El primer hombre en viajar al espacio le debe mucho al primer mono que emprendió esa aventura. Y al primer perro. Durante muchos años, los científicos probaron los efectos de la ingravidez sobre diferentes animales antes de atreverse a intentarlo en humanos. Antes de que EEUU y la URSS disputasen su enconada lucha espacial por ver quién ponía el pie primero en la Luna, las agencias espaciales pelearon por enviar animales de avanzadilla en diferentes misiones para. Esta es la historia de aquellos pioneros espaciales.
Albert I fue el primer héroe astronauta de la Historia y participó en una misión espacial a bordo de un ‘V-2’ el 11 de junio de 1948 Nuevo México. Era un mono. El primero de toda una dinastía de primates que allanaron el camino que la NASA recorrería en años posteriores con tripulantes menos peludos y más célebres en los libros de texto.
El sucesor del primer aventurero, Albert II puso su granito de arena un año más tarde y murió tras el impacto de su ‘V-2’. Más suerte tuvo el ratón que le siguió en esta carrera animal, también acomodado en un ya famoso ‘V-2’ y superviviente al viaje.
Finalmente, el último mono de esta serie de criaturas, Albert IV, culminó con éxito un vuelo sin complicaciones ni efectos secundarios sobre su organismo… hasta que también impactó. El último ejemplar de la ‘dinastía’ de los Alberts falleció en diciembre de 1949.
Dos años más tarde, Yorick -un mono más afortunado que los anteriores- y 11 ratones se llevaron toda la atención mediática tras sobrevivir a un vuelo espacial. En 1952, dos monos filipinos, Patricia y Mike, batieron el récord de ‘primates en altura’ (36 km) acompañados de otra pareja de ratones. Los tripulantes sobrevivieron a su aventura y se retiraron al zoo de Washington DC.
La granja espacial soviética
Los investigadores de la URSS no perdían detalle de lo que hacían sus colegas estadounidenses. Ratones, ratas y conejos fueron los primeros en probar los avances soviéticos en materia espacial. Poco después dieron paso a los perros, más útiles para recopilar datos a la hora de construir una cabina capaz de albergar a un astronauta humano. Estos canes eran de pequeño tamaño y en la URSS pensaron que aguantarían el viaje mejor que los primates.
Todos los perros seleccionados entonces eran hembras, callejeras y de pelaje claro para ser visibles por las cámaras de a bordo. Los expertos pensaron que si los animales procedían de la calle serían más resistentes a los viajes y que fueran hembras simplificó el diseño sus pañales para controlar sus excrementos en ingravidez. Entre 1951 y 1952, los cohetes ‘R-1’ transportaron a nueve perros en vuelos espaciales, por parejas y en contenedores herméticamente cerrados.
Un paso más allá, el 15 de agosto de 1951, Dezik y Tsygan se convirtieron en los primeros perros-astronauta en completar con éxito un viaje suborbital. El éxito dio alas a los técnicos de la URSS, pero aún quedaban sacrificios y malas noticias por delante. Dezik volvió a asomarse al espacio, esta vez junto a la can Lisa, pero el vuelo fracasó y los dos animales perecieron.
Es en este momento cuando salió a escena el animal más famoso de este período, la perrita Laika (“ladradora”). Inmortalizada en todo tipo de productos -desde sellos a cajetillas de tabaco-, ella fue primer animal espacial realmente célebre en el imaginario colectivo. Laika partió en el satélite ‘Sputnik 2’ el 3 de noviembre de 1957 y, aunque los soviéticos sabían que no podrían devolverla a la Tierra, tenían preparado un sistema para causarle una muerte sin dolor al cabo de diez días. Hoy sabemos que la perra falleció a las pocas horas del despegue debido al estrés y altas temperaturas.
Si bien el lanzamiento del satélite fue un éxito, un fallo provocó la rotura de parte del aislamiento protector y se produjo una disfunción en el sistema de control térmico. La temperatura dentro de la cápsula de Laika se elevó hasta los 40ºC y el cuerpo del animal no soportó mucho en aquellas duras condiciones.
El chimpancé que adelantó a Gagarin
Mientras -y tras varios experimentos con ratones y un mono ardilla que falleció tras caer en el Atlántico-, la NASA decidió dar renovar sus experimentos y sustituyó a los tradicionales monos por un macaco. Había llegado el gran momento de Sam, uno de los primates más famosos en el programa espacial estadounidense. Partió el 4 de diciembre de 1959 en una cápsula junto a la nave ‘Mercury’ y adosado a otro vehículo junto con el que se separó para amerizar a salvo sobre el antaño fatídico Atlántico. Poco después, otro macaco emprendió una aventura similar sin contratiempos.
Posteriormente, el 31 de enero de 1961 el chimpancé Ham se convirtió en el primer animal en salir al espacio, a bordo de la nave ‘Mercury Redstone’. Su viaje duró 16 minutos y el chimpancé conquistó el espacio 10 semanas antes de que lo lograse el ruso Gagarin. Ham experimentó más de seis minutos de ingravidez, falleció en un zoológico de Carolina del Norte en 1983 y la NASA celebró este año el 50 aniversario de su hazaña.