una oportunidad su padre expresó: “Los movimientos nunca mienten“. Ella era una niña, pero no se le escapó el significado de la ambigua frase: aludía, obviamente, a las connotaciones equívocas que para sus rígidos conceptos morales tenían las evoluciones de una bailarina en el escenario. Tuvo que morirse para que Martha pudiera consagrarse a la danza e ingresar en la escuela Denishawn[1] (formada y dirigida por la pareja de los afamados bailarines Ruth St. Denis[2] y Ted Shawn[3], dos grandes pioneros de la danza moderna norteamericana). Tenía entonces 22 años y todo en contra: su edad, su rostro, su cuerpo -demasiado pesado- e incluso la misma Ruth St. Denis, quien no la estimaba como a una discípula dilecta.
Martha ansiaba que su danza fuera un mensaje de su época y el espejo del hombre contemporáneo; quería afirmar la vida a través del movimiento. En ese propósito resultó de gran ayuda el compositor Louis Horst[4], director musical de la escuela Denishawn, a quien conoció durante su época de estudiante de la misma y con quien mantuvo una relación afectiva y profesional hasta su muerte en 1964. Bajo su influencia pudo expresar las sensaciones de novedad que la impulsaban. El compositor la alentó además a formar su propio grupo. Hablaron mucho y, sin duda, se amaron mucho. En sus “Memorias”, Graham confiesa una relación intensa y ardiente, el único tipo de contacto que, por otra parte, podía mantener con la gente. Horst, que no creía en las músicas escritas y aceptadas por todo el mundo, compuso para ella varias partituras tales como: “Misterios” (1931), “Frontier” (1935)[5] y “El penitente” (1940).
En 1920 Martha produjo su primer ballet protagónico, “Xóchitl”, la historia de una princesa Azteca conflictuada por incomprendida, la cual Ted Shawn coreografió y en la que interpretó el papel del emperador Tepancaltzin, y que tuvo buena aceptación dentro del minúsculo mundillo versado en la materia. Tres años más tarde, después de una intensa colaboración como ayudante y como bailarina solista de Ted, Martha decidió abandonar el Denishawn y viajar a Nueva York para bailar en Greenwich Village Follies y en el Eastman Theatre. En 1925, ya contando con la aceptación y celebración de la crítica y del público neoyorquino, la Escuela de Música y Teatro Eastman la contrató como instructora de baile. Durante los dos años que trabajó en esa institución experimentó sin cortapisas y encontró los principios de su danza. Paralelamente, descubrió a Mary Wigman[6] a través de libros y fotografías y asistió a una demostración de la bailarina Ronny Johansson[7], la cual la dejó impresionada de la utilización del suelo que hacía y la percató del control que puede efectuarse sobre los músculos del torso, cuestión que le asistió a resolver técnicamente problemas fundamentales sobre el equilibrio y a descubrir a la pelvis como la fuente de energía del bailarín.
Para finales de 1926 Graham fundó su propia compañía, “La Compañía de Danza Martha Graham”. Allí se dedicó por completo a la enseñanza de su innovadora técnica basada en los principios de la contracción y la relajación pélvica y abdominal donde la respiración juega un papel primordial, el suelo cobra importancia (los movimientos se enraízan en el suelo, caen al suelo, se impulsan desde el suelo para saltar o se sacuden contra él) y el torso es el eje central en la expresión de las emociones. Como maestra, Martha reclamaba la más absoluta entrega, en sus clases nadie reía, charlaba ni murmuraba. No había ni “buenos días” ni “adiós”, solo se escuchaba su voz dirigiendo indicaciones. Para ella, la disciplina era la fuente del éxito: “El bailarín es realista, su arte le enseña a serlo. No importa si el pie está en puntas o no, ningún sueño lo pondrá en puntas por nosotros. Para ello se necesita disciplina, no sueños“, sentenciaba.
