“Pocas cosas existen más hermosas en la naturaleza que el cuerpo desnudo de una mujer. La mujer desnuda emerge del mar o de la cama, la podemos llamar Venus o Niní, pero nunca podremos inventar nada mejor”, afirmaba Renoir, mientras pintaba una y otra vez a las modelos que se prestaron a estos juegos de luces y erotismo. Su espacioso atelier de la rue Saint George era un lugar de reunión de sus amigos con las muchas jóvenes que posaban para el artista. Una de ellas fue Suzanne Valadon, quien vivió una conflictiva relación afectiva con Renoir primero y con Toulouse Lautrec, después. Otra fue Niní Gérard, a la que llamaban Coquit, una tintorera joven y espontánea alejada de los artificios de las modelos profesionales. Renoir era un apasionado de los sombreros y ella lo acompañaba para elegir aquellos que iba a utilizar en su próximo cuadro. Coquit decía que Renoir era una especie de “erotomaníaco del sombrero femenino”. La de Trehot fue otra de sus muy jóvenes modelos y amantes que aparecen en “Las bañistas”. Le siguieron Angele, Estelle, Jeanne, Margot Legrand -que murió de fiebre tifoidea- y Anna Leboeuf -que murió de tuberculosis a pesar de los cuidados del Dr. Gachet, el mismo que posó para la última pintura de Van Gogh. También conoció a Louise Weber, “la glotona” que se hizo célebre bailando en Le Moulin Rouge y posando para Toulouse Lautrec. Otra de sus modelos fue Marie Duplessis, llamada “La panadera” (en alusión a la Fornarina, la amante de Rafael), que trabajaba como empleada de la familia cuando vivían en la calle Caulaincourt. Renoir pintó a Georgette Pingeot, costurera que cantaba en los café concert, y a Renée Jolivert que hizo carrera como actriz. “Lo único que busco en una mujer -decía el artista- es que su piel encienda la luz”. Al parecer encontró esta luz en Aline Charigot, quien fue su modelo, musa inspiradora, amante y después su esposa. Justamente una prima de ella, Gabrielle Remond entró a trabajar con la familia cuando solo contaba 14 años y terminó siendo una de las modelos preferidas del pintor. La primera vez que Gabrielle posó para Renoir fue en el verano de 1892, mientras la familia pasaba las vacaciones en Magnanosc, cerca de Grasse. Esa tarde, Marie Duplessis no pudo asistir a la sesión de modelaje por estar resfriada y todas las jóvenes de la región estaban ocupadas en la cosecha de rosas, tarea fundamental en esa zona dedicada a la perfumería. Fue la misma Aline quien empujó a su prima ante el caballete de Renoir. La joven, acostumbrada a ver modelos posar desnudas ante el pintor, asumió el rol con total naturalidad. Desde entonces se creó entre ellos una cierta intimidad que despertó los celos de Aline, al punto que Gabrielle debió alejarse del entorno del artista. Un año más tarde Aline moría víctima de la diabetes. Renoir sobrevivió diez años a su esposa, y trabajó hasta el último día de su vida, aunque por ese entonces, para pintar, debía atarse los pinceles a sus manos tullidas por el reuma. En sus últimos años recurrió a otra modelo llamada Dédée, con quien inició la serie de “Las bañistas”. Renoir continuó fiel a su credo: “Para mi, un cuadro debe ser una cosa amable, alegre, bonita. Ya hay bastantes cosas malas en la vida para que nosotros inventemos una más”.