La saga de los Holmberg: una familia argentina

Esta es la crónica de una familia de grandes personalidades, atravesadas por el nombre Eduardo, que se remonta al siglo XVIII y que tuvo mucho que ver en algunas de sus etapas con la historia de Salta y del norte argentino. En general a los Holmberg se los ha tratado por aparte, sin relacionarlos genealógicamente, y de algunos de ellos se carece de mayor información. Es este un primer ensayo que busca rescatar y unir a personajes y personalidades diversas que tuvieron un rol activo en la guerra primero y en la ciencia más tarde.

La historia se remonta a un noble nacido en el Tirol, el barón Eduardo Ladislaus Kainnitz von Holmberg (1778-1853). Su ascendencia venía de una antigua familia de Moravia. Fueron sus padres don Eduardo Kainnitz von Holmberg y doña Margarita von Elzen. El padre y sus hermanos murieron en la cruenta guerra tirolesa de 1809 donde él también luchó con valentía. Ya formado como militar se incorporó en las Guardias Valonas, un cuerpo de elite de infantería del rey formado por los hombres más aguerridos y de mayor estatura, los que actuaban en misiones especiales.

En Cádiz conoció a Carlos de Alvear. Pasó con él a Inglaterra donde se unió a varios militares y patriotas argentinos comprometidos con la causa de la revolución americana, entre ellos San Martín, Zapiola y Chilavert. Embarcaron en la fragata “George Canning” y llegaron al puerto de Buenos Aires el 9 de marzo de 1812. Holmberg se sumó al ejército del norte bajo el mando de Belgrano y estuvo en la mayoría de las batallas y combates que se libraron, entre ellos el Combate de las Piedras y la Batalla de Tucumán. Portó la bandera argentina cuando Belgrano la hizo bendecir en Jujuy el 25 de mayo de 1812.

Se hizo cargo de la artillería y de la fabricación de obuses y morteros. Fue cuestionado por la férrea disciplina que aplicaba a sus subordinados. Esto le generó un descrédito inmerecido y el general José María Paz lo rescata en sus memorias. Obtuvo la ciudadanía argentina y siguió incorporado al ejército patriota trabajando en la fortificación militar de varias ciudades en Entre Ríos, Santa Fe y otras provincias. Fue tomado prisionero, estuvo a punto de ser fusilado, formó parte del Estado Mayor y también juez del tribunal militar, entre otras múltiples funciones. En 1813 se casó con una prima hermana del general Carlos de Alvear, doña María Antonia Balbastro Albín (1795-1842), quien le dio cuatro hijos: Eduardo, Camilo, Petrona y Amalia. Aficionado a las plantas de jardín estableció una hermosa quinta en Palermo. Mantuvo contacto con Amado Bonpland, Juan Manuel de Rosas y su hija Manuelita, Justo José de Urquiza, entre otros notables de la época.

Fue uno de los fundadores de la Logia Lautaro. Sus ilustres descendientes serían grandes masones. El barón Holmberg falleció en Buenos Aires el 24 de octubre de 1853. De sus hijos, Eduardo Wenceslao Holmberg Balbastro (1815-1875), siguió la carrera militar de su progenitor y se unió a las fuerzas de Juan Galo Lavalle como ayudante del general. También actuó a las órdenes de La Madrid y tuvo que exiliarse en Chile luego de la derrota de Rodeo del Medio. En el país trasandino participó de la creación de una quinta agraria nacional y recorrió la costa del Pacífico hasta Lima. Volvió a Buenos Aires para hacerse cargo de la quinta paterna y fue un botánico aficionado. Asistió a su padre el día de su muerte. Casó con doña Laura Correa Morales y Visillac quien le dio cinco hijos: Eduardo, Alberto, Máxima, Carlos y María.

El primogénito y cuarto portador del nombre Eduardo llegaría a ser uno de los más grandes naturalistas argentinos. Sobre él se han escrito decenas de biografías y merece rescatarse la de su hijo Luis Holmberg Jorge (1888-1986), autor de “Holmberg. El último enciclopedista” (Buenos Aires, 1952). Efectivamente Eduardo Ladislao Holmberg y Correa Morales (1852-1937) abarcó casi todos los campos de las ciencias naturales. Se recibió de médico, escribió algunos trabajos, entre ellos su tesis doctoral sobre el fosfeno, pero no ejerció la profesión.