En los años 30 la danza moderna sufrió un verdadero cambio de rumbo, pues al igual que en otras corrientes artísticas, sobre todo el teatro, el agitado clima político y social de la década influyó en el movimiento de manera decisiva. Los nuevos coreógrafos mostraban un gran compromiso social y un deseo de llevar la danza a una mayor cantidad de público. A su vez, también crecía entre ellos un fuerte desprecio hacia el ballet “de establishment” y la liviandad de sus argumentos, que sólo reproducían el romanticismo del siglo XIX y estaban dirigidos a una elite. Graham no estuvo ajena a este movimiento e influida por la corriente filosófica existencialista[8], especialmente por su amigo Jean Paul Sartre[9], y el socialismo[10], produjo “Heretic” (1929) y “Sketches for the people” (1929), obras-estudios sobre la rebelión de masas. Pero, recién en 1936 llegó su trabajo definitivo, el que marcó el comienzo de una nueva era en la danza contemporánea. “Steps in the Street” llevó al escenario los serios problemas que experimentaba el público en general de manera dramática. Influenciada por el desplome de Wall Street y la Gran Depresión, su danza se enfocó en la depresión y el aislamiento, reflejados en las oscuras escenografías y vestuarios. Esto definió un nuevo estilo de baile y fijó el estándar que muchos coreógrafos siguen hoy en día.
Durante la segunda Guerra Mundial Martha formó una nueva compañía y una escuela: “El Centro Martha Graham de Danza Contemporánea”. Allí se forjó una legendaria lista de bailarines entre los que figuraron: Erik Hawkins[11], Merce Cunníngham[12], Jean Erdman[13] y Anna Sokolow[14], además de muchos otros reconocidos talentos. Erik Hawkins, particularmente, no pasó inadvertido para la profesora: bailó en muchas danzas que compuso para ambos y protagonizó junto a él otro importante episodio de su vida sentimental. Luego de un año de una intensa vinculación artística y personal, en 1948, se casaron a escondidas y a mucho pesar de sus allegados directos (especialmente de Host). Erik, quince años más joven que Martha, compartía con ella la necesidad de mantener relaciones tempestuosas y profundas. Se divorciaron en 1954, después de que Hawkins, en 1951, se independizara y estableciera su propia compañía. Graham quedó desbastada, hundida en la más absoluta melancolía y en la nostálgica ficción de eso que jamás sucedió: un amor incondicional devenido en eternidad. A modo de evasión o de intento de superación de la frustración ante el fracaso matrimonial, Martha se soterró en el trabajo y le dio un nuevo giro a su dirección creadora: se internó en la raíz del mito —druídico, hebraico y, sobre todo, griego-. Recreó una sucesión de heroínas trágicas como Medea, Yocasta, Judith, Ariadna, Fedra, alcanzando el apogeo en 1958 con “Clitemnestra”, quizá la más valiosa de sus creaciones. En ellas, como en todas sus coreografías, el argumento importa mucho menos que los sentimientos que se desprenden del espectáculo, en el que la heroína puede ser varias mujeres a la vez y el héroe o el coro, el testimonio de la raza humana.
En 1968, a los 64 años, Martha dio su última función como bailarina. Desde hacía tiempo la crítica y sus propios compañeros la presionaban para que dejase el escenario. El costo de esta decisión fue muy grande: la coreógrafa cayó en un colapso físico y moral durante varios años. Sin embargo, en 1973 renació de sus cenizas: volvió a crear coreografías, a ponerse al frente de su compañía y a acompañarla en las giras hasta su muerte, ocurrida el 1 de abril de 1991. “Nunca pienso en las cosas que hice; sólo en las cosas que quiero hacer, en las que todavía no he hecho“, aseguró en la última entrevista que concedió, hecha poco tiempo antes de su fallecimiento. A lo largo de su carrera, Graham creó más de 200 balletes y hoy en día su escuela, su compañía y su técnica continúan vigentes.
[1] Historia de la Denishawn: https://issuu.com/wakayadanza/docs/199759429-la-danza-moderna/s/11316360
[2] Ruth Saint Denis: bailarina, coreógrafa y maestra estadounidense [1879 – 1968]. En 1914 contrajo matrimonio con el bailarín estadounidense Ted Shawn y en 1915, en Los Ángeles, fundaron la primera de sus escuelas de danza Denishawn. Ruth Saint Denis junto a su compatriota la bailarina Isadora Duncan está considerada como la fundadora del ballet moderno en Estados Unidos.
[3] Ted Shawn: bailarín, coreógrafo y maestro estadounidense [1891 – 1972]. Fue uno de los pioneros de la danza moderna como creador y director. También fue investigador y pedagogo, actividad que plasmó en varios libros publicados. Entre ellos “Fundaments of a dance education” (1937), “Dance we must” (1940) y “One thousand one night stands” (1960).
[4] Louis Horst: pianista y compositor estadounidense [1891 – 1972]. Conocido particularmente por sus largas asociaciones como director musical con Denishawn y Martha Graham, Horst fue una de las primeras personas del mundo en enseñar coreografía como una disciplina distinta.
