Los Cien Mil Hijos de San Luis: Fernando VII y el absolutismo más absoluto

Un buen día de 1814 Fernando VII volvió a España para recuperar el trono que amablemente había cedido a Napoleón. Esta entrega había generado las guerras de independencia, cuando el pueblo español se levantó contra la dominación francesa. Mientras los españoles se batían con uñas y dientes contra los invasores, Fernando trataba por todos los medios de congraciarse con Bonaparte, a punto tal de pedir la mano de una de sus sobrinas. El Corso una vez más lo despreció, aunque poca mella le hizo al Borbón, que veía con indiferencia el sacrificio de sus súbditos. Mucha sangre se derramó en España por su nombre, pero Fernando no se dio por enterado. Se votó una Constitución Liberal en 1812, que solo postergó su retorno, para borrar de un plumazo lo que se había gestado con tanto dolor.

Una vez en el poder, Fernando derrochó fortunas para tratar de recuperar sus colonias de ultramar. Justamente, mientras se juntaba un nuevo ejército para reconquistar sus posesiones rebeldes, estalló el levantamiento encabezado por el coronel Rafael del Riego, luchador de las guerras de independencia y ferviente masón. En Sevilla arengó a los soldados que se aprestaban para ser embarcados hacia América el 1 de enero de 1820. En este discurso instaba al Rey a jurar la Constitución Liberal de 1812, conocida como “la Pepa”, por haber sido jurada el día de San José. El levantamiento no tuvo la repercusión que se esperaba en España, pero las fuerzas realistas quedaron disminuidas en América, circunstancia que asistió a la caída del Imperio. Dos años más tarde, Riego era herido, traicionado y juzgado en forma sumaria. Si bien pidió perdón por “sus crímenes liberales”, fue ahorcado y luego decapitado en Madrid.

A lo largo de esos dos años hubo múltiples insurrecciones a lo largo de España, especialmente entre los antiguos luchadores de la independencia. En el ínterin, los absolutistas que habían fugado a Francia comenzaron a organizarse para recuperar el poder, con la anuencia de Fernando que seguía con su juego de dobleces. El 15 de agosto de 1822, el marqués de Mataflorida constituyó una regencia absolutista con la anuencia del Rey que, por el otro lado, pactaba con los liberales.

El movimiento absolutista reunió un ejército de 30.000 seguidores, denominado el Ejército de la Fe, aunque entre sus filas había caudillos populares, curas armados y militares retirados. Como no estaban organizados y entre los absolutistas había distintas posiciones, no pudieron actuar con coherencia y fueron vencidos por las autoridades liberales. Fue entonces que apareció un ejército francés conducido por el duque Angulema, Louis-Antoine, sobrino de Luis XVI e hijo del futuro Carlos X de Francia. Este ejército para salvar la monarquía borbónica en España, había sido organizado por Luis XVIII quien el 28 de enero de 1823 había invocado al “Dios de San Luis”, para formar una fuerza de cien mil franceses que asistirían a conservar el trono de España, en manos “del nieto de Enrique IV”, una forma algo rebuscada de llamar a Fernando VII.

Louis-Antoine,_

 

Louis-Antoine
Louis-Antoine

 

Para evitar el pillaje que había caracterizado a la invasión napoleónica, el gobierno francés aprovisionó a este ejército y pagó por adelantado y al contado a comerciantes españoles encargados de proveer los víveres y suministros que evitarían los desmanes.

Los liberales españoles juntaron 150.000 hombres para rechazar la invasión pero estaban desmoralizados y mal organizados. Riego condujo las fuerzas de Málaga y Granada, y Francisco Espoz y Mina las de Cataluña.

El ejército de los Cien Mil Luises marchó sin mayor oposición y en poco tiempo ocuparon Madrid, mientras las cortes se retiraban a Sevilla. Fernando VII fue instado a trasladarse con ellos. Poco duró la estadía de Fernando allí, ya que los franceses avanzaban sin resistencia porque la mayor parte del campesinado -asediado por los impuestos de los liberales- simpatizaba con el gobierno del Rey. Las cortes se dirigieron a Cádiz, ciudad que fue sitiada por los franceses. A pesar de no poder acceder a la ciudad gaditana, la situación se hizo cada vez más complicada. Fue entonces que Fernando propuso defender los principios de la Constitución de 1812 y pactar con los Cien Mil Hijos de San Luis. El Rey salió de la ciudad sitiada y una vez más rompió su palabra. Se unió al invasor y el 1° de octubre decretó la abolición de todas las normas liberales aprobadas durante el trienio que habían estado en el poder.

Con este triunfo del Rey Borbón, España volvió al absolutismo más absoluto mientras fue gobernada por Fernando hasta su muerte en 1833. A lo largo de ese tiempo se dilapidaron los derechos y libertades obtenidas durante ese trienio y los cabecillas liberales fueron ejecutados o encarcelados. Volvió la Inquisición y el oscurantismo volvió a cernirse sobre la península. Desde entonces coexistieron las “dos Españas” a la que aludía Antonio Machado en sus versos.

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