Lídice: la venganza de los nazis

Heydrich, organizador y coordinador de la conferencia de Wanssee en la que se establecieron las pautas de “la solución final”, era conocido por muchos apodos (“el verdugo”, “el carnicero de Praga”, “el hombre del corazón de hierro”, “la bestia rubia” y otros) que no hacían más que describir a un tipo con pocas pulgas que mataba (y hacía matar) porque podía, porque quería y porque era su naturaleza. Consentido de Hitler y mirado de reojo por Himmler, que veía en él a su más acérrimo competidor en la consideración del Führer, el tipo era un asesino perverso. Y con mucho poder, encima.

Tres combatientes de la resistencia checa, el teniente Josef Valcik, el sargento Jozef Gabcik y el sargento Jan Kubis, en el marco de la llamada “operación Antropoide”, llegaron a Praga con apoyo de la inteligencia británica y el 27 de mayo de 1942 atentaron contra Heydrich, atacando su auto e hiriéndolo gravemente con una granada casera arrojada por Kubis. Los comandos checos fueron traicionados por el sargento Karel Curda, miembro del grupo, que los denunció a los alemanes y les dio su ubicación. Finalmente, sitiados por los nazis en una iglesia, Kubis murió herido y sus compañeros se suicidaron para no caer en manos de los nazis.

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Vehículo de Heydrich tras el ataque (27 de mayo de 1942).

 

Vehículo de Heydrich tras el ataque (mayo de 1942).

 

Heydrich fue llevado al hospital de Bulovka, en Praga, pero exigió ser atendido solamente por médicos alemanes. Las heridas de Heydrich habían dañado seriamente el bazo y había restos de la tela y del relleno del asiento, esquirlas de metal y de insignias de su uniforme que contaminaron e infectaron su herida principal. Quizá pudo haberse salvado, pero la obstinación de Heydrich por ser atendido por médicos de su confianza demoró la toma de decisiones y la infección fue tratada demasiado tarde. El retraso en recibir atención médica hizo que la infección se propagara, se provocara una septicemia y eso le costó la vida a Heydrich luego de una semana de agonía.

De inmediato comenzaron las represalias de los nazis. Mientras Heydrich agonizaba, centenares de judíos fueron asesinados en el campo de concentración de Sachsenhausen; veinte mil soldados y policías nazis allanaron hogares checos y mataron a familias enteras, acusándolas de colaborar con los asesinos de Heydrich. Muerto Heydrich, otros tres mil judíos fueron enviados a las cámaras de gas. Pero claro, las matanzas de judíos eran habituales y los dirigentes nazis querían actuar de modo más contundente y demostrar que una acción como esa tendría consecuencias mayores aún.

En el funeral de Heydrich, Hitler dejó muy clara su estrategia de venganza. Cualquier pueblo sospechoso de ayudar a los rebeldes debería sufrir un castigo ejemplificador: la ejecución de todos los hombres adultos, la deportación de todas las mujeres adultas a campos de concentración, reunir a todos los niños cuya “germanización” fuera posible y entregarlos a familias arias, y finalmente quemar el pueblo y arrasarlo completamente.

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Funeral de Heydrich
Funeral de Heydrich

 

Y se ensañaron con Lídice, un pueblo checo donde la Gestapo decía que se habían refugiado durante un tiempo los principales miembros de la resistencia checa. Lídice era un pueblo a 16 km al noroeste de Praga y su población era de 483 habitantes (192 hombres, 196 mujeres y 95 niños).

A las 21 hs de la noche del 9 de Junio de 1942, un total de trescientos efectivos entre soldados nazis de las SS y checos colaboracionistas de la policía checa rodearon el pueblo. A medianoche, los miembros de la misión recibieron sus instrucciones: “por orden del Führer, Lídice será arrasado hasta el suelo y la población masculina fusilada.”

Al amanecer del miércoles 10 de Junio de 1942, los nazis, en grupos de cinco, entraron violentamente en Lídice, llamando a las puertas y ventanas de las viviendas. En cuanto los vecinos preguntaban qué sucedía, los soldados solamente les ordenaban que se vistieran y salieran de sus casas, aunque muchos fueron sacados a empujones y arrastrados a la calle. Mientras las familias atravesaban el pueblo, muchos perros seguían a sus dueños correteando alrededor de ellos, hasta que repentinamente los soldados nazis dispararon contra los animales matando a casi todos. Una vez reunidos todos los habitantes en la plaza principal, otro pelotón nazi irrumpió en el ayuntamiento y obligó al alcalde a abrir la caja municipal y la bóveda del banco, llevándose todo el dinero.

A primera hora, los varones mayores de 16 años de Lídice fueron separados de las mujeres y los niños, que fueron alojados en la escuela, a la que cerraron puertas y ventanas para que no vieran lo que sucedía en el exterior. Los hombres fueron alineados delante de un muro protegido por colchones (para evitar el rebote de las balas) y fusilados, primero en grupos de cinco, luego en grupos de diez personas. Un total de 171 personas fueron ejecutados, una cifra menor a la del censo original de 192, ya que había 21 que no estaban en la ciudad en ese momento. Pero eso no fue un obstáculo para las SS, porque los nazis encontraron a ocho más en la prisión de Kladno, que fueron trasladados a Praga y asesinados; a otros once los encontraron en los campos de las cercanías y también fueron eliminados. Los dos desaparecidos restantes, acorralados, prefirieron suicidarse antes que entregarse.

A media mañana, las mujeres y los niños, que en la escuela de Lídice habían escuchado los disparos con los que habían matado a sus maridos y padres, fueron sacados de la instalaciones y subidos una serie de camiones. Cerca del mediodía los nazis prendieron fuego a todo el pueblo, demoliendo todos los edificios y viviendas, no sin antes desvalijar la iglesia. Los cadáveres de los hombres fueron arrojados a una fosa común excavada por un grupo de judíos traídos del campo de concentración de Theresienstadt.

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Una vez exterminado y arrasado el pueblo, los nazis y los colaboracionistas checos lo celebraron organizado un banquete en el que festejaron por el patrimonio robado a sus habitantes, que se calculó en más de 700.000 coronas, además de relojes, anillos, cadenas de oro, collares, brazaletes, pendientes, medallas y dentaduras de oro.

Las 196 mujeres y los 95 niños de Lídice fueron conducidos hasta la estación de Kladno, donde violentamente separaron a las madres de sus hijos a golpes y empujones. Un tren se llevó a las mujeres al campo de concentración de Ravesbrück, en Alemania, donde murieron 53 de ellas. 83 niños fueron transportados al campo de exterminio de Chelmno para ser asesinados en la parte trasera de camiones herméticos con monóxido de carbono. Sólo 12 niños no fueron deportados, debido a que superaron un riguroso control racial por parte de las SS. De ellos, nueve fueron dados en adopción a familias alemanas y otros tres (dos niños y una niña) fueron alistados como “niños soldados” en el Ejército Popular “Volkssturmm”.

Luego de la masacre de Lídice, las SS se encargaron de borrar el pueblo del mapa geográfico de Europa: echaron tierra sobre los restos y pasaron arados para cultivar la tierra sobre la superficie de lo que fue aquel pueblo arrasado.

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Cartel con el lema «esto es brutalidad nazi» en referencia a la masacre de Lídice, por Ben Shahn (1943).

Cartel con el lema «esto es brutalidad nazi» en referencia a la masacre de Lídice, por Ben Shahn (1943).

 

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