[5] “Frontier” inició el uso de la decoración en el repertorio de Graham y marcó el comienzo de una larga y distinguida colaboración con el destacado escultor japonés-estadounidense Isamu Noguchi [1904 – 1988], bajo cuya influencia desarrolló una de sus innovaciones escénicas más singulares, el uso de la escultura, o tres. escenografías dimensionales, en lugar de planos y gotas. Las obras de Noguchi se caracterizan por sus formas abstractas perfectamente pulimentadas, en las que combinaba la sutileza típica oriental con la más refinada sofisticación del arte occidental, utilizando un estilo bioformista.
[6] Mary Wigman: nombre artístico de Karoline Sophie Marie Wiegmann [1886 – 1973]. Fue una bailarina y coreógrafa alemana, principal propulsora de la danza expresionista.
[7] Ronny Johansson: bailarina y maestra sueca [1891 – 1979]. Fue conocida por sus interpretaciones de las coreografías de Mary Wigman en los Estados Unidos.
[8] El existencialismo es una corriente filosófica que persigue el conocimiento de la realidad a través de la experiencia inmediata de la propia existencia.
[9] Jean-Paul Charles Aymard Sartre: filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, comúnmente conocido como Jean-Paul Sartre [1905 – 1980]. Fue exponente del existencialismo y del marxismo humanista. El corazón de su filosofía era la preciosa noción de libertad y su sentido concomitante de la responsabilidad personal.
[10] Socialismo: un Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.
[11] Erick Hawkins: bailarín y coreógrafo estadounidense [1909 – 1994]. Estudió en Harvard con el expresionista alemán Harald Kreutzberg y con George Balanchine en el American Ballet Theatre. En 1936 coreografió para el Ballet Karavan y debutó con la compañía de Martha Graham de la que se convertiría en su primer bailarín y donde creó “American Document” (1938), “Every Soul Is a Circus” (1939), “Letter to the World” (1940), “El Penitente” (1940), “Deaths and Entrances” (1943), “Appalachian Spring” (1944), “Cave of the Heart” (1946), “Dark Meadow” (1946), y “Night Journey” (1947). En 1951 inició su propia compañía y colaboró con artistas como Isamu Noguchi, Helen Frankenthaler, Louise Bourgeois, Stanley Boxer, Ralph Lee, Robert Motherwell, y Ralph Dorazio.
[12] Merce Cunningham: bailarín y coreógrafo estadounidense [1919 – 2009]. Desde 1937 hasta 1943, fue solista en la compañía de Martha Graham.Presentó su primer concierto solista en Nueva York con John Cage en abril de 1944. Creó la Merce Cunningham Dance Company en el Black Mountain College en el verano de 1953. Desde esa época, Cunningham coreografió cerca de 200 obras para su compañía. En 1973 coreografió “Un jour ou deux” para el ballet de la Ópera de París, con música de Cage y decorados de Jasper Johns. El interés de Cunningham en la tecnología contemporánea le llevó a trabajar con el programa para computadora “DanceForms”, que usó para realizar todas sus danzas desde “Trackers” (1991). En 1997 empezó a trabajar en captura de movimientos con Paul Kaiser y Shelley Eshkar de Riverbed Media para desarrollar el decorado para BIPED, con música de Gavin Bryars, interpretada por vez primera en 1999 en el Zellerbach Hall, Universidad de California en Berkeley. Otra obra destacada, “Interscape”, interpretada por vez primera en 2000, unió a Cunningham con su anterior colaborador Robert Rauschenberg, quien diseñó el decorado y los vestuarios de la danza, con música de John Cage quien fue su pareja hasta su muerte en 1992.
[13] Jean Erdman: bailarina, coreógrafa de danza moderna y directora de teatro de vanguardia estadounidense nacida en Hawái [1916 – 2020]. Fue esposa del mitólogo, escritor y profesor estadounidense Joseph Campbell hasta el fallecimiento de este en 1987. Comenzando con su trabajo como bailarina principal en la Martha Graham Dance Company desde 1938-42, en la que originó muchos papeles en el innovador repertorio de Graham de esa época, Erdman se estableció como una artista líder en el período postpionero de la danza moderna estadounidense.
[14] Ana Sokolow: bailarina clásica y coreógrafa estadounidense [1916 – 2020]. Trabajó a nivel internacional creando piezas de teatro y obras de danza contemporánea. Desarrolló su arte colaborando con las principales compañías de danza del mundo en el siglo XX.