Comenzó una larga lista de viajes por la Argentina, desde el norte hasta la Patagonia, realizando toda clase de observaciones sobre la flora, la fauna y los suelos. Entre esos viajes se tiene uno realizado al norte argentino en 1876. De sus observaciones en Salta publicó en 1878 un importante artículo titulado: “Faunas de Salta (mamíferos y aves)” en la Revista “El Naturalista Argentino” que había fundado con su amigo el entomólogo Enrique Lynch Arribalzaga. Este es uno de los primeros trabajos donde se da nombres científicos a los mamíferos y aves salteños, ya que solo se hacía referencia a ellos por el nombre vulgar.

Publicó cientos de trabajos sobre botánica, faunas de diferentes regiones argentinas, distintos grupos de animales (mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces), moluscos, insectos y arácnidos y en muchos casos descubrió especies nuevas para la ciencia. Fue uno de los precursores en el estudio de los arácnidos en el país. Fue el fundador de la “Revista del Jardín Zoológico” (1893-1895) y los “Apuntes de Historia Natural” (1909). Publicó notas periodísticas sobre temas de historia natural en decenas de diarios y revistas. Escribió un grueso volumen de casi 500 páginas sobre “Botánica Elemental” (1908) que tuvo varias reediciones. Tradujo numerosas obras científicas y literarias del inglés y alemán.

Tradujo a Dickens, Conan Doyle y H. G. Wells, entre otros autores del momento. Su obra “Dos partidos en lucha” (1875) fue pionera en la discusión entre los creacionistas y los evolucionistas. Escribió una serie de cuentos y narraciones sobre ciencia ficción. También novelas (“El tipo más original”) y poemas (“Lin-Calel”). Holmberg fue muy amigo de algunos sabios de su época que se frecuentaban en reuniones familiares como el paleontólogo Florentino Ameghino y el antropólogo Juan B. Ambrosetti.

En 1915 las sociedades científicas del país se reunieron para homenajearlo y el discurso encomiástico, una magnífica pieza de oratoria, fue brindado por Leopoldo Lugones. La revista “Holmbergia”, el premio Eduardo L. Holmberg, el nombre de una calle en Buenos Aires son algunos de los homenajes póstumos a su obra. Un cuarto Eduardo en la línea de los Holmberg fue su hijo y primogénito el naturalista viajero Eduardo Alejandro Holmberg (h). Aun cuando se carece de datos biográficos al respecto, su obra resulta de gran interés para el norte argentino. Holmberg, publicó su trabajo “Investigación Agrícola de la Provincia de Jujuy” (1904), producto de sus viajes al norte argentino en los primeros años del siglo XX en calidad de “Naturalista viajero”.

Sus libros, “Viaje por la Gobernación de los Andes” (1900), y el antes mencionado, estaban largamente agotados y fueron reeditados por la Universidad Nacional de Jujuy en un esfuerzo editorial de rescate de obras regionales antiguas que merece destacarse y que llevó adelante y hasta su muerte el escritor y poeta Néstor Groppa. En su trabajo agrícola de 1904, Holmberg hace referencia a la minería de Jujuy en las páginas 17 a 19. Describe como se encontraban las explotaciones de oro aluvional en la región de Rinconada y la extracción de boratos en las Salinas Grandes. Aporta muchos datos valiosos de interés histórico.

El viaje a la Gobernación de los Andes es un estudio geográfico de la Puna Argentina, especialmente la salteña, sobre las aptitudes agrícolas, ganaderas e industriales de dicho territorio. Allí agradece la colaboración de salteños de la época que lo ayudaron durante las estancias de su viaje, entre ellos Indalecio Gómez, Ruiz de los Llanos, Ladislao Lavín, Domingo Isasmendi, Albertano de la Colina, Julio Ovejero, entre otros. El último Holmberg de la línea genealógica de naturalistas fue el geólogo Eduardo Holmberg (1915-1979), quien trabajó en el Servicio Geológico Argentino y se especializó en el relevamiento de cartas geológicas, especialmente de la Patagonia.

Publicó las hojas geológicas Chachahuén (1962), Auca Mahuida (1964) y Buta Ranquil (1976), todas ellas en inhóspitas regiones del Neuquén extra andino y el sur de Mendoza. Fue profesor de las universidades de Buenos Aires y de San Luís. En síntesis, la brillante estela de los Holmberg marcó con su impronta la ciencia de los siglos XIX y XX.

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