El 12 de julio de 1789, dos días antes de la toma de la Bastilla, una multitud invadió las calles de París. Marchaban, como en un cortejo fúnebre, blandiendo banderas negras así como los bustos de los grandes héroes populares del momento: Necker, el ministro de Finanzas destituido por el gobierno absolutista de Luis XVI, y el duque de Orleans. Las cabezas, robadas del gabinete de figuras de cera del doctor Curtius, habían sido realizadas por una joven ayudante de éste: Marie Grosholtz, que años después se haría famosa como Madame Tussaud, creadora del museo de cera homónimo.
El aprendizaje del oficio
Marie Grosholtz había nacido en Estrasburgo el 1 de diciembre de 1761. Era hija de Anne-Marie Walder y del militar Joseph Grosholtz, muerto durante la guerra de los Siete Años, dos meses antes de que ella naciera. La mayor parte de nuestros conocimientos sobre la vida de la futura Madame Tussaud provienen de las memorias que ella misma dictó a una amiga en 1838, cuando tenía casi 80 años y que fueron publicadas en 1878. Pero su biografía dista mucho de ceñirse a la realidad. Sus aires de grandeza la llevaron a inventarse orígenes ilustres: afirmaba haber nacido en Berna y haber vivido en el palacio de Versalles con la familia real. En sus manos, la verdad era tan moldeable como la cera.
Philippe Curtius (1737-1794) era un médico anatomista de origen alemán instalado en Berna. Él mismo modelaba en cera los especímenes que servían para enseñar anatomía a los futuros médicos. Con el tiempo, decidió emplear la misma técnica para realizar retratos de personajes famosos y en 1765, tras abandonar la medicina para dedicarse a la escultura en cera, se trasladó a París, adonde dos años más tarde llegaron Marie y su madre. Ante la ausencia del padre, Marie creció bajo la tutela del médico, a quien trató como su tío y con quien aprendería las técnicas escultóricas.
En París, Curtius siguió realizando bustos de los personajes más populares del momento, que fueron despertando un creciente interés entre el público. Su primera exposición, en 1770, fue un éxito tal que en 1776 tuvo que trasladar la colección al palacio Real.
Un año después, Marie creó su primera figura de cera, la del filósofo Voltaire, al que siguieron otros personajes famosos como Rousseau y Benjamin Franklin. En 1782, Curtius inauguró una segunda exposición de bustos de celebridades en el Boulevard du Temple, que complementaría con la Caverna de los Grandes Ladrones, una galería de criminales precursora de la cámara de los horrores que Madame Tussaud crearía en su museo.
Con el estallido de la Revolución en 1789, las vidas de la joven y de su mentor corrían peligro, ya que ambos eran monárquicos. Pero Curtius, como buen hombre de negocios, sabía que la mejor manera de sobrevivir era adaptar su colección a tan cambiantes tiempos. Los nuevos protagonistas de su galería fueron los nuevos gobernantes y aquéllos a quienes ordenaron decapitar.
De la guillotina al taller
En sus memorias, Marie relata que durante el período del Terror, entre el otoño de 1793 y la primavera de 1794, fue arrestada junto con Josefina de Beauharnais, la futura esposa de Napoleón, y que llegaron a afeitarle la cabeza como preludio a su ejecución. Pero gracias a las gestiones de Curtius y la intercesión del actor y dramaturgo Collot d’Herbois –que llegaría a presidir la Asamblea Nacional–, fue puesta en libertad con el encargo de realizar los bustos de los ejecutados.
Las cabezas decapitadas y aún ensangrentadas eran llevadas al obrador de Marie para hacer inmediatamente sus moldes. Si se las entregaban o si era ella quien las recogía del patíbulo, como afirma, no hay manera de saberlo. En todo caso, los macabros bustos fueron incorporados a la exposición, y Luis XVI, María Antonieta, Marat y Robespierre, entre otros, fueron engrosando su colección al ritmo que marcaba la guillotina.
El 26 de septiembre de 1794, Curtius murió y dejó a Marie como única heredera de su casa en Versalles y del salón de exposiciones del Boulevard du Temple. Un año después, Marie se casó con el ingeniero François Tussaud, con quien tendría dos hijos, Joseph y François. El matrimonio le sirvió para dejar atrás el apellido Grosholtz y convertirse en Madame Tussaud.
Casi arruinado su negocio por los estragos de la revolución, la aventura escultórica de Madame Tussaud podía haber acabado aquí si una mañana de octubre de 1802, el encuentro con el artista itinerante de origen alemán Paul Philidor no hubiera cambiado el curso de su vida.
Una nueva vida en Londres
Philidor era un ilusionista de la linterna mágica, antecesora del cine, que permitía proyectar sobre paredes y lienzos las imágenes pintadas en placas de cristal. Un público ávido de nuevas sensaciones se dejaba aterrorizar por los estremecedores fantasmas y espectros diabólicos que brotaban de la linterna de Philidor.
Éste propuso a Madame Tussaud asociar los espíritus diabólicos y las figuras de cera para crear un espectáculo conjunto en el teatro del Liceo de Londres. Marie viajó en 1802 a la capital inglesa acompañada por su marido y su hijo mayor, Joseph, mientras dejaba al pequeño François con su madre en París. Sin embargo, pronto vio que los negocios con Philidor no eran ventajosos y decidió establecerse por su cuenta. Con su colección de bustos empezó a viajar en carruaje a través de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Entretanto, su marido volvió a París; ya no volverían a verse más.
En cada ciudad, Madame Tussaud exponía sus piezas en salones lujosos que alquilaba y a los que atraía a la clase media adinerada, rompiendo con la imagen que asociaba las figuras de cera y anatómicas al entretenimiento popular. Las giras resultaban rentables y Marie enviaba dinero a su esposo, pensando que se ocuparía de la educación de su hijo pequeño. Pero Monsieur Tussaud se gastó todo el dinero, hasta el punto de que en 1812 su hijo François se vio obligado a vender la colección del Boulevard du Temple. En 1817, tras la separación de sus padres, François viajó a Londres para encontrarse con su madre y su hermano. François, que era carpintero, se sumó al negocio familiar fabricando brazos y piernas para las figuras. En ese momento la exhibición pasó a llamarse “Madame Tussaud e hijos”.
La cámara del horror
En 1835, Marie y sus hijos instalaron su colección en Baker Street. En una época en que las ejecuciones ya no eran públicas, la llamada “cámara del horror”, que combinaba la sangrienta violencia de la Revolución francesa con figuras de asesinos famosos, atraía a multitudes curiosas. Pero la popularidad del museo se disparó en 1837, cuando la joven reina Victoria permitió que modelasen su figura y que la vistieran con la réplica exacta de su atuendo de coronación.
Marie Tussaud murió mientras dormía, el 16 de abril de 1850, a los 88 años, y fue enterrada en la iglesia católica de Cadogan Street. En 1884, su nieto Joseph trasladó la exposición a un edificio mayor en la calle Marylebone, donde continúa. Un incendio (en 1925) y los bombardeos durante la segunda guerra mundial afectaron al museo, pero aún se conservan algunas de sus figuras originales. Actualmente es uno de los lugares más visitados de Londres y el museo de cera más importante del mundo, con 24 sedes en Asia, Europa, América y Oceanía.