El glaucoma es una de las causas de ceguera prevenible más frecuente del mundo, entre el 2 y 3% de la población en general la padece y su incidencia aumenta a medida que avanza la edad. Algunos grupos étnicos son más proclives a sufrirla, como la población de origen africana. En cambio los esquimales son más proclives a sufrir glaucomas agudos.
Su nombre proviene de “glaucos”, resplandeciente, porque en la antigüedad se la confundía con las cataratas.
Hasta fines del siglo XIX su detección era difícil, solo se podía medir comprimiendo los globos oculares de los pacientes. El oftalmoscopio permitió detectar los cambios en el nervio óptico y el tonómetro de Schiötz una cuantificación bastante precisa de la presión ocular.
Desde entonces existió había una forma de detectar al ladrón silencioso de la vista.
Por estas dificultades técnicas es difícil determinar qué personajes históricos sufrieron glaucoma crónico simple a lo largo de la historia más cuando la expectativa de vida estaba por debajo de la edad en la que esta afección suele aparece. Entonces entramos en el campo de las especulaciones. ¿Acaso Homero, el bardo griego que contaban la historia de dioses y coraje indómito, padeció un glaucoma congénito?
Aunque no todos estén seguros de porqué John Milton quedó ciego, quiero incluirlo en este capitulo de glaucoma (aunque se especule que también pudo ser víctima de un tumor hipofisario). El cuadro clínico que presentó se definía entonces como Guattata Serena, es decir que se perdía la visión mansamente, con un ojo sin congestión ni dolor, un cuadro propio del glaucoma.
En las tinieblas por su enfermedad, John Milton nos dejó una obra monumental: El paraíso perdido y El paraíso recobrado, obra dictada a sus hijas al verse imposibilitado de escribirla. Es más, cuando las musas lo visitaban, aunque más no fuera de madrugada, tenía la costumbre de despertar a sus hijas para plasmar el fruto de su inspiración[1].
Hijo de un prospero notario con inclinaciones literarias, John Milton recibió una esmerada educación. Entre sus mentores estaba un joven Thomas Young, a quien también tuvo de profesor en Cambridge, universidad de la que se graduó cum laude en 1632. Por los próximos años viajó por Europa donde conoció a personajes de su tiempo como Galileo, al papa Urbano VIII, y al calvinista Giovanni Diodati. Al saber que se había desatado una guerra civil en Inglaterra, volvió para retomar su actividad académica, y tomó el bando de Oliver Cromwell (aunque la familia de su primera esposa, Mary Powell, se declarase monárquica).
Cromwell nombró a Milton ministro de Lenguas extranjeras (1649), encargado de traducir al latín las actas oficiales y responder los ataques al gobierno.
En 1652 comenzó a perder la visión. Entonces compuso un soneto “When I Consider How My Light is Spent”, que inspiró en Borges el soneto “On his blindness” en El oro de los tigres (1972) (también escribió otro en su honor titulado “Una rosa y Milton”).
En esos días muere su primera esposa por complicaciones en el parto de su único hijo varón, John. Los ataques políticos aumentaron y Milton debió defender su posición, más cuando regresaron los monárquicos al poder. Por unos pocos días estuvo encarcelado, aunque fue liberado por influencia de sus poderosos amigos.
Ya ciego, en 1663 comienza a escribir su El Paraíso Perdido, obra dividida en 12 libros que superan los 10.000 versos.
Su descripción del génesis y la expulsión del paraíso sirvió de inspiración a músicos como Händel y más tarde a Joseph Haydn que compuso “La creación”.
Debido al éxito y la difusión de esta obra monumental, dictó a sus hijas el texto de El Paraíso Recobrado de 2100 versos inspirado en los relatos del Evangelio y también Samson Agonistes donde se identifica con el gigante ciego poniendo en su boca versos autorreferenciales como “la pérdida de la visión, de ti es lo que más me quejo” o “oscuro, oscuro, oscuro en medio del fulgor del mediodía, irreparablemente oscuro, total eclipse sin esperanza de que vuelva el día” o “primer rayo creador y tu mandato/ que se haga la luz y la luz inunde todo/porque me ha privado de su primer decreto”.
Milton murió de un fallo renal el 8 de noviembre de 1674, y fue enterrado en la Iglesia de Saint Giles en Cripplegate.
Vale resaltar que por los odios imperantes (las grietas son parte de la condición humana) su tumba fue profanada y se sustrajo, entre otras partes de su anatomía, la mandíbula del bardo para tomar los escasos cinco dientes que aun le quedaban como reemplazo ontológicos ya que entonces se utilizaban las piezas dentarias de los muertos para hacer prótesis. Al enterarse los profanadores de que se trataba el cuerpo de Milton, fue expuesto por pocas monedas al publico. Al parecer esta macabra exposición no fue muy lucrativa porque no siempre los poetas muertos son un buen negocio.
En el Rincón de los Poetas en Westminster Abbey hay una placa que recuerda a este hombre quien, a pesar de su ceguera, perdió y recuperó el paraíso.
[1] Se cuenta que a sus hijas les enseñó a leer en griego pero jamás entendieron el idioma, razón por la cual pasaban horas leyendo textos que no comprendían. Las dos hijas mayores (Anne y Mary) se enemistaron con él, no así Deborah -la más joven y más parecida a su padre- que escribió la primer biografía del poeta.