Marian Anderson: un canto a los derechos civiles de los negros

Hija de trabajadores explotados y casi analfabetos, Marian con apenas 6 años se unió al coro de la iglesia baptista a la que iban sus padres. Allí se destacó pronto por su voz y la bautizaron “la contralto bebé”. A los 10 inició sus estudios de violín para proseguir a los 14 con estudios de canto en su ciudad natal con Mary Saunders Patterson, Agnès Reifsneider, Frank La Farge y gracias a las aportaciones de los miembros de su parroquia y de su trabajo como limpiadora de casas.

Debutó en 1923 con la Sociedad Filarmónica de Filadelfia. Tras ganar el premio de canto de la Filarmónica de Nueva York, con el aria “O mío Fernando” de La Favorita de Bellini, Marian comenzó una exitosa carrera como cantante de conciertos por destacados auditorios de su país.

El 30 de diciembre de 1928 se presentó en el Carnegie Hall neoyorquino para dar un recital; el crítico del New York Times dijo de ella: “Una verdadera mezzo-soprano, abarcó ambos rangos con plena potencia, sentimiento expresivo, contraste dinámico y máxima delicadeza”.

En 1931 se trasladó a Europa becada por el filántropo de Chicago Julius Rosenwald y se presentó en Berlín triunfalmente. Realizó varias giras por el viejo continente, de las que destaca especialmente la de los países escandinavos, en la que fue condecorada por Gustavo V de Suecia y en la que el compositor Jean Sibelius le dedicó la canción “Solitude”. Asimismo, en Rusia, y bajo la dirección de Stanislavsky, estudió “Carmen” de Bizet, para interpretarla luego en ocasiones varias como parte de su ecléctico y refinado repertorio.

El 29 de abril de 1936, dentro de la temporada de la Asociación de Cultura Musical de Madrid, la señorita Anderson brindó un recital en el Teatro de la Comedia, en el cual, entre el público, se encontraba el poeta granadino Federico García Lorca, quien, al finalizar la función, exclamó haber quedado embelesado con el talento y la performance de la cantante.

Ese mismo año, Marian actuó ante el presidente Roosevelt en la Casa Blanca e inició una gira de más de setenta conciertos durante los siguientes tres años. A su vuelta, Sol Hurok (uno de los más importantes e influyentes empresarios del mundo del espectáculo en Estados Unidos) quiso organizarle un concierto en el Constitution Hall de Washington, pero gracias a presión de las Hijas de la Revolución Americana (DAR) el concierto no pudo llevarse a cabo debido a que las mismas obligaron a aplicar una cláusula de los estatutos del Constitution Hall que solo permitía cantar allí a artistas blancos.

La negativa del Constitution Hall causó tal escándalo que, hasta la primera dama, Eleanor Roosevelt, miembro de la DAR, envió una carta de renuncia y, junto al secretario de Interior, Harold LeClair Ickes, inició las gestiones para organizar un concierto de Marian Anderson en el Lincoln Memorial de Washington.

El 9 de abril de 1939, y ante 75.000 personas (además de millones de oyentes radiofónicos), la contralto afrodescendiente ofreció un concierto de media hora, en el cual cantó la canción “My country, Tis of Thee”, un aria de “La Faborita” de Donizetti; el “Ave María” de Schubert; y tres espirituales negros: “Gospel Train”, “Trampin” y “My soul is Anchored in the Lord”. No fue un concierto cualquiera, fue un punto de inflexión en la lucha contra la segregación racial y a favor de la igualdad no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.

Igualmente, y a pesar de la notoriedad adquirida, Marian tuvo que esperar quince años para agenciar otro hito histórico: ser la primera intérprete negra en cantar en el teatro de ópera más importante de su país natal: el Metropolitan Opera House.

El 7 de enero de 1955, Marian Anderson interpretó el papel de Ulrica, la bruja negra de “Un Ballo in Maschera” de Giuseppe Verdi, junto a Zinka Milanov (Amelia), Richard Tucker (Ricardo), Leonard Warren (Renato) y Robert Peters (Oscar), bajo la dirección de Dimitri Mitropoulos. Según las crónicas de la época, la cantante recibió una ovación tan grande por parte del público al aparecer en escena que la emocionó de tal modo que la llevó a cantar con vacilación en los primeros compases. Después fue templándose y completó una soberbia actuación.

Una década más tarde, luego de haber sido nombrada miembro de la delegación americana en la Naciones Unidas por el presidente Eisenhower, haber cantado en las juras de los presidentes Eisenhower y Kennedy, haber recibido la Medalla de Honor del Congreso y la Medalla de Honor de la Libertad, la talentosísima mezzo se despidió de los escenarios con un glorioso concierto en el Carnegie Hall de Nueva York.

Murió súbita y pacíficamente a los 96 años de edad en su casa de Portland. Semanas después, unos dos mil admiradores le rindieron homenaje en un funeral celebrado en el Carnegie Hall. Despedían así a una cantante única, a la que escucharon seis millones de personas en más de 1500 auditorios a lo largo de su vida.

Marian Anderson. Rarities
 
 
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1 COMENTARIO

  1. En la viñeta descriptiva de la vida de Marian Anderson, falto destacar su participacion en las luchas por los Derechos Civiles, en las marchas junto a Martin Luther King, un hito historico del cual fue participe y activa militante.

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