La guerra de la Confederación boliviana contra la Confederación argentina

En enero de 1836 el gobernador Yanzón de San Juan invadió La Rioja para apoderarse de las armas acumuladas allí por el difunto Quiroga. En esa acción lo acompañó Ángel Vicente Peñaloza, el futuro “Chacho”, convencido por los Unitarios de que Rosas había sido el instigador de la muerte de Facundo Quiroga. Al mismo tiempo Javier López volvió a invadir Tucumán desde el norte.

Yanzón fue derrotado por Brizuela y se vio obligado a buscar refugio en Chile. La legislatura de San Juan lo destituyó porque al atacar a La Rioja había violado el Pacto de la Liga del Litoral de 1831 al cual habían adherido todas las provincias y nombró en su lugar al general Nazario Benavidez.

En cuanto a Javier López, otro fervoroso unitario fue derrotado por Alejandro Heredia en Famaillá, y fusilado por haber buscado apoyo de otro país para atacar al propio. Los coroneles Roca y Balmaceda, apresados junto con Javier López, declararon que las fuerzas de éste habían sido armadas y equipadas en Bolivia por el prefecto de Potosí. Salustiano Zavalia y Marcos A. Avellaneda (el futuro “mártir de Metan”) agradecieron y apoyaron lo hecho por Heredia en nombre de la Cámara de Representantes de Tucumán.

Mientras sucedía esto en la Argentina, Lavalle se alió con Fructuoso Rivera para derrocar al presidente del Uruguay, general Oribe, quien había actuado en la guerra de la Independencia y en la lucha contra el Brasil. Oribe derrotó a Rivera en la batalla de Carpintería, en septiembre de 1836 y Rivera buscó refugio en Brasil para reorganizar allí sus fuerzas (recordemos que ya había actuado antes en favor de ese país y que había sido condecorado por el Emperador con la Orden del Cruzeiro del Sul, etc.). En su huida dejó documentos que probaban que, tanto él como los unitarios a su lado, estaban realizando una acción concertada con el general Santa Cruz, de Bolivia.

Samuel Hood, cónsul inglés en Montevideo, a quien puede considerarse como privilegiado espectador de nuestras disensiones, acotó que la correspondencia “era eslabón de una extensa conjuración concertada por los emigrados porteños unitarios para reconquistar el poder. Ellos convencieron al general boliviano de que él, como sucesor del Bolivar, tenía los destinos de los americanos en sus manos; que el sistema federal porteño era odioso a la gran masa del pueblo; que un gobierno unitario era el anhelo de la mayoría y que, para recuperar su ascendiente, recordaban el desmembramiento y reorganización de Chile y las repúblicas Argentinas y Oriental, ofreciendo a Santa Cruz como retribución de sus servicios algunas de las vecinas provincias de la Confederación Argentina y a Rivera, Entre Ríos y Corrientes”.

La guerra con Bolivia

El Mariscal Santa Cruz formó su Confederación Peruana-Boliviana (formalizada en 1836). Dentro de su proyecto figuraba la anexión de nuestras actuales provincias del norte y parte de Chile. En diciembre de ese año partidas unitarias ya estaban incursionando por Antofagasta en diciembre de 1836 según informaba Heredia desde Tucumán a Rosas.

Chile declaró la guerra a la Confederación Peruana-Boliviana. Rosas mandó cerrar la frontera norte en Febrero de 1837 y, luego, con el asentimiento de las demás provincias, declaró la guerra proclamando: “El general Santa Cruz ha promovido la anarquía en la Confederación Argentina, consintiendo y auxiliando las expediciones militares que, armadas en el territorio de Bolivia, han invadido a la República. Ha violado la inmunidad del territorio de la Confederación permitiendo entrar en él… tropas de Bolivia al mando de jefes bolivianos y destinadas a despojar por la fuerza a ciudadanos argentinos. Fomentando disturbios continuos en las provincias de Tucumán y Salta ha impedido el restablecimiento de la confianza y buena inteligencia necesarias para obtener por medio de una negociación pacífica la devolución de la provincia de Tarija, incorporada a Bolivia por un acto de insurrección. Ha promovido por medio de la seducción la desmembración de otras provincias excitándolas a erigirse en un nuevo Estado bajo su ominosa protección”. Más tarde le sucedería a Bolivia lo que Santa Cruz quiso hacer a la Argentina: el estado de Acre se independizó de Bolivia para luego unirse a Brasil, lo mismo que Texas se declarara independiente de México para incorporarse después a los Estados Unidos.

El General Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, nombrado jefe del ejército argentino en el norte, tuvo en este conflicto una actuación poco lucida, ya que el alcoholismo había minado su capacidad, y las otras provincias (incluyendo Buenos Aires) le retacearon su ayuda. Las fuerzas bolivianas invadieron el norte llegando a Jujuy en mayo de 1837. Los chilenos de Blanco Encalada se retiraron del Perú luego del Tratado de Paucarpata, lo cual permitió a Santa Cruz concentrar sus fuerzas contra la Argentina mientras ésta, como veremos más adelante, entraba en conflicto con Francia, país que había dado apoyo a Bolivia.

Chile, luego de desconocer el tratado de Paucarpata organizó otro ejército, al mando de Bulnes, que desembarcó cerca del Callao y derrotó finalmente a Santa Cruz en Yungay el 20 de enero de 1839. Santa Cruz se exilió en Guayaquil derrumbándose su Confederación. Esto terminó nuestra guerra con Bolivia, pero mientras tanto se habían producido novedades en nuestras provincias del norte. En noviembre de 1838 el general Heredia había sido asesinado en Tucumán, estando complicado en ellos Marco Avellaneda, su partidario hasta entonces y firmante de proclamas y documentos federales en apoyo de Rosas. El asesinato se acompañó de cambios políticos en Salta y Jujuy que repercutieron fuertemente en el país que en esos momentos estaba soportando el bloqueo francés.

Al declarar la guerra a Bolivia, Rosas había reclamado la devolución de Tarija a la Confederación Argentina, pero cuando finalizó el conflicto se despreocupó del problema declarando, en relación con ese territorio, que no era “digno de la República Argentina reincorporarle hoy por la fuerza, ni reclamar nuestros derechos en circunstancias en que Bolivia se encuentra afligida y envuelta en la anarquía”; los derechos argentinos eran ciertos y no había circunstancias más adecuadas para hacerlos valer. Sin embargo a Rosas, como a muchos gobernantes porteños, no le interesaban los confines alejados de la patria como lo demuestra también su actitud ante los problemas de la Islas Malvinas.

Luego de la toma de las Malvinas por fuerzas inglesas, el gobierno de Balcarce había hecho reclamos de inmediato. En cambio, Rosas, como gobernante, se limitó a ofrecer las islas en venta a Inglaterra, como pago del leonino empréstito de Baring contraído por Rivadavia. El primer ofrecimiento fue hecho el 21 de noviembre de 1838 a través del ministro argentino en Londres, Manuel Moreno, quien desestimó el ofrecimiento. Sin embargo, Rosas insistió y realizó un segundo ofrecimiento por medio de Felipe Arana, su ministro de Relaciones Exteriores, el 23 de diciembre de 1843.

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